RESTOS ARQUEOLÓGICOS EN LA LUNA.
Lo que oculta nuestro satélite...
Si el hombre vuelve a pisar nuestro satélite durante la próxima década, es posible que se encuentre con algunas sorpresas. Según diversos investigadores, en la superficie lunar existen restos de antiguas construcciones, quizá de puentes y cúpulas. En cualquier caso, se trataría de restos que habrían existido mucho antes de que el hombre pisara el suelo lunar.
En 1962, el mismísimo Cari Sagan, cuando era consejero de la Fuerza Aérea estadounidense y antes de convertirse en un reputado astrónomo, aventuró: «La humanidad debe acostumbrarse a la idea de que seres inteligentes del espacio exterior nos han visitado y que poseen o han tenido bases ocultas en la Luna». En 1848, el astrónomo alemán Franz von Gruithuisen creyó observar en la parte meridional de la Luna construcciones artificiales que, según él, eran restos de una ciudad. Incluso llegó a afirmar que había podido distinguir en el interior de ciertos cráteres unas manchas verdosas que se desplazaban irregularmente y que identificó como vegetación o insectos. Entonces, sus teorías no obtuvieron demasiado apoyo pero, con el tiempo, otros científicos respaldarían sus heterodoxas hipótesis.
Nuevas imágenes de posibles construcciones en la Luna
La ya amplia galería de imágenes anómalas de la Luna, en la que aparecen posibles estructuras artificiales de origen desconocido, ha aumentado gracias a la labor de un aficionado a la Astronomía, John Walson, quien, provisto de un telescopio que él mismo ha modificado, ha conseguido unas sorprendentes imágenes de nuestro satélite en las que aparece una extraña formación de apariencia tubular, con una serie de entradas o arcos. Un objeto que, si se confirma su existencia, sería muy difícil admitir que se trata de una formación natural.
El propio Walson también fotografió el pasado 8 de junio un objeto con forma anular sobrevolando la Luna. Además, hace unos meses este astrónomo aficionado divulgó unas sorprendentes y polémicas imágenes de lo que parecen naves no identificadas orbitando nuestro planeta, que todavía están siendo objeto de discusión entre quienes creen que se trata de falsificaciones y quienes mantienen que son auténticas.
«MONUMENTOS» DE 200 METROS
En 1953, los astrónomos amateur Percy Wilkins y Sir Patrick Moore descubrieron casi un centenar de «cúpulas u hongos» nunca antes vistos. Estaban localizados en los cráteres Cefeo, Picard, Reinhold y Teeteto. En el mismo año, John J. O'Neil, editor científico del New York Herald Tribune, vio algo parecido a un puente de aproximadamente 20 kilómetros de longitud en el Mare Crisium. Más tarde, el propio Moore ratificó esta observación. Sin embargo, pasado el tiempo, el supuesto puente «desapareció» misteriosamente. Un año después, el 6 de mayo de 1954, el profesor FrazerThompson, de la Universidad de Tulane, anunció la existencia de una nueva brecha en el cráter Piccolomini, de la que partía una enorme traza de 300 metros de ancho. Ese nuevo hallazgo hizo pensar a algunos en nada más y nada menos que una gran pista de aterrizaje. Sin embargo, estos avistamientos de extrañas estructuras sobre la superficie lunar no se han realizado únicamente desde la Tierra. Los más escépticos estaban convencidos de que las misiones lunares, al reconocer la superficie del satélite, disiparían cualquier tipo de duda y servirían para «enterrar» los rumores que se referían a estas supuestas formaciones artificiales. Pero ocurrió todo lo contrario. Así, el profesor norteamericano William Blair afirmó haber visto fotos secretas de la misión lunar Orbiter II desarrollada en abril de 1966- en las que se podían apreciar claramente monumentos de más de 200 metros de altura. Blair defendía que se trataba de estructuras artificiales, pero otros científicos más ortodoxos concluyeron que dichas formaciones eran el resultado de un complejo «fenómeno geofísico» que daba lugar a interpretaciones erróneas.
Sin embargo, las rumores continuaron. En 1972, varias fotografías tomadas desde el Apolo XVI mostraban estructuras parecidas a puentes que rápidamente dispararon las especulaciones.
CREDIBILIDAD FUERA DE DUDAS
A medida que pasaba el tiempo, surgían nuevas informaciones sobre presuntas construcciones artificiales en la Luna. Algunos astrónomos de intachable credibilidad defendieron esta -en apariencia- descabellada posibilidad. H. P. Wilkins, en aquellos tiempos una de las mayores autoridades en el estudio de nuestro satélite, también tuvo la ocasión de contemplar la estructura que semejaba un puente, a la que otros muchos ya se habían referido anteriormente. En opinión de Wilkins, debía ser forzosamente algo no natural. En 1967 la sonda Surveyor VI fotografió una especie de bruma luminosa semicircular sobre la región lunar de Sinus Medii. Algunos especialistas concluyeron que se trataba de una enorme cúpula, pero la NASA explicó que dicha imagen correspondía a una tormenta de partículas de arena provocada por cargas electrostáticas. Tiempo después, otra sonda, la lunar Orbiter V, registró extrañas huellas que parecían pertenecer a vehículos sobre el suelo del satélite, parecidas a las que, en 1972, vio el astronauta del Apolo XVII Harrison Schmitt.
Arriba, estructuras piramidales fotografiadas por la tripulación del Apolo XVI.
Sir Alfred Palrick Moore, quien descubriera decenas de misteriosas cúpulas sobre la Luna.
Según el Daily Telegraph. el vehículo soviético Luna IX, que alunizó sobre el océano Procellarum. captó unas torres supuestamente artificiales en 1966. Por su parte, la Orbiter II fotografió la sombra de lo que podían ser ocho construcciones similares, con una altura aproximada de 200 metros.
RUINAS Y EXTRAÑAS PROTUBERANCIAS
El 25 de diciembre de 1968 Lovell, Borman y Anders. en su primera órbita en torno a la Luna a bordo del Apolo VIII, vieron un extraño objeto dicoidal. Los sistemas eléctricos de la nave se detuvieron durante unos instantes, descendió la temperatura y la cápsula fue rodeada por una extraña y molesta luminosidad, a la vez que la radio emitía sonidos de origen desconocido. Pero más interesante es que Lovell, en sus conversaciones con el centro de control, aseguró que estaba observando ruinas en la superficie. El Apolo X. con Eugene Cernan y Thomas Stafford a bordo, realizó multitud de fotografías mientras sobrevolaba nuestro satélite a escasos kilómetros del mismo. De todas las imágenes, una -la AS10-32-4822- ha causado una enorme polémica por las anomalías que presenta, como una extraña -protuberancia» en línea recta. En 1974, Joseph Goodavage. uno de los astrólogos más conocidos del momento, publicó un artículo en la revista Saga en el que declaraba que se habían descubierto en los últimos años más de 200 estructuras supuestamente artificiales en la Luna. Aseguró que eran «blanquecinas, circulares y con forma de cúpula». También escribió: «Por alguna extraña razón, a menudo desaparecen de un lugar y surgen en otro». Años después, entre 1986 y 1987, el astrónomo aficionado E. M. Kirilov vio una serie de construcciones que parecían metálicas en el Mar de la Tranquilidad. Eran gigantescas y estaban colocadas en ángulo recto unas respecto a las otras.
Arriba, los astronautas James Lovell, Frank Borman y William Anders, tripulantes del Apolo VIII que, al parecer, vieron restos de construcciones en la superficie lunar.
Esta imagen de la Luna muestra diferentes anomalías. En el cráter Ukert (1) se fotografió una plataforma triangular. En el punto 2, la imagen nos muestra una estructura angulada que pertenecería a supuestas ruinas. En el 3, el Apolo XIV pudo observar más ruinas. El Apolo XII las detectó en el punto 4, y en el 5 se hallarían los restos supuestamente observados desde el Apolo XI. En el 6 se ubica «el castillo». Los puntos rojos indican diversos cráteres y el número de anomalías detectadas en ellos.
«La mejor explicación sobre la Luna es que se trata de un error de observación. ¡La Luna no existe!». Este comentario, atribuido a Irwin Sha-piro, del Centro Astrofísico Harvard-Smithsonian, nos pone en la pista de otro de los grandes misterios lunares: su origen. Cuatro son las hipótesis más extendidas. Una explica que la Tierra y la Luna son en realidad un planeta doble. Ambos se habrían formado por separado, pero al mismo tiempo, durante la gestación del Sistema Solar. Otra hipótesis: La Luna, en su deambular por el Sistema Solar, fue «capturada» por la gravedad de la Tierra. La tercera asegura que el satélite formaba parte de la Tierra, pero que después se desprendió de la misma. Y la última -la más aceptada en el mundo académico- teoriza sobre un planetoide que habría golpeado contra la Tierra hace unos 4.500 millones de años. El «intruso», junto al polvo y los fragmentos que fueron expulsados de la atmósfera terrestre, dio origen a nuestro satélite.
Estas hipótesis, como cualquier otra que se haya propuesto para explicar el nacimiento de la Luna, muestran aspectos que contradicen los conocimientos científicos actuales. Por ejemplo, si atendemos a la teoría del impacto, la magnitud de éste tendría que haber acelerado la velocidad de rotación de La Tierra a un nivel mucho mayor del que posee. Para solucionar el «problemilla», ciertos científicos proponen que miles de años después del primer impacto tuvo lugar un segundo. Un meteoro habría llegado desde la dirección opuesta al anterior, frenando así la aceleración de nuestro planeta tras el primer choque. De todos modos, algunos especialistas consideran que se trata de una hipótesis demasiado rebuscada.
El astrólogo Joseph Goodavage, quien declaró que sobre la Luna podían apreciarse construcciones no naturales.
Más datos ilógicos: la Luna no es redonda, sino que tiene forma de huevo en posición horizontal. Hasta ahí todo normal, pues la Tierra ejerce una importante fuerza de gravedad sobre el satélite. Lo extraño es que esta curvatura de la Luna es 17 veces mayor de lo que debería y que ¡está en la cara opuesta a la Tierra! El mismo tamaño de nuestro satélite es descomunal respecto al planeta alrededor del cual gira: apenas es cuatro veces más pequeño. Por ejemplo, el satélite más grande de Júpiter es 18 veces menor que éste. Por último, mostraremos unos datos que no parecen meramente casuales. La Luna tiene un tamaño equivalente al del Sol en 1/400 y ocupa una órbita que le permite estar a 1 /400 de la distancia entre la Tierra y el Sol. Por si fuera poco, además de coincidir su rotación con la traslación alrededor de nuestro planeta (por lo que siempre vemos la misma cara de nuestro satélite), parece imitar los movimientos del Astro Rey. De hecho, los desplazamientos lunares llevan a cabo en un mes lo que el Sol hace en todo un año. Hasta en pleno verano, la Luna llena se posiciona en el mismo ángulo y en el mismo punto del horizonte que el Sol en pleno invierno. Posteriormente, la Luna de invierno se pondrá donde lo hace el Sol en pleno verano. Por si fuese poca la casualidad, en el equinoccio la Luna sigue la misma trayectoria que el Sol para ponerse. Dicho de un modo claro: es como si nuestro satélite fuera una obra diseñada bajo un preciso plan más que una formación planetaria arbitraria.
Entre las hipótesis sobre nuestro satélite destaca la de que éste era un planetoide que chocó contra la Tierra hace 4.500 millones de años.
«La Luna sonó como una campana». Eso decían los informes de la NASA, al referirise a los datos que recogió sobre la superficie lunar el sismógrafo del Apolo XII. Los distintos estudios sismográficos llevados a cabo durante las misiones Apolo ofrecieron indicios de que el interior de la Luna ¡podría estar hueco bajo un envoltorio metálico! La idea no era nueva, pues ya en 1962, Gordon McDonald, prestigioso científico de la NASA, publicó un informe en Astronautics Magazine en el que revelaba que el análisis de los movimientos lunares parecía indicar que estaba hueca. Más recientemente, el doctor Sean C. Solomon, ex profesor de Geofísica en el Instituto Tecnológico de Mas-sachussets y actualmente director del Departamento de Magnetismo Terrestre del Instituto Carnegie de Washington, declaraba: «Los experimentos orbitales lunares han mejorado enormemente nuestro conocimiento sobre el campo gravitatorio de la Luna, indicando la aterradora posibilidad de que nuestro satélite sea hueco».
Sobre estas líneas, las cúspides o torres de Blair y un esquema de las mismas. Estas imágenes fueron captadas supuestamente por la sonda norteamericana Orbiter.
NAVE GIGANTESCA
Representación del interior de la Luna. Un informe de 1962 señalaba que podría estar hueca.
El enorme cráter Archimedes.
Para ellos, nuestro satélite sería una gigantesca nave espacial metálica, hueca y recubierta de polvo y rocas. Los científicos de la antigua URSS basaron sus conclusiones en diversas informaciones. Una de ellas es particularmente llamativa: los cráteres lunares tienen una profundidad máxima. Es como si algo, una especie de tope, impidiera que los meteoritos que la golpean provoquen un «agujero» más profundo. Por el diámetro de algunos de los cráteres -más de 200 kilómetros-, su profundidad debería ser varias veces mayor que la que presentan, tomando en cuenta las condiciones lunares. Sin embargo, independientemente del diámetro de los mismos, éstos nunca sobrepasan cierta profundidad. Otro misterio más.
SEÑALES DE RADIO
En varias misiones espaciales, como las Apolo VIII, IX y XI, los astronautas escucharon a través de la radio extraños sonidos. Estas misteriosas señales que a veces parecen emanar de nuestro satélite -que desde luego no deberían existir- se han podido captar también desde la Tierra. Entre 1927 y 1935 se recibieron numerosas emisiones de este tipo, cuyo origen parecía serla Luna. En 1956, investigadores de la Universidad de Ohio captaron «charlas por radio en apariencia codificadas desde la Luna». Dos años después, astrónomos norteamericanos, soviéticos y británicos detectaron un objeto, que emitía señales de radio, acercándose al satélite a más de 40.000 kilómetros por hora. Por supuesto, nada más se ha sabido de este asunto.
HABLAN LOS TECNICOS DE LA NASA
A pesar de las negativas de la agencia espacial estadounidense a la hora de aceptar anomalías como las expuestas en este artículo, algunas personas que prestaron sus servicios en dicha organización admitieron que no todo estaba tan claro como pretendía la agencia. Éste es el caso de Alan Davis, que trabajó para la NASA desde 1959 hasta 1973 como ingeniero de telecomunicaciones del proyecto Apolo. Davis no sólo declaró que los astronautas del Apolo XI contemplaron muros artificiales semiderruidos sobre la superficie de la Luna, sino que él mismo había podido examinar algunas de estas imágenes. Además, afirmó que Armstrong sentía que «algo» estaba observando sus movimientos y los de sus compañeros mientras deambulaban por la superficie del satélite.
La tripulación del Apolo XI, compuesta por el comandante Armstrong y los pilotos Aldrin y Collins.
¿LO SABÍAS?
Nuestro satélite no obedece a las reglas conocidas de la astrofísica, al menos debido a su posición, volumen y masa. Es 3,66 veces más pequeño que la Tierra, pero pesa 81 veces menos y su órbita es verdaderamente insólita. En otras palabras, a la luz de la ciencia nuestro satélite no debería estar ahí. Este hecho es aceptado hoy por multitud de prestigiosos científicos, pero fuera de los círculos especializados afirmar tal cosa parece un atrevimiento sin fundamento. Eso sí, los hechos son los hechos.
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