viernes, 27 de diciembre de 2013

El exorcista: a 40 años de su estreno...

por Miguel Cane



El 26 de diciembre de 1973 se estrenó en los Estados Unidos la que, aún hoy, es considerada la cinta de terror más impactante, dirigida por William Friedkin, con Ellen Burstyn como Chris McNeill, Max Von Sydow como el padre Lankaster Merrin, Jason Miller en su debut en cine como el padre Damien Karras y Linda Blair como la pequeña Regan McNeill. Basada en la novela homónima de William Peter Blatty —que a su vez jura que se inspiró en hechos reales ocurridos en Washington, en 1949— la cinta es, sin duda una de las más taquilleras de la historia: el público daba la vuelta a la manzana de los cines para poder ver la historia de una niña de doce años que comienza a sufrir extraños cambios en su comportamiento, cambios que provocan el terror de su madre, una estrella de cine (ostensiblemente el personaje está inspirado en Shirley MacLaine). Los médicos no pueden ayudar, las cosas empeoran y ella decide recurrir a un cura. La fe temblorosa del padre Karras se evapora cuando comprueba que alrededor de Regan hay algo inexplicable… ¿podría ser que está poseída por algo sobrenatural?



Ganador de un Oscar por Contacto en Francia, Friedkin quería una película realmente especial, que fuera seria y terrorífica, a la altura de El bebé de Rosemary, estrenada por Roman Polanski en 1968. Su obsesión por hacer un trabajo genuino y de alto impacto llegó a tal punto que el set de la habitación de Regan (en que se desarrolla casi toda la trama) estaba en realidad en una cámara refrigerada a varios grados bajo cero. Su intención era que el vaho que salía de la boca de los actores, fuera real… y Linda Blair casi pesca una neumonía.



UN RODAJE ASESINO

Cuenta la leyenda que el director buscaba formas de asustar al reparto y se dedicaba a pegar gritos inesperados para atemorizar al personal y que sus interpretaciones fueran más creíbles. Pero lo cierto es que según los propios actores y parte del equipo técnico, sucedieron cosas extrañas durante la filmación que los tuvo en vilo continuamente, con o sin ayuda de Friedkin. Según cuenta la propia Ellen Burstyn, durante aquel rodaje ocurrieron fenómenos que les hicieron pasar días horribles. Algunos técnicos sufrieron accidentes inexplicables.



Uno de los sets donde se rodaba se quemó y tuvieron que retrasar el rodaje seis semanas en lo que se reconstruía. Hubo incluso rollos de película que se velaban sin causa aparente, y el equipo estaba cada vez más histérico. Se decía que alguien trataba de sabotear la película, e incluso se sugirió que era el mismo Demonio. Friedkin, viendo el estado nervioso de su equipo, llegó a llamar a un sacerdote católico para que diera su bendición a todos los participantes del rodaje, que originalmente estaba planeado para tres meses y duró casi un año, entregándose la película el 21 de diciembre de 1973, apenas cinco días antes del estreno previsto, provocándole casi un infarto a las cabezas de la Warner Bros.



Además de estos sucesos que pusieron de los nervios al equipo durante el rodaje, cuando se estrenó la película hubo más casos que contribuyeron a su leyenda negra, si bien, también ayudaron a generar un taquillazo entonces sin precedentes: en algunos cines, al estrenarse, se ponían ambulancias en guardia en las puertas porque había quien no resistía el shock: algunas personas sufrían terribles ataques de nervios, e incluso un hombre sufrió un infarto en un cine de Maryland (y nada tonto, demandó al estudio, arreglándose fuera de las cortes).



Cuando llegó la temporada de los Oscar, la cinta dio la sorpresa: ganó dos de Hollywood (mejor guión adaptado y mejores efectos de sonido, para un equipo que incluía al mexicano Gonzalo Gavira), además estuvo nominada a ocho estatuillas más (incluídas mejor película, director, actriz, actor y actriz de reparto) y obtuvo cuatro Globos de Oro. Sin embargo y pese al éxito, no fue si no hasta el 2000 que se pudo ver la cinta como Friedkin la quería, incluyendo una escena muy rumorada pero nunca vista: cómo Regan baja las escaleras de su casa, como una araña al revés.


Como es natural en estos casos, el dinero manda y se hizo una trilogía. La segunda parte (El exorcista II: el hereje) pasó con más pena que gloria, pese a tener un repartazo que incluía a Richard Burton, Max Von Sydow, Louise Fletcher y Ned Beatty, acompañados por Linda Blair, y pese a ser dirigida por John Boorman.





La tercera parte (El exorcista III: legión) la dirigió el propio William Peter Blatty en 1990 y en esa ocasión George C. Scott, Ed Flanders, Brad Douriff y Jason Miller fueron los protagonistas. La idea resultó mucho mejor que la de la segunda parte y está basada en Legión, otra novela de Blatty.




LEGADO PERDURABLE Y ATERRADOR

En una época en que el cine de terror ostenta nuevos niveles de violencia y sangre, parecería que esta cinta ya pasó de moda. Sin embargo, al ser exhibida todavía hoy para públicos jóvenes, el efecto es virtualmente el mismo: la angustia ante lo desconocido, el “chamuco”, se manifiesta de nuevo cuando se ve este filme, y el trabajo de su elenco y director dejan huella para demostrar que en un mundo desensibilizado, todavía hay lugar para asustarse con los grandes clásicos del género: El exorcista todavía mete miedo.


viernes, 20 de diciembre de 2013

Superticiones

Tal vez porque somos animales de costumbres leemos el horóscopo cuando lo tenemos a mano, intentamos jugar siempre a la lotería con los mismos números o tenemos una prenda da un plus de seguridad en los momentos cruciales. Es posible, pero, cómo explicar que en pleno siglo XXI sigamos temiendo al año bisiesto, nos inquieten los eclipses, evitemos el número 13 o demos continuidad a las más absurdas cadenas de mensajes vía email, redes sociales, etc. buscando con ello suerte o protección.



Nunca se ha encontrado ninguna evidencia de humanoides acuáticos". Ese era el contunden­te encabezado de un comunicado emitido el 27 de junio de 2012 y que sin temor a equi­vocamos podríamos considerar histórico. No en vano, lo hizo público el National Oceanic and Atmospheric Administration, uno de los más destacados y prestigiosos departamentos del Gobierno de Estados Unidos, crucial por ejemplo para el comercio marítimo o la seguridad costera. ¿El motivo? Pues nada más y na­da menos que la abrumadora presión que miles de ciu­dadanos ejercieron sobre dicha institución para que re­velara la verdad que en teoría ocultaba sobre las sire­nas. Increíble pero cierto.
ENIGMAS ya se ocupó con amplitud de esta rocambolesca historia en el número pasado, por lo que nos ahorraremos los detalles y remitimos a ese número a los lectores interesados. Aunque es cierto que en algunos países todavía se persigue y condena a ciertas mujeres por brujas, es bastante probable que salvo en EEUU no encontremos ningún otro país occidental en el que un mito como el de las sirenas pueda ser dado por válido hoy en día.
No en vano, es precisamente en el país de las barras y estrellas donde una empresa, Maperton Trust, es ca­paz de vender con éxito una "Unidad Repelente de Piojos", consistente en una placa con un unicornio di­bujado o donde diversas universidades y numerosas ins­tituciones académicas, sociales y políticas, defienden con vehemencia los principios religiosos del creacionismo -rebautizado como "diseño inteligente"-frente a las constantes evidencias a favor de la teoría de la evolución de las especies.


Sobre estas líneas, Rhonda Byrne, autora del best-seller mundial El Secreto-en la imagen de al lado-, un libro que ha cautivado a millones de personas basándose en consejos más cercanos a la superstición que desde luego a la experimentación científica. Pero, ¿qué poder tiene realmente nuestra mente?
Estos ejemplos nos permiten arrancar fijando la atención en la arbitrariedad de las etiquetas. ¿Qué es exactamente una superstición? Aunque todos tenemos una idea más o menos clara -tocar madera, evitar derramar sal, fobia al 13..,-, dentro de esa definición podrán entrar un mayor o menor número de asuntos en función de la autoridad que etiquete. ¿La religión es una superstición? Muchos no tiene du­da y otros defienden que no es correcto hablar de la religión como una supersti­ción dado que la religión tiene un sistema estructurado de creencias con un código ético y de conducta detrás, ¿Resulta legí­timo tildar de supersticiosos a quienes creen en fenómenos paranormales o en la vida después de la muerte? Para un ex­tremista del escepticismo es evidente que sí, aunque con esa afirmación ignoren a las innumerables instituciones académi­cas y profesionales de la ciencia que in­dagan sobre estos fenómenos.

 

Supersticiones por doquier
Es cierto que en estos episodios de la si­rena hubo una clara intención de engaño a través de documentales bien estructu­rados que supieron sacar provecho de una tendencia muy humana a la credulidad, o a creer en lo sobrenatural como defiende el psicólogo experimental Bruce Hoop, de la Universidad de Bristol, Para este inves­tigador, autor del influyente libro Supersense: Why We believe in the Unbelievable, la mente humana tiene una predisposición innata "a pensar que hay patrones invisibles, fuerzas y esencias que
habitan el mundo. Esta forma de pensar es inevitable, y puede ser parte de la na­turaleza humana el vernos conectados en­tre sí a este nivel más profundo. Por otra parte, estas creencias pueden actuar co­mo medio de cohesión entre individuos sobre la base de valores profundos com­partidos que trascienden lo mundano al convertirse en sagrado".
Una sublimación de esta forma de con­templar el mundo, de lo que psicólogos y antropólogos han dado en llamar pensa­miento mágico, la vemos hábilmente re­creada en la reciente sene Touch, prota­gonizada por Kiefer Sutherland, y parece justificar parte del arrollador éxito de libros como El Secreto de Rhonda Byrne. En la consolidación individual de esta forma de ver el mundo interviene, según Raymond Nickelson, el llamado Sesgo de Confirmación."La presunción de que exis­te una relación -explica Nickelson- nos predispone a encontrar pruebas de ella in­cluso cuando no las hay, y si las hay a dar­les mayor importancia de la que tienen y a llegar a una conclusión que va más allá de lo que las pruebas justifican".


Curiosamente, nadie está a salvo de caer en las redes de ese prejuicio, inclui­do los escépticos. El tiempo dirá si real­mente asuntos como la llamada Ley de la Atracción y el poder del pensamiento pa­ra modelar nuestra realidad tienen que ver más con la revolución científica de lo cuán­tico y fenómenos como el entrelazamien­to, que con la irracionalidad. De momento, hay comportamientos que inducen a pensar más en lo segundo que en lo pri­mero, como es el caso de las incómodas e inacabables cadenas de mensajes o car­ta de cadena, en las que para atraer la for­tuna o la salud, o bien protegerte de algu­na amenaza, te invitan a reenviar a cierto número de personas una plegaria, oración, reflexión o historia emotiva.
En la era de las nuevas tecnologías, el engorroso proceso de escribir diez cartas y llevarlas a la oficina de correos ha que­dado atrás, y en su lugar las cadenas de mensajes han demostrado su capacidad de adaptación discurriendo en la actuali­dad a través del correo electrónico, las re­des sociales, los SMS o los chats de apli­caciones como el WhatsApp o el Line. Aunque la estadística puede jugar a favor de que a alguna persona que siga la ca­dena le pase algo especialmente bueno e inesperado, o bien que a otro que la rom­pa le caiga encima un piano, el sentido común y la realidad nos dice que este ti­po de cadenas no son más que mero e incómodo spam, que a veces incluso vie­ne acompañado de insufribles montajes en powerpoint. Sin embargo, por la co­modidad e inmediatez que tiene hoy en día dar continuidad a las cartas de cade­na a través de la tecnología, su subsis­tencia sólo parece estar amenazada por la saturación.


La tecnología también parece jugar a favor de la difusión y retroalimentación de creencias surgidas y sustentadas en vi­vencias diarias y personales como las de los sueños. Al margen de las aproxima­ciones psicológicas, psicoanalíticas y de elementos arquetípicos, los sueños ine­xorablemente siempre han sido vistos co­mo un sendero por el que transitan cons­tantemente presagios o información re­solutiva sobre los conflictos que nos atenazan.
Y no sólo no parece que esto vaya a cambiar, sino que por el contrario todo apunta a que se verá reforzado. La International Association for the Study of Dreams con sede en Virginia, Estados Unidos, ofrece la posibilidad de registrar­se y llevar un diario online de los sueños que, además de poder ser interpretados en su base de datos transculturaI, permi­te la elaboración de estadísticas a partir de las cuales se deduce el número, color, sentimiento, etcétera, que ha predomina­do en los sueños de sus usuarios durante un periodo concreto de tiempo. Otras supersticiones también parecen tener ase­gurada por mucho tiempo su continuidad. El caso de los horóscopos de prensa dia­ria es uno de los más gráficos y hasta los astrólogos los intentan combatir por la es­casa seriedad que aportan a su siempre cuestionada disciplina. Aunque nadie hoy en día sería capaz de defender la idea de que esos horóscopos son meros pasa­tiempos, frases genéricas que de forma aleatoria van rotando porcada uno de los signos del zodiaco día tras día, la mayoría de la gente les echa un vistazo y en su fue­ro interno buscan algún tipo de asocia­ción con su situación personal. Eso sin du­da garantiza su perdurabilidad en las pá­ginas de la prensa, y por tanto la retroalimentación con los lectores. Lo mis­mo sucede con la idea de los números de la suerte, terreno en el que también, de­jando a un lado los preceptos de la es­cuela numerológica y la tradición en al­gunos casos sagrada asociada a ciertos
números y cifras, irrumpe con fuerza esa tendencia al pensamiento mágico. Convertimos en números de la suerte las fechas de los nacimientos de nuestros se­res queridos o aquellas en las que han te­nido lugar acontecimientos felices en nuestras vidas, y los usamos para jugar a la lotería estableciendo una relación en­tre ambos elementos, de manera que es­peramos que actúe una suerte de magia simpática que atraiga el premio. Y a pesar de que no toca, persistimos en el intento una y otra vez esperando que algún día suceda.
Un caso reciente que dio mucho que hablar en Estados Unidos fue el de Hermán Cain, antiguo magnate de las piz-zas que se postuló como candidato a la presidencia de EEUU por el Partido Republicano. Cain dedicó un capítulo de su libro This is Hermán Caín! al 45, nú­mero que según reconocía aparecía de forma muy significativa en su vida. Que sea precisamente el capítulo 9 no es tam­poco azaroso. Él nació en 1945 y si lo­graba su objetivo, se convertiría en el pre­sidente N ° 45.Además, este 2013, el año en el que ocuparía ya el cargo, coincidiría con su 45 aniversario de boda. La cosa se truncó de forma brutal con su retirada tras un escándalo sexual.


¿Y qué decir de caminar por debajo de una escalera? Parece evidente que esa superstición tan popular y con un origen religioso vinculado a la crucifixión, a dife­rencia de las anteriores, pueda tener algo de razón y vigencia si consideramos que podemos tropezamos con ella o que un objeto o alguien que la está usando pue­de caer sobre nosotros. Parece lógico por tanto evitarla. Sin embargo, un estudio publicado en febrero de 1974 en la revista Personality and Social Psichology Bulletín y realizado entre otros por Janet Polo, Deborah Saa y David Blass, de la Universidad de Maryland, Baltimore, reve­ló que las personas tenían una mayorten-dencia a pasar por debajo de una esca­lera si previamente habían visto a otra per­sona hacerlo, pero esa tendencia disminuía de forma considerable si eran ellos los observados. ¿Cómo interpretar este resultado? Es difícil saberlo.
Un experimento muy reseñado de Bruce Hoop, que revela nuestra tendencia al pensamiento supersticioso, tuvo como protagonistas al público de un festival de ciencias, a quienes mostró una chaqueta invitando a que se la probasen a cambio de 10 libras. Muchos levantaron la mano aceptando el reto, pero al instante, la ma­yoría la bajó al decirles que había perte­necido al asesino en serie británico Fred West En el fondo, afloró el temor a que al­gún tipo de esencia negativa quedase im­pregnada en la prenda y fuese capaz de adherirse a ellos. Una versión opuesta de esta reacción o fenómeno que Hoop de­fine como "esencialismo" lo encontramos en iniciativas empresariales como la llevada a cabo por la empresa Teddy Sears Treasured, quienes desde New Jersey fa­brican osos de peluche con la ropa de aquellos seres queridos que el cliente ha perdido, generando una cascada de emo­tivas reacciones entre los compradores al vincularlos con sus familiares. Al respecto e irónicamente, Hoop se preguntaba en su blog: "¿Qué harían con la ropa de Jeffrey Dahmer o la de Fred West? Probablemente hacer un muñeco de Chucky".

 

Del registro bautismal a la bolsa
Algo de pensamiento mágico parece ha­ber también en la ancestral costumbre de vetar ciertos nombres. En muchas cultu­ras nombrar el mal o alguna tragedia era casi una invocación, por lo que o bien se evita hacerlo echando mano de eufemis­mos -en Canarias, por ejemplo, al diablo se le llama Roberto-, o por el contrario se hacía en voz baja desde la contradictoria ingenuidad de que esa "fuerza" que cree­mos opera en un rango sobrenatural no va a poder escucharnos. También se podía acompañar para contrarrestar su "efecto llamada" de una expresión verbal -ante algo maligno decir "cruz perro maldito"- o de algún gesto sagrado como la persig-nación, que en esencia no consiste en otra cosa que en combatir una superstición con otra. Si exceptuamos ei mal gusto, las extravagancias o la provocación pura y du­ra que hemos visto en algunos casos en los que se ha querido bautizar a algunos niños con nombres como Hitler, ese temor atávico de la invocación parece subyacer en las prohibiciones gubernamentales de poner ciertos nombres a los niños. Hace pocos meses era Nueva Zelanda quien se convertía en noticia por haber vetado nue­vamente el nombre Lucifer, que al igual que Diablo, Satán, Azrael y sus equivalen­tes en otras culturas o religiones, o Judas y Caín, no suelen ser admitidos en gran medida por no tentar a la mala suerte.
Es difícil saber si con el tiempo las supersticiones desaparecerán por com­pleto, mutarán o serán sustituidas por nuevos gestos o rituales con los que invo­quemos la buena suerte o nos asegure­mos un plus de protección adicional. Como hemos visto, para psicólogos y an­tropólogos son parte inherente de nues­tra forma de ser y de relacionarnos, y el hecho de que las religiones persistan e in­cluso se vean reforzadas en tiempos de crisis como los actuales, debería darnos una pista diáfana sobre el futuro de las creencias. Y es que los estudios y en­cuestas realizadas no logran determinar con exactitud cuáles son las característi­cas que pueden hacera una persona más o menos supersticiosa.
Aunque la educación es un elemento clave para el triunfo de ciertas ideas ab­surdas y la cultura un factor esencial en la transmisión, la realidad es que cruzar los dedos, portar amuletos o realizar cier­tos gestos antes de tomar alguna decisión o ejecutar una acción peligrosa, es algo que lo encontramos en prestigiosos inte­lectuales, científicos, cirujanos, ingenieros, políticos, arquitectos, pilotos, deportistas e incluso astronautas -ver recuadro-. Algunos estudios apuntan a una mayor in­cidencia en mujeres que en hombres, y otros a una mayor receptividad a las su­persticiones entre los menores de 30 años. Sin embargo, también hay estudios que apuntan a lo contrario. El estrés, que lo llevamos imbricado en nuestra natura­leza, parece un factor esencial. Una in­vestigación realizada por los psicólogos de las universidades de Texas y Northwestern, Jennifer Whitson y Adam Galinsky, publio el yoga, que contribuyen a la perdurabi­lidad de tales efectos. Quizá donde con más claridad se cristaliza esa contradic­ción sea en el mundo del deporte, terre­no en el que los entrenadores y deportis­tas de élite tienen muy claro que visuali­zar los objetivos es tanto o más importante como la acción física que conlleva a los mismos.


Parece algo desproporcionado, pero a esa conclusión han llegado reiterada­mente a partir de la experiencia. Desde esa óptica tal vez los numerosos "rituales supersticiosos" que ejecutan los deportis­tas tengan una razón de ser. Quizá no se trata tanto de conjurar a la suerte como de ir encendiendo interruptores internos que encadenadamente activan los meca­nismos psíquicos y físicos que conducen a un rendimiento más óptimo. Tenistas que necesariamente deben hacer botar la pe­lota un número de veces antes del saque, jugadores de béisbol que desarrollan interminables rituales antes de batear, fut­bolistas que evitan por todos los medios pisar las líneas del campo... o casos tan recientes como el del baloncestista inter­nacional Sergio Rodríguez, "el Chacho", que luce un look casi de rabino que, afir­ma, le trae suerte en la cancha. Estos ca­sos también son un ejemplo de cómo las supersticiones se profesionalizan, es decir, de cómo se desarrollan con especificad es­te tipo de comportamientos en función de los trabajos o profesiones. Actores, toreros, médicos, científicos... todos ellos tienen su vademécum supersticioso particular. Todos buscan la buena suerte, ya se sea en for­ma de éxito o de protección, mediante la ejecución de protocolos concretos o la evi­tación de ciertos elementos.
Un reciente e innovador experimento lle­vado a cabo por Tat Shing Chung intentó clarificar si ciertas ideas tildadas de su­persticiosas podían realmente ser eficaces a la hora de atraer la buena o la mala suer­te. Este joven diseñador y artista de 25 años creó el llamado "Fondo Supersticioso", un fondo de compra y ven­ta de acciones en el índice FTSE100 de la bolsa del Reino Unido.
El experimento duró exactamente un año, arrancando por indicación expresa de los numerólogos consultados a las 16.00 horas del 1 de junio de 2012 y finalizan­do el 1 de junio pasado. Por medio de un programa diseñado por el programador es­pecializado en economía Jim Hunt, en la compra y venta de acciones que de forma
automatizada realizaba el software Robot Superstitious, intervenían factores como no vender en viernes 13, compraren días propicios de acuerdo a los principios de la numerología, o las fases en las que se en­contraba la Luna. Además sus algoritmos, a partir de los resultados obtenidos, per­mitían generar "nuevas supersticiones" en función del éxito o el fracaso de las ope­raciones bursátiles. Para su experimento logró 7.585 dólares procedentes de 144 inversores de 55 ciudades de todo el mun­do, cifrándose las pérdidas del fondo en un 16,18%. Los resultados están dentro de lo esperado por Chung, que ya prepa­ra otro experimento en la misma línea. De mejorar el software, y viendo lo impredecible de los mercados, tal vez debamos plan­tearnos seriamente la conveniencia de in­vertir en su próximo estudio.
Lo cierto es que la superstición forma parte de nuestras vidas y, dependiendo de la situación y el carácter de cada uno, ad­quiere un grado u otro de relevancia, pero está ahí, siempre ha estado ahí, y parece tomar un cariz nuevo cada día...

 



Ideas erróneas:
¿una variante de la superstición?
¿Son las ideas y creencias erró­neas, esas que permanecen fuertemente enraizadas y son repetidas una y otra vez a pesar de ser constantemente des­mentidas, una manifestación de lo que llamamos superstición? Aunque para fa mayoría son tópicos intrascendentes fruto de la desinformación, para algunos expertos en supersticiones su perdurabilidad delata puntos en común con las mismas, aunque a diferencia de ellas, no implican un efecto propiciatorio de la bue­na o la mala suerte. Es el caso por ejemplo de la tan manida afirmación de que "sólo usamos el 10% de nuestros cerebros", con la que generalmente se bus­ca dar a entender que no apro­vechamos todo nuestro poten­cial y al mismo tiempo se busca crear un marco que haga admisible la existencia de ciertos fe­nómenos paranormales. La rea­lidad es que usamos todo nues­tro cerebro, unas zonas más que otras en función del momento. ¿Es la Gran Muralla China la única estructura visible desde el espacio? Definitivamente no, aunque tal vez desde cierta al­tura lo pudo ser en el pasado.
Esta creencia errónea persiste con la misma fuerza que aque­lla que asevera que las uñas y el pelo continúan creciendo tras la muerte, cuando lo que ocurre realmente es que hay una contracción de la piel que crea esa apariencia. Las rubias y pelirrojas no se extinguen, una moneda de un centavo que cae desde el Empire State no puede matarnos, acariciar ranas y sapos no transmite las verrugas, los avestruces no esconden la cabeza bajo la arena ante las amenazas, so­mos capaces de regenerar neuronas... esa es la verdad, pero lo contrarío sigue triunfando.



Supersticiones de altura:
astronautas y cosmonautas
La idea de que las supersticiones surgen como fruto indefecti­ble de la incultura está desterrada desde hace mucho tiempo, aunque sea un tópico muy enraizado. Donde menos esperaría­mos encontrar este tipo de conductas resulta que las encon­tramos a borbotones, y encima, sin intención alguna de ocul­tarlas. Es el caso de la astronáutica, terreno en el que nadie cuestiona el predominio absoluto de la mentalidad científica. Todos los cosmonautas rusos, antes de partir al espacio, se ba­jan del vehículo de transferencia que les lleva a la zona de lan­zamiento, para orinar en la rueda derecha trasera del mismo, vehículo que por cierto lleva herraduras. El ritual, al parecer, les trae suerte e imita según dicen lo que hizo Yurí Gagarin. y aun­que las cosmonautas están exentas por razones obvias, alguna se ha llevado su botecito para remedar el gesto... ¿Rocambolesco? Puede, pero no es lo único que hacen. La no­che anterior al lanzamiento y sin saber muy bien el motivo, de­ben ver la comedia rusa del año 1969 Sol blanco del desierto. El personal va colocando monedas sobre los raíles por donde se traslada el coñete Soyuz al cosmodromo de Baikonur, piezas que ya aplastadas se consideran talismanes, mientras que el comandante selecciona para cada misión un objeto que actúa como talismán, se coloca en la cápsula y se espera que sea lo primero que flote al alcanzar la ingravidez. Además, durante la carga de combustible en el cohete, se debe escribir con el mis­mo un nombre de mujer, mientras que los estadounidenses gra­ban sus iniciales en los depósitos de oxígeno líquido de la lan­zadera espacial.
Estas y otras supersticiones han sido recopiladas por el ingeniero de la NASA Tony Rice y divulgadas en me­dios oficiales. No hay nada que esconder. Una de ellas es muy conocida por su eco cinematográfi­co, la del director de vuelo Gene Kranz. que lle­vaba un chaleco nuevo tejido por su esposa Marta en cada misión. De los casi 60. el chale­co que llevó durante la misión Apolo 13 -Inter­pretado en el cine por Ed Harris- se ex­hibe en el Museo Nacional del Aire y del Espacio. Durantes los "siete minutos de terror" que dura la entrada en la atmósfera y el periodo de desaceleración antes de tomar tierra de las misiones a Marte, in­genieros y científicos se ponen a comer ritual-mente cacahuetes. Antes del lanzamiento, el comandante de las misiones estadouni­denses debe jugar a las cartas con los controla-dores, juego que no se detiene hasta que se al­za como ganador, dejan­do atrás la mala suerte.

 



De gravedad diversa
Al igual que una buena historia de fantasmas o un crimen pueden dificultar la venta o alquiler de una vivienda desplomando su precio, tener el número 13 sobre el dintel la devalúa en Reino Unido una media de 7.500 libras. En ciudades como Las Vegas, sustentadas en la realidad del juego y en la ilusoria percepción de la suerte, la ma­yoría de los hoteles se han salto el número 13 en la numeración de sus plantas y ha­bitaciones. Curiosamente, sólo un 13% de los encuestados en 2007 por la consulto-ría Gallup reconocieron que les inquietaría alojarse en la planta decimotercera de un hotel, contratiempo éste que al parecer molestaría el doble a las mujeres que a los hombres. Ya en 1996, el 25% de los estadounidenses se reconocieron supersticiosos, de los que el 9% temía al 13. Por el contrario, el 27% tocaba madera, el 13% se inquietaba con cruzarse con un gato negro y un 12% sorteaba las esca­leras. En 2005 se estimó que uno de cada cuatro estadounidenses, ca­nadienses y británicos, creían en la astrología, mientras que un 21% creía en la existencia de brujas en tierras del Tío Sam, frente al 13% que compartieron Canadá y Reino Unido.
Hacia 2007 la mitad de los argentinos reconocieron a Gallup tener un amuleto, pero sólo uno de cada diez se declaró su­persticioso. Reconociéndolo o no, parece ser que el 30% pe­día deseos antes de apagar las velas de su cumpleaños, un 19% tocaba madera por precaución y un 17% pedía deseos al ver pasar una estrella fugaz.
Una encuesta similar realizada en el verano de 2012 en Panamá arrojaba un resultado algo parecido, aunque con me­nos complejos a la hora de reconocerse como supersticiosos, si vemos que la mitad lo confesó abiertamente. Un 47% de encuestados creía que colocando una escoba al revés detrás de la puerta las visitas indeseables se irían antes, mientras que un 44% no abriría un paraguas dentro de la casa por pen­sar que atraería desgracias, acción que en algunas zonas de España se piensa que atrae a las brujas.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

10 Islas malditas

10 Islas
Malditas
Que no deberías visitar jamás

Hay lugares en nuestro planeta que parecen estar revestidos de un manto sutil, que sentimos pero que no vemos y que nos incitan, llegado el momento, a regresar sobre nuestros pasos. Aunque esto no siempre ha ocurrido, hay quién ha dado más pasos de la cuenta entonces.
Esteban Ruiz A.

 

Existen los enclaves malditos? ¿Hay lugares que rechazan nuestra presencia, en ocasiones agrediendo a quienes se atreven a cruzar la línea? La sensación que da, por mucha razón que queramos aplicar al asunto, es que sí. Porque el suceso luctuoso, la muerte, el castigo más severo o la mera privación de libertad en condiciones inhumanas, parece dejar una pátina difícil de borrar, una huella que nos había de lo que allí ha ocurrido. Como si esa fuera la única manera de no condenar tales sucesos al más injusto de los olvidos; como si, en definitiva, esa fuera la única manera de que hechos así nunca jamás se vuelva a repetir.

 
Recreación del jaguar y la serpiente de la isla de Robinson Crusoe, en un fotograma del reportaje emitido por canal Historia. A la derecha, los fallecidos del hundimiento del General Slocum.

Juan Fernández,
las islas del Apocalipsis
Lejos, muy lejos, en aguas del Pacífico se encuentra el archipiélago de Juan Fernández. Es un conjunto de islas que pertenecen a Chile, que entreoíros muchos motivos, se hicieron mundial mente conocidas gracias a la novela de Daniel Defoe, Robinson Crusoe, cuyo protagonista se las vio y se las deseó en una pequeña porción de tierra rodeada de bravas aguas llamada entonces Más Atierra, por el hecho de estar más cerca de la costa de Chile que su compañera Más Afuera. Desde entonces -primera mitad del siglo XVIII-la isla fue rebautizada con el nombre del protagonista de dicha obra, que además estaba basado en un personaje real llamado Alejandro Selkírk, un marino escocés que estuvo cuatro años naufragado en una de estas islas, y que fue entrevistado por el propio Defoe para dar más consistencia a su personaje. Por eso, y no por otra cosa, la isla de Más Afuera sería rebautizada no mucho tiempo después con el nombre de isla de Alejandro Selkirk. Todo muy novelesco...
Pues bien, hecho este repaso por su historia, plagada dicho sea de paso de tragedias -las dos últimas el tsunami de 2010 y la catástrofe aérea de 2011-, si por algo volvió a las primeras planas de los diarios fue porque a alguien, hace de esto dos años, se le ocurrió bautizar al archipiélago con el sugerente título de "las islas del Apocalipsis". ¿Por qué? Bueno, de nuevo tenemos que recordar la profecía de los mayas -sí, la del final de los tiempos de 2012-, para entender qué ocurrió. La historia dio comienzo cuando el canal Historia en su versión americana emitió un documental titulado "La isla del Apocalipsis", Éste empezaba asegurando que "una remota isla en el Pacífico, envuelta en brumas, puede contener la clave que dejaron los mayas y que estuvo perdida durante mil años, aunque estuviera oculta a plena vista". El lenguaje críptico utilizado a lo largo de dicho trabajo estaba basado en una investigación anterior realizada por un arqueólogo norteamericano llamado Jim Turner, que durante quince años, obsesionado con el "holocausto maya", se dedicó en cuerpo y alma a investigar el asunto, y no soto eso: es que además llegó a la conclusión de que daña comienzo, ni más ni menos, que en la isla de Robinson Crusoe.
Además, su tesis se veía "refrendada" por el hallazgo en 1995 de una especie de monolito de casi 50 metros de altura -hay quien dice que se trata de una pareidolia, sin más-, supuestamente realizado por los mayas que en un tiempo impreciso arribaron a las costas de la isla, donde son 'perceptibles* una serpiente erecta, a cuyos pies -o cola- aparece un jaguar tumbado. El lugar, en el sector del Yunque, para añadir más misterio permanece envuelto por las densas nieblas durante gran parte del año. salvo en verano, que al despejarse las mismas, es visible.
Pues bien, en 2011. a apenas 16 meses del final de los tiempos, Turner comprobó que ambos, el jaguar y la serpiente estaban orientados hacia el eclipse de Sol total que se iba a producir ese mismo año. y que además, sería visto desde Robinson Crusoe como en ningún otro lugar. Y Turner, que debía ser hombre de fáciles calenturas, llegó a la convicción de que, primero, no era casualidad, y segundo, esa "señar fue dejada por los mayas como paso previo al Apocalipsis. Pero no se quedó ahí. Además aseguró que no muy lejos del monolito estaba la tumba más buscada por arqueólogos de medio mundo: la del rey maya Kam Balam. hijo de Pacal el Grande y una suerte de semidiós cuyo nombre, precisamente, vendría a ser algo así como "la serpiente y el jaguar que permanecen mirando al Sol". De este modoTurner afirmó no mucho después, que "el monumento fue levantado para que los dioses y los reyes pudiesen recesar para presenciar el fin de los tiempos. La tumba de Kam Balam debería ser descubierta el próximo año -por 2012- para que él sea el principal testigo de la muerte de la era clásica". La tumba, que se sepa, todavía no ha sido hallada, pero fueron y son miles las personas que desde la emisión de dicho documental se han acercado hasta este olvidado lugar, convencidos de las palabras de Jim Turner, y no menos seguros de las del escritor new age Micht Horowitz, que a colación de los descubrimientos del primero, y habiéndose cumplido el tiempo de la profecía, declaró que “los mayas no percibían la vida del mismo modo, sino como un ciclo que se repite. Es un círculo: todo tiene un principio y un final. La obsesión maya de medir el tiempo se detuvo en esta fecha. Aún no sabemos porqué". Así que cualquier cosa es posible desde el momento en que se detuvo el pasado 21 de diciembre. Hay quien piensa que ese Apocalipsis es progresivo, y que ya estamos sumidos en él. Y la verdad es que dados los tiempos que atravesamos, es para pensarlo. Robinson Crusoe sena pues ese lugar al que descenderán los dioses, para contemplar el final. Ni ese privilegio les ha salvado de sufrir la maldición de la gran catástrofe, y del turismo más alocado...



North Brother Island,
la Poveglia estadounidense
Ya hablamos de Poveglia en uno de los destacados que acompañan a estas páginas, porque sin duda alguna pocos lugares hay más aterradores y menos recomendables
de visitar que la isla veneciana. Sin embargo, como no hay dos sin tres, habrá que pensar que no hay una sin dos. En este caso la Poveglia estadounidense estaría ubicada en uno de los lugares más concurridos del planeta: entre Nueva York y el Bronx. y más concretamente en el East River.
Pese a la superpoblación de la islas cercanas, pocos fueron los pies que se posaron sobre ésta, ya que, al margen de su pequeño tamaño, los hombres de mar sabían de las peligrosas corrientes que rodeaban y rodean a esta pequeña porción de tierra. Sea como fuere, en la segunda mitad del siglo XIX las Hermanas de la Caridad decidieron que había llegado el momento de ocupar North Brother, y como solía ser habitual en estos lugares tan alejados, se levantó un gran hospital destinado a albergar a los enfermos de tuberculosis. Y como aquello funcionó como se esperaba, en 1885 el terreno fue adquirido por el consistorio de Nueva York, y sobre aquel hospital se edificó otro más grande destinado a dar cobijo a enfermos de otras dolencias especialmente contagiosas, como la diftería, la escarlatina o el sarampión. Así pues, la pequeña isla se convirtió en una auténtica bomba química a la que nadie quena acudir, y por lo tanto, tos horrores de otros enclaves no tardaron en apropiarse del lugar. Y es que fue mucha la muerte que aquí se produjo y demasiado el abandono al que se sometió a enfermos y a profesionales de la mediana. Baste decir que hasta bien entrado el siglo XX las noticias procedentes de North Brother eran conocidas gracias a un barco que de Pascuas a Ramos fondeaba sus costas, ya que ni el telégrafo, ni mucho menos el teléfono, llegaban hasta allí. Así. en condiciones de insalubridad manifiesta, con los enfermos enfermando aún más de su dolencias, con una humedad que rondaba el cien por cien y el frío ateriendo los huesos doloridos de los pacientes, fueron muchas las ocasiones que tos grandes pabellones fueron calentados con el fuego de estufas de leña, y no menos las que ese mismo fuego decidió extenderse, provocando un número aún mayor de bajas. Y como es sabido que las desgracias nunca vienen solas, con la llegada del nuevo siglo, en 1904, se produjo una de esas tragedias que dejan huella. Un viejo barco de vapor, el General Slocum, comenzó a arder cuando pasaba cerca de la costa de la isla, con tan mala fortuna que pese a la cercanía de la misma, perecieron ahogados o quemados por el virulento fuego más de mil pasajeros. Durante días la playa se llenó de cadáveres que el mar iba devolviendo con cuentagotas, ofreciendo unas escenas dantescas que fueron captadas por las cámaras fotográficas de varios reporteros.
Con los años el lugar fue usado como residencia de jóvenes soldados, que referían todo tipo de apariciones en los largos pasillos del complejo, y más tarde, pasado el ecuador del siglo XX como centro de tratamiento para diversas adicciones. Después, a partir de 1963, la isla fue abandonada, y hoy día salvo los morbosos ávidos de emociones fuertes, o tos pocos pescadores que se atreven a navegar sus aguas, pocos son tos que llegan hasta aquí. Porque hay miedo a su historia envuelta de claroscuros, y a quienes, a decir de la tradición, continúan paseando su pena por la isla maldita de North Brother.

 
Hospital de North Brother.

Haití,
la isla de los zombis
Haití es sinónimo de zombi, de vudú mal interpretado; en muchas ocasiones de desconocímiento por parte del occidental que se acerca a esta religión, una de las más antiguas de la humanidad. Porque aquí la maldición durante años ha sido y sigue siendo el miedo a acábar convertido en un muerto viviente, en un ser alienado condenado a vagar con la conciencia rota durante toda tu existencia. Casos hay, como recordaba Manuel Carballal en Grandes enigmas frente a la ciencia:

“Clarvius Narcisse murió en 1962. Tras una sintomatologia creciente, Narcisso ingreso en el hospital haitiano Albert Schweitzer, en Gonaives, un martes. Tenía nauseas, mareos, tos y respiraba con dificultad .Al día siguiente entró en agonia y poco después moría. Su certificado de defunción está firmado por tres médicos de dicho hospital El cadáver de Narcisse fue enterrado y con el tiempo, olvidado. Sin embargo, en 1980 -18 años despues de morir- Clarvius Narcisse apareció en su antigua casa vivito y coleando.
Excepcionalmente entre los casos conocidos de zombis, Narcisse conservaba una cierta lucidez y la capacidad de expresarse, y pudo explicar cómo había estado consciente durante todo el tiempo que duro su muerte y entierro. Había escuchado a los médicos certificar su defunción Había sentido la sabana cayendo sobre su cara al considerarlo cadáver; había oído a su hermana llorar sobre su ataúd. Incluso conservaba aún la venda en la cara provocada por un clavo que atravesó la tapa del féretro rasgando su rostro Y después, el terrible silencio y la oscuridad del cementerio. Fue entonces cuando, según contaba Narcisse, escuchó una voz del bokor -el brujo vudú- pronunciando su nombre. Fue desenterrado y salvajemente golpeado, y conducido a una plantación en Ravine-Trompette, en el otro extremo del país. Tras la muerte de su amo, todos los zombis habían escapado vagando sin rumbo por la isla”.


Aterrador, ¿verdad?




Alcatraz,
la "Roca" de los aparecidos
Cuántas películas han utilizado este lugar como plato para desarrollar su trama. Cuántos "ilustres" forajidos han visto pudrir sus huesos entre estas rejas. Cuántos fenómenos extraños han convertido a la prisión más carismática del planeta en uno de los últimos destinos malditos...
Se sabe que debe el nombre a la enorme cantidad de alcatraces que observaron los primeros españoles sobre su superficie rocosa. Situada en la bahía de San Francisco, Alcatraz es un pedazo de tierra estéril que, pese a todo, ha estado constantemente habitada dada su situación privilegiada entre los EEUU y México. Y es que los múltiples enfrentamientos entre ambos países la convirtieron en un punto estratégico de primer nivel. Así pues, a partí r de 1850 la pequeña isla fue adquirida por el ejército, y pronto se dieron a la construcción de una gran fortaleza, y del faro que hoy día es icono del lugar.
Los primeros en disfrutar de sus lóbregas estancias fueron los soldados de la Confederación apresados por tos unionistas. La temblé humedad de sus sótanos, unida a la escasez de espacio hicieron que quienes allí eran encerrados, acabaran sus días víctimas de terribles dolores y de impronunciables enfermedades. De este modo, y dadas las "virtudes* que parecía poseer de manera natural dicho enclave, a partir de la década de los veinte del pasado siglo, y a la vista del aumento de la criminalidad en las calles de las principales ciudades, se inició la construcción de la célebre penitenciaria, en un lugar que había caído prácticamente en el abandono total, salvo por la presencia del farero, que hasta esos momentos habitaba sólo en la isla. Cuando las obras finalizaron los criminales más temidos de los EEUU fueron llevados a Alcatraz. El lugar se convirtió en un reducto de miserias, donde convivían rateros anónimos con ilustres como el mismísimo Al Capone. Y aún así. Alcatraz no distinguía de estratos sociales: si había que, pasar por el temido "agujero" -así era conocida la celda de castigo-, se pasaba, "deleitando" al resto de los prisioneros con una eterna melodía de gritos y lamentos. Por eso muchos intentaron fugarse y no lo lograron; por eso muchos perdieron la cordura, muriendo enloquecidos entre las paredes de esta cárcel inexpugnable.


Así fue hasta el año 1963, cuando el Gobierno decidió cerrar sus puertas, para reabrirlas nueve años más tarde, no como prisión, sino como idílico enclave que bajo el mando del Servicio de Parques Nacionales ofrecía al turista una visita sin igual por sus celdas y gaterías.
Y es que si el dolor puede coger consistencia física, si queda adherido a las paredes del lugar en el que se desencadena, Alcatraz es un talismán que durante décadas ha atraído tanto sufrimiento, que son muchos los que defienden que en ocasiones, ese mismo dolor encuentra una rendija por la que viajar desde un aterrador pasado hasta el presente, manifestándose de múltiples formas. Por eso, cuando terminan las visitas, cuando los pasos dejan de escucharse por sus largos pasillos y las puertas se atrancan de nuevo, son otros los ruidos que pueden oírse; lamentos de otro tiempo que se sirven del eco para extenderse veloces por todos los rincones de la prisión. Por eso pocos se atreven a acercarse llegada la noche al "agujero" 14D, porque allí siempre hace frío; porque las paredes aparecen tomadas de un color rojo intenso que se reparte anárquicamente por su estrecha superficie; porque son muchos los que sienten la presión del lugar, como si decenas de ojos se estuvieran posando sobre el atrevido visitante sin que allí, aparentemente, haya nadie. De éstos y otros fenómenos son testigos privilegiados los guardas del parque, que en ocasiones han asegurado que, a las apariciones fantasmales que recorren el lugar, lánguidas, sin prestar atención a cuanto las rodea, hay que añadir extrañas melodías procedentes de viejas cuerdas, quién sabe si las del banjo que solía tocar en su celda Al Capone, dicho sea de paso, uno de los fantasmas más ilustres de la Roca.

 


Poveglia, la isla de los muertos
Es una de las islas favoritas para los amantes de las emociones fuertes. Hay que re-montarse al siglo XVI. la época de las diferentes plagas que asolaron para comprobar que cuando la peste negra hacia acto de presencia, ni el más rico ni el mejor disfrazado escapaban de su mortífera presión.
En este marco de caos y devastación, el gobierno veneciano tomó la determinación de llevar los cadáveres a la isla de Poveglia. Fue tal el desplazamiento de cuerpos que en apenas unos meses se desplazaron mes de ciento sesenta mil personas, de las cuales no todas estaban muertas...
Y como esto lugar pareció destinado a protagonizar una película de terror, si ya en su tiempo las historias do espíritus que reclamaban venganza corrieron como la pólvora, con lo llegada del siglo XX alguien tuvo la feliz idea de ubicar en este islote abandonado un hospital psiquiátrico. Fue en el año 1922, y los cronistas aseguran que los pobres locos, entre gritos desgarrados, aseguraban ver los espíritus de los apestados. Asi, el director del centro, en un intento  “piadoso” por curarlos de una enfermedad que les hacia tener visiones, los sometió a todo tipo de tropelías. Con el tiempo este médico, tras acabar con la vida de varios dementes, empezó a ver dichas presencias, y un día, sin pensarlo dos veces, subió hasta la torre del hospital y se arrojó al vacío con el rostro desencajado por el terror, asegurando según los testigos, que  “ellos” le perseguían.


Pascua y los demonios nocturnos
Rapa Nui cambia según cae la noche, y con las sombras también la expresión de los moai. Éstos, cuenta la tradición, nacen en la forma de pequeños bustos, como un tateman de protección contra oigo que no se ve pero en lo que se cree firmemente. El primero de estos increíblemente feos personajes fue tallado por el sabio Tuu ko-iho a su vez dignatario de la corte de Hotu Matua. El maestro, en una correría nocturno, se topó de bruces con dos cuerpos descarnados, con los ojos muy abiertos, durmiendo en una oquedad a plena luz del día. Eran los demonios Nuku-te-mangó e Hitirau. que ajenos a la sorprendida mirada de Tuu-ko-iho descansaban plácidamente, haciendo dudar a éste si había vida en aquellos cadáveres. El maestro quedó tan horrorizado, que decidió tallarlos con la madera roja del makoi, que es blanda y moldeable cuando se retiran las córtelas que la cubren. Los demonios no se percataron de la visita, y siguieron durmiendo.
Entrada la noche, campaban a sus anchas, y se dedicaban a robar, a atemorizar y en ocasiones a asesinar a quienes se cruzaban en su camino, hasta que les plantaron la talla a imagen y semejanza, y ya poco más pudieron hacer de malo. Hoy día no es complicado observar que la creencia en estos demonios sigue vigente, ya que otro de los remedios, quizá más económico, es el de dejar una luz encendida en la entrada, porque la misma tradición asegura que los demonios no soportan tanta luminosidad, y prefieren seguir camino entre Ias sombras. Ahora bien, por si las moscas, se recomienda, pasada la medianoche, entrar en las casas de espaldas. De lo contrario podemos llevar colgado uno de estos kava-kava que como la maldición más secular de la isla nos hará la vida imposible.



La isla de las muñecas
Cincuenta años atrás, Julián Santana, hombre hosco, huraño y poco dado a mantener conversaciones excesivamente largas, decidió que había llegado el momento de retirarse a su pequeña chinampa, una isla flotante en Xochimilco (México), el lugar donde se sentía más feliz.
La “maldición” se desencadenó un día que la monotonía se vio rota por ti lamento de una niña que desde la laguna cercana reclamaba ayuda. Poco después, la pequeña fue rescatada, pero nada se pudo hacer por ella.
Julián con el paso de las jornadas empezó a tener miedo a algo que ya no poseía cuerpo físico. Y así, para protegerse de la maldición que como espada de Damocles pendía sobre su alma, intentó crear un amuleto, una protección que le librase de las malas intenciones del espíritu de la niña, que sin duda regresaría para hacerle la vida Imposible por no haberle prestado ayuda antes. “¡Qué mejor que una muñeca!”, seguro que pensó. Y así, durante décadas, un día tras otro, una semana tras otra, su pequeña chinampa se fue llenando de muñecas; unas grandes y otras pequeñas, algunas más grotescas que otras. Los árboles, el amarre... Incluso su propia choza, acabaron siendo propiedad paulatinamente de las nuevas habitantes de aquel lugar.
Habitantes que hoy día se pueden contemplar en toda su horrorosa expresión, y que años atrás, a decir los habitantes de la zona se llevaron al temeroso Santana al otro mundo. Y es que el viejo apareció flotando en la laguna rodeado por sus queridas muñecas...


Bermudas,
el triángulo maldito
Pocas islas hay más célebres, misteriosas, y malditas, por qué no decirlo, que Bermudas, en el mar de los Sargazos, don-de ya Colón reflejó en su diario que de la profundidad de sus aguas surgían unas misteriosas luminosidades que hacían que el mar refulgiese como si hubiese un sol bajo el mismo. Siglos después la ciencia desvelaría que este fenómeno era a consecuencia de las reacciones químicas de las algas de esta región. Pero soto pudo explicar este fenómeno: ni uno más...
Es a mediados del XX cuando se empiezan a referir desapariciones en circunstancias anómalas de barcos. Sin embargo no es hasta bien entrada la década de los cincuenta del siglo pasado que se comienza a sospechar que allí pasa algo.
Fue el 16 de septiembre de 1950 cuando el periodista E. Jones fue enviado a las islas Bermudas para realizar una investigación sobre la ruta que unía éstas con la península de Ronda, intentando buscar una explicación a tanta desaparición. Pero las conclusiones a las que llegó fueron pobres. Tuvieron que pasar dos años más para que, siguiendo la estela de Jones, arribara al lugar el reportero de la revista Fate George Sand. Él sí fue directo a la cuestión. Su artículo "Un misterio marino nos acecha" ponía al fin sobre la mesa décadas de incógnitas, tras las cuales se perfilaba una siniestra sombra...
Las informaciones fueron saliendo con cuentagotas, al menos en los primeros años, desvelando lo difícil que era investigar el asunto. De este modo, el primero en incluir a Puerto Rico en lo que se denominó el "triángulo de la muerte" fue el escritor Dale Tiler. Y poco después, en 1962, el periodista Vincent H. Gaddis utilizaría en un artículo publicado en la revista Argosy la nominación que ha llegado hasta nuestros días: el "triángulo de las Bermudas". Sin embargo aquel que le daría una dimensión internacional fue el escritor de misterios varios Charles C. Taylor, que en 1974 publicó dos best seller, El Triángulo de las Bermudas y Sin Rastro.
Fue el 5 de diciembre de 1945 cuando se produjo la misteriosa desaparición de cinco aviones tipo Avenger JBM, el conocido como "Vuelo 19", que ya forma parte de la historia de las anomalías con letras mayúsculas. Esa mañana, como tantas otras, los aparatos estaban preparados en su base de Fort Lauderdale. Florida, para realizar un vuelo rutinario. Cuando el reloj marcaba las dos de la tarde, y tras comprobar que todos los sistemas estaban en perfectas condiciones, tos aviones despegaron. La hoja de ruta prevista para esa jomada consistía en adentrarse en el Atlántico en dirección este, girar a norte y regresar. Y aquel que dirigía la operación era el veterano teniente Charles C. Taylor, que antes de partir había comprobado que el parte meteorológico era el previsto: buen tiempo en toda la ruta. Junto a él despegaron catorce hombres, que estaban repartidos a razón de tres por aparato.
La tranquilidad reinaba en el ambiente; al menos los primeros 120 minutos. Pero a las 15.45 algo ocurrió; algo que quedó registrado en torre de control de la base...

-Torre de control, torre de control. ¡Esta es una emergencia! Nos hemos salido de la ruta. Parece que nos hemos salido... Parece que nos hemos perdido. No estamos seguros de nuestra posición. No avistamos tierra.
-¿Cuál es su posición?
-No estamos seguros. Repetimos... no podemos ver tierra. No sabemos si estamos sobre el Atlántico o sobre el Golfo.
-Tomen rumbo oeste... verán tierra.
-No sabemos hacia dónde está el oeste. Todo está mal. Es muy extraño. El mar está muy raro.

La comunicación cesó de manera tajante, y durante minutos, salvo ruido, poco más se escuchó. Más tarde se logró restablecer el contacto, apreciándose vagamente las conversaciones de los pilotos entre ellos, y después, salvo el ruido de los motores, poco más... El desconcierto se apoderó de los técnicos de la base, que no sabían qué estaba ocurriendo. Hasta que. a eso de las cuatro, se volvió a escuchar a Taylor, ahogado por la desesperación: 'No estamos seguros de nuestra posición. No sabemos dónde estamos. Creo que a unos 360 Km al noroeste de la base". Nuevo corte de las comunicaciones, y nueva frase: "El mar es muy extraño. Parece que estamos sobre aguas lechosas".
A continuación el silencio sobrecogió a tos presentes, hasta que minutos después se escucharon, ahora sí. las últimas palabras de los desesperados pilotos: "Estamos completamente perdidos. Y parece que...".

Recomponiendo la ruta que habían llevado los Avengers, y barajando la idea de que hubiesen sido víctimas de alguna turbulencia desconocida o de algún efecto meteorológico imprevisto, estimaron que el último lugar desde el que establecieron contacto se hallaba a 160 km al noroeste de la base naval de Bannana River. de tal modo que para emprender el rescate se recurrió a un hidroavión Martín Mariner especializado en rescates anfibios. El enorme avión, tripulado por trece militares, no tardó en entrar en contacto con los pilotos "desaparecidos". Y como parecían hacer caso omiso a sus resonadores, el capitán de la nave transmitió un aviso: "Estamos volando hacia ustedes para guiarles. ¿Qué altitud tienen?". Primero el silencio, y después, una respuesta difícil de interpretar: "¡No nos sigan!". El Martín Mariner continuó comunicando con la base siete minutos más. Después, el silencio...

 

La maldición de la isla de Oak
Es uno de los puntos más emblemáticos en lo que a asuntos misteriosos se refiere. Su secreto permanece vivo, pese a las múltiples expediciones que en los últimos dos siglos han acudido a este islote de Nueva Escocia, dejando sangre, sudor y lágrimas. Porque el pozo del tesoro, conectado a través de las capas freáticas con la playa de Smith's Cove es sin duda la "caja de caudales" más segura del planeta. Pero tamaña obra, ¿para qué? ¿Qué es lo que quiso proteger su constructor, del que, dicho sea de paso, poco es lo que sabemos?

La historia da comienzo cuando Daniel McGinnis, de 16 años de edad, John Smith, de 20 años, y Anthony Vaughn, de 13, descubrieron en el corazón de Oak un agujero escondido bajo la maleza. La imaginación de los muchachos se desató, convencidos de haber encontrado el pozo de un tesoro enterrado. Al día siguiente se reunieron en la plaza de Chester, una pequeña localidad situada en la bahía canadiense de Mahone, con el propósito de compartir el secreto con sus vecinos, pero nadie quena oír hablar de tesoros escondidos en la isla maldita, donde la tradición popular advertía que era el hogar de seres diabólicos y de luces infernales. No en vano, en el pueblo todos recordaban el macabro episodio acaecido años atrás, cuando un grupo de hombres partió en una barca para dar caza a las extrañas luces que durante la madrugada eran vistas por las playas de Oak, como almas en pena, y ja-más se volvió a saber de ellos.


Secuencias de los trabajos realizados en el pozo de Oak Island, para intentar sacar el tesoro que pertenece allí enterrado, protegido por la "maldición de los siete".

Tras no pocos escarceos y diez años de espera, los tres jóvenes decidieron regresar al lugar. Durante esa década John Smith había adquirido las propiedades que rodeaban el enclave. Y llegó el gran día. Avalados por un filántropo de nombre Simeón lynds, desembarcaron en la isla de Oak acompañados de un equipo técnico sin parangón. El pozo se encontraba allí, solitario. Pese al tiempo transcurrido nadie parecía haberlo visitado. No hubo prolegómenos. El primer paso fue drenar el todo acumulado en el interior del agujero, confirmando, ahora sí, que nadie había intentado horadar más ala de tos 6 m. La excavación continuó. A los 12 una plataforma de roble cubierta de masilla les indicó que se encontraban en el camino correcto. Y tres más abajo, una capa de carbón vegetal, una nueva troncada, esta vez sellada con fibra de coco. Así se fueron sucediendo las distintas etapas, a intervalos de tres metros. Hasta que legaron a los 27 m... Se hizo el silencio. Un sonido metálico escapó desde el interior del pozo. Un material de extrema dureza impedía continuar profundizando. Se trataba de una piedra de 90 cm de largo por 30 de ancho. No sin cierta dificultad lograron sacarla al exterior. Una vez iluminada por la luz del día se percataron de que estaba grabada en toda su superficie con símbolos desconocidos. Posteriormente, la piedra, tras sucesivos análisis reveló ser pórfido, mineral inexistente en Norteamérica. Entonces, ¿quién se molestó en llevarlo hasta aquel recóndito paraje? ¿Qué significado tenía la extraña escritura? Si bien es cierto que el descubrimiento motivó que aquellos hombres no cejaran en el empeño de descubrir el tesoro, no menos increíble resulta el tratamiento que se le dio a la tosa, que acabó olvidada en la parte trasera de la chimenea de la casa que Smith se construyó en Oak. Tuvieron que pasar varias décadas para que fuera rescatada de nuevo. Y fue a raíz de una exposición celebrada en Halifax cinco décadas más tarde, con el propósito de recaudar fondos para continuar las excavaciones, cuando un profesor de idiomas creyó dar con la clave de tos caracteres de la piedra: "Diez pies más abajo, dos millones de libras..."; y se abrieron las puertas del infierno.
Años después, el profesor Barry Fell, fundador de la Sociedad Epigráfica internacional. ofreció una interpretación diferente del mensaje de la losa. El extraño alfabeto pertenecía a un dialecto copto del área mediterránea, cuyo contenido era religioso. De este modo y por vez primera se lanzó la hipótesis de que allí, en un tiempo pasado piratas como Fracis Drake o William Kids hubieran enterrado sus maravillosos tesoros. Pero es que además, habrían revestido el lugar de una suerte de maldición que vendría a decir que hasta que no se vertiera la sangre de siete desgraciados sobre el pozo de Oak, no se desvelaría el secreto que encierra.

De momento ya van seis muertes, y nadie parece querer ser el séptimo...


Taquile, la isla del Karishiri
En el Titicaca, donde es fácil observar la» sorprendentes islas flotantes de junco de los aymarás, estos se protegen de los malos espíritus que merodean por la zona colocando las tumbas de sus difuntos frente a las casas. Donde hay tierra santa, el mal no se atreve a pisar. .. Y es que tales remedios de protección son necesarios cuando las tradiciones del altiplano nos hablan de la existencia de seres que se debaten entre la mas tenebrosa de las leyendas, y la más cruel de las realidades. Porque aquí se cree en figuras como la del Karishiri, un siniestro personaje que recorre las poblaciones que se apostan a las faldas del oscuro cerro Kapia, en la parte peruana del lago, y en la cercana isla de Taquile, cuya especialidad es la de secuestrar a niños y adultos para extraerles la grasa, que días después se vende en los mercados de Desaguadero, ya en Bolivia.

Acercarse a las comunidades es revivir el horror que despierta en unos y otros la presencia del monstruo, al punto de que todos conocen a algún amigo, a algún fa-mikar que en tiempos pasados tuvo un desafortunado encuentro con el terrible Karishiri.