Encontrarse cara a cara con el demonio es una tarea titánica y según los entendidos no se trata de una fantasía religiosa. Cuando “El exorcista” fue estrenada en Chile por primera vez en 1973, fue catalogado como el film más aterrador de la historia. Pero , lo más espeluznante de esta historia fue saber que esta historia se basa en un hecho real (como “El exorcismo de Emily Rose”), ocurrido en Washington, el cual fue recogido por el escritor William Peter Blatty, quien lo plasmó en su novela “The Exorcist”. Es entonces el minuto de preguntarse si el mal existe.
EXORCISMO EN CHILE
El diablo de paso por nuestro país.
"El diablo vuela juntando leña para el fogón..." (Los Jaivas).
Los hombres de la Iglesia Católica afirman que el mayor ardid del demonio es hacer creer al hombre que no existe. Para los sacerdotes no hay dudas, es una cuestión de dogma.
De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, el termino “posesión” tiene varias acepciones, de las cuales 2 son relevantes. La primera se refiere al “acto de de poseer o tener una cosa corporea con la intención o voluntad de conservarla para sí o para otro”, y la segunda dice relación con el “apoderamiento del espíritu del hombre por otro espíritu que obra en él como agente interno”.
Por otra parte, la palabra “diablo” viene del griego “diábolos”, cuyas raíces parecieran ser dos: “diá”-que quiere decir “a través”- y “bolos” –“palitos” u “obtáculos”; en otro sentido, “diá” sería una derivación de “dis”, “dos”, y “bolos”, “voluntades”. Aunque lo último sería una traducción interpretada, ya que “voluntad” en griego se dice “thelis”.
El profesor Antonio Bentué, de la facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile, nacido en España y residente en nuestro país desde 1970, y el sacerdote Georges Abed Donato, párroco de la Iglesia Católica Ortodoxa, de origen sirio-libanés, discrepan explícitamente en la etimología del vocablo, pero coinciden en la interpretación derivada del término.
El primero sostiene que “diablo” es aquel que “pone obstáculos en el camino para que no lleguemos a Dios”, mientras que el religioso dice que se trata del ser que divide la voluntad del hombre en dos, haciendo dudar del camino recto hacia el Todopoderoso.
En conclusión, se trata del “adversario” o del “enemigo” del ser humano que, en definitiva, “no tiene nada que hacer ante Dios, pues ya está condenado”, pero que siempre se encuentra ala acecho de las almas para que éstas se alejen del Señor. Así, al menos, lo ven estos investigadores de la fe cristiana.
LOS EXORCISTAS
La palabra “exorcismo” viene del griego “exorkismós” y, en terminos generales, se trata de un “conjuro religioso contra el espíritu maligno”. Pala la Iglesia Católica Apostólica Romana, es un ritual o , mas bien, un sacramental, que no es otra cosa que la celebración liturgica para proteger a una persona, lugar u objeto “contra las acechanzas del Maligno y sustraída a su dominio”.
El catecismo católico dice que cuando la Iglesia “pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo”, que se resguarde la integridad de algún individuo u objeto, se habla de exorcismo. Ello porque “Jesús lo practicó y de El tiene la Iglesia el poder y el oficio de Exorcisar”.
Además, el texto recuerda que al recibir el sacramento del Bautismo, el cristiano es liberado del pecado original y de las potestades del demonio, pero se trata tan solo de una forma simple de Exorcismo. Por ello, la Iglesia estableció los llamados rituales sacramentales “solemnes” que, a diferencia del anterior, no forman parte de otros ritos. Sin embargo, también tiene4 carácter público para casos de posesión u obsesión diabólica. Conjuntamente, no pueden ser presididos por cualquier ministro con potestad para llevar a cabo otro ritual, como en el primer sacramento o en el catecumenado, sino que aquél debe cumplir algunos requisitos. Estos son: que sea presbítero, que tenga licencia especial o específica en esta materia y expresa del Ordinario del lugar, o sea de un obispo, y en donde la Conferencia Episcopal solicite la existencia de un exorcista. Así lo establece el Derecho Canónico de la Iglesia Católica, en cuyo canon Nº 1172 se establece que “sin licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los posesos”. Luego añade: “el Ordinario del lugar concederça esta licencia sólo a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.
No obstante; existen además los exorcismos privados, en los que el ministrante actúa por cuenta propia. Ello no significa, empero, que éste proceda al margen de la autoridad eclesiástica, sino que aplica un criterio prudente para efectuarlo sin que haya conseguido el permiso previo a sus superiores.
¿ENFERMEDAD MENTAL O POSESION?
La doctora Cynthia Pettiward, autora del libro “Dossier posesion”, opina que la posesión diabólica o demoniaca se atribuye, erróneamente, a espíritus no humanos desencarnados, cuando en realidad a su juicio existe “un factor no identificado en algunas enfermedades físicas o mentales no diagnosticadas en incurables”.
Además, la autora sugiere la existencia de los denominados “espíritus ligados a lña tierra”, los cuales corresponderían a individuos fallecidos que no habrían sido capaces de “ascender” a niveles espirituales superiores. A estos entes, les atribuye la facultad de “poseer” a personas con auras debilitadas, quienes habrían sufrido un grave accidente o presenciado el desenlace fatal de algún ser humano.
Se trataría, entonces, de una consecuencia que involucra y ata, tanto al posesor como al afectado. No hay necesariamente una invasión maligna —aunque, según la siquiatra— puede producirse la posesión vengativa de parte de alguna entidad y ésta siempre será conciente, y por ello es más complicado de erradicar. Agrega que es muy difícil comprobar la existencia de seres incorpóreos demoníacos. Dichas opiniones contravienen la versión oficial de la Iglesia Católica, cuyos dogmas descartan la teoría de la reencarnación y desechan la posibilidad de que los espíritus de las personas fallecidas se posesionen de los vivos. Además, el ritual del exorcismo —contemplado por el Concilio Vaticano II— no pretende liberar al poseido de un espíritu maligno, sino mas bien, apunta a expulsar sin misericordia a los demonios irruptores.
EL DIABLO EN PUTAENDO
Varios han sido los casos de exorcismo en que se ha visto involucrado el padre René Benavides Rives, Hoy párroco de la Iglesia de Fátima en Los Andes, el primero de los cuales ocurrió durante la jornada religiosa en el verano de 1992, en la provincia de Aconcagua. Se trataba de un retiro espiritual organizado por este sacerdote diocesano, quien además pertenecía -y aun pertenece- al movimiento de Renovación carismática de la Iglesia Católica, en las cercanías de Putaendo, lugar donde sucedieron los hechos. El joven Presbítero, quien en ese entonces tenía 30 años y tan solo dos como vicario en otra parroquia, recuerda que en ese retiro fue de “liberación de supersticiones, supercherías y esclavitudes”. Incluso quemamos una gran cantidad de amuletos… La gente dejó muchas de sus tonteras”, recuerda el religioso.
Eran alrededor de las dos de la tarde, cuando el padre Benavides, junto a un grupo de pocotas de 50 personas apostadas en medio de una viña, se disponía a celebrar una misa. Me acuerdo que hice la señal de la cruz y alcancé a decir a la gente: “bueno, pidamos al Señor perdón por nuestros pecados”, cuando sentí un alarido muy fuerte al final del parrón en el que estábamos, sostiene el párroco.
Una mujer de 50 años había caído de espaldas al suelo, golpeándose y gritando fuertes alaridos que parecían a los de un animal. El padre Benavides, sorprendido, atinó a pedirle a los presentes que no se retiraran del lugar. “¡No se va nadie. Todos se van a poner a orar!”, exigió. Entonces, se produjo un momento de mucha alabanza, cuando la gente se puso de rodillas y comenzó a rezar el rosario.
“Me acuerdo que le pedí a un grupo de hombres, que eran 26, que tomaran a esta señora y la llevaran a una pieza al interior de la casa para que las demás gente no se asustara”, confiesa el religioso. Mas tarde, fueron estos quienes sujetaron y amarraron a la mujer a una cama, “porque ella saltaba, gritaba y botaba espuma por la boca”.
Para el padre Benavides, esta primera experiencia frente al "enemigo" —como él llama al demonio— fue aterradora, ya que pudo reconocer en la mujer poseída una voz diferente. Era un sonido profundo, ronco, como el de un hombre, según constata hoy el presbítero. Luego, precisa, "yo diría más como un rugido que como la de un hombre". Más tarde, el vicario se puso de rodillas junto a la cama de la "endemoniada" y, sin recordar que no había pedido el permiso del obispo Manuel Camilo Vial, hoy presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, para realizar el Exorcismo, comenzó mentalmente con el ritual. "Sin hablar, yo tenia un crucifijo en la mano y le decía al demonio, increpándolo: 'en el nombre de Cristo, te ordeno que salgas de esta mujer, porque ella es hija de Dios. Ha sido redimida y salvada por la sangre de Cristo. De modo que yo te ordeno que te retires. Vete al infierno de donde saliste".
Sin embargo, la réplica de Satanás no se hizo esperar, cuando la mujer se volvió de frente al exorcista y de su boca un rugido respondió: "¡No!", dejando atónitos al joven sacerdote y a los fieles presentes. "Era una voz espantosa, que nunca voy a olvidar", relata. No obstante, junto al padre Benavides —que no había sido ordenado de exorcista, según una antigua orden menor sacerdotal— había otra señora "muy santita", proveniente de San Felipe. Ella se encontraba entre los presentes, quienes no dejaban de rezar por la mujer poseída, y que no tardó en decirle al presbítero: "padrecito, yo tengo agua bendita de Lourdes". Y le entregó la botella que la contenía. Mientras tanto, la mujer posesa profería blasfemias y "palabras que no le entendimos". Pese a ello, el religioso roció el cuerpo de la "endemoniada", comenzando así la efectiva liberación de aquélla. Sin embargo, en el momento de la aspersión, la poseída "no dejaba de gritar", diciendo: "¡No, que me quema! ¡No lo hagas, no!" Los presentes, por su parte, no cesaron de rezar, y el padre Benavides comenzó a invocar el nombre del Hijo de Dios en voz alta "y con autoridad, por el ministerio sacerdotal y pascual de Cristo. Es decir, su muerte, pasión y resurrección, que fue lo que venció al enemigo". El exorcista continuó diciéndole al demonio: "te ato en el nombre de Jesucristo y te ordeno volver al infierno de donde saliste". Luego, otorgó el sacramento de la Unción de los Enfermos a la mujer poseída, quien —finalmente— "dio un alarido muy grande y quedó en una especie de sopor sobre la cama".
El párroco explica que la mujer había hecho "un pacto" con "el enemigo", con el fin de salvar un gran negocio que ella tenía y que lo estaba perdiendo. Entonces, le había ofrecido su alma a Satanás si éste le daba la prosperidad económica. Como dicha actividad medró, según le había relatado la señora, "el diablo le pasó la cuenta". Por ello, el sacerdote aconseja tener sumo cuidado, ya que el demonio "tiene poder para vestirse de ángel de luz" y conceder favores que, más tarde, cobrará con creces. "Y aunque sólo Dios tiene poder sobre las leyes de la naturaleza, el enemigo las conoce y las puede utilizar a su favor". Entonces, explica que éste puede sanar a los enfermos aparentemente para que, después, aparezcan "mucho peores, condenados y con el alma atada".
POSESION EN LA PARROQUIA
Dos años más tarde, en 1994, el padre Rene Benavides enfrentó nuevamente al demonio. Esta vez, la victima fue una niña de 15 años, quien hizo crisis en un verano de misiones al interior de la propia parroquia del religioso. Ésta no estaba vacía, pero tampoco había la cantidad de gente habitual de un domingo en misa. Sólo los jóvenes misioneros que estaban orando en la iglesia y que, estupefactos, no sabían cómo asistir a la adolescente.
El exorcista, sin embargo, no estaba en Los Andes. Pero viajaba muy raudo desde San Felipe, sin saber por qué. "Había ¡do a buscar algo al obispado. Una persona nos había invitado a almorzar, pero yo quería venirme. Era un deseo de volver muy rápido", confiesa el religioso que viajaba junto a un amigo veterinario, con quien organizaba los grupos juveniles.
"Yo me acuerdo que abrí la puerta de aquí, de la casa, que se comunica interiormente con la iglesia, y cuando entré al living, sentí que ella gritaba, '¡ahí viene el sacerdote!'", recuerda el padre Benavides. Aunque precisa que lo que escuchó no fue la voz de una niña, sino la de un hombre que gritaba: "¡Ahí viene el sacerdote! ¡No lo dejen entrar!
¡Viene a destruirme1" Luego, vio que se trataba de una "lola". Lo que vieron ante el altar era una adolescente que babeaba profusamente, gritando palabras que el clérigo, hoy no puede recordar. Pese a ello, los jóvenes habían puesto sobre su pecho un crucifijo que la inmovilizaba. "No se movía", recuerda el cura. "Pataleaba, eso si, pero no podía hacer más por el peso de la cruz". Y gritaba: " ¡Saquéamela, sáquenmela! ¡Me duele, me duele! ¡Saquen esto de aquí!" Entonces, el padre Benavides tomó los óleos para darle la Unción de los Enfermos. Esto, porque —a su juicio— este sacramento es muy efectivo en el caso de una posesión, que —para él— es "la suma de las enfermedades". Una vez efectuado el sacramento, el exorcista procedió con el rito solemne para expulsar al ente posesor. Luego de invocar el nombre de Cristo, el sacerdote exhortó al diablo, quien —no obstante— le hizo recordar el pasaje del evangelio de San Mateo, cuando Satanás le imploró al Hijo de Dios que le permitiese poseer a unos cerdos y, así, liberar al poseído. "¡No!" Le había contestado el demonio al presbítero. "Dame permiso para salir a un animal", le rogó después.
Entonces, éste le pregunto: "¿A qué animal?" Y Lucifer le respondió: "en la plaza, frente a la iglesia, hay un perro echado".
Según constata el sacerdote, las puertas de la parroquia estaban cerradas en ese momento. Fue, entonces, cuando le pidió a uno de los jóvenes que estaba en la iglesia que fuese a verificar si, efectivamente, había un perro en la plaza. Y, si, lo había. Pero el demonio empezó a "fregar" después y dijo: "¡No, no quiero ir al perro! Quiero ira..." Entonces, el ministrante —según recuerda— se indignó y le contestó: "¡Mira, tú no estás en condiciones de reclamar aquí ningún derecho!" Y le conminó a abandonar el cuerpo de "esta hija de la Iglesia" y a regresar "al infierno de donde saliste". La niña, entonces, dio un pataleo y fue liberada. "Y ella lloró mucho después de eso", reconoce hoy el religioso. "Estuvo una hora llorando, sana, libre..."
Más tarde, ya recuperada, la joven pudo explicarle al padre qué había sucedido antes en su vida. Le contó que su padre era un "brujo" y que hacía "espiritismo" "Le había cambiado el alma de la niña, cuando ella era pequeña. Se la había ofrecido al demonio con tal de que éste le diera poderes de adivinación, de curar enfermos, de leer las cartas y de ver la suerte", enfatiza el cura.
No obstante, la pericia de este "sanador" —ya que así es reconocido en su comunidad carismática y por aquéllos que le conocen— hizo que el padre Benavides aconsejara a la adolescente comulgar todos los días de ese año y confesarse todas las semanas.
OPRESION MALIGNA
Existe, también, un caso de opresión maligna en un joven de 27 años, llamado Patricio, quien cada año sufría de ataques que reflejaban los signos de una posesión.
Los acontecimientos que se desarrollaron en Santiago, a partir de 1992, hicieron que un amigo del afectado —Mario ítalo—, junto a un grupo de conocidos, comenzara a sospechar de una posesión diabólica.
Este grupo de jóvenes solía reunirse desde hacia algunos meses antes de la primera crisis de Patricio, a quien habían conocido en una fiesta en una casa de Quinta Normal. En agosto de 1992, mientras dormían en la casa de uno de los amigos del grupo, después de un "carrete nocturno", los jóvenes se despertaron abruptamente a eso de las 4:30 A.M. por los gritos desmedidos de Patricio.
Sorprendidos, los muchachos —en un primer momento pensaron que se trataba de una broma— vieron a Patricio "llorar sangre", mientras algunos objetos en la habitación comenzaban a "volar" sin una fuerza aparente que los impulsara.
"El, supuestamente, se elevaba de la cama, como en la película 'El Exorcista'", relata hoy Marcelo, hermano de Mario ítalo, quien también estuvo presente.
Según su relato los jóvenes sólo acertaron a sujetar a Patricio, mientras escuchaban sus alaridos que parecían ser varias voces discordantes. Agrega: "Se empezaron a romper las ampolletas de la casa y ya no sabíamos qué hacer... Estábamos verdaderamente aterrados".
Cuenta que, pese a los esfuerzos por sujetar a Patricio, éste desplegaba una fuerza tal que los impelía varios metros más allá desde donde intentaban retenerlo. La "pesadilla" duró hasta cerca de las 10:00 A.M. Uno de los jóvenes había conseguido una hora con un médico ese día y cuando lo llevaron Patricio se había sentido mejor.
El médico no le encontró nada. Dice que fue algo así como una crisis nerviosa y le dio unos calmantes, y nada más", detalla hoy Mario ítalo.
Días más tarde de lo sucedido, Mario Ítalo decidió juntarse nuevamente con su amigo. Los demás integrantes del "carrete nocturno" habían optado por alejarse de Patricio y, por lo tanto, perdieron contacto con éste. Sólo el primero permaneció a su lado, con el fin de ayudarlo.
Fue, entonces, que Patricio le contó que, desde hacía un par de años, sufría de ataques como el que vieron. Y que éstos le duraban alrededor de 15 días, siempre entre agosto y septiembre. Patricio, además, le mostró unas heridas que tenia en la espalda y alrededor de su cintura. "Eran verdaderas llagas", explica hoy Mario ítalo.
"Me contó que cada vez que le pasaba esto, él veía una sombra como la de un hombre muy alto y fuerte, vestido de negro, que venia para hacerlo sufrir. Y él le tenía mucho miedo. Por eso, se ponía a gritar", narra Mario ítalo.
También le confesó que mantenía cerca algunos objetos religiosos, los que aparecían, luego, invertidos en el piso del dormitorio. Es decir, la cruz hacia abajo, la Biblia abierta de cara al suelo y el rosario esparcido y destrozado en la alfombra. Mario ítalo durmió tres noches seguidas en la casa de su amigo, después de tamaña confidencia. Sin embargo, según afirma, "no dormí nada".
"Decidimos días después ir a ver una bruja que conocimos, pero ella dijo que no podía hacer nada. Que a mi amigo le habían echado una maldición muy grande y que ella no podía sacársela", cuenta. Por último, los amigos resolvieron pedir la ayuda de un párroco de una iglesia de la comuna, quien sólo les aconsejó asistir a misa los domingos y "dejar las prácticas de brujería a un lado".
Fue, entonces, que los jóvenes decidieron grabar en una cámara de video los alaridos nocturnos que Patricio daba y, así, presentarlo como evidencia ante el párroco. Y, según cuenta Mario Ítalo, lo hicieron. Mario ítalo declara que ya estaba muy cansado y asustado. "No dormía ni una noche" por lo que quiso, alejarse unos días de su amigo antes de presentar la "evidencia" al sacerdote.
No obstante, aquella espera fue determinante, ya que Patricio desapareció. Según cuenta Mario ítalo, Patricio viajó a Antofagasta para quedarse. No pudo volver a ubicarlo ni siquiera por teléfono ya que la familia del supuesto "poseído" mantuvo reserva de esta decisión y, hasta el día de hoy, Mario ítalo no sabe por qué.
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