LA ORDEN DEL DRAGÓN
LA CONSPIRACIÓN QUE ALUMBRO UNA NUEVA ERA
Mi investigación sobre John Dee y Francis Bacon -dos genios polifacéticos que, como vimos en meses anteriores, alumbraron la Inglaterra isabelina con sus actividades en los campos más diversos- me condujo a descubrir la existencia de un proyecto secreto a escala europea, en el que se embarcaron muchos de sus amigos y que pretendía forjar un nuevo mundo. Una Gran Obra, como bien podrían haberla concebido estos iniciados en la filosofía hermética, para quienes «como es Arriba, así es Abajo; como es adentro, así es afuera», por lo cual las transmutaciones realizadas en el laboratorio alquímico, se correspondía con otras transformaciones en el ser humano y en su mundo. Sólo así podemos entender que, desde la antigüedad hasta nuestros días, los más diversos iniciados hayan estado implicados en actividades que buscaban la transformación de la condición del hombre y de la sociedad. A la consecución del oro interno se correspondía también el trabajo por el advenimiento de una Edad de Oro, un anhelo expresado en todas las grandes Utopías, escritas por iniciados en los siglos XVI y XVII. Y, de hecho, tras las etapas de caos y de lucha que siguieron a la vida de estos hombres, emergió el mundo moderno; un mundo -conforme a la doctrina hermética de las Eras- repleto de defectos y esclavitudes, pero también de nuevas libertades, donde desaparecieron las tinieblas medievales y el conocimiento era accesible para todos; un mundo regido por la ciencia y la tecnología -supersticiosamente temidas en época de nuestros protagonistas- que nos ha conducido al momento actual, en el cual la crisis planetaria preludia el fin de un ciclo y el comienzo de uno nuevo.
Porque cuando estudiamos la génesis de las grandes revoluciones científicas, sociales, filosóficas, artísticas y literarias que transformaron nuestro mundo, descubrimos que esencialmente fueron obra de los discípulos de Dee, Bacon y de sus predecesores, y de tantos otros iniciados con los que éstos trabajaron coordinadamente.
Esos periodos sucesivos de destrucción, lucha y renacimiento, a los que antes aludíamos, se corresponden palpablemente con las tres etapas de la Obra alquímica: Nigredo, Rubedo y Albedo; la Obra al Negro, al Rojo y al Blanco, que desembocan en un siglo XVIII caracterizado como la época de la Ilustración cultural y del lluminismo místico y político.
AREOPAGITAS DIONISÍACOS
Pero volvamos a los inicios de la llamada Edad de Oro inglesa, auspiciada por los iniciados en la filosofía oculta, que nos ocupa en esta serie. Descubrimos que, a través de las enseñanzas de Dee, y valiéndose de su inmensa biblioteca, que sintetizaba todos los saberes de la época, un amplio grupo de pupilos y amigos suyos inició una revolución silenciosa, en la que -según escribía uno de sus promotores-participaban unos 200 «areopagitas dionisía-cos». Parecen haber comenzado como un club de carácter intelectual, que orbitaba en torno a la secta formada por los pupilos de Dee, donde se intercambiaban todo tipo de ideas relacionadas con los más diversos asuntos y proyectos, con un enfoque eminentemente hermético. Y bajo la influencia de Bacon, a su sombra acabó constituyéndose una Orden caballeresca, que parecía funcionar como una verdadera Escuela de Misterios. Ante el exterior se presentaban como el Areó-pago, nombre aparentemente tomado de la institución homónima que rigió y transformó la vida de los atenienses, convertidos en padres de la cultura occidental. El nombre de Dionisio el Areopagita -el ateniense convertido a un cristianismo gnóstico por San Pablo- era un patronímico muy apropiado para quienes buscaban ser aceptados por una sociedad ignorante y obsesionada por la ortodoxia cristiana, porque en realidad se correspondía con el de un iniciado en las escuelas de Misterios, que supo conjugar la antigua sabiduría con el cristianismo emergente, un objetivo éste expresamente perseguido por sus homónimos ingleses. Sus contemporáneos parecen haberles conocido como La Escuela de la Noche, debido a las reuniones nocturnas que mantenían. Un nombre que encontramos reiteradamente en algunas obras de Shakespeare y otros autores contemporáneos, junto a diversas variaciones del mismo, que ha sido retomado por ensayos y novelas de reciente publicación. Según Graham Phillips, hacia 1600 les llamarán los Hombres del Dragón, probablemente por tener como símbolo una serpiente enroscada en un caduceo. Es un símbolo fundamental del hermetismo que inspiraba a estos hombres, responsables del asombroso renacimiento experimentado por la Inglaterra isa-belina. Pero, como veremos, también una referencia a un acontecimiento celeste que anunciaría la llegada de una nueva era: la supernova oficialmente descubierta por Kepler en 1604, en la constelación de Ofiuco (denominada así por su forma similar a la de un hombre que sujeta dos serpientes u ofidios), y en cuya apariencia podemos adivinar un dragón enroscado sobre sí mismo, similar al que aparece en algunos tratados alquímicos. Un símbolo que parece entroncarles con una tradición nobiliaria y esotérica del Dragón, a la que nos referimos en el anterior reportaje y de la que encontramos sucesivas pistas en la historia de Inglaterra, y con una antiquísima tradición ofita, ligada con el símbolo de la serpiente que inicia a Adán y Eva, y que se perpetúa en la tradición cainita y gnóstica que reaparece en la moderna masonería.
Reciente fotografía de la supernova de Kepler.
CRIPTOGRAFIA Y SOCIEDADES SECRETAS
Agrippa fue discípulo del Abad Johan Tritemio, autor de un famosísimo tratado de magia y criptografía, la Steganografia, que John Dee llevó a Inglaterra, siendo muy celebrada por el primer ministro Sir Wi-lliam Cecil, seguramente por ver en ella un eficacísimo instrumento para el desciframiento de los mensajes del enemigo y la codificación de los enviados por su incipiente Servicio Secreto. Además de la criptografía, seguramente Dee y otros ocultistas que jugaron un papel político en su época, fueron formados en otras prácticas anunciadas por Tritemio y que éste habría transmitido a sus discípulos: desde la transmisión telepática hasta un método para aprender fácilmente los idiomas, pasando por la "magia angélica" que permitiría invocar fuerzas y poderes sobrenaturales.
Porque Tritemio fundó una sociedad secreta, la Cofradía Céltica, que parece haber participado en actividades herméticas y reformistas. Y éstas seguramente fueron continuadas por los Gremios de Magos que Agrippa fomentó en Londres -donde probablemente sus discípulos desembocaron en la Escuela de la Noche- y en otras ciudades europeas que visitó durante una vida itinerante, similar a la de los "nobles viajeros" que a lo largo de los siglos han recorrido el mundo con la misión de recibir y difundir las enseñanzas eternas de la antigua sabiduría, llamada hermética por los renacentistas.
FACTORÍA HERMÉTICA DE CREATIVIDAD
Algunos historiadores les llaman El círculo de Philip Sidney, por reunirse en casa de este noble, a quien muchos de ellos estaban unidos por lazos familiares o amistosos, y en la de su amigo Fulke Greville. Había entre ellos nobles de alto rango, como Sidney y Greville, Robert Devereux, joven Conde de Essex, o Lord Strange, propietario de la compañía dramática para la que originalmente trabajó Shakespeare. Resulta significativo que la práctica totalidad del teatro isabeli-no, considerado cuna del arte escénico moderno, haya sido financiado por miembros de este Círculo o por personas estrechamente relacionadas con ellos. Y que se acepte participaron en el mismo algunos de sus más geniales creadores, como Christopher Marlowe, Ben Jonson o el propio Shakespeare. Pero también participaron en el mismo aventureros y navegantes, que ejercieron la piratería en beneficio del Imperio y se contaron entre los favoritos de una reina cuya virginidad era solo virtual. Es el caso de Sir Walter Ra-leigh o Sir Francis Drake, cuyo apellido significa Dragón y en quien algunos pretenden ver al padre secreto de Francis Bacon. Si bien todos apoyaban la causa británica-isabelina, porque veían en ella una excelente oportunidad para llevar adelante su Plan, aparentemente había notables diferencias ideológicas entre ellos. Algunos, como Dee, eran conservadores, devotos creyentes y fieles servidores de la reina. Otros, como Raleigh, eran rebeldes, defensores de las libertades y rayanos en el ateísmo. Pero, ¿en qué consistían sus actividades? ¿Cuál era el propósito que les inspiraba?
CONEXIONES CON OTROS OCULTISTAS
Cuando ese genio renacentista que fue Dee abandonó Cambridge, defraudado por la estrechez mental de sus coetáneos, que llegaron a ver como un artefacto diabólico el esca-rajo volador que había construido para una representación teatral, ya había profundizado en el estudio del hermetismo, la alquimia y la cabala, estrechamente conectadas con las matemáticas, a las que él concedía una dimensión holística aplicable a lo divino y a lo humano. Comenzó entonces a viajar por Europa, estableciendo conexiones con diversos círculos herméticos y sociedades ocultas que tendrían enorme valor para los fines que él y su círculo perseguían.
Pasó dos años en Lovaina, donde existía un gran interés por estos temas, comenzando a ejercer entonces como tutor de influyentes personajes ingleses, a quienes a lo largo de los años fue atrayendo hacia su causa. Allí había estado, una generación antes, Agrippa, bien conocido por su Filosofía Oculta, de la que Dee fue un entusiasta.
Tras la llegada de Dee a París, donde fue precedido por su fama de sabio, sus clases de matemáticas, en las que daba gran importancia a la numerología, fueron seguidas por prominentes intelectuales y allí tomó contacto con diversas corrientes culturales y heterodoxas. Una de las principales fue la escuela de la Pléyade, conocida popularmente como un grupo de poetas, encargados de «normalizar» y enriquecer el lenguaje francés por Francisco I, cuya corte era frecuentada por los más diversos ocultistas. En torno a las figuras de Ron-sard, Bellay y Baiff, éstos acabaron constituyéndose como una verdadera Academia. Al igual que otros grupos que surgieron posteriormente en distintos países, ésta era similar-por su propio nombre e intereses ocultos- a la Academia Florentina que, animada por Pico della Mirándola y Marsilio Ficino y auspiciada por los Médicis, tradujo las obras de Hermes Trismegisto -que sintetizaban las enseñanzas gnósticas de los egipcios- y las amalgamó con una cabala cristianizada que resumía las doctrinas y prácticas esotéricas hebreas, aplicándolas a todos los quehaceres humanos, incluido el arte, y alumbrando el Renacimiento.
PURIFICAR LA RELIGIÓN
Otra poderosa influencia ejercida sobre Dee fue la de Guillaume Postel, uno de los más brillantes personajes renacentistas y autor de incontables obras (de cuya obsesión milenaris-ta hablamos en el recuadro). Pero mientras Postel centró sus esperanzas mesiánicas fundamentalmente en la monarquía francesa, Dee estaba convencido de que su pueblo era el elegido por Dios para purificar la religión, re-fundar el saber y unir al mundo, bajo la égida de un Imperio Británico (concepto del que fue creador, como del meridiano de Greenwich que acabaría rigiendo al planeta geofísicamente) que diese nacimiento a una nueva Edad de Oro.Y se convenció de que este magno proyecto podía realizarse bajo el futuro reinado de Isabel Tudor, a la que visitaba en su prisión, leyendo en su carta astral el glorioso futuro que esperaba a una joven cuya vida dependía de su hermanastra la reina y del esposo de ésta, Felipe II. Como explica el profesor Mebane, toda la vida de este sabio estuvo encaminada a una tarea que consideraba sagrada: utilizar las fuerzas del universo -que él concebía en términos matemáticos- para mejorar las condiciones de la vida terrestre, pretendiendo extender a toda la humanidad los beneficios del reino isabelino y de la verdadera religión, que concebía como una mezcla de protestantismo y hermetismo. Dee transmitió esta visión a sus discípulos ingleses y a otros protestantes, partidarios de Isabel. Y dedicó su vida al servicio de aquélla que encamanó el arquetipo de Reina Virgen y convirtiéndose en madre simbólica de un pueblo que había quedado anímicamente desamparado, tras la implantación del anglicanismo y la prohibición del culto a la Virgen María. Basándose en diversos descubrimientos arqueológicos y documentales, Dee reactualizó una leyenda, según la cual los Tudor descendían directamente del rey Arturo, que habría viajado hasta Groenlandia (la legendaria Tierra Verde que conectaría con otros mundos paralelos) y hasta Norteamérica, y como aquél unieron los diferentes reinos británicos, Isabel estaba destinada a regir un imperio que se extendiese allende los mares, motivo por el cual Dee no escatimó esfuerzos para llevar a cabo la colonización del nuevo continente, dando lugar a las primeras expediciones y colonias, llevadas a cabo primero por algunos de sus pupilos, y más tarde por los discípulos y familiares de Francis Bacon.
ALQUIMISTAS E INICIADOS
Ya en su juventud, Dee fue tutor de los hijos del conde de Northumberland, uno de los cuales mantuvo con él una estrecha amistad. Era Robert Dudley, el futuro Conde de Leicester, que -como vimos- conoció a Isabel cuando eran prisioneros en la Torre de Londres, se habría casado con ella en secreto en casa de los condes de Pembroke y pudo ser el verdadero padre de Francis Bacon. El sobrino predilecto de Leicester fue Philip Sidney, que se casó con Francés, hija de Francis Walsingham, verdadero fundador del Servicio Secreto británico, quien tuvo entre sus principales colaboradores a Dee y a algunos de sus pupilos, consultando frecuentemente su inigualable biblioteca. Cuando estos eran jóvenes, Dee había enseñado química a Sidney y a su amigo Edward Dryer, quien luego se convirtió en canciller de la poderosa y Nobilísima Orden de la Jarretera. Para un hermetista como él, dichas enseñanzas no sólo incluían el estudio de las transmutaciones alquímicas, sino que implicaban el estudio de todo el cosmos, participando de las mismas otros personajes que luego formarían parte de nuestro misterioso Círculo. Entre ellos, la hermana de Philip, Mary Sidney quien, tras casarse con el conde de Pembroke, mantuvo su laboratorio alquímico y como ayudante en el mismo a Adrián Gilbert, hermano de Sir Humphrey Gilbert y hermanastro de Sir Walter Raleigh, a quienes Dee entrenó como navegantes e implicó en la colonización de América. Hay sobradas evidencias de que Philip Sidney, como su tío Leicester, sentía fascinación por las ciencias ocultas, por lo que éstas debieron jugar un importante papel en la Escuela de la Noche. Su contemporáneo Mof-fett nos explica que el joven Philip «dedicó la mayor parte de su tiempo y energía a la filosofía y a las artes de la observación», algo que los hermetistas consideraban fundamental para el desarrollo de la conciencia y de la práctica oculta. Su íntimo amigo Sir Fulke Greville añade que Philip era capaz de realizar maravillas «incluso en las más ingeniosas de las Artes Mecánicas», que formaban parte del conocimiento integral que caracterizaba al mago renacentista.
LA ERA DEL ESPÍRITU SANTO
Pero en un ambiente ignorante, las actividades del grupo se hicieron pasar como fundamentalmente literarias. Aunque no se trataba de un simple disfraz, porque una de sus principales actividades fue una riquísima producción literaria, que dio muchas de las obras que conformaron el idioma inglés. Porque los términos utilizados en el mismo se multiplicaron por diez como consecuencia del trabajo de estos hombres, que -basándose en la cabala fonética y prescribiendo leyes para el verso inglés que tenían muy en cuenta las vibraciones sonoras-introdujo en este lenguaje una vasta gama de expresiones, procedentes de otros lenguajes, cuyo objetivo secreto sería producir modificaciones en la conciencia y el comportamiento de la gente. La Escuela funcionaba como una Academia neoplatónica, similar a las que dieron lugar al Renacimiento o al idioma francés. Los investigadores sospechan que el Areópago -al igual que las Academias francesas, que también intentaron transformar las artes mágicas medievales en ciencias renacentistas-formaba parte de un movimiento mesiánico extendido por Europa, que pretendía regenerar la Cristiandad fragmentada, basándose en la filosofía hermética.
Marsilio Ficino consideró la gran misión de su vida restaurar la teología de los antiguos (prisca theologia), convencido de que nos permitiría elevarnos hasta la causa de todo lo creado y reformar el cristianismo. Apoyándose en Clemente y San Agustín, Cicerón, ésta se remontaba al sacerdote egipcio Hermes-Mercurio y continuó con otros sabios iniciados, como Orfeo, Pitágoras, Platón y sus seguidores.
Este redescubrimiento de la sabiduría hermética se entronca con una ideología me-siánica que anuncia la proximidad de una nueva era: la del Espíritu Santo, anunciada tres siglos antes por el monje Joaquim di Fiore y que originó un poderoso movimiento reformista en la Baja Edad Media. Esa Edad de Oro se convirtió en una obsesión para los ocultistas del Renacimiento, que recurrieron a la cabala y la astrología para calcular su llegada, pero también para reformadores como Lutero. Pico la anunció para 1583. Y en torno a ese año se sucedieron movimientos diplomáticos y reuniones secretas para preparar su advenimiento, en las que jugaron un papel relevante los discípulos de Dee y sus aliados europeos.
En la Naometria, un voluminoso tratado que nunca llegó a imprimirse, Simón Studion calculó para 1620 el fin del reinado del Anticristo, con la caída del Papado y del Islam. En su obra habla de los elegidos que están llamados a integrar una Confoedaratio Militiae Evangélica, con el propósito de preparar el advenimiento de la misma. Y sostiene que éste fue el nombre de la alianza formada en 1586, durante una conferencia secreta celebrada en Lüneburg, a la que acudieron varios príncipes protestantes, junto con representantes de los reyes de Francia, Dinamarca e Inglaterra. Mediante la misma pretendían contrapesar la Liga católica, que intentaba impedir la ascensión de Enrique de Navarra al trono de Francia. Es más probable que en esta hipotética reunión participase el Conde de Leicester, continuando así la misión emprendida por su compañero de Escuela, Sidney. En 1577 éste había visitado en Praga al emperador Rodolfo II con similares propósitos, tras consultar a Dee acompañado por Leicester y de Edward Dr-yer. Es probable que Dee fuese el cerebro inglés de este proyecto, porque poco antes de la reunión de Lüneburg la presión del Papa obligó a este emperador ocultista a expulsarle de Praga, adonde Dee había acudido con la intención de interesarle en sus comunicaciones angélicas, que anunciaban la inminencia de una nueva Era y la necesidad de una alianza protestante.
PROVOCANDO LA ERA DEL ESPÍRITU SANTO
Políglota y autodidacta, Postel compartió con otros ocultistas coetáneos una erudición ilimitada y unas locas ansias reformistas. Tras regresar de Costantinopla cargado de manuscritos árabes, que le ayudaron a profundizar en los más variados campos del saber, es nombrado por Francisco I profesor de matemáticas y de lenguas extranjeras. Pero pronto abandona todo y una voz interior le apremia a dirigirse a la corte, donde exhorta al rey a que reforme radicalmente su vida y su reino, si quiere convertirse en el príncipe cristiano que gobernará un nuevo mundo desde Jerusalén.
Defraudado por el monarca, camina hacia Roma en pleno invierno, para unirse a los jesuítas. Pero Ignacio de Loyola le invita a ignorar sus voces y convicciones proféticas, para excluirle finalmente de la Compañía.
Reforzado en su misión profética por cada viaje y lectura, en Venecia encuentra a una vieja visionaria que le acoge como hijo espiritual y le inspira para comprender los misterios cabalísticos del Zohar. Padece una extraña crisis, durante la cual cree haber muerto y vuelto a nacer gracias al descenso del Espíritu Santo.
Está convencido de que actúa como el heraldo de una nueva era, en la cual la armonía religiosa recobrará su naturaleza primordial y el ser humano será purificado de sus imperfecciones.
Tras infinitas peripecias, en 1560 describe su proyecto de reforma a Fernando I, rey de Hungría y Bohemia y cabeza del Sacro Imperio, poco antes de ser internado en un claustro donde morirá veinte años después. La prisión o la hoguera era el destino que esperaba a quienes amenazasen el poder de la Iglesia.
que coincidencia que el padre de Vlad Tepes haya pertenecido a una orden del mismo nombre, o es la misma?
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