viernes, 20 de febrero de 2009

La magia del espejo

Ya lo decía Tiresias, el viejo adivino tebano, que había quedado ciego, entre otras razones, por haber revelado que las nueve décimas partes del placer del amor corresponden a la mujer. Tiresias había advertido reiteradamente a la madre de Narciso que su hijo viviría una larga vida, siempre y cuando no llegara nunca a conocerse a si mismo. Este joven, hijo del dios-río Cefiso y de la ninfa Leiríope, era tan bello que hombres y mujeres se enamoraban de él sin remedio.

ESPEJITO, ESPEJITO...

La Venus del espejo, de Velásquez.


LA MAGIA DEL ESPEJO.

La ninfa Eco, castigada por la diosa Hera a repetir únicamente los últimos sonidos de lo que oía, sufría una pasión tan devastadora que, cuando pudo darle a entender la fuerza de su cariño y se vio rechazada, fue desvaneciéndose poco a poco, hasta que sólo quedó su voz. Los dioses, hartos ya de la arrogancia de Narciso, decidieron castigarle, haciendo que se enamorara de si mismo al contemplar su propia imagen reflejada en tas aguas. Cabe imaginar la desesperación que sentiría, condenado a no satisfacer nunca su pasión. Se quedó junto al arroyo, languideciendo hasta consumirse, y en ese mismo lugar nació la flor que lleva su nombre.
El mito de Narciso es el más completo a la hora de ilustrarnos sobre las tres caras más interesantes del espejo: la de su larga historia, la mágica y la psicológica.


El espejo siempre ha sido considerado un objeto mágico, y como tal ha formado parte de la parafernalia de las brujas.
Desde Alicia en el País de las Maravillas hasta Blanca nieves, por poner ejemplos de nuestra cultura, siempre ha sido considerado un objeto mágico.
Protagoniza una de las más antiguas formas de adivinación. Según una leyenda, Pitágoras poseía un espejo que, poniéndolo frente a la Luna, reflejaba el porvenir; y Pausanías habla en su Periégesis de Grecia de los adivinos de Patrás que «sujetaban un espejo con un cordel, lo aproximaban al agua y, tras rezar y quemar incienso, observaban en su superficie lo que iba a suceder con el enfermo».


Instrumento de una de las más antiguas formas de adivinación, Nostradamus mostró en uno su futuro a Catalina de Médicis.
El arte de adivinar por medio del espejo se denomina catoptromancia y tuvo mucho auge en la Venecia del siglo XIV, en que se sumergían en agua, bellamente decorados, para observar lo que pudiera significar su reflejo. Los fines eran desde cuestiones de salud hasta averiguar el paradero de personas desaparecidas o tesoros escondidos, pasando por la predicción del futuro de nobles, reyes o gobiernos. Las doncellas anglosajonas podían contemplar el rostro de su futuro marido, si miraban en un espejo a medianoche por encima de su hombro izquierdo en la víspera de Todos los Santos.

Es frecuente su presencia en la literatura, como en el caso del espejo inseparable e indispensable de la madrastra de Blanca nieves.

La iglesia condenaba estas prácticas tan propias de brujas. El eclesiástico Juan de Salisbury alzó su voz contra los videntes que utilizaban «objetos pulimentados y brillantes, como ollas de buen latón, vasos, copas y espejos».

En la época isabelina, famosa por la caza de brujas, los adivinos tenían que descubrir su identidad, conjurando sus rostros en el espejo. Uno de los más famosos fue John Dee (1527-1608), conocido como el Merlín de la reina Isabel. Gracias a su espejo mágico, descubrió la Conspiración de la Pólvora en el año 1605, cuando tos católicos ingleses pretendían volar el Parlamento.

El espejo es el símbolo de la sabiduría, la prudencia –que siempre se representa iconográficamente por una figura femenina con un espejo en la mano–, la verdad, la sinceridad, el contenido del corazón y. la inteligencia creativa.

Del nombre latino de speculum (espejo) viene la palabra especulación, y especular significaba originalmente observar el cielo y los movimientos de las estrellas con la ayuda de un espejo. La inteligencia celeste reflejada por este instrumento se identifica con el Sol, luego el espejo es un símbolo solar, pero también es lunar por su condición reflejante y pasiva.

Platón y Plotino han tratado el tema del alma considerada como espejo. Para San Pablo y numerosos teólogos cristianos y musulmanes, el corazón humano es el espejo reflectante de Dios.
También constituye un tema recurrente en la filosofía y la mística musulmanas, inspiradas a su vez en el neoplatonismo. La noción neopiatónica de las dos caras del alma ha ejercido una gran influencia entre los sufíes, y su literatura abunda en ejemplos de la capacidad de reflejo del alma del hombre puro.

Gloria Munchmeyer, con su premio a la mejor actriz en el festival de Venecia en 1990, inmortalizó en el cine la película de Silvio Caiozzi en que los espejos son a ratos el primer protagonista.

La magia del espejo está firmemente asentada en la superstición. Los hombres primitivos consideraban que la imagen de una persona contiene parte de la esencia de su vida. Su ruptura siempre trae la desgracia a quien estuviera mirándose en un espejo. Una superstición popular que proviene de las creencias numerológicas romanas habla de siete años de mala suerte. También responde a la vieja perspectiva anatómica de que el cuerpo humano se renueva totalmente cada siete anos. Ninguna de las supersticiones o mitos identificados con la magia del espejo es tan intrigante como la creación de Lewis Carroll: Alicia a través del espejo. En un mundo tan contradictorio como ése, en el que la izquierda es la derecha, y el tiempo y el espacio corren al revés, Alicia tiene que andar hacia atrás para encontrar a la Reina Roja, mientras ésta grita de dolor antes de pincharse el dedo. Hay más ejemplos clásicos del espejo en la literatura, siempre en su faceta mágica, como el de la madrastra de Blancanieves.
El espejo ha sido descrito como una puerta a través de la cual el alma puede encontrar la libertad, aunque también suele tener connotaciones maléficas. Existe la costumbre muy extendida de cubrir los espejos o volverlos hacia la pared cuando ha tenido lugar una muerte en la casa y el cadáver está de cuerpo presente. Se cree que el espectro del difunto permanece deambulando por la casa hasta su entierro y puede llevarse el alma.
Es frecuente atribuir a la sombra y a los retratos las mismas características mágicas. La sombra también participa del alma de cada uno, y todos conocemos lo que sucede con el famoso retrato de Dorian Grey en la obra de Oscar Wilde.

¿POR QUE REFLEJAN LA IMAGEN?

La parte de la óptica que trata de las propiedades de la luz reflejada se llama catóptrica. En casi todas las superficies de cualquier material se da, en mayor o menor grado, el fenómeno que recibe el nombre de reflexión. Consiste en lo siguiente: cuando los haces luminosos inciden sobre una superficie de separación entre dos medios ópticos, la luz vuelve directamente y con intensidad variable al lugar del que procede. Sin embargo, cuando un haz luminoso se refleja, todos sus rayos no se dirigen al mismo punto, sino_ que se descomponen en distintas direcciones. Si por el contrario se trata de alguna materia que presenta una superficie muy pulimentada, la reflexión de sus rayos no es dispersa y se llama especular o regular. No obstante, las longitudes de onda son distintas entre si, y algunas materias no las absorben de la misma forma. Sólo podrán ser consideradas espejos, cuando cumplan los requisitos necesarios para las que corresponden a la luz visible.

Reflexión de la luz en el espejo plano, en el cóncavo y en el convexo. A es el objeto, A’ la imagen reflejada y O la superficie reflectante.

Existen numerosas clases de espejos, el más sencillo es el plano, donde el objeto y su imagen son simétricos respecto a la superficie del espejo. Los curvos son los que están limitados por una superficie de radio de curvatura finito. Pueden ser esféricos, parabólicos o anamórficos, entre otros; pero los más interesantes por su variedad de aplicaciones – medicina, automóviles, higiene, telescopios, fotografia, efectos especiales – son los espejos esféricos. Están formados por un casquete esférico pulimentado, en cuya superficie se reflejan los rayos luminosos.
Según su superficie reflectora, pueden ser cóncavos o convergentes y convexos o divergentes. Los cóncavos alargan la figura, y los convexos la contraen, de manera que podemos encontrarlos en los parques de atracciones, divirtiendo a los niños, junto con los llamados anamórficos.

HISTORIA.

Espejos ha habido siempre. Los hombres han podido ver su imagen reflejada en las aguas tranquilas de una charca, y este simple hecho, en lugar de aplacerla, ha excitado su sed de conocimientos. Con la llegada de la Edad de Bronce (3.500 a. de C.) y gracias al metal bruñido, los sumerios fabricaron espejos en Mesopotamia; eran de bronce con sencillos mangos de madera, marfil u oro. Los egipcios, mucho más sofisticados, los adornaban aplicando un elaborado diseño a base de animales, flores y pájaros.
EI modelo más frecuente lucía una figura humana que levantaba la superficie de bronce reflectante. Los judíos aprendieron este arte en Egipto, y sabemos que Moisés hizo que las mujeres hebreas le dieran todos sus espejos para convertirlos en un lavabo de ceremonial con el pie de latón, destinado al tabernáculo.

Como lo atestigua esta escultura india del siglo XII, es un instrumento que ha estado presente en todas les culturas.

En el año 328 antes de Cristo, los griegos fundaron la primera escuela para fabricar espejos. Allí se aprendía el delicado arte de bruñir el metal con arena, de manera que no llegara a arañar su hermosa superficie reflectante. Los espejos griegos introducían la novedad de su presentación en dos formas distintas, de disco y de caja. El primero presentaba una superficie muy pulimentada en su frente, y tenia la parte posterior grabada o decorada en relieve. Muchos de estos espejos poseían un pie para sostenerse sobre la mesa. El modelo en forma de caja estaba compuesto por dos discos que se cerraban como las valvas de un molusco. Uno de ellos, más pulimentado, formaba el espejo propiamente dicho, y el otro, sin bruñir, servía como cubierta protectora.

A lo largo de la historia ha sido un elemento indispensable para el aseo personal. Desde la princesa más altiva (derecha), hasta el mendigo más harapiento, todo el mundo ha tenido alguna vez la necesidad de contemplarse en una superficie reflectante.

La manufacturación de espejos fue una industria floreciente entre los etruscos y los romanos. Pulían todos los metales que podían importar o extraer de la mina, aunque el color neutro de la plata la convirtió en el preferido, ya que reflejaba el maquillaje facial en sus verdaderos tonos. Sin embargo, alrededor del año 100 antes de Cristo se pusieron de moda los espejos de oro. Incluso existen pruebas de que hasta los criados principales de las casas más acaudaladas tenían asignados espejos como parte de sus salarios.

En los oscuros años de la Edad Media, hombres y mujeres seguían empleando el mismo espejo de metal pulimentado que utilizaban sus ancestros; por lo menos hasta el siglo XIV, en que llegó su revolución particular de la mano del vidrio, que ya había sido soplado y moldeado desde el principio de la era cristiana. Sin embargo, los primeros espejos de este material surgieron en la Venecia del año 1300, concretamente en la ciudad de Murano, y el trabajo de los sopladores de vidrio venecianos constituye todo un hito en la creación artística. En un primer momento, sin embargo, se encontraron con muchas dificultades, y los primeros espejos reflejaban una imagen borrosa y distorsionada. La verdad es que en la Venecia del siglo XIV, la imagen tenía casi la misma importancia que en nuestros días. Los hombres y mujeres de calidad lucían ostentosos espejitos de vidrio engarzados en gruesas cadenas de oro que llevaban alrededor del cuello. Esto, a los ojos de los demás, era de una opulencia inconfundible. Los hombres llevaban espadas con pequeños espejos de vidrio en la empuñadura. La aristocracia coleccionaba juegos de espejos de vidrio enmarcados en oro, plata o marfil, cuya finalidad era mucho más ornamental que utilitaria, lo que por otro lado es bastante comprensible, teniendo en cuenta su pobre calidad reflectante.
Los metales que empleaban los venecianos para fabricarlos eran el estaño y el mercurio. Primero colocaban una lámina lisa de papel de estaño, que cubrían con mercurio para conseguir la amalgama; esta quedaba adherida al vidrio que se colocaba encima, después de retirar el mercurio sobrante. Lógicamente, debía ponerse también una protección para que no se rayara.
La calidad de los espejos así obtenidos fue aumentando moderadamente hasta el año 1687, en que el soplador de vidrio francés Bernard Perrot patentó un método para extender láminas de vidrio uniformes y no distorsionadas. A partir de entonces se fabricaron espejos de mano más perfectos, y también de cuerpo entero. Asimismo se puso de moda el espejo que se colgaba en la pared, por lo que el marco, profusamente adornado, cobró mucha importancia.
El famoso estilo imperio trajo el espejo de pie, movible alrededor de un eje, que en Francia se llamó psyché. Este modelo constituía por si solo un mueble completo y fue muy celebrado en su época.

Justus von Llebig, un químico alemán, sentó en el año 1840 las bases para el método que aún hoy se sigue utilizando en la fabricación de espejos. A través de un proceso de reducción, logró depositar plata de una sal sobre el cristal que cubría con sulfato de cobre, y después pintó la parte de atrás para protegerlo.
También en el siglo XIX aparecía el armario de luna, de figura tan evocadoramente hogareña y que sigue absolutamente vigente.

Los espejos que tanto nos hacen reír en los parques de atracciones son los llamados anamórficos, aunque también los hay cóncavos y convexos.

LOS ESPEJOS EN LA ACTUALIDAD.

En la actualidad, además de para contemplar nuestra propia imagen, los espejos tienen infinidad de usos prácticos: como el reflex de las cámaras fotográficas o el retrovisor de los vehículos. Los médicos emplean los llamados espéculos para explorar las distintas cavidades del cuerpo humano, como el nasal o el laringeo.
La forma en que reacciona una persona frente a su imagen en el espejo nos dice la manera que tiene de vivirse. Si aceptamos lo que vemos, tendremos una valoración realista de nosotros mismos.
Isaac Newton descubrió que los espejos carecían de cromatismo, así que talló uno cóncavo e inventó el telescopio reflector. Los espejos que se incorporan a los telescopios suelen fabricarse en el vacío a partir de una descarga de alto voltaje entre los electrodos, o bien evaporando plata o aluminio en una superficie, mediante un filamento calentado eléctricamente. El último exponente lo encontramos en el famoso Hubble, que lleva, según los expertos, el espejo más perfecto fabricado por el hombre. Fue puesto en órbita por la lanzadera Discovery el día 24 de abril del año 1990, e incorpora dos a su estructura, uno de ellos con un diámetro de 2,4 metros.

Cuando es muy pequeño, el niño no puede distinguir su propia imagen corporal, y el espejo puede ayudarle a comprobar que su cuerpo es individual y único. Este de la imagen sonríe, pensando que está viendo a otro.

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