viernes, 20 de febrero de 2009

Cementerios españoles

En apariencia serenos, los cementerios susurran más misterios de los que su silencio pueda hacer pensar... Un espectro, muy parecido a la escritora Jane Bowles, se pasea cerca de la tumba donde permanecen sus restos en el cementerio de San Miguel de Málaga. Mientras, las víctimas inglesas de un naufragio se dejan oír en la tierra dianense en la que los enterró la leyenda. Y si en el camposanto de San José de Cádiz se siguen amontonando las flores para el milagroso don Rosendo, la trompeta de un ángel pétreo augura malos presagios en La Almudena de Madrid.

ENTRE TUMBAS...
Enigmas en cementerios españoles.

Imagen IPB

Los camposantos esconden historias curiosas, leyendas, presuntos fenómenos paranormales, enigmas todos que, aún hoy. tan lejos del Romanticismo, hacen que estos lugares sagrados se tornen macabramente atractivos. Existen multitud de cementerios -¿no es uno en sí mismo toda la Tierra?-, que en muchas ocasiones poseen más "habitantes" que los propios municipios a los que pertenecen. Para enterrar a los muertos se han construido lugares de descanso majestuosos, ricos en arte escultórico, arquitectónico e incluso pictórico, como pueden ser los cementerios de Pére-Lachaise en París. Colón en La Habana o la Isola di San Michele en Venecia. una pequeña isla reservada por entero a la muerte. En ocasiones, los lugares de descanso eterno se han improvisado sobre la marcha, como en la isla Martín García, en Argentina, donde se albergan las víctimas de un naufragio de la Segunda Guerra Mundial: otras han seguido unas pautas pulcras y elegantes, caso del Hollywood Foreverestadounidense, e incluso matemáticas, como el Arlington National Cemetery.

En España también hay cementerios de todo tipo, algunos realmente curiosos, como el que en Morillo de Tou (Huesca) perdura al pie de una iglesia desacralizada y junto a la piscina del complejo turístico en el que se ha reconvertido este pueblo antaño deshabitado, o el que se encuentra en San Martín del Castañar (Salamanca), protegido por las murallas de un castillo medieval. Por su parte, en Cuacos deYuste (Cáceres) hay uno alemán donde descansan soldados de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Los cementerios de los pueblos abandonados están realmente desprotegidos, como es el caso del de Villascusa de Palositos (Guadalajara). al que ni siquiera pueden acceder con libertad los parientes de los enterrados ya que, tanto el pueblo como el camposanto, quedan dentro de una finca particular que ha cerrado todos los accesos. Otros, como los de Arco (Cáceres) y Pardos (Zaragoza) han sido trasladados, quedando vacíos y. en el caso del segundo, manteniendo una dedicatoria florar de quienes tuvieron en él a sus familiares. Y no sólo los seres humanos tenemos derecho a una parcela, pues también los animales tienen sus ceméntenos. En Arganda del Rey (Madrid) se encuentra "El Último Parque", que acoge a unas 4.000 mascotas.

Pero además de destacar por sus aspectos artísticos, geográficos o históricos, en los cementerios aseguran que ocurren fenómenos extraños que Inspiran decenas de leyendas -aunque la parasicología no los catalogue como buenos lugares de trabajo-, además de atraer a Individuos con oscuras intenciones. Tan sólo los fuegos fatuos -gas metano inflamado muy frecuente en zonas húmedas con materia orgánica en descomposición- han asustado a la gente desde tiempos inmemoriales y, aún hoy, hay quien los relaciona con las almas errantes de los fallecidos. Incluso en Domeño Viejo, donde sólo queda su solitario cementerio desde que las máquinas derruyeran el pueblo para siempre, se ha dicho que los muertos hablan, quejándose quizá de que ni siquiera quedan los escombros de sus hogares. Pero empecemos nuestro paseo entre tumbas por el que, con sus más de ciento veinte hectáreas, se ha convertido en el cementerio más grande de Europa.

Tanto en el cementerio de San José, en Cádiz-izquierda-, como el De los Ingleses, en Denia -derecha-, existen leyendas y gente que afirma haber visto extraños fenómenos.

La Almudena (Madrid): profanaciones y estatuas encantadas

Conocida antaño como la Necrópolis del Este, hoy se encuentra inmersa en la ciudad de Madrid de la que estaba alejada en sus primeros años. Millones de personas, algunas ilustres, han sido inhumadas en sus tierras, incluyendo en éstas a las del vecino Cementerio Civil, donde reposan los cuerpos de Pío Baraja, "La Pasionaria", Pablo Iglesias, Blas de Otero y Fernando de los Ríos, entre otros. El cementerio de Nuestra Señora de La Almudena, como se le denomina actualmente, ha sufrido a lo largo de su historia diferentes actos de profanación, como los que perpetrara Francisco García Escalera, conocido como "El mendigo asesino", que, dada su perturbación mental, gustaba de la necrofilia. Motivado por las órdenes de misteriosas voces, alucinaciones provocadas por su esquizofrenia, saltaba la tapia del cementerio y sustraía cuerpos con los que practicaba actos sexuales. Alcohólico y drogadicto, aseguraba sentir más placer con una mujer muerta que con una viva. Si bien en este caso las profanaciones fueron producidas por un loco borracho, otras han llevado a pensara la Policía en grupos satánicos. Así puede haber sido en la propia Almudena, aun cuando hay quien sostiene que al menos dos de estas profanaciones, las ocurridas en 1986 y adjudicadas en principio a sectas, pudieron ser obra del mismo Escalera. Aunque nos desviemos un momento de Madrid, sí se apuntaba al satanismo en los casos ocurridos en El Carmen Extramuros (Valladolid) durante los primeros días del mes de enero de 2004. Especialmente macabro fue el suceso del cementerio de Peralada (Girona) de mayo de 2006, cuando unos individuos sustrajeron los restos de una mujer e hicieron un caldo con algunos de sus huesos y unas pastillas de Avecrem, llegando posiblemente a ingerir el brebaje resultante. Rituales, salvajadas... e incluso apuestas, como las que pudieron conducir a las profanaciones de los cementerios de Beniflá y El Puig (Valencia) y El Verger (Alicante) entre finales de 2006 y principios de 2007.

El inmenso cementerio de La Almudenacuenta con una curiosa leyenda que tiene como protagonista la estatua de un ángel con una trompeta acomodada sobre sus rodillas. Como si de uno de los trompeteros del Apocalipsis se tratara, se cuenta que la estatua hace sonar su instrumento para anunciar un mal presagio a quien llegue a oírla. Tal es el miedo que causa su posible audición que la narración apunta que incluso se le cambió la trompeta de sitio para que le costase más llevársela a la boca. Lo cierto es que las estatuas funerarias pueden provocar el mayor desasosiego, así como, en algunos casos, la dolorosa expresión de sus rostros. Ángeles, santos, amorcillos, personajes mitológicos, bustos del propio fallecido... figuras, especialmente aquellas ajadas por el tiempo, que parecen seguir al visitante con la mirada. Y La Almudena está repleta de ellas.

San José (Cádiz): apariciones y don Rosendo, el benefactor

Construido en 1800 a las afueras de la ciudad, la expansión de la urbe ha ido rodeando este cementerio hasta quedarse encajado en plena zona moderna. Hoy el cementerio de San José está a punto de desaparecer y la práctica totalidad de sus restos han sido trasladados al cementerio mancomunado Bahía de Cádiz, en el término de Chiclana.

Este cementerio depara sorpresas al aficionado del misterio. Sus nichos vanos, sus patios silenciosos, sus encaladas paredes avocadas al olvido, esperando el momento de su demolición para ser convertido en parque público, viviendas, equipamientos deportivos y aparcamientos. Sin embargo, y mientras San José tan sólo se agitaba en los medios locales como bandera de los progresos políticos, un romántico quiso otorgarle un cariz más legendario, menos prosaico, un tanto digno, porque ¿dónde se ha visto un cementerio sin fantasmas? ¿Iba a sucumbir el de la vieja Cádiz sin que alguien diese fe de la agitación de los muertos? Así, el investigador Miguel Ángel Segura viajó a la Tacita de Plata desde una Cataluña no menos misteriosa para entrevistar al supuesto testigo de unos inquietantes fenómenos paranormales. Alfonso Cozar Romero, ex vigilante de seguridad, afirma haber sido agredido por fuerzas invisibles, perturbado por sombras antropomorfas, agitado por la losa que cubre el cuerpo de una mujer en la capilla y asombrado por la sangre que vio manar del costado de un crucifijo. Pero de entre todas las experiencias que Alfonso transmitió a Miguel Ángel, destacan las de dos apariciones fantasmales que aseguró ver de forma totalmente clara. La primera se corresponde con un muchacho que lo saludaba y que desapareció de pronto, percatándose posteriormente de que era la misma persona

que aparecía en la foto de una de las lápidas. Y en la segunda fue su propio primo el aparecido. Fenomenología varia que ninguno de los vigilantes entrevistados por el arriba firmante ha experimentado: "yo llevo aquí mucho tiempo y nunca me ha pasado nada", sentencia uno de ellos añadiendo que desconocía por completo las vivencias de Alfonso Cozar.

Lo que sí conocen todos los vigilantes que han trabajado en el cementerio, así como el resto de la población gaditana, es la existencia de un difunto que, desde hace décadas, ha sido visitado por miles de personas. Se trata de don Rosendo, personaje del siglo XIX al parecer harto generoso en vida... y en muerte, ya que la gente asegura que sus bondades continúan incluso fallecido. El nicho de don Rosendo sigue siendo lugar de parada obligatoria para el visitante, bien para contemplar con asombro la multitud de ramos de flores que hacen cola hasta su lápida o bien para solicitarle directamente alguna gracia.Tiempo atrás, era normal ver a personas, mayoritariamente mujeres, rezando a don Rosendo como si de un santo se tratara. Lavaban su lápida, la besaban y acariciaban, y al tiempo, si el deseo se había hecho realidad, regresaban para continuar agasajándole. Aún hoy el nicho de don Rosendo sigue estando repleto de flores y, con toda seguridad, la gente seguirá visitándole en el Mancomunado de Chiclana para pedirle algún que otro favorcito.


De los Ingleses (Denia): los náufragos de la Guadalupe

En la playa de Marineta Cassiana, partida de Les Rotes, encaramado en una explanada de difícil acceso desde el paseo ma-ritimo, se encuentra el Cementerio de los Ingleses, un minúsculo terreno cercado por un muro de piedra y oculto poruña abundante vegetación que cierra al curioso su entrada principal, no así una lateral que se abre al Mediterráneo. Sin ningún cuerpo que guardar en la actualidad, pues fueron repatriados tiempo atrás, la leyenda dice que fue construido por el gobierno británico para albergar los cadáveres del naufragio de la fragata Guadalupe, ocurrido en 1799 a escasa distancia de la costa de Denia. Sin embargo, según un estudio reciente pudo haber sido levantado por los padres de Reginald Rankin, en cuya tumba, que ocupa la parte central y destaca sobremanera, aún puede leerse: "In Memory of Reginald Rankin. Born 12th August 1864 - Died 6rd december 1865". Posiblemente se enterrase allí al niño, y con el tiempo, se fue dando sepultura a otros cuerpos tal y como se intuye por las tumbas abiertas que, repletas de basura, se pueden encontrar en las escasísimas zonas que la maleza no ha engullido. Aunque este último origen pueda ser fiable, hay quien prefiere creer a los que aseguran haber visto y oído a los fantasmas de los marineros de la Guadalupe, cantando antiguas canciones inglesas mientras otean el horizonte esperando el regreso de su nave. La leyenda, como tal, continuará alimentando la imaginación popular, al menos mientras el cementerio siga en pie, pues todo apunta a que la finca será reconvertida para uso público.

Un camposanto andaluz donde se centra la polémica y la leyenda está en el barrio de San Jerónimo de Sevilla, donde los vecinos aseguran haber visto fantasmas, aunque ninguno tan célebre como el del cementerio que visitaremos a continuación.


San Miguel (Málaga): el fantasma de Jane Bowles

Situado en el barrio de Fuente Olletas, el Cementerio de San Miguel encierra algunos de los monumentos fúnebres más impresionantes de nuestro país, legado de los burgueses malagueños del siglo XIX. Así, dignos de contemplación son todos y cada uno de los panteones que, afortunadamente, permanecen en el recinto. Entre las muchas personalidades que reposan en el cementerio se encuentra la escritora Jane Bowles, fallecida en Málaga en 1973 y enterrada en la parcela 453-E bajo una discreta cruz de madera. Su descanso estuvo a punto de ser interrumpido hace unos años, cuando la empresa gestora del cementerio anunció que sus restos iban a ser esparcidos en la fosa común. Aprovechándose del gesto altruista de una joven estudiante, Alia Luque, amante de la literatura de la esposa de Paul Bowles y quien llegó a pagar el traslado de los restos al cementerio de Marbella, el Ayuntamiento de Málaga quiso apuntarse un tanto en 1998 levantando un sencillo monumento en la tumba de la escritora. Poco antes de esa fecha, el autor de estas líneas vivía en Málaga y mi dormitorio daba directamente al cementerio de San Miguel. No fueron pocas las ocasiones en las que tuve ocasión de pasear entre las tumbas, maravillándome ante la exhuberancia de los panteones y visitando también la zona más pobre, aquella en la que se encontraba la autora de Dos damas muy serias.

En el libro Misterios del sur, el investigador José Manuel Frías recoge la historia del fantasma de Jane Bowles. Tanto vigilantes del cementerio como visitantes han sido testigos de la visión de una extraña mujer de negro, increíblemente parecida a Bowles, que observaba la tierra que abraza sus restos y paseaba por los alrededores en actitud taciturna. Se dice que, cada año, el mismo día de su fallecimiento y en el momento en el que sus admiradores se congregan en la tumba para recordarla, Jane reaparece y desaparece casi a la par. Sin duda, la más romántica de las leyendas que hace más atractivo aún el paseo entre las tumbas de San Miguel.

Pero la mayor de todas las incógnitas, la propia muerte, continuará enterrada por mucho tiempo, quizás para siempre, bajo cada loza de cada uno de los cementerios del mundo. Cuando se pasea por ellos, leyendo los epitafios, mirando a los ojos de las fotografías de los muertos, comprobando el cariño que emana de ciertas tumbas y la soledad que cubre otras, pensando que, tras cada lápida, se haya toda una vida de risas, sueños y pasión, es cuando el corazón se encoge realmente. Y entonces, en ese preciso instante, se comienza a amar la vida.

Las tumbas en el cine de terror

Relacionados frecuentemente con los zombis viscosos, antropófagos y renqueantes, los cementerios juegan un papel fundamental en muchas películas de terror. En uno de ellos, el escritor Clive Barker ideó un mundo subterráneo. Midian, habitado por seres de toda condición, y él mismo se encargó de darles forma fílmica en Razas de noche (Nightbreed, 1990). En El cementerio viviente (Pet sematary, 1988). de Mary Lambert, un antiguo camposanto indio esconde una tenebrosa historia de resucitados. Ya en 2005, Tobe Hooper. que había construido una casa sobre suelo sagrado -Poltergeist (1982)- con las consecuencias conocidas, trasladó a vivir a una familia junto a un lúgubre cementerio en Mortuary. Así que. desde el doctor Frankenstein blanquinegro a la heroína Alice de la trilogía de Resident evil, muchos son los personajes cinematográficos que se las han visto con los cementerios y sus moradores.


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