viernes, 20 de febrero de 2009

Las nuevas arcas de Noé

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Como ha puesto de relieve la reciente e ineficaz cumbre organizada por la FAO en Roma, el desequilibrio en materia alimentaria se cierne sobre la humanidad, sumándose a la desertiza-ción, el deshielo, la carestía del agua y otras amenazas que vienen de lejos. Los números hablan por sí solos: para empezar, 100 millones de personas pasarán a engrosar la larga lista de afectados por el hambre y la pobreza en el mundo, y las cosas no tienen risos de cambiar. Bajo el dedo acusador, la insolidaridad de los países ricos, la depredación de los recursos y el proteccionismo comercial interior. Como telón de fondo queda la sospecha inequívoca de haber prendido una mecha de consecuencias impredecibles. El mercado capitalista, aquel dios que a través de sus leyes era capaz, de poner cada cosa en su sitio, parece habernos \uelto la espalda. Paradójicamente, lejos de lo que podría parecer, la ciencia y la empresa privada hace tiempo que se tomaron este asunto en serio y desarrollaron una serie de proyectos destinados a hacer frente a las consecuencias de un fatídico desenlace. Son lo que ya se conoce como las nuevas arcas de Noé, las nuevas "naves" donde salvaguardar la rida y los recursos.
El concepto dista mucho, sin embargo, de sus antecedentes bíblicos. Las modernas arcas de Noé son cámaras acorazadas distribuidas por diferentes rincones del planeta. En muchas se encuentran almacenadas millones de semillas o el ADN correspondiente a cientos de especies animales y pueblos indígenas en peligro de extinción. Pero existen otros proyectos de arca de Noé que van más allá: contemplan la creación de comunidades y silos en la Luna o Marte como único método de protegemos frente a un hipotético cataclismo que acabe definitivamente con la rida en la Tierra.
¿Literatura de ficción hecha realidad? ¿Escenario donde los intereses de la política global y la iniciativa privada convergen por fin? Quizá. Pero no son pocas las voces que alertan sobre un altruismo falaz y ven indicios de una posible conspiración. Tras el disfraz de los gobiernos y las corporaciones implicados podrían esconderse no solamente intereses comerciales, sino la construcción de un nuevo orden planetario a través de la selección genética de plantas, animales y -lo que es más preocupante- seres humanos.

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LA BÓVEDA GLOBAL

Uno de los casos más emblemáticos y controvertidos se llama Bóveda Global y se localiza en territorio noruego. Svalbard es un lugar remoto y yermo, rodeado por el mar de Barents y situado a 1.000 km del Círculo Polar Ártico. Allí, bajo una montaña de la isla de Spitsbergen, una flamante arca de Noé se eleva 130 m sobre el nivel del mar y está protegida de una posible subida de las aguas derivada del calentamiento global. El permafrost, una capa de hielo perpetuo, asegura la preservación del tesoro biológico con la ayuda de esclusas de aire, dobles puertas y paredes de hormigón reforzadas con acero. En realidad, tal como afirman los padres de la criatura, se trata de un autentico bunker militar prepara do para afrontar una guerra nuclear, protegido de un posible ataque con misiles y resistente a un movimiento sísmico de gran magnitud. Hay catalogados más de 150 almacenes regionales de semillas diseminados por el mundo, pero la Bóveda Global de Svalbard ha nacido con la idea de unir en su seno cerca de tres millones de variedades diferentes, pertenecientes a plantas y árboles de los cinco continentes. Tras la imagen altruista que han transmitido los responsables del proyecto también podría gestarse una batalla comercial. El célebre F. William Engdahl, analista asociado al Centro de Investigación sobre la Globalización (CRG), nos alerta sobre esta última posibilidad. En su libro Semillas cíe elestmeción. La agenda oculta de la manipulación genética, publicado por Global Research, Engdahl señala que este proyecto podría significar un eslabón más en la búsqueda de un nuevo orden mundial. Sus sospechas se centran en la implicación de algunas empresas y fundaciones en el proyecto. El arca de Noé de Svalbard ha sido auspiciada por la Fundación de Bill y Melinda Gates, que han proporcionado fondos a cambio de un oportuno lavado de imagen. Pero aún más inquietante es la presencia junto a los Gales de la Fundación Rockefeller o de las empresas Monsanto y Syngenta.

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SEMILLAS TERMINATOR

Se trata de organizaciones que no son trigo limpio, nunca mejor dicho. La Fundación Rockefeller fue la responsable de la Revolución Verde desarrollada en los años cuarenta, que tenía como fin en erradicar el hambre en algunos países empobrecidos, como México, China o India. El resultado fue catastrófico: obligó a introducir especies de trigo y arroz no autóctonas e impuso métodos de cultivo insostenibles en aquellas regiones. Y es que, como quedaría demostrado, la Revolución Verde fue una estrategia para desarrollar un agronegocio globalizado que más tarde podría dar origen a un monopolio, tal y como el magnate de los negocios había hecho con la industria petrolera.
Según Engdahl, tanto la Fundación Rockefeller como Monsanto y Syngenta están \inculadas a las patentes y la producción de semillas genéticamente modificadas (GM) y de sus productos químicos afines. No hay que olvidar, además, que la Fundación Rockefeller también fue la impulsora del CGIAR, una red mundial para promover su ideal de pureza genética a través de la transformación de la agricultura.
Lejos de lo que podría creerse, la manipulación genética de las semillas les permite "maniatar" a toda la humanidad. El proceso es el siguiente: estos revolucionarios híbridos permiten al agricultor obtener una gran producción en la primera cosecha. Sin embargo, este tipo de semillas está concebido para que el rendimiento de la segunda generación sea menor, eliminando la posibilidad de comerciar con nuevas semillas sin autorización del distribuidor. Con el control de las semillas por las grandes multinacionales ningún competidor o agricultor tiene la posibilidad de producir el híbrido en cuestión. Un paso más allá respecto a la manipulación genética es la variedad Terminator, una semilla comercial capaz de "suicidarse" después de la primera cosecha.
Estas y otras lindezas se las debemos a empresas como las citadas. Cada año, el empleo de la ingeniosa Terminator obliga a miles de agricultores a recurrir a Monsanto u otras multinacionales para obtener nuevas semillas de arroz, soja, maíz y trigo en vastas regiones de América Latina, África y Asia. Buenas cosechas a cambio de una deuda que no deja de crecer. Pero ¿qué ocurriría si esta práctica se extendiera hasta adquirir categoría planetaria?

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ARCA CONGELADA

Un nuevo paradigma de arca de Noé, esta vez relacionada con la biodiversidad en general, ha saltado a la palestra bajo el apelativo de Arca Congelada {Frozm Ark). El proyecto consiste en almacenar a una temperatura de 80 grados bajo cero y con férreas medidas de seguridad muestras de ADN y tejidos de las especies animales más amenazadas. Tres son las instituciones responsables de llevar la idea a buen término: la Universidad de Nottingham (Reino Unido), el Museo de Historia Natural y la Sociedad Zoológica de Londres, aunque cuentan con el patrocinio del Consorcio para la Clasificación de la Vida, un organismo avalado por 25 países. Al igual que ocurre con la Bóveda Global noruega, la Frozm Ark británica y otras iniciativas tienen el objetivo no disimulado de aglutinar y gestionar la información dispersa en bancos de ADN por todos los continentes. Se trata de una tarea ingente que se ha presentado a la opinión pública como la creación de una gran "enciclopedia de la vida" en la que no quedará planta o animal, por microscópico que sea, sin analizar, fotografiar o registrar genéticamente. En principio, sus responsables parecen movidos por sanas intenciones científicas. Pero el proyecto induce a pensar en una inquietud creciente ante los peores vaticinios sobre el futuro de la vida en la Tierra. Parece la demostración de que los gobiernos están resignados a "salvar los muebles" en lugar de afrontar los verdaderos retos medioambientales. Dejando a un lado el Arca Congelada, no resulta descabellado aventurar que quizá se ha empezado a crear ya en algún lugar del planeta un banco "total" de ADN que incluye a la especie humana o incluso que se limita a ella.

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POLÉMICA EUGENESIA

Evidentemente, el afán por conservar genes de ciertas poblaciones implica la posibilidad de crear indi-\iduos. Y donde hay creación necesariamente hay selección. Queramos o no, los bancos de ADN humanos remiten a un concepto estigmatizado por la historia: la eugenesia. Pero la eugenesia, por sí misma, no constituye un peligro para la humanidad. Antes bien, su utilización médica ha proporcionado grandes beneficios terapéuticos en la prevención de enfermedades congénitas. La estigmatización de la eugenesia proviene de la utilidad que quisieron darle los nazis
Y es que el problema radica, una vez más, en las manos que mueven los hilos. Engdahl argumenta que la Fundación Rockefeller avaló las investigaciones eugenésicas de los nazis y que años después financió un plan experimental de selección de razas a través de la manipulación genética de semillas. Pero no son los únicos sospechosos: desde las opiniones de Platón la historia está repleta de iniciativas favorables a la selección frente a las "razas inferiores*. Con estos antecedentes, la eugenesia es un asunto repleto de aristas, pues la selección de genes siempre implicará algún tipo de "genocidio". Paradójicamente, hay quien defiende la eugenesia como única fórmula para impedir el fin del mundo. Según esta teoría, el verdadero peligro que corre la humanidad es el declive de la inteligencia de origen genético, algo que se ha venido en llamar disgene-sia y que pudo ser responsable del colapso de anteriores civilizaciones.

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ARCA ESPACIAL

Muchos habrán reparado en el gran defecto que presentan todos los proyectos de arca de Noé. Algunas instalaciones están preparadas para afrontar un cambio climático drástico, terremotos o guerras tal como hoy las conocemos, pero sus creadores parecen no haber previsto la posibilidad de que en el planeta desaparezca cualquier vestigio de vida, a excepción de sus ingentes muestras genéticas. De muy poco servirá un banco de semillas o de ADN en la Tierra si desaparecen las personas o el medio donde implantarlo.
¿Realmente no contemplan esta obviedad o los proyectos constituyen una etapa preliminar de otro de mayor envergadura? No hay respuestas claras a esta pregunta. Sin embargo, ¿por qué será la comunidad científica, y no las multinacionales o los gobiernos, la aparentemente más preocupada por este problema?
La Alianza por el Rescate de las Civilizaciones (ARC) fue creada por dos reconocidos eruditos de la Universidad de Nueva York: Bill Burrous. profesor de Periodismo, y Robert Shapiro, químico y escritor. La ARC apuesta por la instalación de un banco de ADN en la Luna, una posibilidad novelada en numerosas obras de ciencia ficción y esbozada con parámetros reales por Shapiro en su libro Sueños planetarios: la búsqueda para descubrir vida más allá de la Tierra. Para los fundadores de la ARC, la exploración del espacio con fines científicos carece de importancia mientras no se afronte una asignatura pendiente: salvaguardar la vida en la Tierra. Sus razones son evidentes: el colapso podría deberse a una pandemia vírica, una guerra nuclear o el impacto de un asteroide. Todos ellos son sucesos futuribles a corto y medio plazo. El proyecto del arca cósmica podría tardar décadas en concretarse. Por eso creen que la humanidad no debe aplazar el asunto mucho más tiempo. A su causa se han ido sumando numerosos personajes de renombre, como Buzz Aldrin, el segundo astronauta que puso un pie en la Luna. Resulta insólito comprobar el optimismo y la confianza depositados por la ARC en la creación de este "santuario lunar". Y es que, según la opinión de Aldrin, la tecnología aeroespacial necesaria ya está hoy a nuestra disposición y solo resta firmar los pertinentes acuerdos de alto nivel para poner en marcha d proyecto.

INCONVENIENTES

El arca cósmica es lo más paiecido, por tanto, a la clásica arca de Noé: una verdadera nave, la Luna, flotando en el mar espacial a la espera de que amaine la "tempestad" en la Tierra. Siguiendo el relato bíblico, Noé dispuso de un lugar elevado donde aguardar el retroceso de las aguas. Sin embargo, como hemos apuntado anteriormente, las condiciones descritas en las Escrituras dificilmente pueden equipararse al panorama actual. Supongamos, echándole un poco de imaginación, que consiguiéramos establecer una colonia en la Luna con la idea de regresar a la Tierra algún día Para empezar, la reaparición de las condiciones idóneas para volver podría demorarse miles de años. Supongamos que estableciéramos allí una comunidad zoológica y los recursos agroalimen-tarios necesarios. Además de no ser nada práctico, chocaríamos con el inconveniente de que la gravedad lunar dificultaría el desarrollo adecuado de muchos organismos, con el consiguiente peligro de crear una comunidad mutante. La única alternativa consistiría en mantener un archivo de ADN completo, conservado por generaciones de indiri-duos, o incluso robots autónomos, hasta la llegada del momento adecuado para repoblar en la Tierra. Pero la supervivencia de muchas especies precisaría un grado mínimo de diversidad genética. Según Bill Holt, biólogo de la Sociedad Zoológica de Londres, no es suficiente conservar una o dos muestras de ADN por especie, sino que serían imprescindibles cientos de ellas para alcanzar este fin. En opinión de Holt, resultaría mucho más sencillo almacenar un código genético en un ordenador y utilizarlo posteriormente para crear un organismo vivo. Pero en la actualidad aún no es posible.

EL DÍA DESPUÉS

Sigamos soñando. Imaginemos que todas las dificultades tecnológicas se han superado y que una colonia con muestras de ADN, semillas, etc. se ha implementado en la Luna o en las profundidades de la Tierra. Nuestro placeta está desnudo de cualquier resto de vida y queda por delante la tarea de hacerla reaparecer. Quizá en ese mismo momento caeríamos en la cuenta de la inutilidad de nuestro esfuerzo, del fiasco en que se ha convertido nuestra arca de Noé: la primera generación estaría tan volcada en la mera supervivencia que sería incapaz de transmitir a la siguiente un ápice de cultura. Quizás podemos vislumbrar otro mundo, el sometido a las corporaciones, que cohabitan con los nuevos esclavos androides. La imaginación es libre. El científico Stephen Hawking postula que la nueva arca de Noé no será una, sino muchas, y que estarán condenadas a vagar por el espacio exterior sin posible retomo. La única alternativa al fin del mundo -concluye- sería algún tipo de modificación genética que nos hiciera menos proclives a la guerra. Personalmente, me inclino por pensar que solo un desastre de medianas proporciones, que diezmara la población sin acabar con la vida en la Tierra, podría hacer reversible la situación y dar cabida al sentido común.

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1 comentario:

  1. se nota q son unso inbeciles pero pronto ara justicia alla el que vive en lo alto el mas poderoso ¨Dios del universo¨veamos lo que dice la biblia en el libro de amos 9;2-3 aunque se escondan del en el agua o en la tierra o en el espasio Dios lo encontrara siempre i hara justicia con ellos i no escaparan

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