viernes, 20 de febrero de 2009

La tumba de Alejandro Magno

Pese a que distintos personajes del mundo de la Arqueología han afirmado haber encontrado la tumba de Alejandro Magno, su ubicación sigue siendo un enigma. Esta es la historia de la búsqueda en tierras egipcias del último refugio del esquivo rey macedonio.

Las Tumbas Egipcias de

ALEJANDRO MAGNO

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ALEJANDRO EL INICIADOAfición a los oráculos

Alejandro puede ser considerado uno de los primeros grandes visionarios de la historia. Ante el impresionante legado político de su padre, Filipo II, el rey macedonio creía que la única forma de superarlo era creerse "hijo de un dios". Para ello consultó los oráculos de todos los lugares que conquistó. El más conocido de ellos fue el de Siwa, en Egipto. A su llegada al Valle del Nilo, la gente lo recibió como hijo de Ra, quizá convencida de que solamente un verdadero dios les podría haber liberado del yugo persa.
Durante su visita a Siwa los sacerdotes hicieron creer tanto a él como a los que le rodeaban que realmente era el hijo del dios Amón y que, por justicia, le correspondía el gobierno de aquel rico país. Siwa fue el primero, pero hubo otros después. En Dídima y Eritras Alejandro fue proclamado Hijo de Zeus. Incluso podríamos decir que era una suerte de profeta, con aspectos de su biografía muy similares a los que la tradición adjudica a Moisés. Por ejemplo, el historiador Apiano recoge en su Guerra Civil (siglo I) un pasaje que nos recuerda el paso milagroso del líder judío por el Mar Rojo que narra la Biblia: "Alejandro hizo un largo viaje por una zona desértica, en la estación del calor, hasta el oráculo de Amón y atravesó el golfo de Panfilia al haberse retirado el mar de forma prodigiosa, y la divinidad contuvo en su ayuda el mar hasta que lo cruzó e hizo llover cuando viajaba por tierra" (App. BC II 149).

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LA FALSA TUMBA DE SIWA......y los camelos de Souvaltzi

En febrero de 1995 todos los medios de comunicación lanzaron la noticia del descubrimiento de la tumba de Alejandro en el oasis de Siwa, situado unos 550 km al oeste de El Cairo, lugar donde él siempre había querido ser enterrado. Liana Souvaltzi, una arqueóloga griega que llevaba excavando en este oasis desde hacía cinco años, localizó el importante hallazgo en la localidad de Al-Maraqi, unos 15 km al oeste del pueblo de Siwa. En un edificio de unos 45 m de largo por 18 m de ancho había un corredor lleno de barro y escombros que desembocaba en una antecámara funeraria.
Tras ella debía de estar la cámara funeraria de Alejandro. Las pruebas eran muy ambiguas. El nombre de Alejandro no aparecía por ningún sitio. Souvaltzi solamente se aferraba a leyendas locales que señalaban que aquel había sido un lugar sagrado y que Trajano estuvo allí haciendo ofrendas al "uno y único". Una comisión de expertos griegos viajó hasta Siwa y anunció poco después que la supuesta tumba no era más que un bulo. Los restos no ofrecían ningún vínculo con Alejandro y no eran del siglo IV a.C, sino del II de nuestra era. Sorprendentemente,
Souvaltzi había asegurado haber hecho el mismo descubrimiento en 1991. En 1997 el Consejo Superior para las Antigüedades de Egipto retiró los permisos de excavación a la arqueóloga griega, conocida ya como una "mujer visionaria y camelera".

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Alejandro III el Magno (356 323 a.C), uno de los reyes más gloriosos que ha dado la historia, falleció en la ciudad de Babilonia el 10 de junio del año 323 a.C. La causa del fallecimiento pudo ser la malaria, contraída por la picadura de un mosquito en las cercanas zonas pantanosas. Otros hablaron incluso de envenenamiento. Quinto Curtió Rulo (siglo I) señala en Historia de Alejandro Magno que, después de un mes, el cadáver seguía fresco como el primer día, lo que ha hecho pensar que en aquel momento Alejandro no estaba muerto, sino en coma. Con la vorágine de la contienda, pasó un año entero antes de que el cuerpo del rey macedonio fuera depositado en un espectacular catafalco tirado por 46 muías. La idea era atravesar Siria para llevarlo basta Grecia. Sin embargo, el general Ptolo-meo, heredero de Egipto, consiguió que la comitiva funeraria se desviara hacia el Sur para enterrar a Alejandro en Menfis. Al parecer, la voluntad del joven emperador era descansar en el oasis de Siwa, también en Egipto. Sin embargo, Menfis sería su primera parada antes de que se acabara su tumba en Alejandría, la nueva capital del país, que él mismo había fundado.

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DE SARCÓFAGO EN SARCÓFAGO...

La tumba de Alejandro en Menfis sigue siendo un gran enigma. Nadie ha sabido señalar con exactitud el lugar donde podría haber descansado el rey macedonio. Según señala el investigador Andrew Chugg, Ptolomeo adaptó en Sakkara (Menfis) la tumba vacía de Nectanebo II, el último faraón egipcio, quien había huido del país Iras la invasión persa en el 343 a.C. En 1850, el arqueólogo francés Auguste Marieüe descubrió ui final de la avenida de esfinges que llevaba al magnífico Serapeum, guardando la capilla de Nectanebo II, un extraño semicírculo de época ptolcmaica con varías estatuas griegas. Allí estaban Píndaro, cuya casa había sido salvada por Alejandro en Tebas (Beocia, Grecia), Homero, el poeta favorito del rey, y Platón, maestro de quien sería tutor de Alejandro, el también filósofo Aristóteles.
Este hecho encaja con la presencia de un sarcófago de Nectanebo II en la mezquita alejandrina de Attarine. Una leyenda local identificaba ese lugar como el del enterramiento de Alejandro, tradición que avala el traslado de los restos de Alejandro desde Menfis a Alejandría en el reinado de Ptolomeo II Filadelfo (275 a.C). Los restos de una enorme cámara descubierta en el túmulo ptolemaico del cementerio latino de Alejandría en 1907 podrían haber sido el primer emplazamiento del cuerpo del rey macedonio en esta ciudad. Poco después, en época de Ptolomeo Filopator, se levantó en el centro de la ciudad un enorme mausoleo en honor a Alejandro (llamado Soma, del griego "cuerpo"), del que, como es de suponer, no queda constancia alguna.
En este mausoleo la momia de Alejandro descansaba dentro de un sarcófago de oro que Ptolomeo X Alejandro I hizo fundir en el año 89 a.C. para poder pagar a las tropas. En su lugar, se colocó uno de cristal.

DE TUMBA EN TUMBA...

Gracias a los textos que nos han llegado de algunos autores de época clásica sabemos que la tumba de Alejandro era un lugar conocido y visitado por los emperadores romanos en los primeros siglos de nuestra era. Tras la visita de Julio César en el año 48 a.C, Octavio volvió 18 años más tarde después de destronar a la conocida Cleopatra VII. Sabemos que Octavio mandó sacar de la cámara funeraria el sarcófago con la momia, que la coronó, la cubrió de flores y, por un descuido, le rompió la nariz.
También debieron de ver la tumba Germánico y Calígula en el año 19 de nuestra era, Vespasiano y Tito en el 69 y Adriano en el año 130. En el año 200 Septimio Severo mandó sellar la cámara funeraria debido a lo fácil que era acceder a ella. Y quince años después fue Caracalla quien visitó el lugar.
Después de esta fecha las menciones son muy confusas. El terremoto del año 365, que provocó el increíble tsunami que destrozó gran parte de la ciudad, debió de ser la causa de la pérdida del mausoleo de Alejandro, el Soma. Sin embargo, Libanio de Antioquia (s. IV) cita los cultos paganos de Alejandría en los que se veneraba el cuerpo de Alejandro. La persecución en esta época por parte de Teodosio de esta clase de cultos hace sospechar que si la tumba de Alejandro no fue completamente destruida, sí lo fue su cuerpo.

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¿DÓNDE ESTÁ ALEJANDRO?

La pista de la tumba de Alejandro solamente se puede seguir ahora a través de las fuentes árabes. Después de varios siglos de silencio, la precaución ha de ser máxima al analizar este tipo de relatos. Como ya he comentado anteriormente, a la hora de hablar del sarcófago de Nectanebo II recuperado por los franceses en 1798 en la mezquita de Attarine, este parece ser uno de los lugares que se podría vincular al antiguo mausoleo. Sin embargo, parece que la conexión deriva solamente del sarcófago vacío de Nectanebo II, y no tanto de que, efectivamente, en esa mezquita se conservara alguna vez el cuerpo del rey macedonio. Tras la completa desaparición de la mezquita de Attarine, el testigo es tomado por una nueva mezquita alejandrina, la de Ne-bi Daniel, que se levantó junto a la colina de Kom el-Dikka ("la colina del cuerpo") en el año 1823. Bajo ella hay una amplia red de túneles de origen desconocido que ha dado lugar a las leyendas más absurdas. Se cuenta, por ejemplo, que en cierta ocasión una prometida de gran peso se hundió en uno de estos túneles y desapareció para siempre, a pesar de que los invitados la buscaron en los laberínticos vericuetos de los subterráneos alejandrinos.

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