Una frase fue suficiente para sacudir de nuevo miles de años de historia y reanudar un viejo debate. "Jesús les dijo: Mi esposa..." Esta línea incompleta, escrita en lenguaje copto -hablado por los antiguos cristianos egipcios del siglo II-, forma parte de un fragmento de papiro de 4 cm x 8 on dado a conocer por la profesora Karen King, catedrática de la Universidad de Harvard. El trozo, que muestra ocho líneas de texto incompletas, escritas con tipografías griegas y demóticas, fue confiado a la experta por un coleccionista privado, de ahí que la noticia del hallazgo fuera recibida con cierto escepticismo dada la posibilidad de que pueda tratarse de una falsificación. La pieza es muy posible que haya pertenecido a un códex -libro con páginas de papiro-, y está escrita por sus dos caras; en una las letras prácticamente se han desvanecido, mientras que en la otra se muestran legibles aunque un tanto borrosas. No se puede determinar con exactitud a qué tipo de Evangelio pertenece, de entre las docenas que existieron en los primeros años del cristianismo, aunque el nombre de María aparece escrito una vez, mientras que el de Jesús se repite dos veces. Si bien la tradición sostiene que Jesucristo nunca se casó, en realidad no existen pruebas que lo sustenten -pero tampoco que muestren lo contrario-, y aunque este descubrimiento no es una evidencia sólida, es quizá una prueba más de que hacia el segundo siglo después de su muerte los primeros cristianos ya sostenían debates al respecto, y es la razón que sustenta filosóficamente una larga tradición de celibato entre sus actuales ministros, los sacerdotes católicos.
Testimonios y dudas
No es la primera vez que a Jesús se le atribuye una compañera. De hecho, para el contexto de la época es muy probable que tuviera esposa, e incluso hijos, aunque esto no sea explícito en los Evangelios aceptados por la Iglesia. Tal vez, aunque hubiera tenido familia, para la misión que tenía encomendada fuera necesario alejarse de ella, dados los peligros que even-tualmente terminaron con su persecución y muerte. Tal como sucede con tantas grandes figuras de la historia, sus descendientes quizá habrían sido opacados por sus logros quedando así en el olvido. En todo caso, el personaje de María Magdalena siempre ha acosado a los aficionados, escritores, historiadores y creyentes, quienes la han visto como una posible candidata a ocupar el puesto de compañera sentimental, sea como discípula, amante o esposa. Pero también es posible que Jesús fuera célibe, en el más puro espíritu de filósofos como Sócrates, quienes creían que la abstinencia les daba el tiempo suficiente para la adquisición de conocimiento. De cualquier forma, esto no tendría la mayor importancia si no fuera por la validez que la Iglesia Católica le otorgó, y las consecuencias que esto atrajo.
En opinión de Karen King, desde sus inicios los primeros cristianos debatieron si era necesario contraer matrimonio para poder ejercer el ministerio de su religión, pero no fue sino hasta un siglo después de la muerte de su creador cuando apelaron por primera vez a su estatus matrimonial, dado que el poder político y económico de la Iglesia había crecido de tal manera que hacía indispensable realizar ajustes a su funcionamiento interno; paradójicamente, tal como opina el teólogo español Juan José Tamayo, el cristianismo es "una religión que surge de un movimiento laico -Jesucristo, apóstoles y seguidores lo fueron-, que a su vez se convierte en una organización dominada, controlada y basada en clérigos".
El celibato sacerdotal, aunque recomendado, nunca fue cumplido hasta bien entrado el feudalismo. A pesar de las condiciones sociales prevalentes a lo largo de la historia antigua, en las que el patriarcado y el androcentrismo son notables y el papel de la mujer es bastante limitado por imposiciones sociales, el cristianismo primigenio permitió la ordenación de varias mujeres para oficiar sus ritos, al menos eso ocurrió hasta el año 350. Fueron los factores económico y político los que llevaron a las autoridades eclesiásticas a encontrar una justificación para implementar el celibato de manera obligatoria; por el lado práctico, el que los sacerdotes no tuvieran familia evitaba que al morir sus descendientes heredaran sus propiedades -privando a la Iglesia de incrementar notablemente sus riquezas-, y por el lado religioso, los Evangelios canónicos en ningún momento mencionan que Jesús estuviera casado. Fue este último aspecto lo que sirvió para justificar públicamente dicha imposición -la estricta obediencia a la Biblia que exige la Iglesia Católica contemporánea es incuestionable, y por ello cualquier indicio que contradiga esta
idea ocasiona revuelo-. Otro factor que decidió la suerte del matrimonio dentro del sacerdocio fue la Reforma Protestante, cuando el celibato fue visto como una manera de imponer disciplina a los representantes del clero, pues muchos de ellos habían caído en infinidad de escándalos sexuales que habían mermado su reputación. Así, el abstenerse del contacto con el otro sexo fue visto como símbolo de superioridad moral sobre los protestantes, quienes sí tenían permitido casarse; esto se confirmó en el Concilio de Trento (1545-1563), donde se impuso como dogma que las personas célibes y vírgenes eran más virtuosas que las unidas en matrimonio, hecho que siglos después permanece indiscutible entre los fieles católicos.
Especulación y pruebas
"No a mí. Mi madre me dio la vida...", es otra de las líneas que se tradujeron del ahora conocido como Evangelio de la Esposa de Jesús. De acuerdo con Karen King, uno de los motivos para desacreditar su hallazgo se encuentra en la idea que ronda en muchos creyentes sobre la existencia de suerte de 'agenda' para probar el matrimonio de Jesús, en la más pura tradición de las conspiraciones políticas, tan de moda por estos días. Para probar su autenticidad, contó con la ayuda del papirólogo Roger Bagnall, de la Universidad de Nueva York, y de AnneMarie Luijendijk, del departamento de estudios del Nuevo Testamento y cristianismo primitivo de la Universidad de Princeton, quienes se dieron a la tarea de analizarlo; compararon no solo la letra manuscrita, sino incluso verificaron los niveles de absorción de la tinta en el papiro con la ayuda de fotografía digital infrarroja y distintos niveles de iluminación. Por su parte, un experto en lengua copta, el profesor de lingüística Ariel Shisha-Halevy, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, certificó que la construcción gramatical del texto no fue producto de una improvisación. Sin embargo, esto último fue desafiado por Alberto Camplani, experto en lengua copta de la Universidad La Sapienza de Roma, quien trabaja para L'Osservatore Romano, el diario oficial de la Santa Sede. Uno de sus argumentos es la procedencia del manuscrito, pues aclara que no es la primera vez que surge un papiro de una colección privada y resulta falso. No obstante, su principal refutación proviene más de la interpretación del texto que hace King, al cual le atribuye una posible conexión con el cristianismo gnóstico de aquellos siglos. Los gnósticos, declarados herejes y eventualmente perseguidos hasta el exterminio, consideraban las escrituras y enseñanzas de Jesucristo como propias de una filosofía del conocimiento, más que un simple acto de fe. Asimismo, no lo consideraban hijo de Dios -es decir, Dios mismo-, sino un 'iluminado', y utilizaban en sus textos diversas alegorías
sobre su persona para transmitir conocimiento de carácter universal más que religioso. El hecho de incluir una mujer en su vida podría tener implicaciones más bien metafóricas.
En este sentido, vale la pena mencionar el descubrimiento que realizó el egiptólogo Cari Schmidt en 1955. Encontró que los manuscritos que habían sido depositados a fines del siglo XDC en el Museo Egipcio de Berlín formaban parte de un Evangelio en el que se menciona un diálogo entre Jesús, sus apóstoles y una discípula llamada Mana. En este, del que solo se han recuperado tres fragmentos, la figura femenina podría ser una representación de la sabiduría, más que una mujer de carne y hueso como María Magdalena.
La novedad de temporada
En su momento la novela La última tentación de Cristo (1953), de Nikos Kazantzakis, y su eventual adaptación fílmica en 1988, causaron revuelo por la visión de que Jesús pudo considerar la alternativa de desposar a María Magdalena, y después de enviudar, tomar a Marta y María, las hermanas de Lázaro, como compañeras para tener hijos y llevar así una vida común y corriente. En 1982 se publicó La Santa Sangre, El Santo Grial, investigación en la que se basara El código Da Vina, novela que levantó de nuevo la polémica, al especular sobre la descendencia de Jesucristo y una conspiración creada a su alrededor.
Pero mientras la industria del entretenimiento se alimenta de estas especulaciones, todavía quedan muchos textos antiguos que podrían entregar más información, no sobre Jesús propiamente tal, sino de la manera cómo se formó una religión a partir de su persona y enseñanzas. Un ejemplo es el llamado Códex de Berlín, descubierto a finales del siglo XIX y del que se desprende el Evangelio de María, el Apócrifo de Juan, La Sofía de Jesucristo y el Acta de Pedro. También el Códex Tchacos, descubierto a principios de la década de 1990, con historias conocidas como El Evangelio de Judas, La Oración del Apóstol Pablo o El Evangelio de la Verdad. En opinión de King, "estos trabajos son valiosos en tanto que brindan evidencia para descubrir más acerca de la historia y diversidad de las formas, prácticas e ideas de los cristianos durante los primeros siglos después de la muerte de Jesús". Es probable que nunca se llegue a saber cómo fue exactamente la vida de Jesucristo -hay incluso quienes aseguran que quizá nunca existió-, pero entre los misterios que nos ha legado, su relación con el sexo femenino es quizá el más fascinante.
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