- LA BIBLIA - I PARTE: Mucho más que un libro sagrado
- LA BIBLIA - II PARTE: Los escenarios bíblicos
- LA BIBLIA - III PARTE: Tierras y hombres de Israel
- LA BIBLIA - IV PARTE: Un libro de libros
- LA BIBLIA - V PARTE: Las huellas arqueológicas de la Biblia
- LA BIBLIA - VI PARTE: Los 7 mitos del libro sagrado
- LA BIBLIA - VII PARTE: Amor, sexo y pasión en la Biblia
- LA BIBLIA - VIII PARTE: La vida cotidiana en Jerusalén
- LA BIBLIA - IX PARTE: Los adversarios bíblicos de Israel
- LA BIBLIA - X PARTE: Héroes y heroínas de la Biblia
- LA BIBLIA - XI PARTE: La Biblia y los inicios del cristianismo
I PARTE:
MUCHO MAS QUE UN LIBRO SAGRADO
La gran novela de la humanidad
Durante siglos, los hechos de la Biblia se tomaron al pie de la letra como episodios históricos. Hoy es unánimemente considerada una gran obra literaria que mezcla ficción, realidad, tradiciones orales y mitología.
Por Jaime Vázquez Allegue, doctor en Teología Bíblica y periodista
La Biblia es el único libro que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Con más de tres mil años de historia y editada en más de dos mil lenguas y dialectos diferentes, es la obra literaria más vendida de todos los tiempos y también la más traducida. Puede decirse que es el texto que más ha influido en la humanidad, puesto que ha determinado una buena parte de la historia de Occidente. Judíos y cristianos consideran la Biblia un libro sagrado, porque creen que fue revelado por Dios; en sus páginas encuentran normas, valores y una manera concreta de entender el mundo. Pero su influencia no es sólo religiosa: la Biblia ha sido fuente de inspiración artística para la pintura, la escultura y el resto de las artes. Creyentes y no creyentes la leen con respeto y con un interés especial. Por eso, es más que un libro: se trata de un monumento literario con una tradición histórica jamás superada por otra obra. La Biblia es la gran novela de la humanidad.
¿Realidad o ficción?
Durante mucho tiempo, a nadie se le ocurrió pensar que lo que decía la Biblia pudiera no ser verdad. El carácter sagrado que judíos y cristianos daban a la obra revelada impedía dudar de lo que en ella se decía. Hoy las cosas han cambiado y la Biblia es leída e interpretada como un libro sagrado y, también, como una obra literaria.
En bastantes ocasiones, la historia y la arqueología han servido para confirmar lo que describe la Biblia. Arqueólogos e historiadores han demostrado que el monte Sión fue la ciudad de David; que hubo gran esplendor en Jericó en tiempos de Herodes el Grande; la deportación de los israelitas a Babilonia tras la destrucción de Jerusalén por el rey Nabucodonosor, en el año 587 a. C., etcétera Nadie duda de la existencia de un primer Templo y otro posterior reformado. Nadie con sentido común cuestiona la existencia histórica de Jesús de Nazaret.
Sin embargo, la moderna crítica literaria, los análisis filológicos y textuales, la exégesis bíblica, los métodos de interpretación históricos y la propia arqueología han demostrado también que muchos de los hechos y personajes que se describen en la Biblia no existieron, o existieron pero no como aparecen retratados en los escritos sagrados. A pesar de ello, aún hoy resulta polémico añrmar que Adán y Eva son una creación literaria, que ni Abraham ni Moisés han existido nunca, que las historias de los patriarcas no son más que invenciones piadosas, que los israelitas no atravesaron el Mar Rojo o que los reyes Saúl, David y Salomón no fueron más que pequeños monarcas locales.
Un libro controvertido.
La historicidad de parte de los acontecimientos que se relatan en la Biblia y la confirmación de que otros son pura ñcción han llevado a dos posicio-namientos extremos. Por un lado están quienes se sitúan en posiciones defensivas y añrman que todo lo que dice la Biblia es verdadero y que lo que en ella se describe es lo que realmente sucedió. Por otro, los que cuestionan todo lo que aparece en los textos bíblicos, los que niegan cualquier rasgo de historicidad al gran libro. Situarse entre el todo de unos y la nada de otros es la posición más objetiva de la mayoría de historiadores, biblistas y exégetas, sean judíos o cristianos, creyentes o no creyentes.
La Biblia es una obra que contiene multitud de géneros: histórico, narrativo, poético, fabulístico, pro-fético... En ella se dan cita los ingredientes de la mejor literatura: misterio, curiosidad, intriga, emoción, violencia, erotismo... Pero la Biblia también es una colección de relatos, leyendas y mitos no siempre coherentes. En sus páginas encontramos abundantes contradicciones, duplicaciones, exageraciones numéricas. Hay escritos muy bien redactados y poesías muy elaboradas, pero también errores de bulto y textos de muy torpe ejecución literaria.
Además, los relatos bíblicos mezclan la historia y la ñcción, lo que en muchas ocasiones impide que nos situemos ante sus postulados con objetividad. Son textos que nos informan más sobre el mundo de quienes los han escrito que sobre el mundo que pretenden describir.
Los relatos de la Creación, por ejemplo, no pueden ser una crónica de los orígenes del mundo y de la humanidad, entre otras cosas porque nadie estuvo presente como para contar el desarrollo de dicho proceso. La verdadera intención de sus autores, empero, fue la de transmitir una identidad, una tradición, una cultura frente a las injerencias externas que amenazaban la integridad de un judaismo en peligro. Leído de este modo, no tiene por qué haber enfrentamiento entre la teoría científica de la evolución de las especies y la narración bíblica sobre los orígenes que contiene el Libro del Génesis.
La Biblia como pretexto.
Para los creyentes -judíos y cristianos-, la Biblia es palabra de Dios. Para los historiadores, un viaje al pasado. Para los arqueólogos, un mapa de la antigüedad. Para los filólogos, una obra literaria. Para unos y otros, la Biblia, el libro por excelencia de la cultura occidental, es una obra llena de misterios y enigmas que están todavía por resolver.
Durante siglos, la Biblia ha sido utilizada asimismo como pretexto, como razón para la defensa de una tradición. Por ella han muerto innumerables personas; a costa de ella, se ha asesinado a millones de hombres y mujeres. Los judíos encuentran en ella la razón fundamental para ocupar la tierra de Palestina. Los cristianos se mataron por discrepancias en su interpretación. La Biblia es un clásico intercultural trasplantado de Oriente a Occidente, un monumento literario a la imaginación, un referente del humanismo y el canon interreligioso del que proceden el judaismo, el cristianismo y el islam. De ella depende parte de nuestra identidad occidental.
Memoria colectiva.
Pero la Biblia es, ante todo y sobre todo, la materialidad de sus textos: antiguos papiros y pergaminos escritos en hebreo y en griego, una gran biblioteca de libros que, juntos, forman un canon religioso y literario que ha configurado la historia de nuestro mundo, la historia de la humanidad.
En primera instancia, estos textos son la memoria colectiva de un pueblo que, a lo largo del tiempo, ha ido registrando unos acontecimientos, fechados y detallados, para que fueran contados de generación en generación. Todos estos sucesos que forman parte del pasado de un pueblo constituyen su historia. Pero la historia no es sólo una serie de hechos registrados en forma de crónicas. La verdadera historia es algo más que la descripción exacta de lo que pasó. La historia de un pueblo está llena de alegrías y sufrimientos, de risas y lágrimas, de experiencias y sentimientos que constituyen los recuerdos personales, familiares y colectivos. Esa historia, la de las personas, se guarda en la memoria y se transmite de padres a hijos (a través de relatos de familia, objetos personales, cartas, álbumes con fotografías amarillentas...) con una finalidad: conservarla a lo largo del tiempo y darla en herencia a las nuevas generaciones como parte integrante de su identidad, de su pasado, de su cultura y de su forma de ser.
Así, la Biblia es como un álbum de fotos antiguas cargado de recuerdos. Cada imagen, cada descripción, cada secuencia tiene su razón de ser. Sus autores, lejos de intentar convertirse en historiadores, fueron transmisores de experiencias, narradores de cuentos y leyendas que querían dejar un legado a las nuevas generaciones. El autor del Libro de los Salmos define a los redactores bíblicos con estas palabras: "Las cosas que hemos oído y que conocemos, las que nos contaron nuestros antepasados; las glorias de Dios y su poder, las maravillas que realizó, no se las ocultaremos a sus descendientes, sino que las contaremos a las generaciones futuras" (Sal. 78, 3-4).
Una colección narrativa.
La Biblia no es, en efecto, un manual de historia, pero contiene una colección de historias que recogen las experiencias que ha ido registrando el pueblo de Israel y que ha convertido en narraciones y relatos. No es un libro de historia, pero en él encontramos diferentes maneras de escribir la historia. Los criterios con los que hoy entendemos ésta son más estrictos y rigurosos que los que caracterizaron la redacción de los relatos bíblicos. Por esa razón, en la Biblia no encontramos recensiones exactas de los hechos ni crónicas de testigos oculares. Lo que hallamos es una enorme colección de formas de transmitir un mensaje, de expresar una identidad y de formar la conciencia de un pueblo que quería entender quién era, de dónde venía y hacia dónde iba.
No es necesario tratar de entender y estudiar tanto para NO creer en Dios , Dios revela a quien quiere, todas esta palabrería es de quien no va a entender a Dios jamas . Esto se trata de la FE y si no saben lo que es Fe es la certeza de lo que se espera y la conviccion de lo que no se ve, no es por vista es por FE . Dios es sabio, el hombre y su sabiduría humana son una verguenza y una falta de respeto a Dios
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