lunes, 5 de marzo de 2012

Peñíscola, el refugio del Papa maldito



Para los amantes de lo esotérico, de los lugares imposibles, Peñíscola es un emblema en España. Esta bella ciudad costera de Castellón es una de las tres sedes papales que ha habido en la historia, junto a Roma y Avignon. Allí vivió el Papa Luna, cuya historia ha sido estudiada por numerosos investigadores. Pero antes fue morada de íberos, puerto de fenicios, lugar de descanso de los temibles ejércitos del cartaginés Aníbal antes de intentar tomar Roma, plaza de musulmanes, enclave templario y, lo más reseñable, sede papal. La fortaleza vieja se divisa a lo lejos, desde la carretera, como un difícil equilibro entre lo natural y lo sobrehumano. Aquí se grabó la última escena de la película El Cid Campeador, interpretada por Charlton Heston.AI fondo, sobre un peñasco, mientras galopa muerto Rodrigo sobre Babieca, se contempla un castillo que serpentea, en escorzo, sobre la roca. Se trata de Peñíscola. Un último apunte antes de comenzar el relato histórico: las paellas del Club Náutico son exquisitas. Paren allí y cojan fuerzas para comenzar la subida.
Una pendiente lleva al viajero por los muros de la fortaleza. Frontera con el mar y las rocas. No es de extrañar que se considerara un lugar inexpugnable. El propio Pedro de Luna, futuro Papa Benedicto XII, llamó a este lugar "el Arca de Noé". El que fuera considerada inexpugnable lo demuestra que no pudo ser conquistada por Jaime I el Conquistador, que tuvo que negociar con los musulmanes la entrega de esta plaza a cambio de otras tierras. No obstante, la historia del lugar comienza con la construcción por parte de los caballeros templarios de su castillo.


La fortaleza santa
En 1294 la Orden del Temple decide levantar, en un lugar considerado de grandes corrientes magnéticas, una colosal fortaleza sobre una roca pegada al mar. Peñíscola, al igual que ocurre con el Mont Saint Michel en Francia, era un enclave que cuando subía la marea o había una tempestad quedaba aislada por las aguas -ahora ya no ocurre-. Los templarios son los únicos con poder y recursos suficientes para poder emprender semejante obra. En sólo 13 años se terminan los trabajos, lo que da una idea de lo rápido que se realizaron. Estamos en 1307 y la Orden comienza a ser perseguida en España por herejía. De hecho, ese mismo año, el comendador de los caballeros en la fortaleza es arrestado junto a otros compañeros por decisión del rey Jaime II. El propio monarca crea una Orden heredera de los templarios, Montesa, a los que entrega de nuevo el castillo en 1319. La nueva milicia de Dios recibe el encargo de asegurar las débiles fronteras de Levante ante el empuje constante de los moros. Durante el reinado de Pedro IV de Aragón, la localidad tiene una importante tarea de control, como puerto, de los ataques que por mar lanzan los musulmanes.
La fisonomía de la obra recuerda a las construcciones que los templarios levantaron en Tierra Santa. Muchos de sus símbolos están presentes y, sobre todo, se crea esa imagen de robustez, sencillez y complejidad que tienen la mayoría de edificios de la Orden. Hoy en día se ha perdido casi la cuarta parte de la construcción original. En la Guerra de la Independencia las tropas napoleónicas se refugiaron allí y los españoles tuvieron que bombardear y derruir parte de la misma.


El Cisma de Occidente
Pero el hueco que la localidad se ha hecho en la historia se lo debe al conocido como Papa Luna. Intentaré resumir la compleja historia del Cisma de Occidente. Pedro Martínez de Luna, nacido en Aragón, fue nombrado cardenal por Clemente VI, desde la sede de Avignon. Antes, se había producido el cisma en la Iglesia tras una ilegal elección papal, en la que el pueblo amenazó a los pocos cardenales presentes en la votación. Sin entrar más en este asunto se produce la muerte de Clemente VI y Pedro de Luna es elegido Sumo Pontífice (1394).


Pero la monarquía francesa rechaza al nuevo Papa, por ser poco influenciare y mantener buenas relaciones con la Corona de Aragón, y las presiones obligan al ya por entonces Benedicto XIII a huir a España e instaurarse en la fortaleza de Peñíscola, donde instala el nuevo papado. En ese instante hay tres cabezas de la Iglesia, en Roma, Avignon y Peñíscola. En 1414 se celebra el Concilio de Constanza, que dura hasta 1418, y en el que la Iglesia pretende volver a tener una única cabeza visible. Finalmente se decide que el poder papal retorne a Roma, considerándose ilegítima cualquier pretensión contraria. La situación llega a tal punto que el nuevo Pontífice, Martín V, manda a un legado a Peñíscola con la intención de envenenar al Papa Luna. No lo consiguió y Benedicto XIII muere en la cama, a los 96 años, defendiendo sus derechos legítimos a ser el único y verdadero Papa.
Durante su mandato se suceden las leyendas que surgen sobre sus conocimientos y sus posesiones. Cuentan que en un momento en que el Papa Luna se sintió acorralado y quiso huir de la fortaleza, él mismo levantó una escalera de piedra que le permitía acceder al mar. Dicen que mientras realizaba tan descomunal esfuerzo perdió su anillo papal, una importante joya que no ha sido encontrada desde entonces. Se dice que Benedicto conservaba el Códice Imperial, un escrito del emperador Constantino que era considerado sagrado y prohibido a la vez, ya que revelaba importantes secretos en torno a la Iglesia, que podían incluso destruirla. Sólo los Sumos Pontífices y sus cancilleres más allegados podían leer lo que estaba escrito. Nunca se ha encontrado y por él peleaban las tres sedes papales. De hecho, el Códice, guardado en una cánula de oro, ha sido buscado en todos los rincones de la fortaleza sin éxito alguno.
Ni siquiera se halló rastro de él en la biblioteca que poseía Benedicto XIII, donde se amontonaban obras de Ovidio, Averroes, Santo Tomás, Séneca, Maimónides o Aristóteles. La vida del Papa Luna está llena de misterios y, desde luego, hizo suya como nadie una frase que se le atribuye: "Yo me mantengo en mis trece".
Tras la muerte de Benedicto XIII, fue nombrado Papa en el Salón del Cónclave del Castillo de Peñíscola, Gil Sánchez Muñoz, Clemente VIII, que tras fuertes presiones de la Corona de Aragón abdica en el 26 de julio de 1429 en Martín V. Con este hecho termina el conocido como Cisma de Occidente y la localidad deja de ser considerada sede papal. Aún hoy hay algunos estudiosos que mantienen que existe una línea sucesoria secreta de Sumos Pontífices, de gran relevancia, que reclamará de nuevo el trono de Roma.

Morella: la noche medieval

No es la única que existe en España que conserva su estructura medieval, pero Morella está sin duda entre las localidades que hay en la Península con mayor encanto y que mejor ha sabido conservar su patrimonio histórico artístico. Morella debe visitarse sin mapa, perdiéndose por sus callejuelas estrechas, pasando por sus numerosos pórticos, recorriendo sus murallas de más de 1500 kilómetros de longitud. Una postal artificial, al igual que Peñíscola, parece cuando se contempla desde el coche, a lo lejos. El castillo, como si de un perfecto decorado se tratara, jalona las casas a las que da sombra, a sus pies. El convento de San Francesc o la Basílica Arcipestral de Santa María la Mayor son algunos de sus más importantes monumentos. Por último, un consejo: no se vayan de Morella sin haberla contemplado, desde la distancia por la noche. La iluminación de la ciudad le confiere un aspecto mágico.



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