miércoles, 1 de septiembre de 2010

Las monjas endemoniadas de Loudun



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por dadmarrana


Tradicionalmente, Francia ha sido el país donde se ha producido el mayor número de incidentes relacionados con supuestas presencias diabólicas en edificios de carácter religioso. Uno de los casos documentados más antiguos tuvo lugar en un convento de la localidad de Cambrai, al norte del país, en 1491. La protagonista inicial de los hechos fue Jeanne Potière, una de las monjas, que comenzó a manifestar un comportamiento extraño.
Poco a poco, su conducta anómala se contagió al resto de las hermanas. En un principio se trató de sucesos triviales, como la ocultación de algunos objetos de uso cotidiano. Sin embargo, muy pronto se observó que las religiosas sufrían convulsiones sin explicación aparente. En los textos conservados se describen los rostros crispados de las monjas y cómo sus cuerpos eran sacudidos por violentos espasmos. 
También se hace hincapié en que éstas parecían dotadas de una fuerza sobrehumana, capaz de poner en serias dificultades a hombres fornidos que trataban de sujetarlas. Lejos de remitir, los fenómenos aumentaron su intensidad. El convento parecía un manicomio. Las monjas corrían despavoridas, emitiendo sonidos guturales y aullando por los campos colindantes como perros asilvestrados. Aunque contaron con la asistencia de sacerdotes que practicaron exorcismos y de médicos que aplicaron terapias naturales, nada de ello surtió efecto. Finalmente, una de las novicias acusó a Jeanne Potière de ser la culpable de todo lo ocurrido. Tras interrogarla, las autoridades eclesiásticas la condenaron a cadena perpetua por, según éstas, haber cohabitado con el Maligno desde que tenía nueve años y realizar actos monstruosos en el interior del convento. 


Imagen IPB


El caso de las endemoniadas de Loudun es probablemente el más famoso caso de posesión diabólica colectiva que se conoce. Tuvo lugar en 1634 en la pequeña ciudad francesa deLoudun. Afectó a las monjas ursulinas del convento de la localidad, supuestamente hechizadas por el padre Urbain Grandier, quien fue acusado de brujería, de acuerdo con el testimonio de las endemoniadas, y condenado a morir en la hoguera.
Varias monjas aseguraban haber visto al fantasma de su confesor, que había fallecido recientemente. Al igual que en Cambrai, muchas de ellas comenzaron a sufrir violentos espasmos, hasta el extremo de quebrarse los dientes al apretarlos con inusitada fuerza. Además, las religiosas proferían maldiciones, blasfemias y lanzaban escupitajos. De aquellos hechos se culpó a Urbain Grandier.



Imagen IPB

Urbain Grandier era el cura párroco de St-Pierre-du-Marche, en Loudun, ciudad situada en el Poitou (Francia) desde 1617. Hombre atractivo, elegante y refinado, tuvo relaciones con varias mujeres de la localidad, entre ellas Philippe Trincant, hija de Louis Trincant, fiscal del rey en Loudun. Grandier fue probablemente el padre del hijo ilegítimo de Philippe. Fue amante también de Madeleine de Brou, hija de René de Brou. Se cree que Madeleine era ya amante de Grandier cuando éste escribió un tratado contra el celibato de los sacerdotes.
Debido a su comportamiento, Grandier tenía numerosos enemigos en la ciudad de Loudun. En 1629 tuvo un enfrentamiento con Jacques de Thibault, agente del cardenal Richelieu, que llegó a golpear al párroco. Grandier marchó a París para denunciar a Thibault ante el rey Luis XIII; a su vez, sus enemigos lo acusaron de inmoralidad ante su superior eclesiástico, el obispo de Poitiers, Henri-Louis Chasteignier de la Rochepozay.
En Loudun se llevó a cabo una investigación acerca de la conducta de Grandier, dirigida por uno de sus principales enemigos, el fiscal Louis Trincant. El 15 de noviembre de 1629, Grandier fue puesto bajo arresto en Poitiers por orden del obispo. El 3 de marzo de 1630, fue condenado a abstenerse de ejercer sus funciones eclesiásticas durante cinco años en la diócesis de Poitiers, y durante el resto de su vida en la ciudad de Loudun. Salió de la prisión, donde había permanecido durante más de tres meses, y apeló al arzobispo de Burdeos. En noviembre de 1631, Grandier, gracias a sus influencias en las altas esferas, logró que le fuera levantada la suspensión a divinis, y fue restaurado en su dignidad eclesiástica.
Por la misma época, Grandier se opuso públicamente al designio del cardenal Richelieu de demoler la fortaleza de Loudun, lo cual le granjeó la enemistad del poderoso ministro de Luis XIII.
El convento de monjas ursulinas de Loudun había sido fundado en 1626. Desde el año siguiente, su superiora era la madre Juana de los Ángeles, llamada en el siglo Jeanne de Belciel, nacida en 1602 de una familia de la baja nobleza. En 1634, vivían en el convento diecisiete monjas, incluida la superiora. La superiora había solicitado a Grandier que se convirtiese en el confesor de las monjas, pero Grandier había rechazado su requerimiento.1 Tras el rechazo de Grandier, aceptó el cargo el canónigo Mignon, rival de éste en la carrera eclesiástica, y que había perdido recientemente un pleito contra él.

Posesión y primeros exorcismos
En el otoño de 1632, las monjas comenzaron a ser testigos de extrañas apariciones sobrenaturales, que comunicaron a su director espiritual, el padre Mignon. No está claro si fueron de algún modo inducidas por Mignon, que quizá colaboraba a su vez con el obispo de Poitiers, a dar el nombre de Grandier. Convencido de encontrarse ante un caso de posesión diabólica, Mignon hizo llamar como exorcistas a otros sacerdotes de las localidades vecinas de Veniers y Chinon.
Los padres Mignon y Barre comenzaron a exorcizar a las monjas. Durante los exorcismos, varias de las monjas, incluida la superiora, Juana de los Ángeles, sufrieron violentas convulsiones, chillaron e hicieron proposiciones sexuales a los sacerdotes. Muchas de ellas narraron sueños pecaminosos. La superiora reveló que ella y las otras monjas estaban poseídas por dos demonios, llamados Asmodeo y Zabulón, que habían llegado hasta ellas cuando el padre Grandier arrojó un ramo de rosas por encima de los muros del convento.
Grandier trató de evitarlo, recurriendo primero al bailío de Loudun, y luego al arzobispo de Burdeos. Finalmente, gracias a este último, los exorcismos se interrumpieron el 21 de marzo de 1633, y las monjas fueron recluidas en sus celdas.

Acusación de brujería
Continuaron, sin embargo, los esfuerzos de los enemigos de Grandier para causar su ruina. Uno de estos enemigos era Jean de Laubardemont, pariente de Juana de los Ángeles y protegido del cardenal Richelieu. Laubardemont y un monje capuchino, Tranquille, dieron al cardenal noticias de los fallidos exorcismos, y le llevaron una copia de un libelo satírico que Grandier había supuestamente escrito sobre Richelieu. El cardenal hizo que Grandier fuera arrestado, acusado de brujería. Fue sometido a tormento y, finalmente, quemado vivo en la plaza de Loudun en 1634.


Imagen IPB

El caso de Loudun en la literatura y el cine
En el siglo XX, el caso de las posesiones de Loudun ha llamado la atención de varios autores. El escritor británico Aldous Huxley publicó en 1952 un ensayo interpretativo sobre el tema, titulado Los diablos de Loudun (The devils of Loudun). El francés Michel de Certeau publicó en 1970 su obra La possession de Loudun.
La historia ha sido llevada al cine al menos en dos ocasiones: en 1961, el polaco Jerzy Kawalerowicz dirigió la película Madre Juana de los Ángeles, y en 1971 el británico Ken Russellestrenó la película Los diablos.
Existe también una ópera basada en las posesiones de Loudun: Los diablos de Loudun, de Krzysztof Penderecki.



Otros.
También en España se dieron casos similares. Uno de los más destacados sucedió en Madrid, en el Monasterio de la Encarnación, más conocido como Convento de San Plácido. Los sucesos merecen un especial análisis. Durante el siglo XVII se produjo un notable aumento de las vocaciones religiosas en España, auspiciado en buena medida por las duras condiciones de vida. Las continuas guerras, la hambruna, las malas cosechas y las epidemias provocaron pobreza, frustración y desamparo. Muchas personas optaron entonces por acogerse a la vida clerical, aunque sólo fuera para asegurarse el sustento. En el marco de este fervor religioso inducido por las penurias cotidianas, debemos situar la fundación del Convento de San Plácido, el 23 de abril de 1623. La impulsora de este proyecto fue Doña Teresa Valle de la Cerda, una persona bien conectada con los círculos próximos al poder gracias a lazos familiares. Junto a otras 29 mujeres entró a formar parte de San Plácido, con Jerónimo de Villanueva como patrón de la nueva institución y fray Francisco García Calderón como prior. 
La propia Valle de la Cerda fue nombrada priora. Las monjas adoptaron la primitiva Regla de San Benito para regir su vida entre aquellas paredes. Ésta se caracterizaba por su extrema austeridad y la singular dureza de su disciplina. No dejaba ningún resquicio a la libre voluntad de las devotas y establecía una obediencia absoluta a los superiores. Considerado el fundador del monaquismo occidental, San Benito (480-547 d. C.), tras estudiar filosofía y oratoria en Roma, decidió abandonar la ciudad como muestra de su rechazo a la corrupción imperante. A los 20 años se recluyó en una cueva y llevó una vida de eremita. Junto con sus seguidores fundó una comunidad cenobítica, imponiendo unas rigurosas normas de comportamiento –la mencionada Regla de San Benito– que regulaban todos los aspectos de la vida monacal y que fueron imitadas en numerosos monasterios, como el de San Plácido. Quizá debido a la adopción de estas severas condiciones de vida, varias de las religiosas enfermaron pocos meses después de su ingreso en este convento. 

Pero el primer episodio verdaderamente extraño tuvo lugar el 12 de septiembre de 1625, cuando una de las hermanas, llamada Luisa María, comenzó a blasfemar y a golpearse contra las paredes. Se la trasladó a la enfermería y, en vistas de que no mejoraba, se solicitó la presencia del confesor del convento, el padre Francisco García Calderón. Su dictamen fue claro: se trataba de una auténtica posesión demoniaca. De inmediato se le practicó un exorcismo en la capilla, siguiendo el Ritual Romano. Al parecer, poco antes de que la mujer desfalleciera, los allí presentes pudieron escuchar cómo ésta aseguraba que otras muchas monjas serían tentadas por criaturas malignas.

1 comentario:

  1. Excelente nota.
    Me ayuda a comprender algunos aspectos que no me quedaban muy claros durante el visionado del film de Russell.
    Muchas gracias.

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