miércoles, 6 de enero de 2010

Visiones del Infierno


Desde la más remota Antigüedad casi todas las culturas han hablado de un lugar al que, una vez traspasado el umbral de la muerte, van a parar quienes no han seguido ciertas normas morales. ¿Cómo es? ¿Permanecen en él para toda la eternidad? Hay muchas y muy variadas interpretaciones sobre cuál es la naturaleza del infierno.

VISIONES DEL INFIERNO

¿De Verdad Existe?
FUENTE: Revista española MAS ALLA (edición Nº 228).


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¿Existe el infierno? Y, si existe, ¿en qué consiste exactamente? Responder a esta pregunta no resulta demasiado fácil, ya que la idea sobre el infierno ha ido variando con el paso de los siglos. Su propio origen se pierde en la noche de los tiempos. Sin embargo, es posible realizar un seguimiento histórico de cómo el género humano ha ido gestando el mito hasta llegar a la visión que predomina en nuestros tiempos. Para empezar, la palabra infierno deriva del latín infernum, que significa “inferior”. Resulta curioso constatar cómo casi todos los pueblos han creído en mayor o menor medida en la existencia de un mundo subterráneo o inframundo no asociado necesariamente a la idea de un lugar de tormento, sino más bien al lugar adonde van las almas de los fallecidos después de su paso por el mundo de los vivos.
Y no es de extrañar, ya que, al ser el enterramiento de los muertos una costumbre muy extendida en todo el planeta, es natural que se identifiquen los cementerios, las criptas y los lugares subterráneos como el hábitat natural de los que en ellos fueron depositados. Ahora bien, la naturaleza de esos lugares ha ido variando a lo largo de los siglos en función de las creencias imperantes de cada época y lugar. Vamos a realizar un repaso de las distintas concepciones del inframundo a lo largo del planeta y a través la Historia.


DEL NARAKA AL NIFELHEIM

Los textos budistas hablan de terribles sufrimientos en un lugar subterráneo llamado Naraka. Pero no se trata de un destino al que uno es enviado como castigo después de un juicio divino, sino que es un lugar en el que uno puede renacer como consecuencia de sus acciones pasadas (karma). La permanencia en él es siempre temporal y permite ganar méritos para renacer en un lugar más elevado. Existen ocho Narakas fríos y ocho calientes, todos ellos situados en el inframundo. Sin embargo, hay una gran cantidad de literatura al respecto con versiones que difieren entre sí. Por su parte, el concepto escandinavo de infierno está asociado al frío y a la oscuridad. Todos aquellos que fallecen de muerte natural van a parar al Nifelheim (Hogar de la Niebla), donde reina la diosa Hela. Sólo los héroes caídos en combate son admitidos en el Valhalla o cielo.
Aunque alejada de los fríos mundos nórdicos, la visión de los aztecas era también bastante pesimista, ya que, a excepción de los guerreros que morían en el campo de batalla o de las mujeres que perdían la vida durante el parto, todos los seres humanos acababan en el Mictlán, el inframundo, donde tenían que atravesar ocho regiones y superar duras pruebas para alcanzar el descanso eterno en la novena. Esa visión contrasta, sin embargo, con la de los pueblos andinos, que carecen del concepto de infierno. Simplemente no existe. Cuando uno muere puede permanecer un tiempo preparándose para regresar a la vida, pero siempre lo hace bien como persona o bien en forma de presencia. En ocasiones puede manifestarse como un animal sagrado. Sí existe para ellos el “mundo de abajo” o Uccu Pacha, que no es una región infernal, sino la morada de seres negativos como el Supay o de entes peligrosos como el socc’a, que se sitúa en lugares apartados y puede chupar la energía de las personas, especialmente de las mujeres.

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EL JUICIO DIVINO EN EGIPTO
El origen de muchas de las tradiciones de Occidente se sitúa en el antiguo Egipto. Por ejemplo, es en esta cultura donde nos encontramos por primera vez con el concepto de juicio post mortem. En el Libro de los Muertos se cuenta cómo el fallecido es conducido a través del Duat (inframundo) por el dios Anubis ante la presencia de Osiris. Una vez allí, se le practica la psicostasis o pesaje del alma situando en un plato de la balanza el corazón del difunto (que simboliza su conciencia) y, en el otro, la Ma’at, una pluma que simboliza la verdad y la justicia. El acto se realiza en presencia de 42 jueces y del dios Thot en calidad de notario. Si la sentencia resulta favorable, el Ka (fuerza vital) y el Ba (fuerza anímica) son premiados con la vida eterna. Pero para ello deben tener un medio físico que les dé soporte. De ahí la necesidad de embalsamar el cuerpo y de fabricar estatuas o representaciones del difunto que permitan dar continuidad a su personalidad. Si el veredicto es negativo, el corazón es devorado por Ammit, un ser con cuerpo de león y cabeza de cocodrilo.
Gran parte de la iconografía cristiana deriva de la egipcia, hasta el punto de que con frecuencia muchas de las escenas representadas en las iglesias y las catedrales medievales son parecidas a las imágenes que ilustran el Libro de los Muertos. Sin embargo, no hallamos todavía en Egipto la idea de un mundo subterráneo como lugar de castigo eterno, sino sólo como lugar de juicio.

Para hallar el origen del concepto actual de infierno es preciso remontarnos a la cuna de nuestra civilización: Mesopotamia. Allí reinaba una visión pesimista de la vida y, en especial, de lo que ocurre después de la muerte. El cielo era la morada de los dioses y el mundo subterráneo era el destino final de todos los hombres tras la muerte. No existía el concepto de premio y castigo. Un texto mitológico, El descenso de Ishtar al mundo inferior, nos cuenta cómo era ese lóbrego lugar: el difunto debe atravesar siete puertas. En cada una de ellas tiene que abandonar parte de su vestimenta o de sus joyas, de manera que cuando atraviesa la última lo hace completamente desprovisto de cualquier objeto y, por lo tanto, en una situación muy vulnerable. Llega así a la casa “sin luz, donde polvo es su vianda y arcilla su comida, donde no ven luz, residiendo en tinieblas, donde están vestidos como aves, con alas por vestido, y donde sobre la puerta y el cerrojo se esparce el polvo”. Así aparecía descrito el Aralu, Arallu, Kigallu o Irkala, la tierra sin regreso, un lugar sin esperanza. El mito se extendió, con algunas variantes, por todo Oriente Próximo y se convirtió con el tiempo en la base de las creencias hebreas.
El inframundo recibió el nombre de Reino de Hades en la Grecia clásica y era también el destino final de los fallecidos. Constaba de varias áreas. La primera era el Érebo, un lugar de oscuridad impenetrable por el que vagaban las almas errantes. Por él pasaban los fallecidos inmediatamente después de morir. Su entrada se hallaba vigilada por Cancerbero, un perro de tres cabezas que impedía la entrada a los vivos y la salida a los muertos. La primera prueba consistía en atravesar el río Aqueronte, para lo cual debían pagar un óbolo a Caronte, el barquero del Hades. Si no tenían dinero debían vagar durante cien años por las orillas del río hasta que Caronte se compadeciera de ellos. En ocasiones éste podía negarse a transportar las almas de aquellas personas que no hubieran sido debidamente enterradas. Una vez alcanzada la orilla opuesta, a los fallecidos les esperaba un tribunal compuesto por tres jueces: Eaco, Minos y Radamanto. Si el muerto era considerado justo, era enviado a los Campos Elíseos. Mas si era hallado culpable le aguardaban los tormentos del Tártaro, donde permanecería vigilado por gigantes dotados de 50 enormes cabezas y 100 fornidos brazos llamados hecantóquiros, que vendrían a ser el equivalente a nuestros diablos. El Tártaro se asemeja al concepto moderno de infierno. Sin embargo, no hay llamas en él, sino que se trata de un lugar oscuro, húmedo y frío, alejado del Sol, aunque, en el caso de que el fallecido hubiera cometido determinadas faltas, podría ser sometido a tormentos con fuego.

EL SEOL DE LOS HEBREOS
El pueblo judío mantuvo la concepción tripartita del mundo que le rodeaba y dividía la realidad entre un mundo superior o celeste, que era la morada de Dios, el mundo terrestre, donde moran los seres vivos, y un mundo inferior, donde habitan los seres maléficos. Inicialmente no preveía distintos destinos para los hombres rectos y los malvados. Así, en el Libro de Job se habla del lugar de cita de todos los seres vivos, llamado Seol, que es el equivalente judío del Hades griego. Era un lugar situado bajo tierra en el que los muertos no sentían ni dolor ni placer, sino que permanecían en un estado de relativa inconsciencia.
Sin embargo, con el transcurso de los siglos y gracias a las ideas apocalípticas postexílicas, comenzaron a desarrollarse las concepciones de castigo y recompensa que culminarían con el concepto de Gehenna, el lugar reservado por Dios para castigar a los malvados. En este sentido, en el capítulo 12 del Libro de Daniel se profetiza la llegada de Miguel, el Gran Príncipe, que liberará a los justos en tiempos de angustia. “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, éstos para la vida eterna, aquéllos para oprobio, para horror eterno”, anuncia. Esa idea es la que después retomará con gran fuerza el cristianismo.

PREMIOS Y CASTIGO
En medio de toda esa imaginería apocalíptica se desarrolla un nuevo concepto: el de reino de los cielos (o reinado, como prefiere traducir el teólogo Juan Mateos). No se trata de una ruptura con las creencias anteriores, sino de la culminación de una evolución. A partir de este momento queda establecido que los justos tengan su recompensa y los malvados su castigo. También se diferencia el concepto de cielo del de inframundo, lugar reservado para los inicuos. La extensión de esas dos ideas fuera de las fronteras de Israel, entre los gentiles, dará lugar a un hecho sin precedentes: la rápida expansión de una nueva religión en la que, por fin, se abre una esperanza para las personas que obren con rectitud. Jesús no se anda con medias tintas: los pobres, los mansos, los que lloran y los perseguidos por causa de la justicia heredarán el reino de los cielos. Por el contrario, los despiadados, los adúlteros y los escandalosos serán arrojados a la gehenna de fuego, donde el gusano no muere y el fuego no se extingue.
En realidad, la idea no es nueva. Jesús no hace más que hablar con el lenguaje de su época. Pero sus palabras dan origen a la creencia en un infierno eterno como castigo para errores temporales. ¿Y cómo se determinaría quién pertenecía a un grupo y quién al otro? En la etapa final del judaísmo se extendió la creencia de que tras la muerte se llevará a cabo un juicio. No era una idea compartida por todos. Los saduceos, por ejemplo, negaban la inmortalidad del alma. Los fariseos, por el contrario, la defendían. Algunos les acusaban por ello de ser helenizantes y de dejarse influir por los judíos de la Diáspora. Jesús compartió con ellos esa creencia. Pero los detalles sobre esos lugares no los llegó a definir propiamente el judaísmo, ni el propio Jesús. Fueron desarrollados por los primeros cristianos...

Las breves palabras de Jesús (en realidad una metáfora basada en las creencias del momento) fueron tomadas muy en serio y “enriquecidas” por los primeros cristianos. En uno de los primeros Evangelios apócrifos, atribuido erróneamente a Pedro, se describen con todo lujo de detalles los tormentos aplicados a los pobres pecadores: “Y había allí gente colgada de la lengua. Eran los blasfemos contra el camino de la justicia. Y bajo ellos ardía un fuego que les atormentaba. Y había un gran mar repleto de cieno ardiente, dentro del cual estaba la gente que abandonó el camino de la justicia, y ángeles les torturaban. También había mujeres colgadas de los cabellos sobre el hirviente barro. Eran las que se habían engalanado para cometer adulterio. En cambio, los hombres que con ellas trabaron relaciones adúlteras colgaban de los pies y metían la cabeza en el cieno, y decían: «¡Nunca imaginamos venir a este lugar!»”.
El texto no tiene desperdicio. Entre los prolijos detalles que aparecen podemos leer cómo mientras los asesinos son torturados sus víctimas permanecen frente a ellos contemplando el espectáculo y, lejos de compadecerse, exclaman “¡Oh, Dios, justo es tu juicio!”. Otro apócrifo relevante es el Libro de Enoc. Aunque no se encuentra entre los libros canónicos, su influencia en algunos textos neotestamentarios, como la Epístola de Judas, y en numerosos escritos de los padres de la Iglesia está plenamente demostrada. En realidad se trata de una amalgama de varios textos, algunos precristianos y otros cristianos. También en él se describen muchos detalles del infierno... o de los infiernos, porque la gran aportación de esta obra es la existencia de un lugar específico destinado a los ángeles caídos y sus seguidores.

EL ISLAM Y EL MAZDEÍSMO
También el Islam defiende la existencia del infierno, que recibe varios nombres. Unas veces se habla de fuego y otras se utiliza el término Jahannam, derivado del hebreo Ge Hinmon o Gehenna. El infierno musulmán coincide con el cristiano en ser un lugar lleno de fuego en el que los pecadores permanecen encadenados y reciben como bebidaagua hirviente y pus. Sus propias vestiduras son de fuego. Cuando su piel se consume, Dios les da una nueva para que sigan recibiendo tormento. El lugar está vigilado por 19 guardianes. Como es natural, existen distintas interpretaciones del texto islámico que recoge la descripción del infierno. Para algunos todas estas imágenes tienen únicamente un sentido alegórico. Por su parte, el mazdeísmo, la antigua religión persa, destaca por ser dualista, es decir, atribuye a dos personificaciones distintas los conceptos de Bien y de Mal. Muchas de sus ideas fueron asumidas por el judaísmo y por el cristianismo. Aunque no se habla demasiado del infierno, existe un relato poco conocido que lo describe. Se trata de El libro de Arda Viraf. En síntesis, éste es su argumento: en un momento crítico para su pueblo, Arda Viraf es designado para viajar “al lugar de los píos y al de los impíos”. Para ello, tras una concienzuda preparación, bebe el Haoma ritual. Entonces su alma se separa del cuerpo y atraviesa el puente Chinwad para dirigirse al país de los muertos. Dos seres espirituales lo acompañan, Srosh y Adar. Junto a ellos visita el purgatorio, el cielo y el infierno, contemplando las bienaventuranzas de los justos y los tormentos de los pecadores. Cuando visita el infierno sus acompañantes le van explicando las razones por las que cada condenado ha sido castigado y qué tipo de tormento se le aplica. Así, por ejemplo, cuando ve a una mujer colgada por los pechos, sus acompañantes le explican que se trata del “alma de aquella mala mujer quien, en el mundo, abandonó a su propio marido y se dio a otros hombres cometiendo adulterio”. Cuando ve a un hombre alargado sobre un estante a quien mil demonios golpean y pisotean, “se trata del alma de aquel mal hombre que, en el mundo, recogió mucha riqueza y ni la consumió él mismo, ni la dio, ni la compartió con el justo, sino que la retuvo en su almacén”.
Evidentemente, se nos ha quedado corto el espacio y han quedado fuera muchas otras tradiciones, pero lo expuesto basta para dar una idea de la diversidad de “infiernos”, un concepto que en la actualidad está siendo revisado incluso por la Iglesia católica. Pero el cambio más importante se está produciendo en la sociedad, que rechaza la idea de que un Dios bondadoso pueda infligir un castigo eterno. Quizá el factor que puede aportar nuevos datos sobre la existencia o no de un infierno son las experiencias próximas a la muerte de muchas personas que han cruzado esa última frontera y han regresado. Aunque la mayor parte han visitado mundos de luz, algunos han viajado a lugares más sombríos. En lo que todos coinciden es en que ninguna de esas regiones que podríamos llamar infernales es eterna. Tal vez tengan razón, pero no pueden demostrarlo. Lo que es seguro es que todos sabremos algún día la verdad sobre la existencia o no del infierno. Pero nadie tiene prisa por averiguarlo.

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LA DIVINA COMEDIA: NUEVE CÍRCULOS INFERNALES
En el siglo XIVla imagen del infierno recibe un nuevo impulso en Europa con la aparición de La Divina Comedia, de Dante Alighieri, en la que éste ofrece una pormenorizada descripción del Más Allá, dividiéndolo en tres mundos: el infierno, el purgatorio y el cielo. Según Dante, el infierno está dividido en nueve secciones concéntricas superpuestas en forma de embudo. La primera corresponde al limbo y en él se hallan las personas que no han sido bautizadas. En la segunda se encuentran los que cometieron pecados relacionados con la lujuria. La tercera corresponde a los que pecaron por gula, envidia y soberbia. En la cuarta, los avaros y los derrochadores son obligados a compartir espacio. En la quinta y la sexta se hallan los herejes, los materialistas y los orgullosos. El séptimo círculo está subdividido en varios recintos. En él moran los violentos en todas sus variables.
El octavo se reserva para quienes han engañado al prójimo, que se encuentran clasificados en función del tipo de engaño. Finalmente, el noveno círculo encierra a quienes han traicionado a alguien. Curiosamente, Dante rechaza la imagen de un infierno ardiendo. Retomando las tradiciones más antiguas, lo describe como un lugar lúgubre, helado y oscuro y lo sitúa en el inframundo, en el centro de la Tierra, donde sitúa la morada de Lucifer.

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LA VISIÓN DE SWEDENBORG: LIBRE ELECCIÓN
Emmanuel Swedenborg nació en 1688 y dedicó la primera mitad de su vida al ámbito científico, pero en 1745 protagonizó una experiencia mística que reorientó completamente su existencia. A partir de entonces tuvo numerosas visiones que serían la base de distintos libros, entre los que destaca Del cielo y del infierno. Muchos artistas e intelectuales se han sentido fascinados por la obra de Swedenborg: Newton, Goethe, Wagner, Borges y Jung, entre otros. Ello resulta particularmente sorprendente si tenemos en cuenta que Swedenborg afirmaba no sólo hablar habitualmente con ángeles y haber recorrido numerosas regiones espirituales, sino incluso haber conversado con el propio Jesucristo. Sin embargo, el contenido de sus escritos da un giro completo a muchas de las ideas tradicionales. Por ejemplo, afirma que nadie va obligado al infierno, sino que quien lo hace lo ha elegido voluntariamente: “Los que están poseídos por el amor de sí mismos y el amor hacia las cosas mundanas no están facultados para recibir las cosas buenas y verdaderas; abominan de ellas y las desechan. Apenas entran en el cielo y toman contacto con ellas, sienten repugnancia y se apartan. Entonces, huyen rápidamente para confabularse en el infierno con quienes aman las mismas cosas que ellos aman”. Se trata de una cuesión de afinidad y de equilibrio: lo semejante atrae a lo semejante. A juicio de Swedenborg, “el Universo se compone de esferas diferentes, con varios grados de luminosidad y felicidad, y esas esferas nos servirán de morada después de la muerte en la Tierra, de conformidad con las condiciones espirituales que aquí hayamos conseguido”. Aunque heterodoxa, su visión del Más Allá ha llegado hasta nuestros días como una de las más coherentes.

¿SABÍAS QUE...?
Para muchos Dante se inspiró en el antiguo texto persa El libro de Arda Viraf para escribir una de las joyas de la literatura mundial, La divina Comedia

A CADA PECADO....SU CASTIGO
En uno de los primeros Evangelios apócrifos se describe detalladamenten el castigo que le corresponde a cada pecador en el infierno en función de la acción que haya cometido. Así, por ejemplo, las mujeres que hayan abortado son castigadas en un lago de sangre y excrementos, mientras que los blasfemos se hieren “los labios con los dientes y reciben hierro ardiente en los ojos como tormento”. Pero si, además, ha cometido injusticias, el pecador es colgado de la lengua mientras se le chamusca. El fuego es uno de los tormentos favoritos y se aplica, en general, a todos cuantos han abandonado el camino de Dios.

LA CURIOSIDAD
En un principio, los antiguos griegos concebían el espíritu de los muertos como una imagen incorpórea de su yo anterior sin entendimiento ni conocimiento que, en el mejor de los casos, dedicaba su tiempo a vagar por praderas de asfódelos. Pero posteriormente esa idea fue evolucionando gracias a las religiones mistéricas y a las obras de los poetas.

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4 comentarios:

  1. me parecio extremadamente favorable el castigo
    pero no entendi de los infiernos-
    bueno tengo que seguir siendo lo mejor de mi

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  2. despues del infieno-el purgatorio que viene
    ¿el paraíso o la vida eterna? cual

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  3. HOLA!
    CHEQUENSE "EL LIBRO DE LA VERDAD" DE SANTIAGO LATORRE LO PUEDEN ENCONTRAR EN:http://encuentrocondios.com/index.asp

    SI QUIEREN SAVER LA VERDAD DE UNA VES POR TODAS EN ESE LIBRO LA PUEDEN ENCONTRAR!

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  4. LA VERDAD ES QUE NO EXISTE PURGATORIO EL LIBRO DE APOCALIPSI LO DESCRIBRE, NI TAMPOCO LAS ALMAS PENAN DIOS DICE EN SU PALABRA QUE UNA VEZ QUE MUERES TE VAS AL CIELO O AL INFIERNO. ESTO ES SI HAS ACEPTADO A NUESTRO SR. JESUCRISTO COMO TU SALVADOR Y HAS CONFESADO TUS PECADOS ENTONCES TE IRAS AL CIELO CASO CONTRARIO AL INFIERNO SI VES LAS IMAGINES DE LA DIVINA COMEDIA ES CASI IGUAL EL INFIERNO. DIOS LES BENDIGA Y OJALA CONFIESEN QUE JESÚS ES NUESTRO SALVADOR. LA VERDAD LA ENCUENTRAS EN LA BIBLIA ES LA ÚNICA PALABRA DE DIOS TE INVITO A QUE LA LEAS

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