miércoles, 6 de enero de 2010

Satán en París


París, año 1900. Una combinación que simboliza la efervescente alegría de un mundo perdido hecho de champán y artistas bohemios, bailarinas del Moulin Rouge y vasos de absenta,can-cany pintores impresionistas. Pero pocos saben que la Ciudad del Amor era también entonces la ciudad del Diablo y que estaba plagada de satanistas y sociedades secretas.

Satán en París:

El Diablo fin de siécle

FUENTE: Revista española MAS ALLA (edición Nº 248).


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El viajero que visitara la Ciudad de la Luz en los años que vieron el cambio del siglo XIX al XX podía dejarse asombrar por maravillas como la Torre Eiffel, inaugurada en 1889, o viajar en el Métropolitain, de estilo art nouveau, que había sido puesto en funcionamiento el 19 de julio de 1900 para recibir a los miles de visitantes atraídos por los Juegos Olímpicos que se habían celebrado ese mismo año en París. Los amantes de las emociones más fuertes podían asistir a un espectáculo del Moulin Rouge, emblemático templo del music hall construido en 1889 por el empresario Josep Oller, monumento al erotismo y la alegría de la Ciudad del Amor. Por sus alrededores, en el barrio de Pigalle, a los pies de Montmartre, el visitante se tropezaba con toda la fauna de prostitutas, chansonniers, bebedores de absenta (el Hada Verde) y poetas malditos que quizá en ese mismo instante estaba retratando con su pincel magistral el pequeño –en tamaño– Toulouse-Lautrec. Pero, si nuestro viajero era más que un simple turista de los muchos atraídos por el esplendor parisino, también podía encontrar una Ciudad de la Oscuridad tan populosa como la otra y no muy secreta. Una urbe de la noche y el esoterismo, sede del ocultismo moderno, llena de místicos, magos y cabalistas. A decir de muchos, una ciudad regida por el mismísimo Satán. En esta París, que se entrecruzaba con la otra sin prejuicios, fundiéndose y confundiéndose con ella, el buscador de misterios podía asistir a alguna representación del oratorio Lucifer, de Peter Benoit, estrenado en 1883 en el Trocadero y que causaría escándalo en Londres cinco años después. O participar en una lectura de poemas y escritos como las Letanías a Satán, de Baudelaire; El fin de Satán, de Victor Hugo, o Las noches de Satán, de Jules Bois.
Desde los escaparates de teatros y ferias se sentiría atraído por los espectáculos de magia de los seguidores de Robert Houdin... Pero quizá le llamaran más la atención las primeras proyecciones cinematográficas orquestadas por un antiguo ilusionista, Georges Mèliés, cuyo espectáculo de imágenes en movimiento, lleno de trucos, ofrecía títulos como La manoir du diable (1896), Le diable au couvent (1899), Les filles du diable (1903) o Quatre cents farces du diable (1906), entre otros, en muchos de los cuales este pionero de los efectos especiales gustaba de interpretar al Diablo. Pero no solo los espectáculos frívolos estaban presididos por Satán: en los salones intelectuales resonaban los ecos de El Anticristo de Nietzsche, publicado en 1888. Y no muchos años antes Proudhon, muerto en 1865, invocaba a Satán como símbolo de su filosofía y de la eterna rebeldía. Además, claro, estaban los “auténticos” magos y satanistas.

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El paraíso del ocultismo

París fin de siécle es un paraíso para los ocultistas...y quizá también un infierno. La fiebre espiritista, que tiene en Allan Kardec (1804-1869) a su ideólogo, lejos de mermar tras su muerte se extiende gracias a sus sucesores Léon Denis y Gabriel Delanne y a voces de prestigio como las de Flammarion, Charles Richet, Joseph Grasset y la del autor simbolista belga Maurice Maeterlinck. La atracción por el esoterismo de los artistas y escritores simbolistas y decadentes, que tienen en París su Meca, es uno de los motivos que convierten la capital francesa en centro de actividad mágica, atrayendo a todos los interesados en el ocultismo. Francia tiene ya su Sociedad Teosófica, con sede, claro, en París, y en 1892 Samuel Liddell MacGregor Mathers, uno de los fundadores de la Golden Dawn, se instala también allí y abre el Templo de Ahatoor nº 7. París será el escenario final de la lucha por el poder en la Golden Dawn. Justo en 1900 Mathers y Aleister Crowley se verán expulsados por los miembros londinenses de la orden, encabezados por el poeta Yeats. Casado con Moina Bergson –hermana del filósofo francés Henri Bergson, que llegaría a presidir la Society for Psychical Research en 1913–, Mathers acabaría enemistándose con Crowley. Pero los parisinos no necesitaban a magos y teósofos extranjeros. Se sobraban ellos solos gracias a una multitud de sociedades masónicas y místicas, y a las excéntricas personalidades que formaban parte de ellas. En 1888, el joven marqués Stanislas de Guaita (1861-1897), junto a Oswald Wirth (1860-1943), a Joséphin Péladan (1859-1918), que se hacía llamar Sar (Rey) Mérodach Péladan o Sar Péladan y afirmaba que su familia había recibido el título directamente de un rey babilonio, y Gérard Encausse (1865-1916), conocido como Papus, crearon la Orden Kabalística de la Rosa+Cruz, a la que pertenecerían músicos como Debussy o Erik Satie y que no solo pretendía restaurar la sabiduría rosacruz estudiando a místicos y magos como Swedenborg, Pasqually, Bhöme, Wronsky, D´Olivet, D´Alveydre o Eliphas Levi, sino también plantar cara a sectas como la presidida por el abate Boullan, que consideraban perniciosas y diabólicas. De hecho, el enfrentamiento entre la Rosa+Cruz y la Iglesia del Carmelo de Boullan constituye uno de los episodios más pintorescos y excéntricos de la Belle Époque.

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Guerras Mágicas

El escándalo perseguía a Joseph-Antoine Boullan (1824-1893) allá donde fuera. Ordenado en 1848 y traductor de la mística española María de Jesús de Ágreda al francés, en 1854 se instala en París y toma bajo su tutela a una monja llamada Adèle Chevalier, con la que mantendrá relaciones bastante menos espirituales que lo que un sacerdote puede permitirse. Con autorización provisional del obispo de Versalles, Boullan y Adèle fundan una congregación, la Orden de la Reparación, dedicada a las curas milagrosas a cambio de donaciones, pero tanto la naturaleza peculiar de estas sanaciones como la escandalosa relación entre los fundadores de la orden acaban con su detención en 1861, acusados de fraude y atentado público al pudor. Boullan cumple pena en la prisión de Bonne-Nouvelle hasta 1864. En 1869 ha de enfrentarse a un proceso en su contra abierto por el Santo Oficio, del que resulta absuelto, y retorna a París durante el invierno de ese mismo año. En la capital gala funda la revista Annales de la Sainteté, donde va dando a conocer sus ideas, como la de que existen “almas reparadoras” cuya misión es pecar para ayudar a mantener puras las almas de los demás... con lo que se justifican toda suerte de vicios, a los que estas almas se entregan en bien de la humanidad. A las religiosas atormentadas por el Diablo les recomienda métodos de autosugestión mediante los cuales llegar al éxtasis haciendo el amor, en sueños, con los santos y con Jesucristo. No es raro que la Iglesia, mirando a Boullan con desconfianza, tome cartas en el asunto. En 1875, el arzobispo de París, el cardenal Guibert, recibe directamente de Roma la orden de suspender a Boullan. Tras un vano intento de defender su postura, el abate abandona la Iglesia católica el primero de julio de ese año y pasa pronto a protagonizar nuevos escándalos místicos. Boullan ha mantenido una breve pero intensa relación con otro antiguo sacerdote excomulgado, Pierre Vintras (1807-1875), fundador de la Iglesia del Carmelo, quien se cree la reencarnación del profeta Elías y ha creado una nueva misa en honor de la Virgen María que celebra junto a sus fieles en su ciudad de Tilly-sur-Seules entre éxtasis, apariciones y el empleo de unas pronto famosas hostias sangrantes. A su muerte, Boullan se proclama su sucesor y la mayoría le acepta como nueva cabeza de la Iglesia del Carmelo y la Obra de la Misericordia. Ahora tiene libertad para crear sus propios rituales en Lyon, donde reside, como el Sacrificio a la gloria de Melquisedec o el Sacrificio provictimal de María, teñidos de erotismo sagrado, ya que para Boullan el nombre de Carmelo significa “carne elevada al cielo” y su sistema místico se fundamenta en la idea de que, si la caída del hombre fue provocada por un acto impuro, este puede “elevarse” de nuevo practicando ese mismo acto, transfigurado ahora por la fe religiosa. Es por esta época cuando Oswald Wirth, francmasón, teósofo y futuro secretario personal de Guaita, se inicia en la Orden de Boullan y, para su disgusto, descubre que este ha sido encarcelado anteriormente por fraude, lo que, unido a sus sospechas de que las ideas místicas del abate son una auténtica perversión del cristianismo, poco menos que satánica, le conduce a abandonar el Carmelo llevándose con él documentos que prueban su iniquidad. Wirth entrega estos escritos a su amigo Stanislas de Guaita, quien se indigna por que alguien como Boullan se haga llamar a sí mismo mago y pretenda poseer las claves del cristianismo místico. El joven barón propone crear un tribunal mágico de doce miembros, entre ellos Papus, Wirth y Pèladan, que condena en 1887 a Boullan por “brujo y dirigente de una secta inmunda”. De este tribunal surgirán la Orden Kabalística de la Rosa+Cruz y un libro del propio Guaita que, con el título El templo de Satán, denuncia al abate. Cuando Boullan es informado de la condena rosacruz, se empieza a creer que está siendo víctima también de hechizos y brujería, y acusa a su vez a Guaita y los suyos de ser los verdaderos satanistas. Una de sus videntes, Madame Thibault, le avisa durante uno de sus trances de que los rosacruces ponen su retrato en un ataúd mientras ofician una misa negra en su contra. Boullan responde: “La Ley del Contrasigno y el Golpe de Vuelta les castigarán” y ordena enterrar en un ataúd la carta condenatoria que ha recibido. Después, el abate, con la cabeza rapada y los pies desnudos, vistiendo la túnica roja de Vintras, pasa horas recitando el Oficio de Melquisedec y el Sacrificio de Gloria, finalizando con un fragmento de hostia en cada mano y una invocación a los arcángeles, a quienes ruega que le otorguen la victoria sobre sus satánicos enemigos. En otra ocasión, según recoge el pintor Lauzet a Jules Bois en el libro Le satanisme et la magie (1895), que relata los hechos de forma casi contemporánea, comenzó a recibir golpes invisibles y, tras rasgar su túnica gritando, mostró una herida sangrante en el pecho.


Duelos y quebrantos

Boullan sabrá atraer a su lado a uno de los más famosos escritores de la época, Joris-Karl Huysmans (1848-1907), autor de A rebours (1884), Biblia de los decadentes de la Belle Époque. Es una extraña mujer, Berthe de Courrière, amante de Remy de Gourmont, quien introduce a Huysmans en el mundo del satanismo. En 1890 la policía encuentra a Berthe deambulando por Brujas (Bélgica), casi desnuda, cerca de la casa del canónigo Louis van Haecke, rector de la Capilla de la Santa Sangre y conocido por sus exorcismos. Ingresada durante un mes en un hospital psiquiátrico, insiste en que ha sido víctima de una misa negra oficiada por Haecke, pero parece ser ella la que siente una peculiar atracción por los sacerdotes heterodoxos, ya que poco después entra en contacto con Boullan y se lo recomienda a Huysmans como fuente de información. Por otro lado, Henriette Maillat, con quien el escritor mantiene un breve romance, ha sido también antes amante de Péladan. Contra el consejo de Guaita, que sin embargo le facilita la dirección de Boullan en Lyon, el autor comienza a mantener correspondencia con el abate “satánico”. Para Boullan, cultivar esta amistad es primordial. Utilizando todo su magnetismo convence a Huysmans de su inocencia, acusando a la organización Rosacruz de reunir a los auténticos satánicos. Con la información recogida a través de Berthe de Courrière, Henriette, el propio Boullan y su amigo el periodista Jules Bois, el escritor comienza por fin, en 1891, a publicar por entregas su novela satánica Là-bas (Allá Lejos. Valdemar, 2002). Y decide que también es hora ya de conocer personalmente, contra el aviso de Oscar Wirth, al propio Boullan. Este conquista ya por completo al autor, le hace entrega de los documentos de Vintras y le regala incluso alguna de las hostias sangrantes del místico. Quizá por su propia inclinación hacia el catolicismo visionario, Huysmans queda convencido de la bondad de su nuevo amigo. En 1891 hacen juntos una peregrinación a La Salette y, en 1895, ofrece su casa a Julie Thibault, médium del entonces ya fallecido Boullan. Huysmans da crédito a los ataques mágicos que dice sufrir el abate y, una vez que comienzan a aparecer los primeros capítulos de su novela, también cree ser atacado con hechizos por los rosacruces. A la vuelta en París de su visita a Boullan, este le envía un mensaje urgente avisándole que no vaya al trabajo al día siguiente bajo ningún concepto. Siendo jefe de división en el Ministerio del Interior, Huysmans no tiene problema alguno en hacer novillos. Al día siguiente un pesado espejo que cuelga de la pared, justo encima de su mesa en el despacho del ministerio, cae sin razón alguna. Si el escritor hubiera estado en su sitio, habría muerto o resultado herido. Por la noche, Huysmans se siente golpeado por puños invisibles que le impiden conciliar el sueño. No duda que está siendo víctima de ataques psíquicos por parte de Guaita y sus colegas y, con la ayuda de Boullan y Madame Thibault, consigue librarse de ellos. Pero las luchas mágicas del abate excomulgado están próximas a su fin. A punto de abandonar Lyon para dar en París una serie de conferencias sobre la Cábala en la Sala de los Capuchinos, Boullan hace unas dramáticas declaraciones a la prensa: “Durante años hemos soportado ataques por medio de misas negras y por embrujos de todo tipo, con veneno, con los más peligrosos procedimientos, y a pesar de todo, por la voluntad de Dios, que es el único Señor de la vida y la muerte, estamos en pie y, a pesar de los crueles sufrimientos soportados, con buena salud tras haber superado tantos peligros”.
Al día siguiente, 4 de enero de 1893, Joseph-Antoine Boullan muere repentinamente. Para sus seguidores y para Huysmans, está claro que ha sido víctima de un hechizo... a pesar de ser bien sabido que sufría del corazón y del hígado.



Acusación pública

La guerra mágica pasa entonces a un nuevo estadio, más material. Tanto Papus como Guaita reconocen haber enviado a Boullan dos cartas exhortándole a poner fin a sus prácticas, así como que su condena mágica fue pronunciada de forma terminante. Nada más. Sin embargo, Jules Bois, en el periódico parisino Gil Blas, acusa directamente a Guaita y Péladan de la muerte del abate. Siguiendo la polémica, Le Figaro entrevista a Huysmans, que declara: “Guaita y Péladan practican todos los días la magia negra (...). Es muy posible que mi pobre amigo Boullan haya sucumbido a sus prácticas”. Según el autor, a la mañana siguiente los ataques mágicos contra su persona –y la de su gato– se reanudan. Guaita contesta de forma mucho más mundana: envía a sus padrinos a retar en duelo a Huysmans y a Bois. Huysmans se ve superado. Sus juegos con el satanismo han ido demasiado lejos y pide disculpas a los ofendidos para poner fin al desafío. Pero el duelo con el autor de Le satanisme et la magie sigue su curso. Uno de los padrinos de Bois, el también periodista Paul Foucher, sobrino de Victor Hugo, queda boquiabierto cuando su amigo le dice: “Verás como ocurre algo muy singular. En ambos bandos nuestros partidarios están orando por nosotros y practicando conjuros”. Efectivamente, en el camino a Versalles, uno de los caballos del carruaje que lleva a Bois se detiene repentinamente y comienza a temblar. Permanece en ese estado durante veinte minutos. Finalmente, el duelo tiene lugar y, como era de esperar, los dos disparos resultan fallidos, de modo que queda a salvo el honor de los implicados. Pero las cosas no son tan simples. Según le dice días después el armero a Foucher, la bala del arma de Guaita quedó atascada, sin salir. ¿Habían conseguido los recíprocos hechizos paralizar al caballo de Jules Bois y al proyectil del marqués de Guaita? Tres días más tarde, Bois se enfrenta de nuevo en duelo, esta vez a espada, con otro ofendido rosacruz, Papus. Una vez más, los caballos pagan el pato. El animal que tira del carruaje de Bois cae muerto de repente. Un segundo caballo también cae, esta vez arrastrando el carro. El periodista llega al escenario del duelo ya un tanto magullado, lo que no le impide cruzar aceros con Encausse, aunque las heridas que se infligen resultan leves y, salvado el honor una vez más, los contendientes se reconcilian definitivamente.

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El siglo de Satán

La consecuencia para el París fin de siécle de este episodio fue, sobre todo, convertir el satanismo en la moda del día. Huysmans siguió creyendo durante mucho tiempo que Boullan había muerto debido a la magia, pero, convertido al catolicismo y tras heredar los escritos y confesiones de Vintras y Boullan, no le quedó más remedio que reconocer también que las prácticas de estos, sus misas eróticas, hostias sangrantes, emplastos de orines, etc., se parecían más a misas negras que al cristianismo místico. El autor de A rebours y Là-bas se equivocó de bando, ya que sin duda tenía más en común con intelectuales como Guaita o Péladan que con exorcistas provincianos como Boullan. Guaita falleció a los 36 años, quizá de una sobredosis, aunque la familia culpó de ello a sus problemas renales. Su obra mágica fue seguida por Oswald Wirth. Péladan fundó en 1891 la Orden de la Rosa-Cruz Católica y Estética del Templo y del Graal, en cuyos salones expondrían los más importantes artistas simbolistas. Papus murió el 25 de octubre de 1916. En la mejor tradición satánica, se acusó al ocultista Pierre Piobb de haber causado su fallecimiento por medio de la magia negra. Así, recorriendo el París de la Belle Époque junto a magos, intelectuales, sacerdotes blasfemos y artistas, el Diablo hizo su entrada triunfal en el siglo XX.



¿Sabías que...

...algunos culpan a Aleister Crowley (en la imagen) de la muerte, en 1918 y por causa desconocida, de Samuel Liddell MacGregor Mathers, uno de los fundadores de la Golden Dawn? Sin embargo, Dion Fortune –pseudónimo de Violet Firth–, amiga de Mathers, aseguraba que el fallecimiento de este se debió a la gripe española.

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París bien vale una misa...negra

La novela de Joris-Karl Huysmans Là-bas (Allá lejos) puso de moda el satanismo de salón. En mayo de 1899, Le Matin publicaba la crónica de una misa negra celebrada en Saint-Sulpice, a la que fue invitado un periodista escéptico. Tras pasar con los ojos vendados a una habitación decorada con pinturas eróticas, se encontró con unas cincuenta personas. En un altar, rodeada por seis velas negras, una cabra pisoteaba el crucifijo. Los celebrantes cantaban. Apareció un sacerdote con túnica roja. Una mujer se restregó sobre el altar. Se repartieron hostias negras. Y la misa degeneró en orgía, de la que el periodista huyó como alma que lleva el Diablo. Como bien atestigua que pronto se rodaran filmes porno satánicos, estos ritos tenían una motivación más sexual que esotérica.

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Masones satánicos: Un invento de Léo Taxil

Cuando, tras la muerte de Boullan, Joris-Karl Huysmans admitió en su casa a la vidente Julie Thibault y le permitió disponer de una capilla propia, el escritor que había tachado de satánicos a los miembros de la organización Rosacruz se vio a su vez definido como tal. Su obra y sus amigos le convertían en víctima propiciatoria de Léo Taxil y su panfleto Le diable au XIX siècle, publicado a partir de 1890 con el pseudónimo de Dr. Bataille. Con esta y otras obras en las que se relaciona satanismo y masonería, mixtificaciones de Taxil para burlarse de masones, católicos y crédulos de derechas e izquierdas, se estableció el mito de la masonería satánica. Aunque Taxil confesó su engaño en 1897 ante una multitud parisina que estuvo a punto de lincharle, muchos siguen creyendo que su fraude se creó para disimular la verdadera conspiración masónica satánica.

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