miércoles, 6 de enero de 2010

Caballeros templarios


La historiadora Barbara Frale, investigadora del Archivo Secreto Vaticano, ha recogido pruebas documentales que demuestran la relación entre la Sábana Santa y los templarios. Las expone en su último ensayo, en el que además aporta evidencias de la existencia de la Síndone mucho antes de lo que indica su primera datación, efectuada mediante el método del carbono 14 en 1988.

LOS CABALLEROS TEMPLARIOS...

¿Custodios de la Sábana Santa?

FUENTE: Revista española MAS ALLA (edición Nº 248).


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La Sábana Santa, la reliquia más importante de la cristiandad, la tela sepulcral que podría haber envuelto el cadáver de Jesús y que parece recoger su impronta –como resultado, presuntamente, de la energía sobrenatural desprendida por el cuerpo en el momento de la resurrección–, pudo haber sido objeto de custodia por parte de la Orden del Temple en algún momento de su historia. Esta es la hipótesis, hasta ahora únicamente manifestada por el estudioso de Oxford Ian Wilson, que sostiene Barbara Frale en su reciente libro I Templari e la Sindone di Cristo (Los templarios y la Síndone de Cristo), aún inédito en España. Frale explica en profundidad el vínculo que existe entre la orden de los monjes guerreros y la reliquia, objeto de ásperas discusiones en la actualidad. Gracias a su posición privilegiada en el Archivo Secreto del Vaticano, Frale ha identificado algunos documentos relativos a los procesos contra los templarios de los que se desprende que la Síndone, hoy conservada en Turín, fue un importante objeto de veneración para los miembros de la orden. Sobraban razones para querer ir al encuentro de la doctora Frale, quien asegura haber descubierto los documentos que relacionan el lienzo con los templarios mientras investigaba en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia para su doctorado el proceso que se llevó a cabo contra la orden. “Catalogué todas las referencias documentales que han perdurado hasta lafecha sobre las destituciones que padecieron, y entre esa documentación descubrí varios testimonios que relacionan la reliquia con el Temple”, explica Frale.


Documentos inéditos

Entre tanta documentación, hay un original que tiene un especial interés para la investigación. Se trata del que recoge el único testimonio que ha sido aceptado históricamente. “Es una disposición muy similar a otras tantas y, como el resto, contiene ciertos elementos que podemos definir como inquietantes –asegura la investigadora–. Me refiero, por ejemplo, a las declaraciones obtenidas bajo evidente presión inquisitorial e incluidas en el texto con tono de prepotencia. De hecho, sabemos que muchos templarios realizaron una primera declaración, pero no fueron recogidas porque no se dieron por válidas; eran demasiado ‘limpias’, no contenían detalles escabrosos”. Debido a la gran importancia que el rey de Francia, Felipe el Hermoso, otorgó al proceso, los inquisidores pensaban que los templarios mentían y recurrieron a despiadadas torturas para conseguir confesiones válidas, es decir, aderezadas con detalles macabros y escandalosos. “Precisamente por esta razón –añade Frale–sabemos que también hay informaciones de las cuales podemos estar seguros, testimonios que no fueron deformados por la presión o la violencia, porque se muestran indiferentes a la finalidad de la causa herética: si el ídolo era una estatua, una mesa de madera pintada o bien una tela de lino era algo que a los inquisidores no les importaba. Su único interés era obtener la confesión de que, efectivamente, había un ídolo”. Sobre el contenido de dicho documento, Frale ya había adelantado en L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano, el caso de Arnaut Sabbattier. En 1287, este joven, perteneciente a una buena familia del sur de Francia, solicitó su ingreso en la orden religiosa y militar de los templarios, algo que en la sociedad de entonces representaba un gran privilegio. Y durante su ceremonia de admisión, después de realizar los tres votos monásticos de pobreza, obediencia y castidad, “el preceptor condujo al joven Arnaut a un lugar cerrado, accesible solo a los monjes, y le mostró una gran tela de lino que tenía impresa la figura de un hombre que debería adorar besándole tres veces los pies”, explica la historiadora. Desde luego parece una clara alusión a la Síndone y, sin duda, esta tenía un importante significado para los templarios, quienes, fuera lo que fuera la tela, la reverenciaban en la importante ceremonia de ingreso de un nuevo miembro en la orden. El ritual de besar los pies de la imagen del Salvador es algo que encontramos aún hoy en día relacionado con la Sábana Santa y con otras manifestaciones litúrgicas cristianas. Quise indagar si los templarios practicaban otras formas litúrgicas desconocidas en la actualidad, pero, de momento, Frale solo ha identificado la costumbre de besar las heridas de los pies. “Algo similar –dice– a lo que practican los fieles de la Iglesia católica durante la liturgia del Viernes Santo cuando besan las rodillas o los pies de un crucifijo”. Pero identificar la “tela de lino que tenía impresa la figura de un hombre” con la Sábana Santa parece una hipótesis un tanto endeble, incapaz de probar fehacientemente que se trate del mismo objeto. Por eso supuse que las afirmaciones de la doctora Frale en el sentido de que el texto del documento que ha analizado alude a la famosa reliquia que hoy se custodia en Turín estaban basadas en más pruebas. En este punto es importante subrayar que cualquier objeto empleado por los templarios durante su ceremonia de iniciación, obviamente de carácter secreto, tenía que tener para ellos una gran importancia, por lo que también me costaba creer que el lienzo no estuviera recogido en más pliegos. Sin embargo, la doctora Frale despejó pronto mis dudas: “Hemos encontrado otras alusiones que permiten plantear mejor la cuestión. Por ejemplo, el testimonio de un fraile que dice que la imagen no estaba pintada, sino que estaba realizada de forma extraña, como con marcas blancas y negras”.

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Los primeros testimonios

No podemos negar que la crónica histórica parece entrelazarse a la perfección con la presencia de los templarios en Tierra Santa. Si la hipótesis de Frale fuera cierta, la orden habría tenido un papel fundamental en la custodia de la reliquia durante la época anterior a su reaparición en Francia, en la iglesia de Lirey, a mediados del siglo XIII. Sin embargo, lo que pasó durante gran parte de ese período sigue siendo un misterio. “Debo precisar –explica la doctora Frale al respecto– que no conocemos toda la historia de la Síndone año por año. Personalmente considero incorrecto el sistema metodológico que consiste en plantear hipótesis forzadas que permitan cubrir el arco temporal 1204-1353, durante el cual la reliquia estuvo desaparecida, si nos atenemos a las fuentes históricas conocidas. Lo que sí sabemos es que los primeros testimonios de los templarios con respecto a la reliquia nos remontan aproximadamente al año 1260, por lo que antes pudo estar en manos de otros depositarios. Después, en 1312, cuando la Orden del Temple fue disuelta a la fuerza, la Síndone debió pasar a otras manos”.

De todo ello se deduce que, si la Sábana Santa es la misma reliquia que veneraban los templarios, entre 1260 y 1312 fue custodiada por los monjes guerreros, justo hasta el momento en el que sucumbieron a las intenciones de Felipe el Hermoso.
Y precisamente una de las principales acusaciones por las que fueron acusados de herejía fue que adoraban un rostro enmarcado en frondosa barba y largos cabellos, es decir, muy parecido al de la Sábana Santa y al del Mandylion de Constantinopla. Un rostro que, según las fuentes del proceso, recibía el nombre de bafomet. El bafomet nunca llegó a ser identificado, pero hay quien lo ha relacionado con el rostro de Jesús. Una posibilidad que, según Barbara Frale, su hipótesis confirma definitivamente. Cuando les interrogaron sobre el ídolo, los templarios describieron diversos objetos y, aunque algunos no sabían nada al respecto, para poner fin a las torturas terminaron confesando aquello que los inquisidores querían escuchar. “La mayoría de las descripciones hacen referencia a los relicarios realizados con la cabeza de algún santo, y solo una pequeña parte hace alusión a la Síndone. El propio Felipe el Hermoso puso por escrito en su auto acusatorio que solo unos pocos conocían el ídolo”, señala Frale. En cualquier caso, el único estudioso que hasta ahora ha lanzado una hipótesis seria y no menos fascinante sobre esta cuestión ha sido Ian Wilson. En opinión de Frale, “el resto de los escritores no son más que improvisadores que sin haber realizado ningún estudio fallan en la interpretación de textos antiguos y lanzan teorías que no tienen base histórica alguna”.En 1978, Wilson, en su libro The Shroud of Turin (La Sábana de Turín), avanzó la suposición de que los templarios habían custodiado la Síndone. Según su hipótesis, la tela estuvo doblada en ocho partes iguales, dejando únicamente visible la correspondiente al rostro, como ya sucedía cuando se conservaba en Edessa (donde era conocida como Tetradyplon). Wilson asegura que la Síndone era el verdadero bafomet templario. Pero ¿por qué tanto secretismo por parte de la orden si estaba concebida dentro del contexto ortodoxo? “Mantuvieron la Síndone en secreto por varias razones aún sin esclarecer por completo”, dice Frale. Y explica:
“La primera es que el objeto había sido robado en el transcurso de una masacre que Inocencio III condenó con la excomunión. Sabemos que los templarios no fueron responsables del robo y que la reliquia estuvo en manos de la familia del noble francés Othon de la Roche. Yo creo que la orden se la compró a la familia a la cual pertenecía un altísimo dignatario llamado Amaury de la Roche, que fue miembro destacado del Temple precisamente entre 1260 y 1270, la época en la cual aparecen los primeros testimonios sobre el bafomet”. Y no se puede olvidar que sobre la adquisición de reliquias “pesaba el castigo de excomunión lanzado en el Concilio Laterano de 1215”.

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Secretos "de familia"

Si los templarios fueron los custodios de la Síndone antes de su aparición oficial en Europa en 1353, es posible que podamos detectar algún signo de ello precisamente por la forma en la que la tela sagrada surgió en Lirey. El primer mediador entre los templarios y la Síndone fue Othon de la Roche, emparentado con el poderoso dignatario templario Amaury de la Roche. En la hoguera de 1314, que apagó la vida del último Gran Maestre de los templarios, Jacques de Molay, también fue quemado Geoffroy de Charny, Gran Preceptor de Normandía. La tela reapareció después a través de un descendiente directo de este último, su homónimo Geoffroy de Charny, caballero cruzado y señor de la tierra de Lirey (diócesis de Troyes, importante encomienda templaria). Geoffroy hizo construir una iglesia en Lirey para acoger y mostrar la reliquia, como demuestra una carta fechada en 1389 y firmada por el obispo de Troyes, Pierre d’Arcis, en la cual se afirma que la Síndone había estado públicamente expuesta durante 1355. Probablemente los Charny la poseyeron desde el momento en el que llegó a Francia. En 1745 circulaba en este país un documento, el Manuscrito Schifman, que explicaba que Jaques de Molay había confiado al hijo de Guillermo de Beaujeaux (otro célebre Gran Maestre) el lugar en el que estaba escondido un cofre de plata con algunos bienes pertenecientes al rey Baldovino de Jerusalén. Molay afirmaba haber llevado un cofre a Francia haciéndolo pasar por el féretro de Beaujeaux, muerto durante el asedio de Acri. La descripción del mismo parece corresponder con el contenedor de plata que protegía la Síndone en Chambéry y que sufrió daños durante el incendio de la iglesia en 1532. En 1418 también se relacionó la Sábana Santa con la familia La Roche (lo que podría apuntar a un secreto que se transfería por el linaje familiar) cuando uno de sus miembros, Humbert, conde de La Roche y descendiente de Othon de la Roche, contrajo matrimonio con Marguerite, una sobrina del propio Godofredo de Charny,convirtiéndose en señor de Lirey. Entre las reliquias que obraban en su poder se cita “la semblanza o representación de la Síndone de Nuestro Señor”. Marguerite enviudó en 1443 y declaró estar en posesión del velo conquistado durante la guerra por su familia. En marzo de 1453 se lo donó a Ludovico de Saboya, quelo hizo colocar en la capilla santa del castillo de Chambéry, donde se conservó hasta 1578. Finalmente se transfirió a Turín, primero como propiedad de los Saboya, que más tarde lo donaron al Vaticano. El resto es historia conocida.



Antídoto contra los herejes

Esta reconstrucción cronológica, que ha sido minuciosamente cotejada por la doctora Frale, refuerza la hipótesis de que los templarios custodiaron la verdadera imagen de Jesús crucificado. La investigadora indica que después de analizar fuentes inéditas relacionadas con la orden y con la historia antigua de la Síndone ha llegado a la conclusión de que a lo largo del siglo XII, época en la que proliferaron las herejías que negaban la humanidad real de Cristo, “la Orden del Temple, como consecuencia de su inmunidad, estuvo a punto de convertirse en una especie de puerto franco para los herejes de linaje caballeresco que buscaban cobijo para protegerse de la autoridad inquisitorial”. Esto podría haber supuesto la desestructuración de su identidad religiosa. Pero no fue así. En realidad –siempre según la hipótesis de Frale–, los responsables de la orden frecuentaron la corte bizantina, donde desarrollaron varias gestiones diplomáticas y conocieron el enorme tabernáculo imperial de Constantinopla, en el que durante siglos los emperadores habían recogido con minuciosa dedicación las más famosas y antiguas reliquias de Cristo, de la Virgen y de los santos. Y también fueron testigos de excepción de la estrategia de los teólogos bizantinos consistente en acrecentar el poder de tales reliquias para contrarrestar las predicaciones heréticas, sobre todo las que alegaban que Cristo era un ser únicamente espiritual que jamás había tenido un cuerpo humano, sino solamente apariencia de hombre. Todo ello llevó a los templarios a hacerse con la Síndone para, según Frale, “exorcizar el riesgo de padecer la misma contaminación herética que afligía a gran parte de la sociedad cristiana de su tiempo”. Era el mejor antídoto contra las herejías. Completamente abierta, la Síndone mostraba la impresionante imagen de aquel cuerpo masacrado igual que el de Jesús, según describen los Evangelios. En palabras de la doctora Frale, “se veía todo: la carne de los músculos con la rigidez típica de las primeras horas tras el deceso, el rostro hinchado por los golpes y los jirones de piel resultantes de la flagelación. Y había tanta sangre por todas partes... la misma que, según Mateo, Jesús derramó para redimir nuestros pecados. Era la humanidad de Cristo deshecha por la violencia de los hombres. La misma humanidad que los cátaros decían imaginaria se podía ver, tocar y besar. Esto es algo que para el hombre de la Edad Media no tenía precio; algo mucho más poderoso que los sermones de los predicadores y que la represión de los inquisidores”, concluye la investigadora. El descubrimiento de Barbara Frale no hace sino acercar la ciencia a la verdad última de la Sábana Santa para identificar con certeza la identidad del hombre que dejó esta inexplicable imagen de luz en el lino. Una identidad sobre la cual los templarios no tenían dudas.



La “confesión” de Raymond Rogers

El pasado mes de abril salió a la luz un vídeo en el cual uno de los principales artífices del análisis de la Síndone con carbono 14 realizado en 1988, Raymond Rogers, experto en efectos térmicos del Scientific Laboratory de Los Alamos (EE.UU.), revelaba poco antes de morir que había comparado un trozo de la tela e identificado la muestra como un fragmento del tejido que se utilizó para remendar las partes dañadas del Sudario tras un incendio. Por tanto, los expertos tomaron muestras incorrectas de la reliquia. Los análisis químicos sucesivos demostraron que la tela contenía algodón y que había sido teñida y tratada para igualar el color y la textura del lino del sudario original. Así que el fragmento analizado en 1988 procedía de una reparación realizada en la Edad Media. Rogers declaró que
“las fibras de algodón fueron revestidas de colorante para que se pareciera al lino original. Concluyo, por tanto, que la zona del Sudario de la cual fueron obtenidas las muestras fue manipulada por alguien con habilidad. Se trata de materiales diferentes utilizados en el Sudario, por lo que la edad obtenida con el carbono 14 es imprecisa. Estamos seguros de que aquella no era la tela original de la Síndone de Turín. La muestra analizada con radiocarbono tiene propiedades químicas diferentes a las del tejido principal”. Una noticia que confirma los múltiples errores que se produjeron durante el análisis de 1988.


¿Una creación...de la Edad Media?

Se cuentan por decenas los científicos que han investigado la Sábana Santa. Es más, los estudios multidisciplinares prosiguen y casi todos coinciden en que la reliquia se remonta a los tiempos de Cristo y en que su impronta, hecha de pura luz, no tiene explicación científica. El único examen que contradice todos los demás es el de carbono 14 que se realizó en 1988, que fecha la antigüedad de la Síndone en un período comprendido entre 1260 y 1390 d.C., es decir, en plena Edad Media. Sin embargo, los documentos estudiados y divulgados por la doctora Barbara Frale muestran que es mucho más antigua. Por eso, la historiadora del Archivo Secreto del Vaticano no tiene ningún inconveniente a la hora de expresar sus dudas sobre este análisis. “Durante mi carrera –explica– estudié Física con un científico del Laboratorio de Física Nuclear del Gran Sasso (Italia), Marco Severi, y Química con otro experto de la Universidad de Roma La Sapienza, Paolo Carelli. No soy científica y mi formación es sobre todo humanista, pero por lo que me enseñaron mis profesores, el método de datación del radiocarbono se basa en el recuento de partículas subatómicas. Es de una dificultad extrema porque el problema reside en entender cuáles de estas partículas proceden del resto analizado y cuáles no. La contaminación que ha sufrido la pieza altera el resultado de manera determinante, y la Síndone ha sido tocada durante siglos, besada, quemada, restregada con telas pintadas para dotarlas como reliquias, etc. No creo que el test haya sido fraudulento, lo interpreto como un simple experimento y, como tal, el error humano es un factor posible. Era un caso completamente nuevo, muy difícil de gestionar y lleno de incógnitas. ¿Cuántos experimentos fallidos hay detrás de cada nuevo descubrimiento científico?”.


La importancia que la Sábana Santa ha tenido –y tiene- en la historia del cristianismo es innegable. Millones de personas en todo el mundo han creído –y creen– que fue el lienzo que cubrió el cuerpo de Cristo antes de su muerte. Y no solo eso, sino que, dadas sus excepcionales características, para ellas constituye una prueba irrefutable de su resurrección. Por eso resulta muy interesante saber en qué términos se han referido los papas a esta reliquia:

PÍO XI: “Según todo lo que hoy día consta del modo más positivo, dejando a un lado toda idea preconcebida de fe y piedad cristiana, seguramente que no es en modo alguno obra del hombre” (1936).

PÍO XII: “Extraordinario vestigio de la Pasión del Divino Redentor”(1950).

JUAN XXIII: “¡El dedo de Dios está aquí!”(1956).

PABLO VI: “Un admirable documento de la pasión, muerte y resurrección de Cristo escrito en caracteres de sangre” (1967).

JUAN PABLO II: “Testigo singularísimo –si aceptamos los argumentos de tantos científicos– de la Pascua: de la pasión, de la muerte y de la resurrección. ¡Testigo mudo pero a la vez sorprendentemente elocuente!”

“Extraordinario testimonio de los sufrimientos de Cristo”. “Icono del Cristo abandonado en la condición dramática y solemne de la muerte”. “La Sábana Santa nos presenta a Jesús en el momento de su máxima impotencia, y nos recuerda que en la anulación de esa muerte está la salvación del mundo entero”

“En este misterioso espejo del Evangelio cada uno puede descubrir el sentido de su sufrimiento como participación en el de Cristo, fuente de salvación para la humanidad entera” (2000).

BENEDICTO XVI: “En ese desfigurado rostro la auténtica belleza resplandece: la belleza del amor que ama ‘hasta el extremo’ y que, de esta manera, se revela de manera más fuerte que la falsedad y la violencia”(2002).


Confidencial

La investigadora del Archivo Secreto del Vaticano Barbara
Frale confiesa: “Aunque como historiadora estoy obligada a no emitir juicios, como cristiana me fío del instinto religioso de Juan Pablo II”, quien calificó la Sábana Santa como “la reliquia más espléndida de la Pasión”.

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