lunes, 11 de noviembre de 2013

Almas en venta: pactos con el diablo

ALMAS EN VENTA

Pactos con el
diablo
En las derivaciones de la doctrina cristiana aparece una idea recurrente: la posibilidad de que los creyentes abandonen su fe en Dios y entablen tratos con el Diablo, su enemigo y oponente. Tal idea ha dado origen a incontables leyendas.
Por Rafael Muñoz Saldaña
Revista MUY INTERESANTE, Noviembre 2013


La perspectiva del pacto satánico ha sido ampliamente reconocida. En­tre 1932 y 1937 el estadounidense Stith Thompson (1885-1976) de­sarrolló una de las obras más am­plias y ambiciosas en el estudio del folclor: Motif-Index of Folk-Literature, que hasta la fecha es una referencia indispensable en ese ámbito. En ella el pacto con el diablo aparece bajo el código M211, y de este derivan las mo­dalidades que puede tener. El trato puede hacerse para recibir ayuda en una tarea, auxilio para escapar del cautiverio, el cum­plimiento de deseos, el éxito en los juegos de azar, la adquisición de poderes mágicos, o tener éxito con el sexo opuesto.

Los orígenes cristianos
El punto de partida de estas leyendas es la no­ción cristiana del diablo como agente tentador, interesado en influir sobre los creyentes para que renieguen de su fe y se le entreguen; un mecanismo para ganar adeptos -inscrito en la pugna eterna entre el bien y el mal- presente en el seno de diversas religiones. El camino del verdadero creyente es recto y consiste en adecuarse a las normas y prácticas impues­tas por la religión para obtener bienes eternos. El camino del falso creyente que se deja ten­tar consiste en aceptar la oferta del demonio para obtener bienes materiales, sin importarle su alma. El ejemplo más claro de esas inten­ciones satánicas y de la manera en que opera se encuentra en el Nuevo Testamento, en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, donde leemos la 'Tentación de Cristo': el demonio le hace diversas ofertas a cambio de que se sume a sus filas y renuncie a la misión que es su propia razón de ser.
A partir de ese episodio, que muchos consideran una parábola sobre el bien y el mal, no pocos creyentes en la Edad Media pensaron que la posibilidad de negociar con Satanás era real. Algunos cruzaron el umbral de lo permitido en la 'ley de Dios' e intentaron hacer uso de ese recurso.
Sin embargo, la idea del pacto cobró más fuerza como un temor de las autoridades eclesiásticas respecto a los supuestos practicantes de la brujería. Fueron precisamente estas quienes divulgaron la leyenda y propiciaron persecuciones injustificadas. La historia más temprana que se ha identificado habla de san Teófilo de Adana, en quien expertos han visto un antecedente concreto del mito fáustico.
Durante la Edad Media y el Renacimiento se pensaba que las mujeres eran las princi­pales contratantes de estos pactos; se creía que muchas ofrecían al demonio entregar­le a sus hijos. Esa idea tomaba como punto de partida la gran cantidad de niños que fallecían en el parto, producto de la falta de condiciones higiénicas o la impericia de las parteras. La noción del pacto fue un elemen­to central en la configuración de la bruja, que según los estudios contemporáneos repre­senta la mera expresión de una misoginia arquetípica, se pensaba que las brujas ne­gociaban de diversas maneras con el demo­nio o sus enviados: tomaban parte en fiestas en su honor, mantenían contacto sexual con él, o engendraban a sus descendientes. Con tal propósito el demonio podía cobrar formas humanas femeninas (un súcubo, como Lilith, la primera esposa de Adán) o masculinas (íncubos).

Temporada de caza
Había dos tipos de pacto con el diablo: uno era oral, a través de invocaciones o rituales. Una vez ante el demonio, el interesado le pedía un favor y le ofrecía su alma a cambio. La segun­da modalidad era un pacto escrito. Para ser válido, el documento debía ser firmado con sangre, un detalle de gran peso simbólico (el demonio firmaba con alguno de tantos signos que se le atribuían en los libros de magia). Se pensaba que una vez sellado el contrato, se formaba una marca en el cuerpo de la perso­na involucrada, y casi cualquier irregularidad en la piel podía ser identificada como una marca diabólica en los procesos por brujería. El martillo de las brujas, libro de Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, publicado en 1486 en Alemania -arma que legitimó teológi­ca y legalmente la persecución a quienes fueron acusados de tener pactos con el diablo y que llevó a la muerte a más de 70 mil personas, 90% de ellas mujeres-, ofrece y condena diversos ejemplos de pactos. Había días y horas propicios para llamar a los demonios, y se invocaba a uno u otro de acuerdo a la necesidad. Es la misma prác­tica católica que consiste en la invocación de santos específicos para problemas de­terminados. Desde esa misma perspectiva podemos establecer equivalencias entre las oraciones y las invocaciones satánicas. El Renacimiento estuvo marcado por la leyenda del pacto satánico más famoso en la cultura occidental. Se trata del celebrado entre el doctor Fausto y Mefistófeles, que tuvo un enorme impacto en el razonamiento de los pensadores ilustrados, los mismos que eliminaron del espíritu humano el oscurantismo religioso que había propiciado la creencia en las brujas, los demonios y el poder del mal sobre el alma de los hombres. El despertar ante ese mundo de ficciones, sin embargo, fue tardío. Un caso emblemático que da prueba de la transición entre los dos mundos fue el de Katharina Guldenmann (1546-1622), madre del astrónomo alemán Johannes Kepler, figura clave de la Revolución Científica, quien fue arrestada y encarcelada durante catorce meses por brujería. La creencia en los pactos con el diablo estuvo en la base de todos los procesos célebres de brujería: el del sacerdote Urbain Grandier en Loudun, Francia (1634), los impulsados por Matthew Hopkins en los condados de Suffolk y Essex (1644-1646), enlnglaterra, y el de las brujas de Salem en Massachusetts, entonces una colonia inglesa. Aunque las estadísticas disienten, los autores concuerdan en que el número total de procesos en Europa produjo miles de ejecuciones, especialmente de mujeres. Esa cifra pone en evidencia las consecuencias de los supuestos pactos con el diablo.

El mal como entretenimiento
Para inicios del siglo XVIII la creencia en los pactos demoniacos y los procesos por brujería, se habían reducido. La Ilustración tuvo una acción decisiva contra ese mun­do de tinieblas. Por un lado, al promover el espíritu científico descartó la existencia de tales entidades. Por otro, al reducir el poder de la Iglesia sobre el Estado, evitó las per­secuciones y condenas irracionales que pretendían consolidar el poder político y económico áe esta. La creencia en el demo­nio se convirtió en un entretenimiento in­telectual, descrito por autores como Oscar Wilde, quien dio un giro a la leyenda en El retrato de Dorian Grey (1890). Surgieron también algunas leyendas de presuntos pactos satánicos, como la del compositor Giuseppe Tartini (1692-1770), autor de la sonata El trino del diablo, y la del violinista Niccoló Paganini (1782-1840).
El siglo XX fue la época de una sociedad secularizada pero no por ello ajena a la poderosa leyenda del pacto, de la que se siguieron escribiendo nuevos capítulos. Por ejemplo Mefisto, de Klaus Mann; El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov, La semilla del diablo, de Ira Levin; Los elixires del diablo, de E. T. A. Hoffman, y El diablo déla botella, de Robert Louis Stevenson.
En el mundo 'real', diversas historias hi­cieron creer que ciertas figuras públicas tenían tratos con Satanás, como la de Aleis-ter Crowley (1875-1947), autoproclamado "el hombre más malo del mundo". Un nicho preferencial para estas ideas fue el mundo de compositores e intérpretes de blues y rock, como Tommy Johnson (1896-1956), Robert Johnson (1911-1938), el fundador de la banda Gorgoroth y el prestigiado Bob Dylan (1941), quien aseguró haber hecho negocios con el "comandante en jefe de este mundo". Estos casos prueban la inversión devalores carac­terístico del siglo XX: antiguamente el vín­culo con Satanás era signo de vergüenza y persecución, en la sociedad contemporánea se convirtió en una práctica que da presti­gio. El estadounidense Antón Szandor LaVey (1930-1997), fundador de la Iglesia de Satán, nunca pensó en la influencia que tendrían las creencias promovidas por la propia Iglesia.
¿Qué sentido tiene hoy la idea del pacto satánico? Mientras la Iglesia católica lo con­dena, en la sociedad moderna esa noción de pactar con Satanás perdió su sentido original,
e indica la celebración de un acuerdo con una potencia peligrosa, pero no necesariamente maligna ("le vendí mi alma al diablo", se suele decir). No faltan, sin embargo, ofertas de char­latanes que conciben los pactos satánicos en los mismos términos del pasado, y que se virilizan por Internet. ¿Habrá alguien que se interese en estas ofertas? Probablemente sí, y aunque la victima no consiga los beneficios que se le prometen, al menos contribuirá a que el folclor satánico permanezca vigente.

Las tentaciones de Cristo
De acuerdo con el Nuevo Testamento, Jesucristo, el líder espiritual más influyente de la historia occidental, fue tentado por el mismísimo Satanás, quien le puso varias pruebas y le ofreció celebrar un pacto a cambio de diversos privilegios. Conocemos el episodio a través de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. Mateo (4:1-11) es quien of­rece la versión más completa:

7 El espíritu condujo a Jesús al desierto para que fuese tentado por el diablo. 2 y después de estar sin comer cuarenta días y cuarenta noches, al final sintió hambre. 3 Entonces se le acercó el temtador y le dijo: "Si eres Hi¡o de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan". 4 Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios ". Después el diablo lo llevó a la Ciudad Santa, y, poniéndole sobre el pináculo del Templo, 6 le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: "A sus ángeles encar­gará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra
una piedra". 7 Le dijo Jesús: También está escrito: "No tentarás al Señor tu Dios". 8
De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 te dijo: Todo esto te daré si de rodillas me adoras. 10 Le dijo entonces Je­sús: Apártate, Satanás, porque escrito está: "Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás". 17 Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.

Los expertos discuten hasta la fecha cómo debe comprenderse este texto, si se trata de una historia, una parábola, un mito o una combinación de géneros. En el fondo de este debate se encuentra la duda relacionada con la realidad de ese encuentro. Algunos sostienen que se trata de una parábola, un relato simbólico que Jesús contó a sus seguidores para explicarles la importancia de resistirse al mal. Otros piensan que la tentación es un episodio que trans­curría por la mente de Cristo en una especie de debate interno en relación con su ministerio. Solo los creyentes más ortodoxos lo interpretan como un hecho real y asumen la autentici­dad del demonio como tentador.



Teófilo de Adana:
sirviente de dos amos
En la tradición católica el relato más temprano de un pacto con el diablo se refiere a san Teófilo de Adana (muerto hacia el año 538), también conocido como Teófilo el Penitente. Aunque se trata de una narración apócrifa, se le considera significativa para entender lo que se pensaba en relación con esa práctica. Archidiácono de Adana, una ciudad que se mantiene activa en el sur de Turquía, fue electo por unanimidad obispo. No obstante, con su humildad característica, rechazó la posición y otro candidato fue designado en su lugar. Al acceder a su nuevo rango, este le quitó a Teófilo su posición como archidiácono. Indignado por los acontecimientos, se cuenta que Teófilo recurrió a los servicios de un hechicero para contactar al diablo y celebrar un pacto con él. A cambio de su ayuda, Satanás le exigió que renunciara a Jesucristo y a la Virgen María por escrito, en un contrato firmado con su propia sangre. Así se hizo y Teófilo accedió a la posición de obispo que antes había rechazado.


No obstante, años después se arrepintió de lo que había hecho y realizó oraciones para la Virgen María con el fin de obtener su perdón. Tras cuarenta días de ayuno, María se le apareció y lo reprendió verbalmente. Teófilo le pidió perdón y ayunó otros treinta días. María se le apareció de nuevo y le concedió la absolución. Sa­tanás, sin embargo, no estaba de acuerdo en suspender el pacto que ambos habían establecido y tres días después le presentó el contrato a Teófilo. Este tomó el documento, se lo presentó al obispo que él mismo había desplazado y le refirió todo lo que había hecho. Cuando el obispo legítimo quemó el documento, Teófilo murió de alegría por la suspensión de ese compromiso tan grave.
Esta historia es importante pues sirvió como modelo para los relatos posteriores respecto a los tratos con Satanás y también porque, en el ámbito teológico, da importancia a la Virgen María como intercesora entre Dios y el hombre. También ayudó a caracterizar, en el imaginario católico, la práctica de la brujería. Teófilo fue canonizado como un ejemplo de re­dención divina y su fiesta se celebra el 4 de febrero. Aunque se trata de una figura histórica, no hay evidencias de que en realidad haya vivido el episo­dio que se refiere. De acuerdo con los investigadores del folclor narrativo relacionado con el demonio, su figura fue crucial para el desarrollo del mito de Fausto.


Los pactos en el
Malleus Maleficarum
El Malleus Maleficarum o "El martillo de las brujas" es el tratado más importante aparecido en el contexto de la persecución a las hechiceras. Se publicó en Alemania entre 1485 y 1486 y se mantuvo en uso durante doscientos años. Sus autores fueron los inquisidores de la orden de Santo Domingo, Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, quienes contaron con el apoyo del Papa Inocencio VIII. El libro tuvo un gran efecto en Alemania, Francia e Inglaterra y sirvió de justificación para procesos, juicios y ejecuciones. El martillo da por un hecho incon­testable la existencia de las brujas, y pone un én­fasis especial en los pactos de ellas con Satanás.


Su segunda parte se dedica, precisamente, a ese asunto. En ella se asegura que cometen un "pacto expreso" con el diablo pero también se habla de "pactos tácitos" o secretos, como los que celebran quienes consultan el firmamento y la posición de los astros o analizan los sueños para indagar lo que depara el futuro. Las diferencias entre ambos consisten en que los "pactos expresos" exigen hacer un homenaje al demonio y abjurar de la fe católica. El objetivo de estos acuerdos puede ser obtener beneficios y ventajas en el mundo pero también dañar al prójimo con la cooperación de las fuerzas ocultas.
Respecto a las formalidades del pacto, se habla de dos métodos de pro­fesión. "Uno es una ceremonia solemne con un voto solemne -explican los autores-. El otro es privado y puede hacerse al demonio a cualquier hora, en soledad". En cuanto al primero, se describe un complejo ceremonial realizado durante una asamblea de brujas en la que el diablo se presenta como hombre y exige a una novicia "que se le entregue en cuerpo y alma, para siempre, y que se esfuerce por atraer otras de su sexo a su poder". Se agrega un curioso detalle: "finalmente, le ordena preparar ciertos ungüentos con los huesos y miembros de niños, especialmente de aquellos que han sido bautizados; por todos estos medios, y con la ayuda que él le proporcione, podrá cumplir todos sus deseos". Para dar mayor peso a sus afirmaciones los autores refieren haber sido testigos de esta clase de pactos en la diócesis de Basilea.




La leyenda del
Doctor Fausto
El Doctor Fausto es una de las leyendas más perdurables en el folclor y la cultura occidentales. Su esquema básico es de un mago y astrólogo alemán que vende su alma al diablo a cambio de poder y conocimien­to. Se sabe que hay uno o dos Faustos históricos, que en alguna ocasión se refirieron al diablo como su "compañero". Murieron alrededor de 1540, dejando tras de sí una compleja mezcla de leyendas de astrología, alquimia, predicción del porvenir y contacto con el mundo de los muertos. De acuerdo con los testimonios contemporáneos, Fausto viajó por diversas ciudades y era bastante conocido; todos coinciden en su mala reputación y en el carácter fraudulento de sus 'supuestos' poderes mágicos, sin embargo, los teólogos más importantes del protestantismo, como Martín Lu tero y Philipp Melanch-thon, lo tomaron en serio.


La leyenda comenzó a cobrar forma con el Libro de Fausto, un texto anónimo de 1587 que presenta una colección de cuentos sobre los magos de la antigüedad. La viva descripción que hace del demonio, o Mefistófeles, y del Infierno llegaron a causar terror en algunos de los lectores. £( Libro de Fausto se difundió por toda Europa y su traducción al inglés inspiró La trágica historia del Dr. Fausto, del dramaturgo Christopher Marlowe, quien despojó a la leyenda de algunos elementos cómicos y le dio un carácter más bien trágico. Al mismo tiempo se multiplicaron en Europa los manuales supuestamente firmados por Fausto. A comienzos del siglo XIX el dramaturgo Johann Wolfgang von Goethe concibió Fausto, la obra más importante relacionada con este mito. La primera parte apareció en 1808 y la segunda en 1832. En ella conocemos el trato que el protagonista hace a cam­bio de adquirir conocimientos y recuperar la juventud para con­sumar su relación amorosa con una joven. Así fue que Fausto se convirtió en una figura clave del romanticismo y, en general, de la cultura occidental. Desde entonces aparecieron diferentes versiones de autores como Adel-bert von Chamisso, Heinrich Heine y Paul Valéry. Quizá la más relevante es la novela de Thomas Mann Doctor Fausto (1947), en la que un compositor entabla tratos con el diablo para culminar su obra más importante. Fausto ha aparecido también en el cine, desde la película Fausto (1926) de Friedrich Wilhelm Murnau hasta Fausto (2011) de Alexander Sokurov. Ha sido tam­bién protagonista de composiciones musicales como La condenación de Fausto (1846), el oratorio de Héctor Berlioz.




Tartini, Paganini y el diablo
Por alguna extraña razón existen historias sobre presuntos pactos satánicos celebrados entre el diablo y algunos músicos famosos. Sobresalen, en especial, las de dos violinistas que trascendieron por el interés y la riqueza de sus obras. El primero es Giuseppe Tartini (1692-1770), originario de Istria, en la actual Estóvenla. Tras llevar una vida de problemas y aventuras diversas, aprendió a to­car el violín, que logró dominar con virtuosismo. Aunque escribió cua­trocientas obras de importancia para la música barroca, la más célebre de todas es su sonata El trino del diablo, supuestamente inspirada en un encuentro con el "Señor del infierno" que él mismo refirió de este modo: "Una noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el diablo y estaba a mis órdenes Todo me salía maravillosamente bien; mi nuevo sirviente an­ticipaba y satisfacía todos mis deseos. Ocurrió que, en un momento dado, le di mi violin y lo desafié a que tocara para mí alguna pieza romántica. Mi asombro fue enorme cuando lo escuché tocar, con gran bravura e inteli­gencia, una sonata tan singular y romántica como nunca antes había oído. Tal fue mi maravilla, éxtasis y deleite, que quedé pasmado y una violenta emoción me despertó. Inmediatamente tomé mi violín deseando recordar al menos una parte de lo que recién había escuchado; pero fue en vano. La sonata que compuse entonces es, por lejos, la mejor que jamás he escrito y aún la llamo El trino del diablo, pero resultó tan inferior a lo que había oído en el sueño que me hubiera gustado romper mi violín en pedazos y abandonar la música para siempre..."


Se dice que ese violín tocado por el diablo pasó de una gen­eración a otra y que hasta la fecha se encuentra en algún lugar del mundo. De acuerdo con ciertas versiones, el violinista que lo tenga en su poder recibirá una visita de Satanás, quien le otor­gará grandes dotes como ejecutante. Sin embargo, terminará por perder la razón. Los interesados en escuchar esta música de inspiración demoniaca pueden hacerlo en



El segundo violinista que celebró un presunto pacto satánico fue el italiano Niccoló Paganini (1782-1840), quien es consid­erado hasta (a fecha el máximo ejecutante de este instru­mento. Sorprendidas por su extraordinario dominio del violín para la ejecución de obras ajenas, pero sobre todo propias, las audiencias comenzaron a esparcir el rumor de que había cele­brado un pacto demoniaco, fama que él mismo impulsó. Tenía una enorme capacidad de improvisación y llegó a interpretar obras completas mediante diversas voces de una sola cuerda. En su catálogo son especialmente importantes los 24 caprichos, una serie de piezas para violin solo. El número 13 recibe el apodo de "La risa del diablo" y puede escucharse haciendo click en


Cuando Paganini murió, a conse­cuencia de una hemorra­gia interna provocada por la sífilis, y sin recibir los sacramentos, la Iglesia católica le negó el entierro en suelo consagrado de Genova. Las autoridades eclesiásticas tardaron tres décadas en permitir una sepultura regular para el músico, quien actual­mente se encuentra en la Catedral de Parma. Hasta la fecha se le reconoce como "el Compositor del diablo”.


  

2 comentarios:

  1. Quieres realizar un pacto con satanas solo jete que realmente tiene el coraje y fuersa para que todo lo que pidas se cumpla Como tu lo pedistes ......

    Sectalospactados616@gmail.com

    No lo olvides jente que de verda quiere hacerlo hasta el final.
    Si quieres que te estafen sigue creyendo cuentos de peter pan

    ResponderEliminar
  2. Quieres realizar un pacto con satanas solo jete que realmente tiene el coraje y fuersa para que todo lo que pidas se cumpla Como tu lo pedistes ......

    Sectalospactados616@gmail.com

    No lo olvides jente que de verda quiere hacerlo hasta el final.
    Si quieres que te estafen sigue creyendo cuentos de peter pan

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