lunes, 25 de noviembre de 2013

OUIJA - APÉNDICES: Nº 1 y 2

OUIJA
Texto: José Manuel Durán Martínez

Apéndice 01
OUIJA: culpable de asesinato

(Todas las citas del artículo sacadas del libro Así son, así matan de Manuel Marlasca y Luís Rendueles de Ediciones Temas de Hoy).

Han sido varios los crímenes cometidos aparentemente guiados o inspirados por una sesión de espiritismo.

¿Es posible?
La ouija por sí sola no es capaz de obligar absolutamente a nada. Sólo el miedo, la ignorancia o un desequilibrio mental pueden provocar que el usuario haga cosas que se alejan de sus parámetros morales y de sentido común.
El caso de «Las brujas de San Fernando» resulta especialmente interesante.

Clara García Casado no podía imaginar que la noche del 26 de mayo de 2000 iba a ser el día de su muerte. Dos amigas suyas, Raquel e Iria, acabaron con su vida. La apu­ñalaron numerosas veces.
En San Fernando (Cádiz) el episodio no se olvidará fácilmente. Todos recuerdan la terrible  y macabra historia. La víctima había quedado con dos amigas suyas para tomar unas cervezas. La joven ignoraba que se trataba de una trampa porque las presuntas asesinas tenían ya un plan hábilmente hilvanado en sus desquiciadas cabezas.
Doce horas después del crimen fue hallado el cuerpo de Clara cosido a puñaladas. Muy pronto se descubrió quiénes la habían visto por última vez con vida: Raquel, de 17 años e Iria, de 16. Rápidamente, la Policía acudió a sus respectivos hogares para condu­cirlas a comisaría e interrogarlas. Las dos jóvenes negaron haber participado en el atroz asesinato.
¿Quién habían asesinado entonces a Clara? La policía estaba desconcertada, pero a la vez convencida de que aquellas dos adolescentes eran las ejecutoras, aunque no dis­ponían de ninguna prueba... por el momento.
Las dos muchachas parecían estar muy tranquilas; no mostraban ningún síntoma que hiciera sospechar que ellas mismas habían sido las culpables de semejante atroci­dad. ¿Qué había pasado por la cabeza de estas jóvenes para dar tan macabro paso? ¿Por qué a Clara? ¿Qué tenía de especial? Las tres eran amigas, no existía odio ni rencor,

¿Entonces? ¿Qué causa puede justificar un crimen de estas características? Manuel, el novio de la víctima, sabía que Clara había quedado con Raquel e Iria para dar una pequeña vuelta y estaba convencido de que ellas eran las responsables del asesinato. Las detenidas lo negaban, pero poco a poco, la verdad fue saliendo a la luz. La herida en el brazo de Iria, una aparente tranquilidad que ocultaba declaraciones contradicto­rias. .. en poco tiempo, las muchachas fueron hundiéndose hasta confesar el asesina­to. Ellas, las dos, habían acabado con la vida de una amiga suya. ¿Por qué? ¿Qué extra­ña influencia motivó el tormento?
Un crimen cometido a sangre fría, calculado, planeado, en la cabeza de dos adoles­centes. ¿Qué había fallado en la mente de estas jóvenes? ¿Cómo pudieron mantener la calma y fingir alegremente que nada había ocurrido cuando entre sus manos tuvieron el cuerpo agonizante de una amiga a la que le arrebataron la vida salvajemente?
Los asesinos no actúan de la noche a la mañana, siempre ha de existir una causa que impulsa sus actos, un motivo que provoca la agresión. En este caso podría existir una clave: el interés por las «ciencias ocultas».
En revistas y boletines de temática paranormal.en programas de radio y más recien­temente en la televisión, se ha especulado sobre este crimen, relacionándolo con el esoterismo, y más concretamente, con la práctica de la ouija, sistema de contacto mal usado entre los adolescentes y al que eran adictas tanto Raquel como Iria, e incluso la víctima. Clara había participado en algunas sesiones. ¿Fueron los contactos con la oui­ja los que indujeron a las adolescentes a perpetrar el crimen?
En los últimos años se ha puesto de moda relacionar directamente asesinatos des­concertantes (habitualmente llevados a cabo por adolescentes) con el ocultismo, como si el «lado oscuro» de la parapsicología fuera un campo de cultivo maléfico y peli­groso. Con demasiada facilidad se achaca al esoterismo -e incluso a los juegos de rol­de poseer la suficiente influencia como para inducir un asesinato. Así, descubrimos que nuestra sociedad está salpicada con decenas de episodios funestos y desagradables en los que, por ejemplo, la ouija hace acto de presencia. Los medios de comunicación se hacen eco del asunto y airean los aspectos más macabros y morbosos de cada caso. Culpar al esoterismo y más concretamente a la ouija de inspirar la comisión de críme­nes es, cuando menos, cómodo e irresponsable.
Durante casi dos décadas he estado investigando en profundidad el misterio de la ouija y debo admitir que la influencia que puede ejercer en la psique de algunos usua­rios es nefasta y peligrosa para su equilibrio emocional. Apenas importa desentrañar de dónde proceden los «mensajes» recibidos, sino más bien el contenido de los mismos, la verdad sea dicha, comunicaciones induciendo al suicidio o al asesinato son más habituales de las que quisiéramos. Pero, ¿es suficiente un mensaje desagradable para cambiar nuestra conducta y conducir nuestros actos hacia la realización de un crimen? Francamente no lo creo, son necesarios más factores. Un simple mensaje del tipo:«Mata a tu madre» o «Asesina a tu profesor y después entra en mi mundo» no es suficiente. Son necesarios otros muchos factores en los que el esoterismo no tiene absolutamen­te nada que ver. Un mensaje dramático de estas características tan terribles es, para la mayoría de los adolescentes que reciben las comunicaciones entre escalofríos de mie­do, una estupidez. Pero si unimos el contenido de estos «mensajes» a un desequilibrio mental por parte de quien lo recibe... entonces tenemos ante nosotros una mezcla explosiva que puede convertir a una persona aparentemente normal en un asesino en potencia. O mejor, expresándolo de otra manera: un asesino en potencia puede ver como su propio yo aflora al exterior después de coquetear con el misterio, los juegos de rol u observar películas de terror y asesinatos...



A estas personas que pueden explotar en cualquier momento sólo les hace falta una chispa que cause esa explosión, un detonante, y cualquiera de las cosas arriba mencionadas (inocentes para la gran mayoría de los mortales) puede desencadenar el desper­tar de un trastorno que aflora al exterior sembrando el drama, la muerte y el horror.
¿Fue esto lo que ocurrió con «Las brujas de San Fernando», como se conoce en la prensa a Raquel e Iria? ¿Pudieron sus coqueteos con la ouija y el ocultismo provocar la muerte de Clara?
Dos chicas aparentemente normales que asesinan a una amiga. Sin móvil aparente, sin razón. ¿Por qué? ¿Alguien puede explicar lo ocurrido? ¿Es responsable la ouija?
Iria, a diferencia de Raquel, sacaba buenas notas y ejercía cierta influencia en sus compañeras de colegio, precisamente por su pasión con todo lo «oculto». Era ella quien llevaba las riendas de sus reuniones. Iria era la adolescente que manejaba la ouija dirigiendo las experiencias en las que tanto Raquel como otras amigas, incluida la víctima, Clara, participaban.


Iria había despertado un interés «maléfico» entre sus propias compañeras, una pecu­liaridad característica de las personas obsesionadas con el mundo del ocultismo y a los que les gusta ser el centro de atención, riéndose de los rumores que circulaban sobre ella y que Iria se encargaba de alimentar personalmente:

«Temía que me hiciera algún conjuro o algún encantamiento. Hace un tiempo había hecho un vudú con un muñeco que representaba a Ezequiel, un chico que le gustaba. Creo que lo hizo para que Ezequiel se enamorase de ella»

(Ana María).

«Iria decía que era la elegida, la hija de Satán»

(María del Carmen).

«Dejamos de ir con ella por su carácter posesivo, porque siempre nos que­ ría llevar al terreno que más le convenía. Nos hacía cambiar de carácter, de forma de vestir, de gustos sin que nos diéramos cuenta. Estaba obsesiona­da con la ouija, la literatura violenta, las películas de terror...
«Quería que a nosotros nos gustase lo mismo. Era muy inteligente y manipuladora, trata­ba de enfrentarnos unas con otras. Era de gustos muy violentos, pero muy cobarde»

(Ana María).

«Comencé a distanciarme de Iria porque se volvió muy posesiva, cambian­te, manipuladora. Es muy cobarde. Ha tenido que convencer a alguien para matar a Clara. Ella no tenía valor suficiente para hacer algo así»

 (María de los Ángeles)

«Cuando hacíamos la ouija con Iria la moneda siempre se movía, decía que los demonios y los espíritus veían por sus ojos... No sé si era cierto, pero cuando no estaba ella en la ouija, la moneda no se movía»

 (Ana María. Compañera de Colegio)


Raquel encontró en Iria a una buena amiga, una persona extraña y fascinante a la que adorar y entregarle toda su atención. Iria por fin encontró a una persona acorde con sus ideas,alguien que la escuchara.que la creyera, que la endiosara. Ambas crearon su propio mundo, venían de infancias desagradables, carentes de afectividad y ambas habían acumulado mucho dolor en su interior, ocultando una rabia que no querían mostrar públicamente. Ambas eran adolescentes extrañas, de conductas inquietantes. Las dos se adentraron en el ocultismo a través de la ouija.

—       «Estar con Raquel me da fuerza; si no estoy con ella sí me derrumbo», declaró
Iria a los psiquiatras.

Las dos chicas recibían comunicaciones a través de la ouija de sus «demonios pro­tectores», una peculiaridad más de este «instrumento» que sólo sirve para confundir aún más las cabezas de los adolescentes, quienes en su mayoría rechazan estas expe­riencias. Sin embargo, otras personas, con desequilibrios similares a los de Raquel e Iria, se sumergen en un mundo irreal, imaginario y altamente peligroso.
Las dos muchachas se complementaban muy bien. Raquel, la mayor, llevaba la voz cantante pero era Iria, por su economía y sus conocimientos sobre ocultismo, la que iba enredándola en un mundo oscuro y siniestro. Dos personas desequilibradas que se adentran en el mundo del ocultismo. Sus lecturas y experiencias paranormales van deformando su percepción de la realidad hasta que se produce un trágico desenlace. Sin embargo.a pesar de que algunos investigadores procuran achacar el crimen de San Fernando a la maléfica influencia de la ouija, parecen haber sido otras las causas que despertaron sus instintos; unos instintos que en silencio iban madurando en el interior de sus cabezas, quedando agazapados en algún lugar recóndito de su mente, esperan­do su gran momento.
Para los psicólogos y psiquiatras que las trataron, fue vital la lectura de un libro titu­lado Reino de Tinieblas, adaptado a la gran pantalla como Asesinos del más allá. En ese libro, entre otras similitudes con el caso, el protagonista decide matar a un amigo suyo.
Raquel lo tenía bastante claro: «Matar era mi única meta realista. Me fascina el con­trol que ejercen los asesinos sobre todos los demás... en el momento que quiera, él puede acabar con cualquiera. Ante todo, quiero sentir que yo tengo el control».
Esas intensas ganas de matar fueron apoyadas por una escalofriante nota que en diciembre de 1999 Iria le escribió a su amiga: «Hola, Raquel, ¿Quieres matar? Lo hare­mos, sólo dime a quién».
Todo estaba a punto, sólo había que escoger una víctima y el momento propicio. Éste se vio precipitado por la matanza que un joven de Murcia llevó a cabo el 1 de abril de 2000. Asesinó con una katana a sus padres y hermana. Fue un brutal suceso. El ase­sino, otro adolescente, también estaba fascinado por la ouija.Tras el crimen de «Las bru­jas de San Fernando», la prensa intentó relacionar ambos casos. Dijeron que se conocí­an, que se habían carteado meses atrás y que habían planeado las muertes minuciosa­mente. No era cierto, como tampoco era verdad que el «Asesino de la katana», como se conoció al chico de Murcia, intentara emular a un personaje de Final Fantasy, un video-juego. Raquel e Iría sólo se limitaron a escribir cartas de admiración al joven en las que expresaban que se sentían orgullosas de él por el paso que había dado. Nada más... No pensemos que la ouija por sí sola es capaz de provocar un crimen semejante. En este caso existen muchos ingredientes que formaron una personalidad desequilibrada y funesta: Esoterismo, malos tratos, malas infancias, celos, envidias, violencia, incompren­sión, falta de comunicación, soledad, frustración, codicia...

 

El ocultismo no es directamente responsable.
Raquel nace el 1 de agosto de 1982. Su madre apenas tiene 16 años. Dato de interés es que su abuelo era alcohólico y muy violento, y que pegaba a la madre de Raquel. Su padre se había desentendido de ambas.consumía heroína y algunos años después vol­vió a dejar embarazada a la madre de Raquel. Nació entonces su hermanastra, Jennifer, en la que Raquel concentró su temprana agresividad. «Raquel atacaba a Jennifer en numerosas ocasiones e incluso le llegó a clavar un bolígrafo en el pecho». En otra oca­sión, pese a ser una niña, cogió un pollito que su madre le había regalado y lo aplastó con sus propias manos.
Con apenas 11 años vio como su madre se marchaba con un drogadicto, quedando al cuidado, junto a Jennifer.de sus tías. Raquel estaba triste porque su madre solamen­te le visitaba una vez a la semana; y eso cuando se acordaba, ya que era alcohólica y estaba siempre sedada por los tranquilizantes. Un año después,cuando Raquel tenía 12 años, vio como su madre y su padre (que hasta la fecha se había desentendido) regre­saban a casa para vivir con ella. Su madre estaba enferma y su padre «tenía sida, hepa­titis y bronquitis crónica». Según las propias palabras de Raquel: «Quiero mucho a mi madre, a mis hermanos y a una de mis tías, pero no a mi padre, que vino mandando, castigando a todo el mundo, no me dejaba salir...».

Raquel era mala estudiante y confesó a los psiquiatras:«La gente del colegio siempre me ha rechazado. Me veían algo raro, gorda y fea, pero otras eran así y no las rechazaban (...) No caigo bien a la gente,¿es eso malo? No me gustan mis compañeras (...) prefiero estar apartada porque me siento superior a ellas».

Iria nació el 20 de diciembre de 1983 en el seno de una familia de clase media. Desde su más tierna infancia recibió el cariño de su madre, pero no el de su padre, un militar destinado en el extranjero. Pronto el cariño de su madre también desapareció: «A los siete años dejé de hablar con mi madre. No hablábamos de nada». Después lo pasó francamente mal con la llegada de dos hermanos. Surgieron envidias y celos: «Tuve muchos problemas con Quico. Yo tenía 667 años cuando se me cayó del sofá; se hizo una pequeña herida y lo tiré a la basura..., quería echarlo de casa... lo encontró mi madre en la basura».

— «Mis padres sólo hablaban conmigo para regañarme porque me teñía el pelo, llevaba peinados extraños, pendientes en las cejas y me vestía siempre de negro».
Conoció a Raquel a los 14 años y ambas se hicieron amigas inseparables. Creían que todo el mundo estaba contra ellas; eran unas incomprendidas y una tenía lo que le faltaba a la otra. De algún modo, tras conocerse, comprendieron que se necesitaban.
Fue Iria quien introdujo a Raquel en el esoterismo.ya que durante mucho tiempo ella había almacenado en su habitación una amplia colección de libros sobre magia, brujería y fenómenos paranormales. Le apasionaba tanto la temática oculta y macabra que pasaba horas delante de su ordenador escribiendo historias sobre «jóvenes que mataban para llegar a tener relaciones sexuales con el demonio, asesinas en serie que lideraban grupos anarquistas, caníbales que comían niños...».
El registro policial realizado en sus casas encontró libros y vídeos de escalofriantes títulos:

«Las gemelas asesinadas»
«Una ejecución espeluznante»
«La hora final de Coffey»
«El Diablo»
«Guija: contacto con el más allá»
«Posesión»
«Vivencias extracorpóreas del espíritu»
«Pesadillas y alucinaciones»
«La boca satánica y otros delirios»

En este caso descubrimos que personalidades de este tipo no son las más adecuadas para sentarse frente a un tablero que supuestamente va a permitirnos el diálogo con los muertos, un tablero que, recordemos, nos va a ofreces respuestas desagradables.

 


 APÉNDICE 02  


Rescato del archivo un par de experiencias, curiosas e interesantes, para que en ellas veas parte de las cosas que se han dicho en páginas anteriores.
Esta historia nos la relata Pedro Noguchi, a quien se le agradece públicamente su aporte, publicado también en el foro Pasaje Desconocido, en el que colaboro asidua­mente: http//pasajedesconocido.foroactivo.com/
«Hace 20 años tuve una serie de experiencias con este tema. Resulta que llegó a mis manos un libro que tenía un método singular para hacer sesiones de ouija. Este libro sostenía (no recuerdo al autor pero el título era espiritismo),que la concentración de los participantes en una sesión generaba el nacimiento de una entidad a la cual se le podía educar como si fuera un niño. Esta entidad adoptaría el comportamiento de cada uno de los integrantes y a medida que se realizaran sesiones sucesivas, éste iría evolucio­nando. Se decía que sería el intermediario para hablar con espíritus de personas falleci­das y que al cabo de unas 25 sesiones estaría lo suficientemente maduro como para hacer un experimento con un espejo, en donde se le podría ver con rostro humano y también nos mostraría cómo seríamos físicamente en el futuro. El libro venía acompa­ñado de una foto de una mano (supuestamente de un monje budista) en donde tenía un símbolo en la palma. Esta foto serviría como protección trazando un círculo «mági­co» alrededor de los participantes.


Ante la presentación de esta forma diferente de hacer la ouija, nos dio mucha con­fianza, porque parecía menos peligrosa de lo que creíamos. Nos reunimos cuatro ami­gos en un apartamento que tenía mi madre y empezamos las sesiones. Noche tras noche.
En un principio nos costaba esfuerzo concentrarnos y estábamos iluminados sólo por una vela. Cuando ya la experiencia comenzaba a ser aburrida se movió por fin el cristal (utilizábamos una lente de una lupa porque se deslizaba mejor). Empezamos a hacerle preguntas y la lupa se movía lentamente. A duras penas consiguió deletrear su nombre: IRIS MEGUIL

Decía que era una entidad femenina, que no era una persona fallecida. Durante las siguientes sesiones las respuestas eran más fluidas e incluso parecía una entidad con buen humor. Le preguntamos quién del grupo le gustaba más y respondió «VÍCTOR», ¿por qué? «PORQUE ES IDIOTA». Parece que la entidad conocía perfectamente a nues­tro compañero de sesiones.
Todo iba marchando muy bien e incluso pedimos contactar con espíritus. Esta enti­dad nos permitía, supuestamente, conversar con personas fallecidas y era notoria la diferencia del movimiento en las respuestas. Uno de los experimentos que hacíamos consistía en que adivinara la cantidad de palitos de una caja de fósforos (nosotros tam­poco sabíamos la cantidad) y en el 70% de las veces acertaba.


En una oportunidad solicitamos conversar con alguien de la época de la civilización Nasca, y así supuestamente sucedió. Nos hizo un relato fantástico que tal vez fue la influencia de lo que realmente queríamos oír. Este ser nos contó que ellos llegaron hace miles de años a nuestro planeta por un desperfecto de su nave y encontraron habitan­tes humanos en estado primitivo. La nave no podía ser reparada y se quedaron en ese lugar hasta que sus compañeros los encontrasen. Les enseñaron a los nativos nasca algunas técnicas de textilería, agricultura, orfebrería, etc. Ellos fueron considerados maestros y se vivía una perfecta armonía. Incluso fueron ayudados a construir las líne­as de las pampas como mensaje para cuando se acercasen a buscarlos.
Pero un día apareció un grupo de seres de otro planeta (enemigos de nuestro inter­locutor) para someter a todos los habitantes nasca.Se produjo una cruenta guerra don­de murieron centenares de nativos, pero que finalmente vencieron asesorados por sus amigos con armas rudimentarias.
La conversación fue larga e interesante y en las siguientes sesiones fue llamado para seguir preguntándole. Hasta que aproximadamente en la vigésima sesión se produjo un suceso que dio por terminado este «pasatiempo».
En esa oportunidad salíamos de una reunión -con unas cervezas de más- acompa­ñados por otro amigo. Cuando llegamos al apartamento decidimos hacer la sesión, pero nuestro nuevo acompañante se negó a unirse al grupo porque no creía en estas cosas. Aun así, trazamos el «círculo mágico» alrededor de él para «protegerlo» con la condición que no debía salir de él hasta que terminase la sesión.


Cuando iniciamos el contacto con nuestra «guía» Iris, le pedimos algunas pruebas para que nuestro amigo nos creyera. El preguntó la fecha de nacimiento de su madre, el apellido de soltera de ella, y muchas otros datos que sólo él sabía. Al final nos recri­minó con escepticismo: «¡No acertó en ninguna!». Ante tal incómoda situación, pedimos que nos contactase nuevamente con nuestro amigo nasca, al que reconocíamos por su peculiar forma de mover el cristal. Pero cuando supuestamente apareció nota­mos que el cristal se movía enérgicamente y respondía de forma violenta. En repetidas ocasiones el cristal se quedó girando, haciendo círculos cada vez más rápidos y nos­otros nos mirábamos desconcertados. Preguntamos si era nuestro amigo nasca:«¡NO!», si era un espíritu de un fallecido: «¡NO!». A todo lo que le preguntábamos respondía velozmente «NO». Entonces se me ocurrió la «genial» idea de preguntarle: ¿eres un demonio? «¡SÍ!» Nos limitamos a tragar saliva, y le preguntamos su nombre, pero el cris­tal no dejaba de girar, nos daba la impresión que quería salirse del tablero y nosotros luchábamos para que el cristal no cayera al suelo. Le pedimos enérgicamente que se retirara y se negó. Solicitamos la presencia de Iris varias veces, hasta que lo consegui­mos. Esta vez sentíamos que el cristal se movía con mucho temor en las respuestas. Cuando preguntamos a Iris si ese demonio seguía presente respondió afirmativamen­te. Le pedimos que lo hiciera desaparecer y sólo respondió:«NO PUEDO HACER NADA». Cuando aún no habíamos terminado de asimilar la última respuesta, la puerta prin­cipal del apartamento se abrió repentinamente ante el terror de todos nosotros. Era mi hermana, que apareció para recoger algunas de sus pertenencias y quedarse a dormir allí. Pero su rostro reflejaba una sorpresa mayor a la nuestra y pasó de largo hacia la coci­na. Nos apresuramos en cerrar la sesión, prácticamente echando a nuestro «espíritu», y salimos a la calle.
Días después mi hermana me explicó que su sorpresa se debió a que minutos antes de llegar a casa, tuvo una visión de una vela sobre una mesa y ni se imaginaba que me encontraría allí con mis amigos. Pasaron los días y sus plantas empezaron a secarse inexplicablemente. Ya no quiso quedarse a dormir allí sola y nunca ha querido cantarme sus razones.
El amigo que presenció escépticamente nuestra sesión, tuvo una racha de varios años de desgracias. Su padre cayó enfermo durante varios años y falleció de un infarto en la cocina. Él se tuvo que hacer cargo de su madre porque tenía una serie de dolen­cias que le impedían estar sola y él vio postergadas sus aspiraciones durante muchos años. Después del fallecimiento de su madre quedó solo y continuaron otros problemas, juicios, crisis económica, de salud, etc... y por si fuera poco.su casa se convirtió en un «polvorín» de espíritus que no lo dejaban ni dormir.
Hasta hace sólo un par de meses, le sugerí que hiciera una purificación completa de su casa; por lo menos que lleve a un cura para bendecirla y para estar más tranquilo. Después de mucho retrasarlo, al fin lo hizo y su casa quedó finalmente en paz. Esto le dio mayor fe en la religión y ahora vuelve a visitar la iglesia. Su recuperación económi­ca es lenta y sostenida, pero parece haberse librado de todos esos años de tragedias. 20 años después, ha llegado a la conclusión de que todo comenzó en el momento en que presenció nuestra última sesión de ouija».
A través de Internet y de forma anónima nos llegó otra curiosa experiencia:
— En aquel entonces mi amigo Juan Antonio estaba casado con una mujer muy peculiar, una persona a la que le gustaba probar todo tipo de experiencias pero que no mostraba interés por nada. En una ocasión quedaron con un matrimonio amigo suyo en el chalet de estos últimos. Después de la cena, la copa y el café pen­saron que la noche era perfecta para charlar o jugar a las cartas, pero en lugar de eso la amiga subió a la habitación sin decirles nada y bajó con una ouija. Dijo que por probar no perdían nada y así probarían que si funcionaba o no.
Aunque Juan Antonio nunca mostró interés por estos temas se unió al resto por no estropear el momento y así fue como pusieron la tabla en medio de la mesa y con velas iluminaron la estancia. Todos sentían un cosquilleo en el estómago, como si algo fuese a pasar; estaban nerviosos y de vez en cuando se les escapaba una risi­ta. Ya por fin, después de relajarse un poco, los cuatro pusieron el dedo en el vaso. Durante largo tiempo éste permaneció quieto en el medio de la tabla. Le hacían preguntas y lo más terrible fue cuando la amiga dijo: «Si hay algún espíritu en la casa, que se manifieste», provocando las risas de todos y haciendo que quitaran los dedos del vaso. Inmediatamente, y sin que nadie lo tocara, el vaso salió disparado hacia el «Sí». Fue un movimiento brusco, rápido y se paró en seco. Nadie había movido la mesa y menos la tabla. Esto llamó mucho la atención de Juan Antonio, que quiso seguir para buscarle una explicación lógica al movimiento del vaso.
Ya más en serio, los cuatro se concentraron en el vaso, pero éste seguía sin moverse. De pronto, Juan Antonio dijo que levantaran los dedos de la base del mismo y éste empezó a vibrar en el sitio. Era casi imperceptible, pero los cuatro coincidieron a la vez que éste se estaba moviendo. Juan Antonio pidió a su ami­ga que hiciese alguna pregunta, ella volvió a reincidir acerca de los espíritus y de nuevo el vaso, sin que nadie apoyara el dedo salió disparado al «sí». Juan

Antonio miró por debajo de la mesa, pensando que tenían una especie de imán que sólo funcionaba si se dejaba al vaso libre. Pero entonces, ¿quién movía el imán si todos tenían las manos sobre la mesa? Por más que se devanó los sesos pensando en una solución científica, Juan Antonio siguió jugando casi ajeno a las preguntas que formulaba su amiga, mientras su mujer anotaba las letras en un cuaderno; cabe decir que la amiga y su marido mantenían sus dedos por encima del vaso unos centímetros y aún así este se movía contestando cosas bastante coherentes.
A pesar de la curiosidad suscitada en los cuatro por el fenómeno, ninguno tenía miedo, creían tener la situación controlada. «¿Tendremos hijos?», preguntó de pronto la amiga. El vaso fue al «Si», pero muy débilmente. «¿Pronto?», siguió preguntando. El vaso, libre de cualquier acción de los dedos pues estaba libre, les dijo que en tres meses ella quedaría embarazada y marcó muchas veces el punto haciendo puntos suspensivos de forma compulsiva casi. El matrimonio casi lloraba de alegría cuando el vaso siguió un camino diferente, y siguió dele­treando «... pero morirá».


Todos quedaron paralizados por la noticia. Al cabo de un rato la amiga relajó la tensión diciendo que sólo era un juego. Despidieron al «ente» y cuando fue­ron a coger el vaso éste cayó al suelo rompiéndose en pedazos.
Después de comentar la experiencia entre los cuatro, ninguno creyó el vaticinio de la ouija y Juan Antonio y su mujer salieron de la casa en la madrugada quedan­do para verse al día siguiente.
Pasaron los tres meses y la amiga quedó embarazada. Sufrió intensamente durante el embarazo, pensando en su experiencia con la ouija y se obsesionó tan­to con ese bebé que cuando fue a nacer éste se ahogó con el cordón umbilical. Evidentemente y por desgracia, estas cosas pasan, pero esta chica podía haberse evitado toda esa angustia y la culpabilidad que siente porque cree que ella, al final, obsesionada como estaba con la muerte de su hijo, lo mató ella misma habiendo pasado los peores meses de su vida mientras tenía al niño dentro de ella».
No se puede decir que el resultado esté directamente ligado a jugar con la ouija, pero sí se le puede achacar la depresión de esta joven madre, cuyo deseo principal era tener un hijo.
claudia y sus primeros contactos
Desde la ciudad de México, Claudia nos envió dos de las experiencias que más le han impactado. Curiosamente, fueron sus primeros coqueteos con el tablero ouija, expe­riencias que deseo compartir con el lector.
— Un compañero de mi clase llevó una ouija a la escuela de secundaria don­de yo estudiaba. Al principio me parecía ridículo ver como se ponían a «jugar» con aquello, pues para mí eran ellos los que movían el indicador que iba de letra en letra, formando palabras y frases... hasta que me decidí a jugar y, apa­rentemente, éste parecía tener autonomía propia. Aún así, me parecía que tal vez era la chica que estaba a mi lado la que lo movía, así que cuando llegó la hora del recreo y estando yo sola en clase, me puse a jugar con aquello y para mi sorpresa el indicador se movió solo.Yo únicamente seguía los movimientos del triángulo mientras se iban formando las palabras.
De todo esto salió una supuesta historia: la de un hombre que había vivido y muerto en Estados Unidos hacía 20 años. Se llamaba Juan Simón y me dio su descripción física. La verdad es que esto me parecía pese a que sentía que no era yo la que movía el indicador, una invención mía, así que en voz alta me dije: «no eres real» «esto no es más que una invención de mi mente»... entonces, el triángulo se movió y me «contestó»: «soy real, y si no me crees ve y pregúntale a Brenda, soy su tío».
Brenda era una chica que iba al mismo instituto y al mismo curso que yo (3° de secundaria) pero era de otra clase. Yo lo único que sabía de ella era su nom­bre y nada más. No teníamos ni amigos ni nada más en común, con lo cual un dato como el de un tío muerto en los Estados Unidos era algo que escapaba a mi conocimiento.
Así que cuando acabó el recreo fui a buscarla. Cual sería mi sorpresa cuando al preguntarle si tenía un tío llamado Juan Simón ésta palideció y se echó a correr sin contestarme. La dejé ir a su clase y al finalizar la jornada, volví a bus­carla.. . cuando me acerqué a ella se puso muy nerviosa y yo le dije que se cal­mara, así que comencé con la tanda de preguntas:

«¿Tenías un tío llamado Juan Simón?»
¿Dónde vivía?
¿Hace cuánto tiempo murió?
¿Dónde murió?
¿Cómo era físicamente?

Le hice las preguntas de forma que tuviera que responder datos concretos y no respuestas afirmativas o negativas que contestase sin pensar debido al nerviosismo y-así eliminaríamos las posibilidades de que «acertase» a contes­tar lo mismo que horas antes me salió en la ouija.
Pues bien, todo lo que ella me dijo, todo, coincidía.
La razón por la cual no quiso contestarme la primera vez y se asustó tanto fue que nadie del instituto sabía que ella había tenido un tío llamado Juan Simón, que había vivido y muerto en Estados Unidos hacía 20 años, ni mucho menos su descripción física (rubio.de ojos azules) entre otras razones porque además de haber sido un tío lejano, éste murió de forma violenta. Ni siquiera sus mejores amigas lo sabían, era un tema del cual no había hablado con nadie de ahí...
Decidí llevarme la ouija una temporada a mi casa... se la pedí prestada a este compañero de clase y pese al disgusto de mi abuela (es muy religiosa y consideraba que aquello era «cosa del demonio») estuvo conmigo un tiempo. Durante este tiempo seguía haciéndole preguntaba ver lo que «salía». Al pare­cer, «aquello» con lo que hablase días antes había cambiado de tema o bien era otro mi interlocutor. «Hablábamos» de cosas muy normales: los profesores, los exámenes, el tiempo, en fin... como el que va a tomar café con un amigo. Hasta que un día aquello me amenazó. Yo me reí y le reté: seguí pensando que era yo la que me hablaba y me contestaba en aquel absurdo dialogo, así que tras retarle, hubo un repentino apagón en mi casa. Yo, tranquila, salí rápidamen­te al pasillo pensando que era algún familiar que me había gastado alguna broma bajando el automático, así que tras ver que no había nadie, fui a com­probar que en el cuadro de luces estuviese todo en su sitio, y así era, estaba intacto. Miré también la calle, por si hubiese sido un apagón general, pero no, sólo se había ido la luz en mi casa.
He de decirte que ni llovía ni teníamos varios electrodomésticos enchufados a la vez. El único que en esos momentos estaba siendo usado era el televisor que veía toda mi familia en la parte posterior de la casa (yo me encontraba haciendo mi sesión de ouija, abajo, sola, mientras el resto estaba arriba, viendo la tele en el comedor). Una vez hechas todas las comprobaciones, me fui has­ta donde estaba toda mi familia. Mi abuela estaba algo asustada y le echaba la culpa a la ouija.


Al rato de estar con ellos regresó la luz y yo, como si nada, volví a bajar a seguir hablando con aquello. Pues bien, después de un rato de distendida «charla», se volvió a repetir la misma amenaza (me dijo algo así como «te voy a matar») y yo volví a retarle. Le dije: «¡Vamos, si eres de verdad, inténtalo! Pero como no eres nada más que mi imaginación o a lo sumo algo sin cuerpo y sin nada no puedes hacerme nada, adelante»). Nuevamente se volvió a apagar la luz (antes del apagón creí ver un adorno que estaba colgado en la pared que se movía de forma violenta) pero pese a ello intenté no perder la calma y hacer todas las comprobaciones de antes, y el resultado fue el mismo: no había nadie que hubiese bajado el automático. Estaba intacto y sólo se había ido la luz en mi casa. Así que otra vez subí a reunirme con mi familia y aunque al poco de estar ahí volvió la luz, ya no jugué con la tablita esta... me dio un poco de mie­do. Aún así, en esos momentos pensé que aunque nada «sobrenatural» me hiciese nada, el hecho de sugestionarme y tener pánico estando a oscuras me hubiera hecho tropezar y hacerme daño de verdad».


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