Misterios arqueológicos
BAJO LA
SOMBRA DE LA
DUDA
Entre la realidad, la ficción y la fantasía,
diversos vestigios y objetos del pasado intrigan a los expertos y cautivan a
los aficionados. Cada uno ofrece su propia versión fundamentada o irreal de los
hechos, sin embargo, nadie logra llegar a una conclusión definitiva.
Por
Rafael Muñoz Saldaña
Revista MUY
INTERESANTE, Noviembre 2013
La arqueología es el estudio
científico de los vestigios de la vida y las actividades humanas en los tiempos
ya idos. Su campo de estudio abarca todo lo que crearon los hombres, sin
importar sus dimensiones, desde una sencilla herramienta hasta las grandes
construcciones, como pirámides, palacios, laberintos y catedrales; su campo de
trabajo son las culturas prehistóricas, extintas y antiguas. El arqueólogo
tiene diferentes funciones; la primera y más apasionante es el trabajo de
campo, mediante el cual intenta encontrar esos rastros. Pero no todo se limita
a tales momentos excepcionales, como cuando Howard Cárter se encontró con la
tumba de Tutankamón. Otra tarea es describir, establecer una clasificación y
analizar los ob-jetos que se han recuperado. Gran parte de los arqueólogos
dedican su vida a este tipo de trabajo, no necesariamente al de campo; su
propósito más importante consiste en situar los materiales que les interesan en
el contexto histórico al que pertenecen y, de este modo, ampliar su comprensión
del pasado. En esto su trabajo se parece al del historiador; como no es posible
conocer por completo el acontecer humano remoto, ambos deben dar descripciones
interpretativas de él.
Para lograr esos objetivos los
arqueólogos utilizan los conocimientos de especialistas en otras áreas que
aportan datos para incrementar esa comprensión, como zoólogos y expertos en
botánica. También se valen de recursos científicos (por ejemplo la célebre
prueba con radioisótopos de carbono 14) para descubrir la verdad sobre los
hechos que indagan. Sin embargo, por la faceta interpretativa que hemos
mencionado, no es fácil clasificar a la arqueología como una ciencia, sino que
-coinciden expertos- se encuentra a medio camino entre las ciencias y las
humanidades. La justificación de su trabajo es enriquecer el presente con los
conocimientos, avances y habilidades de los predecesores; traer al presente la
sabiduría y logros de aquellos hombres y civilizaciones que dieron origen a la
cultura contemporánea.
Reconstruir el pasado no es,
por supuesto, una tarea sencilla, ni puede reducirse a un solo hombre. Por eso
se multiplican las especialidades y áreas de conocimiento dedicadas a temas y
asuntos muy específicos. Algunos resultados de esas investigaciones son
interesantes y atractivos; imaginemos el hallazgo de ruinas de una ciudad
antigua bajo los elevados edificios de una metrópoli moderna, el descubrimiento
de la tumba de un alto dignatario muerto hace cientos de años y del cual poco
se sabía, o las razones por las que desapareció una ciudad que en otros tiempos
era esplendorosa. En muchas ocasiones su labor sirve para reinterpretar
conocimientos de los que ya disponemos o rectificar visiones erróneas
propuestas por gente poco especializada; en otros casos, los hallazgos son
modestos y poco espectaculares, como lo demuestran las decenas de ensayos
publicados sobre temas de gran especificidad en los medios académicos de esta
profesión.
El vuelo de la
fantasía
El trabajo de estos
especialistas no está exento de errores, un problema común de las ciencias y
las humanidades. Tampoco está libre de fraudes, basta recordar el célebre caso
del cráneo de Piltdown: los restos de un orangután que el arqueólogo aficionado
Charles Dawson quiso hacer pasar por los vestigios del casi mítico 'eslabón
perdido'. Además de ello, la arqueología se ve afectada por un fenómeno
cultural de gran impacto mediático: la pseudoarqueología, que en lugar de
descubrir objetos del pasado y otorgarles un contexto histórico, inventa,
falsifica y distorsiona la realidad con los peligros que eso implica. Entramos
entonces en el terreno de la arqueología fantástica, nombre que se le da entre
muchos otros. Tal vez para contrastarla con la arqueología seria valdría más la
pena conceptualizarla como 'arqueología pseudocientífica'.
Se propone este concepto para
señalar que los medios que emplea en su trabajo están distanciados del método
científico; ello conduce a explicaciones carentes de razón, imposibles de
demostrar, que se contradicen con los conocimientos históricos disponibles y
aceptados. Sus falsas revelaciones se vuelven populares debido a ciertos medios
masivos de difusión, que no verifican los datos e ideas que proponen y dan soporte
a esas hipótesis fuera de lugar con tal de atraer al público. Este, que no
siempre sabe discriminar entre verdades y mentiras, suele aceptar las
falsedades, las cuales se extienden con la fuerza que tienen los rumores.
En el amplio mundo de la
pseudoarqueología existen muchas variantes. Algunas están motivadas por el
nacionalismo y la defensa de una agenda política, como el caso de las pirámides
bosnias (ver recuadro), cuyo promotor intenta fortalecer el orgullo e interés
de su joven nación. También hay una arqueología motivada por la religión, cuyo
propósito es confirmar hechos que se mencionan en los libros sagrados. Hay que
mencionar además la variante que mezcla verdades con mentiras y toma hallazgos
reales de la arqueología científica para construir especulaciones fantasiosas y
atractivas para el público. Hallaremos ese tipo de casos en algunos de los
recuadros presentados aquí.
La controversia enfrenta al
mundo de la imaginación con la contundencia de los hechos reales y apela a la
psicología de quien recibe la información. Existe un público de calidad, que
puede tomar una actitud crítica con respecto a los datos e ideas que se le
presentan. Pero también hay otro que se resiste a esta toma de distancia porque
en el fondo su anhelo es que lo entretengan, que lo diviertan contándole
historias atractivas e interesantes, distanciadas de la aridez de los estudios
académicos. Podríamos justificarla aquí como una fantasía inofensiva, pero sus
consecuencias van más allá de eso: por representar de manera inadecuada el
pasado, desorienta, equivoca y extravía a la gente. Y el mejor ejemplo procede
del nazismo: el mito de la raza aria y su falso sustento arqueológico
condujeron a la guerra más sanguinaria y destructiva en la historia de la
humanidad.
El acertijo de
los incas
Una
ciudad bajo Santiago
En algunas ciudades del mundo
el pasado remoto es evidente. En la Ciudad de México, por ejemplo, coexiste la
modernidad con diversos vestigios arqueológicos -entre los más conocidos, el
Templo Mayor y la zona de Tlatelolco-. En otras, los rastros antiguos han
permanecido ocultos, como en el caso de nuestra capital. Una investigación de
casi cuatro décadas, dada a conocer a comienzos de este año por quienes la
encabezaron (Rubén Stehberg, jefe del Área de Antropología del Museo Nacional
de Historia Natural, con el apoyo del historiador Gonzalo Sotomayor, de la
Universidad Andrés Bello), ha puesto en evidencia que los españoles no fundaron
la ciudad de Santiago en la nada, sino sobre un antiguo centro urbano inca.
El propio Stehberg explica su
método de trabajo, en el boletín N 61 del Museo, y en su artículo Mapocho
incaico: "Armamos un rompecabezas a partir de la evidencia arqueológica
que hablaba de la presencia incaica, pero además investigamos en muchos
documentos que permanecían inéditos y daban cuenta de que aquí había un
importante asentamiento humano", afirma, desafiando la versión más extendida de acuerdo con la cual Pedro de Valdivia fundó Santiago en 1542, sin precedente urbano. La nueva teoría es resultado del análisis de evidencias arqueológicas (cerámicas, tumbas y restos humanos) que se encontraron en el centro de la ciudad y en la cuenca del valle del Maipo.
El llamado 'Santiago incaico' era el asentamiento más austral del Imperio inca y tenia el nombre de Tawantinsuyu. En la ciudad había diferentes edificios administrativos, caminos que la conectaban con otras localidades del imperio, acequias y casas para las mujeres dedicadas al culto al Sol. Luis Cornejo, arqueólogo del Museo de Arte Precolombino, realizó excavaciones en el suelo del propio museo y encontró vestigios de origen inca: "Nuestra investigación está en línea con la hipótesis de que Santiago fue fundado en un centro administrativo incaico. Encontramos una cantidad inusual en Chile de restos de cerámica, basura y comida que dan cuenta de actividades ceremoniales y muchas interacciones propias de un centro de esta naturaleza". Se sabe que los pobladores no eran solo incas, sino también mapuches. Unos y otros cultivaban la tierra en chacras o parcelas y practicaban la minería del oro y la plata. De este modo, el conquistador de Extremadura, Pedro de Valdivia, habría viajado a la ciudad preestablecida para tomar posesión de ella y poblarla con ejército.
Enigma bajo el
agua
Las
rocas en el Mar de Galilea
En el fondo del mar de Galilea,
en Israel, se descubrió una extraña estructura de rocas cuya antigüedad, se
dijo en un inicio, podría ser la misma de Stonehenge, en Inglaterra -2.300 a.
C-. Aunque muchos afirmaron que se trataría de una obra realizada por posibles
visitantes extraterrestres en una época muy remota, investigadores de la
Universidad Ben-Gurion, la Universidad de Tel Aviv, la Universidad de Haifa y
el Instituto de Investigación Oceanógrafica y Limnológica de Israel
descubrieron que el montículo es parecido a un cono de rocas de basalto de
hasta un metro sin labrar -apiladas- con un diámetro total de 70 metros y una
altura de 10; su ubicación es significativa, pues se halla en un brazo del rio
Jordán, situado en una zona que tuvo gran importancia económica en esa área
desde la Edad de Bronce. Los detalles del contexto -dieron a conocer estos
investigadores en un número reciente del International Journal of Nautical
Archaeology- los han llevado a pensar que la construcción es mucho más
reciente, tal vez de los siglos IV o III a. C.
Hasta la fecha soto se dispone
de imágenes obtenidas a través de un sonar y algunas fotografías tomadas por un
equipo de buzos. No se han llevado a cabo excavaciones, lo que ha abierto el
paso a toda suerte de afirmaciones especulativas sobre la edad y la forma en
que se construyó. Una de las dudas al respecto es si se hizo en tierra seca,
durante un periodo en que el nivel de las aguas era bajo. Algunas indagaciones
en otros cuerpos de agua cercanos han demostrado que muchos de ellos fueron
tierra seca habitada. También se ha creído que estas ruinas y otras en las
inmediaciones fueron erigidas a la orilla de estos cuerpos de agua y luego se
precipitaron como efecto de la importante actividad sísmica de la zona. Se han
hecho diversas conjeturas con respecto a la función práctica que pudo tener
esta construcción. Hoy está rodeada por bancos de tilapias, lo que ha hecho
pensar que puede tratarse de una antigua pesquería, es decir, una estructura
para atraer peces y facilitar su captura. En el Mar de Galilea se han
encontrado otras de este tipo, pero resulta dif íci aceptar esta versión antes
de llevar a cabo una exploración detenida y precisa en la zona. Los expertos
coinciden en que se trata de una obra humana; que no es ni una formación
natural ni una construcción extraterrestre. En su mayoría divergen respecto a
su antigüedad. Yitzhak Paz, del Departamento de Antigüedades de la Uni-versidad
Ben-Gurion, sostiene que puede tener 4.000 años.
Edificio oculto
El
palacio del emperador Qin
Uno de los mayores tesoros
arqueológicos de China es el ejército de guerreros modelados en terracota
(arcilla endurecida) que custodia la tumba del emperador Qin Shi Huang, un
mausoleo de 56 kilómetros cuadrados construido en el siglo II a. C. en las
afueras de Xi'an, ciudad importante desde la antigüedad situada en el centro
del actual territorio del país asiático. El conjunto de 6.000 guerreros -el
número total es una estimación pues no todos han salido a la luz- de tamaño
real con sus armaduras, caballos y carros de guerra elaborados a la perfección,
fue descubierto en 1974 por obreros que cavaban un pozo; las excavaciones
prosiguieron y la UNESCO declaró el yacimiento Patrimonio Cultural de la
Humanidad.
En el segundo semestre de 2012
los arqueólogos realizaron un hallazgo sorprendente: los restos de un antiguo
palacio imperial. Se trata del más grande entre los que han sido encontrados en
el mausoleo, que más bien podría considerarse una ciudad funeraria. El palacio
mide 690 metros de largo por 250 metros de ancho e incluye dieciocho palacetes
alrededor de un edificio central. Para el investigador Sun Weigang, responsable
de las excavaciones, podría considerarse un antecedente de la Ciudad Prohibida,
la residencia de los emperadores chinos de las dinastías Ming y Qing. Ambos
palacios fueron construidos sobre ejes norte-sur, en concordancia con la
cosmología tradicional china. A los arqueólogos les ha sorprendido el buen
estado de conservación del conjunto. Los cimientos están firmes, hay murallas,
puertas, caminos de piedra y estructuras de ladrillo que se conservan sólidos.
Explican los expertos que el
emperador Qin Shi Huang comenzó a construir su monumento funerario poco después
de convertirse en jefe de Estado, a la edad de trece años. La realización del
complejo involucró el trabajo de 700.000 obreros y tardó cuarenta años en ser
completado. Quedó listo dos años después de la muerte del personaje, ocurrida
en el año 210 a. C. Uno de los puntos inaccesibles hasta la fecha es la tumba
misma, de 120 metros de altura, protegida por estructuras metálicas y de
piedra. No se ha excavado en el lugar por temor a dañar los valiosos objetos
que guarda.
El monumento en su conjunto es
una muestra del enorme poder que llegaron a tener los emperadores chinos de
aquella época. Qin es considerado el gran unif icador de China; conquistó seis
Estados inde-pendientes de aquel territorio y logró consolidar un reino feudal
con sistemas unificados de moneda y escritura. Se le recuerda también por sus
violentas acciones de gobierno, como quemar libros, enterrar vivos a sus
opositores y castrar a los prisioneros de guerra.
La escultura de
un meteorito
El
Buda que vino del espacio
En septiembre de 2013
investigadores alemanes encabezados por Elmar Buchner aseguraron que una pesada
estatua de Buda que los nazis llevaron a Europa durante sus exploraciones por
Asia fue elaborada a partir de un meteorito que, al parecer, cayó del cielo hace 10.000 años en la frontera
de Siberia con Mongolia. Se ignora la edad de este 'hombre de hierro', también
conocido como 'Buda del espacio', aunque los investigadores aseguran que fue
realizado entre los siglos VIII y X; se trata de un hombre sentado con las
piernas cruzadas que porta un objeto en su mano izquierda. En el pecho lleva
una suástica, el símbolo oriental de buena suerte que, siglos después, el
régimen nazi empleó como emblema distintivo. Es posible que este detalle haya
inspirado a los exploradores nazis a traer consigo la figura metálica.
La noticia reportada por
Buchner en la publicación Meteorites and Planetary Science fue recibida con
escepticismo en los medios académicos serios. Una de las críticas más
convincentes fue la de Achim Bayer, experto en budismo de la Universidad
Dongguk en Corea del Sur. En un reporte publicado en línea aseguró que las
características de la figura son 'pseudotibetanas' y que parece tratarse de una
reproducción europea realizada en el siglo XX, datación que desafía la versión
de Buthner según la cual tiene unos mil años de antigüedad. Bayer considera que
la pieza presenta rasgos inconsistentes con el arte clásico tibetano y la
cultura de aquella época, como los zapatos, (os pantalones y las mangas del
atuendo. También le parece sospechosa la forma de las manos, los ojos y las
orejas, que no tienen precedente en el arte del Tíbet.
Buchner ha comentado la visión
escéptica de Bayer. Aseguró este investigador alemán: "Para nosotros su
hipótesis es solo una opinión. No podemos aceptarla o rechazarla puesto que no
somos expertos en historia del arte. Nuestras afirmaciones son
especulativas". Buchner piensa que, en efecto, se trata de un meteorito;
el análisis revela que es una aleación de hierro y níquel muy semejante a la
que se encontró en un meteorito ubicado en la frontera de Siberia con el Tíbet.
Pero los cuestionamientos de Bayer también ponen en duda tal materia prima:
"No me parece razonable pensar que alguien use el material de un
me-teorito para elaborar una pieza común que se vendía en los mercados locales
de antigüedades".
La ciudad
abandonada
¿Por
qué se despobló Teotihuacan?
La llamada 'Ciudad de los
dioses' fue una de las principales urbes mesoamericanas en la época
prehispánica y hoy, por su buena conservación, es uno de los grandes atractivos
arqueológicos del centro de México. Sus orígenes no han sido esclarecidos del
todo, pero se sabe que alcanzó su apogeo en el periodo Clásico, entre los
siglos III y Vil, debido a la presencia de manantiales que, a falta de ríos,
podían satisfacer las necesidades de agua para la agricultura. Tampoco resulta
claro cuatera la identidad de sus primeros habitantes, aunque las teorías más
recientes sostienen que en su florecimiento pudieron hallarse involucradas
diversas etnias como los totonacos, los nahuas y los otomies. Otro tema por investigar
son las razones por las cuales, después de tener una población que iba de los
100.000 a los 200.000 habitantes, la ciudad fue abandonada en el año 650, mucho
antes de que los mexicas fundaran México - Tenochtitlan, en 1325.
Una de las teorías más recientes,
propuesta por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma en su libro Teotihuacan,
afirmé que la decadencia de la ciudad ocurrió cuando diversos pueblos se
levantaron en armas contra sus habitantes.
Estos pudieron haber realizado
una alianza para poner fin a las condiciones de sojuzgamiento en que se
hallaban, pues Teotihuacan dominaba la zona y exigía a los pueblos cercanos el
pago de elevados tributos. Este mismo proceso de rebelión explica la
desaparición de las ciudades de otros grupos como los mexicas: la alianza de
los españoles con pueblos tributarios cansados de permanecer subyugados hizo
posible la caída de México-Tenochtitlan en el año 1521.
La teoría cambia la perspectiva
aceptada de acuerdo con la cual el declive de la urbe ocurrió por un gran
incendio o por una baja producción agrícola que no tuvo los rendimientos
suficientes para cubrir las necesidades de los habitantes. Matos Moctezuma
considera que ninguna explicación es aún definitiva y que continúan los
estudios para indagar tanto el origen como el final de este centro urbano de
enorme importancia. Entre los últimos hallazgos en la zona destacan las
habitaciones populares ubicadas en la zona de La Ventilla, que permiten tener
una idea sobre la manera cómo vivían y a qué se dedicaban las personas comunes.
En busca del
redentor
Una
investigación sobre Cristo
Los creyentes no requieren
evidencias físicas de la existencia de Jesucristo, uno de los líderes
religiosos más célebres en la historia de la humanidad; sin embargo, la
realidad de su existencia corporal ha sido un permanente objeto de interés para
arqueólogos e historiadores. El fenómeno de las reliquias, objetos materiales
que quizá estuvieron relacionados con él, surgió como parte de la necesidad de
contar con pruebas físicas; su infinito número no ha logrado superar el
escrutinio científico.
A pesar de ello, muchas son
objeto de una especial veneración religiosa. La más célebre es tal vez el
Sudario de Tur ¡n, conocido también como la Sábana Santa; se supone que
envolvió el cuerpo de Cristo después del Descendimiento, pero las pruebas
realizadas con radioisótopos de carbono 14 revelaron que procede del siglo XIV.
Respecto a los fragmentos de la Cruz, el teólogo protestante Juan Calvino
aseguró en el siglo XVI que si todas las piezas se juntaran sería posible armar
un barco completo. Alqo semejante ocurre con los clavos de la Crucifixión.
El documental Los clavos de la
cruz transmitido por The History Channel en 2011 presentó dos de esos objetos hallados
en una tumba de Jerusalén, con dos mil años de antigüedad; sugirió que podían
tratarse de los de Cristo, pero según la agencia de noticias Reuters era un simple
golpe publicitario carente de fundamento.
Otros objetos controvertidos
son un conjunto de libros de plomo con información sobre la vida de Jesús
hallados en 2011 en una caverna de Jordania. Tampoco pasaron el análisis
científico y se revelaron como una falsificación elaborada hace unos cincuenta
años. El arqueólogo Peter Thonemann, de la Universidad de Oxford, aseguró que
se trata de un conjunto de elementos sin sentido. En cuanto a los Rollos del
Mar Muerto, escritos entre los años 150 a. C. y 70 d. C, y hallados en Israel
en la década de 1940, nadie cuestiona su autenticidad, pero en ellos se habla
de un 'maestro de la rectitud' que puede o no ser Jesucristo. Existen,
asimismo, fragmentos o ejemplares completos de la Corona de Espinas con la que
se le martirizó. Uno de los más célebres es custodiado en la Iglesia de Nuestra
Señora de París. Ni siquiera esta ha podido fecharse más allá del siglo IV. A
falta de pruebas materiales, el mejor recurso que resulta para certificar la
existencia del Jesús histórico es el Nuevo Testamento: los evangelios de Mateo,
Marcos, Lucas y Juan.
Misterio
balcánico
¿Pirámides
en Bosnia?
En octubre de 2005 el
contratista aficionado a la arqueología Semir Osmanagic afirmó que un conjunto
de colinas naturales en la región central de Bosnia y Herzegovina, cerca del
pueblo de Visoko, era en realidad una serle de pirámides, las de mayores
dimensiones en el mundo. Osmaganic aseguró haber descubierto un sistema de
túneles y bloques de piedra de factura humana y sostuvo que las obras habían
sido realizadas por los mismos constructores que hicieron las pirámides
egipcias. El supuesto investigador llamó a la colina de Visocica la 'Pirámide
del Sol' y determinó que otras colinas cercanas eran la 'Pirámide de la Luna',
la 'Pirámide del Dragón Bosnio', la 'Pirámide de la Tierra' y la 'Pirámide del
Amor'.
Osmanagic aseguró que fueron
construidas entre los años 25000 y 12000 a. C. por los ¡lirios, un pueblo
indoeuropeo que habitó los Balcanes. Un año más tarde reunió a un grupo de
voluntarios e inició las excavaciones que transformaron la colina hasta darte
la forma de una pirámide maya escalonada aunque no ofreció pruebas firmes de su
teoría. Su presunto hallazgo causó sensación entre algunos medios, sin embargo,
científicos concluyeron, tras analizar el sitio y repasar su historia, que las
colinas eran formaciones naturales.
Un grupo de arqueólogos
europeos suscribió una declaración conjunta de acuerdo con la cual todo ese
trabajo era "una cruel estafa que no tiene lugar en el mundo de la
ciencia". Acusaron a Osmanagic de promover y dañar con sus excavaciones
sitios con verdadero valor arqueológico. Una de las críticas más serias fue la
de Curtís Runnels, especialista en la prehistoria de Grecia y los Balcanes, de
la Universidad de Boston, quien explicó que en la época propuesta para la
construcción los Balcanes se encontraban bloqueados en un período glacial, y
que sus únicos habitantes fueron cazadores y recolectores del Paleolítico
Superior quienes solo dejaron a su paso campamentos al aire Ubre y vestigios de
ocupación de cuevas: herramientas de piedra, restos de fogatas y desechos de
plantas y animales que consumían como alimento. Runnel sostiene que esos
hombres primitivos no tenían ni las herramientas ni las capacidades para llevar
a cabo obras de arquitectura monumental.
La maravilla
perdida
El
laberinto egipcio
Herodoto, el historiador griego
del siglo V a. C, aseguró que en Egipto hubo un complicado laberinto, una vasta
estructura localizada a la orilla de un inmenso lago situado a siete días de
viaje hacia el río Nilo partiendo de tas pirámides de Giza. El templo en cuestión
estaba dividido en doce grandes patios y sus muros eran decorados con
esculturas; también había una inmensa pirámide acompañada por figuras colosales
con la que se hallaba conectado a través de un pasaje subterráneo. Su
arquitectura superaba, de acuerdo con el autor, a las pirámides de Giza. El
historiador Estrabón, del siglo I, lo denominó "un gran palacio compuesto
de muchos palacios" y destacó las enormes placas de piedra que conformaban
sus techos y paredes. De acuerdo con su testimonio, era muy fácil perderse en
él, por lo que el visitante necesitaba una gufa para orientarse en sus pasillos
y galerías.
Aunque se ignora dónde se
hallaban las entradas a este complejo, se sabe que data del siglo XIX a. C.
Herodoto refiere que los niveles inferiores (a los que no pudo tener acceso
cuando lo visitó) contenían los sepulcros de los reyes que ordenaron su
construcción y también los de los cocodrilos sagrados, animales de interés
ritual para aquella cultura. Existen algunas claves que indican la importancia
del laberinto para diversos propósitos. Fue la cámara funeraria del faraón
Amenemhet III, donde se depositaban las ofrendas necesarias para garantizarle
prosperidad en la vida ultraterrena; quizá también fue un centro de culto y un
lugar de reunión para los gobernantes de las divisiones políticas del antiguo
imperio. La intención de complicar el paso a sus visitantes fue, se piensa,
proteger a la momia de Amenemhet de los ladrones de tumbas. Cuando Herodoto
estuvo en el laberinto este ya tenía unos 1.300 años de antigüedad y se hallaba
en malas condiciones de mantenimiento. En una fecha desconocida quedó en ruinas
y durante la época de la ocupación romana sus piedras fueron desmontadas para
construir un pequeño poblado. Cuando el arqueólogo británico Flinders Petrie
realizó excavaciones en el sitio, solo halló pequeñas piedras de los bloques
que lo habían conformado; supuso que el laberinto abarcó un área inmensa, pero
consideró que a partir de los restos hallados no era posible sacar mayores
conclusiones sobre la estructura. Las últimas piedras de este edificio
magnífico fueron empleadas para el tendido de las vías del ferrocarril.
Una antiguo
computador
El
mecanismo de Anticitera
Las culturas de la Antigüedad
se preocuparon por los cálculos astronómicos, como es evidente a través de los
distintos hallazgos arqueológicos. Uno de los más singulares es el llamado
mecanismo de Anticitera, una suerte de computador mecánico rescatado a
comienzos del siglo XX en un naufragio cercano a la isla del mismo nombre,
entre Citera y Creta; se trata de una calculadora mecánica de bronce que
permite anticipar la posición del Sol y de la Luna asi como predecir eclipses.
Hecha a partir de una combinación de engranes, en las diferentes partes que lo
componen, se encuentran diversos signos e inscripciones astronómicos en
corintio y siracusano, los antiguos dialectos de la región. Lo que más ha
sorprendido a quienes la han estudiado es que solo hasta el siglo XIV
aparecieron en Europa mecanismos de esa complejidad.
El pionero en el estudio de
este artefacto fue el historiador británico de la ciencia Derek de Solía Price,
defensor de su uso como instrumento de medición de los cuerpos celestes. Las
investigaciones de Michael Wright, experto en ingeniería mecánica del Museo de Ciencia
de Londres, revelaron que el mecanismo podía calcular los movimientos de
Mercurio y Venus a partir de los modelos teóricos diseñados por los astrónomos
griegos Hiparco y Apolonio. Se especula que algunas partes se perdieron y que
tal vez la estructura original podía calcular las posiciones de otros cuerpos
celestes conocidos desde la Antigüedad.
Los estudios realizados en el
marco del proyecto de investigación Anticitera con participación de la
Universidad de Cardiff, la Universidad de Atenas, la Universidad de Tesalónica
y otras instituciones permitieron obtener una imagen 3D basada en la tomograf
ía computarizada de alta resolución. Las imágenes confirmaron las hipótesis
iniciales sobre su utilización astronómica. -En 2008 Tony Freeth, Alexander Jones,
John Steele y Yanis Bitsa-kis publicaron un artículo en Nature donde afirmaron
que uno de los usos prácticos más importantes del mecanismo era fijar con
exactitud la fecha para celebrar los Juegos Olímpicos, el solsticio de verano
cada cuatro años.
Conforme se han descubierto
nuevos fragmentos del mecanismo original han surgido hipótesis distintas. Una
de las más atractivas plantea que pudo haber servido como instrumento didáctico
o para la navegación. Otras investigaciones se basan en fuentes do-cumentales.
Por ejemplo, en De República de Marco Tulio Cicerón, un diálogo filosófico del
siglo I, se describen dos máquinas para medir el movimiento de los astros.
Aunque en ninguna de las obras conocidas hay referencias especificas a este
mecanismo, existen algunas afinidades con él que invitan a pensar en todo lo
que aún tenemos por aprender de la ciencia antigua.
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