lunes, 27 de abril de 2009

Mary Poppins

por dissolved_girl


Imagen IPB

Ilustración de Mary Shepard de la edición original




Convertido desde 1964 en un fenómeno de masas a través de la famosa película de Walt Disney, esta historia ha sido siempre considerada como un cuento infantil. Sin embargo, la misma Pamela Lyndon Travers, autora de los libros de la saga –quien publicó seis volúmenes más sobre las aventuras de la mágica niñera–, insistió siempre en que su narración no era «un relato para niños, sino la creación consciente de un mito». Una atenta lectura nos permite especular que quizá nos encontremos ante un texto repleto de claves esotéricas y escrito por una iniciada.




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Pamela L. Travers nació en Mayborough, Australia, en 1899, y murió en Londres en 1996. Comenzó su vida profesional como periodista y crítica literaria. Pero a lo que se dedicó con pasión toda su vida, fue al estudio de los mitos y tradiciones de todas las culturas del mundo. Travers fue una de las mejores folcloristas y mitólogas del siglo XX, aunque sólo conocida mundialmente como autora de Mary Poppins (1934), la enigmática niñera voladora. También escribió cuatro libros más que encuadraríamos dentro del género de la literatura infantil. Pero como ella dijo en más de una ocasión: «Escribir para los niños no fue más que un accidente en mi vida», porque su actividad literaria se centró principalmente en redactar artículos y ensayos sobre mitología y tradición, la mayoría de ellos publicados por la revista Parábola, editada por la Sociedad para el Estudio del Mito y la Tradición, de la que fue editora y asidua colaboradora desde 1975 hasta 1995.
Su vida es imposible de resumir en pocas páginas, pues vivió 96 intensos años, pero sí podemos decir que fue una mujer excepcional. Amiga, entre otros, del poeta y Gran Maestro de la orden ocultista Golden Dawn W. B. Yeats, del dramaturgo George Bernard Shaw y del enigmático iniciado G. I. Gurdjieff. Nunca permitió que se escribiese una biografía sobre ella, por lo cual sólo sabemos de su trayectoria a través de algunas personas que la trataron. Fue una buscadora de la verdad que subyace en todos los mitos y tradiciones que ella rastreó con devoción.

Cuando un periodista le preguntó de dónde había surgido la idea para la creación del famoso personaje, ella contestó sin dudar: «Yo no la inventé y realmente no tengo ni la menor idea de dónde puede venir». Frente a la insatisfacción del entrevistador ante esta respuesta y su insistencia en averiguar más, ella le respondió: «¿Y por qué no puede venir de ninguna parte?».
Desde el primer momento en que uno se enfrenta con el personaje, nos asaltan varias preguntas: ¿Es Mary Poppins una mujer con poderes mágicos? ¿Acaso un hada, o una bruja? ¿O es sencillamente una niñera a la que la imaginación de los pequeños Banks ve como un ser mágico que les permite evadirse de su vida cotidiana?


Un personaje misterioso

Quizá podamos comprender la enigmática respuesta de Travers observando a su no menos enigmático personaje.

Mary Poppins llega a casa de la familia Banks un buen día, empujada por el viento del Este. Y se marcha, otro buen día, meses después, con el viento del Oeste. Desde el principio, parece tener una enigmática afinidad con la naturaleza… Una simbiosis que se mantiene viva a lo largo de todo el relato. Curiosamente, el cumpleaños de Mary Poppins es el 31 de octubre, la Noche de Halloween. Según las tradiciones paganas de culto a la Madre Tierra, además de ser la noche de las brujas, es también una fiesta de la fertilidad donde se celebra la unión de la diosa y el dios, o sea, de la Tierra y del Cielo. Mary Poppins puede hablar el mismo idioma de los animales y entender lo que dicen los árboles, así como el lenguaje del sol y de las estrellas. Otro de sus poderes es su capacidad de ejercer un efecto hipnótico sobre las personas que la rodean, pues siempre que ella está cerca todos ríen y están de un humor inmejorable. Pero lo que más nos llama la atención es que el lugar de origen de Mary Poppins nunca es revelado. Lo único que sabemos es que siempre que regresa a casa de los Banks, viaja por el cielo, y cuando se marcha, lo hace también volando por los aires.

Para los pequeños, su niñera representa una luz en sus vidas. Con ella cerca, nada vuelve a ser lo mismo. Las salidas al parque se convierten en fascinantes viajes a los cuatro puntos cardinales del planeta, bailes con los animales del zoo, meriendas dentro de cuadros pintados en el suelo, visitas a los anárquicos parientes de la niñera, donde lo menos que puede sucederte es que vueles… Y siempre, se trata de increíbles aventuras dotadas de un surrealismo que parece ser muy real.






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El lenguaje de los símbolos

Se pueden hacer dos lecturas completamente diferentes de las aventuras de Mary Poppins, Jane y Michael Banks. Es posible limitarse a la historia aparente de una mujer con poderes mágicos que cuida de los niños y con la cual éstos viven fascinantes aventuras. O bien podemos detenernos a examinar todos y cada uno de los elementos simbólicos que aparecen en estas correrías. Si así lo hacemos, en una nueva lectura vemos cómo aparece ante nuestros ojos una historia completamente diferente.

Por ejemplo, en la mayoría de estas raras aventuras, ciertas estrellas y constelaciones descienden a la Tierra para relacionarse con los humanos. En el capítulo «Las compras de Navidades», Maia, la segunda estrella más brillante de la constelación de las Pléyades, baja a los conocidos almacenes Harrods de Londres para comprar regalos de Navidad a sus seis hermanas. ¿Por qué es precisamente Maia, y no Alcyone, Electra u otro astro cualquiera el que desciende a nuestro planeta? Entonces, debemos recordar que en los textos esotéricos orientales, existe un tipo de percepción denominada «Maya». Palabra que designa la ilusión similar a un velo que cubre al mundo captado a través de nuestros sentidos y que nos separa de lo verdaderamente real. Y por esto la estrella Maia desciende hasta nuestro mundo para recordarnos que todo cuanto percibimos es sólo una mínima parte de un conjunto mucho más vasto de realidades.

Los colores son reveladores de otro mensaje que se esconde entre las páginas de los libros. Y si, por ejemplo, relacionamos los colores con los chakras del cuerpo humano, podemos empezar a saber qué se oculta tras esta historia aparentemente sencilla.

Un ejemplo: en el primer capítulo de Mary Poppins vuelve (1935), los niños están jugando en el parque con una cometa verde y amarilla. En una de las ocasiones en que la lanzan al aire, la cometa, «que parecía mantener unidos a la tierra y al cielo», no quiere bajar. Por más que tiran de la cuerda, no pueden hacer que descienda hasta que, súbitamente, ésta se aproxima al suelo. Pero lo más curioso es que ese juguete ha cambiado de tono. Ahora es azul marino, y recordemos que la niñera viste con frecuencia de ese color. Poco después,el artilugio volador toma la forma de Mary Poppins, quien es empujada de nuevo por el viento y desciende a tierra. El chakra conocido como «Tercer Ojo», Ajna, presenta siempre una tonalidad azul. Representa las fuerzas del Cosmos y sobre todo, el don de la «visión interior», es decir, la capacidad de ver lo que está al otro lado del velo «Maya». Descendiendo siempre del cielo a la tierra, Mary Poppins representa de forma simbólica el elemento catalizador de las fuerzas de arriba y las de abajo. Es decir, el tradicional Principio de Correspondencia hermético: «Como arriba, es abajo».

Y este principio de correspondencia, de unión entre lo de abajo y lo de arriba, es el motor de los libros de Mary Poppins. Un ejemplo más, entre tantos otros: en el capítulo «La noche libre», de la misma obra, los niños suben al cielo para asistir a un circo fantástico donde las estrellas, las constelaciones y la luna representan una función para el Sol. En cambio en Mary Poppins en la calle del Cerezo (1982), nos encontramos frente a una metáfora inversa. Esta vez son las estrellas las que bajan a la Tierra para disfrutar de sus frutos, especialmente de los procedentes de la calle del Cerezo. Tampoco podemos pasar por alto el hecho de que la familia Banks y Mary Poppins vivan en una calle llamada «cerezo», pues este fruto simboliza la espiritualidad, es decir, la sabiduría necesaria para evitar aferrarse a la materia, a Maya. Las cerezas simbolizan la inteligencia necesaria para lograrlo.

¿Qué es la realidad? Pero hay algo más que llama poderosamente la atención en la historia. Es la actitud que muestra la niñera siempre que los niños le hacen preguntas sobre esas aventuras. Mary Poppins suele negar lo ocurrido y, con su acostumbrado mal humor, les amenaza con castigarlos si no dejan de hacer «preguntas estúpidas». ¿Por qué actúa así Mary Poppins? ¿Es acaso la imaginación de los niños la que «crea» todas estas aventuras?

Este dilema se plantea a lo largo de toda la obra: suceden cosas constantemente, pero incluso los niños no están nunca del todo seguros de lo que han visto y vivido. Cuando Mary Poppins se encuentra a solas con los hermanos pequeños de los niños, ocurren cosas interesantes. Ambos gemelos pueden comunicarse fácilmente con los pájaros, por ejemplo con un estornino. Anotemos que desde los tiempos más remotos, el lenguaje de los pájaros simboliza el conocimiento de Lo Oculto. En este caso, el ave les dice que cuando cumplan un año de edad, olvidarán que alguna vez ellos pudieron hablar con él. Uno de los niños, Anabel, se enfada, asegurando muy convencida que «nunca podrá olvidarse de lo que ella es». La curiosidad infantil se despierta y le preguntan de dónde viene, y el pájaro les responde: «Tierra y aire, fuego y agua. Vengo de la Oscuridad donde todas las cosas tienen su principio. Vengo del mar y de sus mareas. Vengo del cielo y de las estrellas, vengo del sol y de su resplandor» Los niños quieren saber por qué Mary Poppins, siendo «mayor», no se ha olvidado. El estornino les responde con lo que bien podría ser la clave de todo este embrollo: «Porque ella es diferente; es la Gran Excepción».




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Mary Poppins hace que los niños sean capaces de conectarse a esa otra realidad que ella refleja, mucho más profunda y rica en matices. La niñera sería la fuente de donde emana la magia, su poder para recrear otras realidades y lograr que todos quienes la acompañan puedan conectarse a ellas. Pero entonces se nos plantea otro enigma: ¿qué es real y qué no es real? ¿Podemos contestar a esta pregunta?

En una entrevista para The Paris Review (1982), se preguntó a Travers si Mary Poppins representa algo real o no. Ella contestó: «Mi maestro zen me dijo que todas las aventuras de Mary Poppins son, en esencia, historias zen». Con esta respuesta, Travers nos proporciona una clave para comprender que en esta historia, todos y cada uno de nosotros podemos observar exactamente lo que deseamos.

Todavía no podemos «ver». porque estamos «dormidos» en Maya e, incapaces de ver esa otra realidad, la llamamos magia. Acaso Mary Poppins represente esa Gran Excepción que decía el estornino, la de los seres humanos capaces de mantener en su vida adulta ese espíritu de la niñez. Adultos que rememoran todo aquello que veían y sentían de niños. Tal vez Mary Poppins sea la encarnación de ese espíritu puro e inocente al que todos deberíamos aspirar si es que realmente queremos convertirnos en alguien como ella, y poder al fin volar.

Como le dijo el Sol a Jane Banks: «¿Qué es verdad y qué no lo es? ¿Sabrías tú decírmelo, o sabría yo decírtelo a ti? Quizá sólo lleguemos a saber que basta con pensar una cosa para que sea verdadera».

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