SECCIÓN I: Ángeles, demonios y espíritus.
La jerarquía de los
ÁNGELES
En la Biblia los ángeles son mensajeros benévolos entre Dios y los seres humanos que asisten a uno y otros en diversas circunstancias. Su origen es anterior y ya aparecen en la religión antigua de Babilonia. Se les considera guardianes personales (lo que explica la oración al "Ángel de la Guardia") y agentes que gobiernan el mundo ejecutando las disposiciones divinas. Su número es prodigioso, tanto que conforman todo un ejército celestial conocido como sabaoth (ejército o hueste en hebreo) y, como ocurre en cualquier organización militar, están divididos jerárquicamente en una clasificación que si bien está basada en el Nuevo Testamento (en especial en la Epístola a los Efesios y la Epístola a los Colosenses) se desarrolló en la Edad Media.
Este esquema jerárquico los clasifica en tres esferas, cuerpos o coros de poder decreciente. Los del Primer Coro sirven de consejeros a Dios. Los serafines cuidan su trono y le cantan alabanzas. Los querubines protegen la luz y las estrellas; se piensa que el demonio fue originalmente un querubín caído.
Los tronos siguen un registro de las acciones humanas y vigilan el orden universal. El Segundo Coro comienza con las dominaciones, que reciben órdenes de los superiores y vigilan a los inferiores. Les siguen las virtudes, que supervisan diferentes grupos humanos y las potestades, que acompañan a los seres humanos en el nacimiento y la muerte. En el Tercer Coro están los Principados, que protegen pueblos y naciones; los Arcángeles, que se encargan de misiones relevantes para la sociedad y, en el último peldaño de toda la lista, los Ángeles propiamente tales, en constante relación con los seres humanos, cuyos problemas atienden.
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