El ejército franquista sembró de bunkeres gran parte del norte de España. En Cataluña, existe una región horadada por miles de estos refugios, ya abandonados, en los que se han sucedido hechos llenos de misterios unos y muy escabrosos otros. Personajes y ruidos extraños, rituales mágicos e incluso profanaciones... Nos adentramos en los bunkeres de la muerte.
Por Miguel G. Aracil
Revista Enigmas diciembre de 2012.
Es de todos conocida la paranoia y el temor que sufrió el general Francisco Franco cuando la Segunda Guerra Mundial estaba en su ocaso, y todavía más, recién finalizada la terrible contienda. Creyéndose víctima de una posible invasión desde Francia por parte de los Aliados -y también de los guerrilleros del maquis-, sembró literalmente el Pirineo, desde Navarra y el País Vasco hasta la zona del Cap de Creus y la Serra de Roda, así como la zona de Port Bou y las Alberes, de miles de bunkeres.
Según el régimen franquista, esta línea fortificada debía salvaguardar la integridad de su territorio -y su dictadura- ante la amenaza de las vencedoras tropas aliadas. El proyecto inicial fue de unos 10.000, aunque parece ser que se construyeron solo algo más de la mitad, apenas 5.800. El número exacto no creemos que llegue a conocerse jamás, ya que algunos quedaron a medio construir.
Todo el norte de Girona está plagado de fortificaciones de aquella época. La llamada Línea Gutiérrez en Cataluña, o Línea Pérez en el resto de España; La primera denominación, al parecer, en honor a uno de los ingenieros militares que dirigió en gran parte tal empresa. Muchas de estas fortificaciones fueron construidas durante los años 1944 y 1957 por las ingenieros del ejército español, cuando no, al principio, por los prisioneros republicanos.
Sobre dichas fortificaciones, aún hoy en buen estado muchas de ellas, se han contado muchas historias negras e incluso algunas leyendas de corte más bien macabro. De algunas, se ha dicho que fue edificado sobre una antigua necrópolis de la Edad de Bronce. La sospecha -jamás confirmada oficialmente- vendría avalada por el hecho de que, en varios de los promontorios cercanos y similares, como el vecino de Punta del Pi -excavado por Aliarás a finales del siglo XIX-, El Castellar, o el Pía deis Capellans, se han encontrado necrópolis del final de la Edad del Bronce. En algunos casos, como en la zona de Port de la Selva, ciertas construcciones, las de menor tamaño, y que tenían como función contener algún nido de ametralladoras pesadas, han sido cubiertas por piedra vista y, convertidas en pequeños y preciosos miradores junto al mar, conservan en su interior los antiguos, oscuros y estrechos edificios castrenses.
De entre todos ellos, sin duda por su inmenso tamaño, sus largas galerías y por su situación estratégica, los más famosos son los que forman el inmenso conjunto ubicado junto al faro de S'Arenella, entre las turísticas y bellas poblaciones de Llangá y Port de la Selva, conocidos en los planos militares como Batería número 9 Cap de Bol.
Situado en el interior de una inmensa mole rocosa, tuvo en sus entrañas, además de distintas unidades de ametralladoras estratégicamente colocadas, cuatro inmensos cañones de costa del calibre 100/50 -del tipo conocido como García Lomas- que dominaban aquella zona fronteriza, y cuyas magníficas guías dentadas de acero todavía pueden contemplarse en el suelo de la ruinosa fortificación.
Se halla erigido muy cerca del recoleto faro que data del año 1910, aunque se puso en funcionamiento tres años más tarde y se encuentra deshabitado desde hace algunas décadas. Aquella red de túneles, cámaras fortificadas, inmensas troneras de artillería, trincheras, nidos de tirador y edificios militares, acuartelaron en su perímetro una compañía -o batería, en el caso de la artillería- entera, o lo que es lo mismo, algunos centenares de hombres. Esto nos da una idea de sus inmensas dimensiones.
Al parecer, ya en plena Guerra Civil española estuvo allí instalada una batería de costa o antiaérea de las tropas republicanas. Una parte de dichas construcciones fueron aprovechadas más tarde por el ejército vencedor.
Quien de día, pues de noche puede ser peligroso por su orografía y los olvidados restos militares -alambradas, respiraderos ocultos, hoyos de tirador...-, decide visitar las ruinas de aquel complejo militar, es muy difícil que pueda verlo todo en pocas horas; aunque algunos opinen lo contrario, ya que existen muchas edificaciones ocultas entre la maleza y pequeños bunkeres auxiliares y sistemas de trincheras totalmente ocultos entre los árboles y el follaje.
Entre los arbustos y matojos, cuando menos lo esperas, aparece un nuevo nido de ametralladoras, una bocana cañonera, la entrada de madera y hierro a un nuevo y cegado pasadizo o almacén, un inmenso -y peligroso-respiradero excavado en el suelo, o simplemente restos de edificios al aire libre que fueron cocinas, enfermerías, palomar, cantina, cuerpos de guardia, calabozo, garitas...
Me he dedicado a estudiar y recorrer estos edificios militares, aéreos o subterráneos y otros cercanos con bastante asiduidad desde el año 1986. De día el panorama es uno de los más bellos e impresionantes de toda la Costa Brava. Los escasos y chaparros pinos, domados por la soberbia tramontana, que en aquel lugar reina como poderosa dueña y señora, permiten visualizar, principalmente desde lo más alto del sistema defensivo, muchos kilómetros de costa. Tanto hacia el Cap de Creus, como hacia la vecina Francia, donde el agreste macizo de las Alberes, paraíso del megalitismo, se hunde en el mar de forma casi brusca, quizá guardando para sí misma el secreto de la mítica ciudad de Pyrenne, que daría nombre a toda una cordillera, y que, según algunos autores galos, se localizó -aunque continúa enterrada- entre sus montañas o quizá bajo el mar.
De noche, aquellas ruinas con sus oscuros y peligrosos pasadizos y túneles, por donde hace más de medio siglo circularon cientos de soldados españoles que esperaban una invasión que nunca se produjo, dejan de ser "bellas" y "curiosidades históricas" y se convierten en un sitio lúgubre, casi fantasmagórico, que puede inspirar temor, cuando no terror, a ciertas personas.
Cuando empezamos a recorrer aquella zona pudimos observar que en varias ocasiones, y mayormente en el interior del inmenso sistema de cañoneras, se podían observar restos, imperceptibles para el profano, de pequeñas huellas o indicios que dejaban constancia de ceremonias más o menos esotéricas, cuando no de alguna bacanal, quizá entre jóvenes turistas, o de otro tipo más siniestro y ocultista.
En los bunkeres cercanos a Puig Miralles, situados a pocos kilómetros, se celebraron hace algunos años extrañas ceremonias rituales de las que quedaron abundantes restos por los suelos. Algunas, según pudimos averiguar, obra de la sociedad secreta femenina "Gorgonas".
Como simple curiosidad, comentar que algunas de estas fortificaciones fueron pintadas de color rosa hace algunos años, como desafortunada o grotesca caricatura de su primitiva función militar.
Podemos asegurar que, en más de una ocasión, grupos de aficionados a lo oculto, gente joven por lo general, aunque no todos, se reunían -y aún lo hacen- en su interior a celebrar extrañas ceremonias, que iban desde simples pero siempre peligrosas sesiones de Oui-Ja, hasta invocaciones a entidades de cuya existencia aquella gente estaba convencida. Sin olvidar, lógicamente, otro tipo de rituales más siniestros.
El ingeniero e investigador galo Alain Cornet contaba hace algunos años que, en una ocasión, había sorprendido in fraganti a un grupo de "ritualistas" celebrando desnudos una extraña ceremonia nocturna en lo que fue el bunker de mando.
Pese a ser una zona turística, y relativamente frecuentada de día, principalmente una recoleta y pequeña cala resguardada de tramontana que la hace idónea para un refrescante baño los días en que el bravo viento del norte castiga al resto de playas y calas, de noche es una zona muy poco o nada transitada. Incluso temida por algunos.
Además, desde hace unos ocho años, con la norma -lógica e internacional-de prohibir a las autocaravanas pernoctar en lugares no adaptados al camping, de lo que se ocupa con mayor o menor éxito la Policía, pueden pasar noches enteras sin que una sola persona se acerque al lugar, si exceptuamos en ocasiones algunas románticas y apasionadas parejas que en el interior de sus vehículos dedican un erótico y sensual brindis al dios del amor. En los últimos años, abundantes restos de velas y velones, en algún caso las varillas de incienso, sal negra o sahumerios, y algunas pintadas esotéricas indicaban que aquellas ruinas, tanto las subterráneas como las situadas bajo el cielo azul, eran visitadas con cierta regularidad por gente que practicaba algún ritual de corte esotérico.
El inmenso sistema de bunkeres de S'Arenella y su peligrosidad, casi desconocidos por la mayona durante años, saltó a la fama desgraciadamente durante los primeros días del mes de marzo del 2005, cuando fue hallado en el interior de sus desiertos túneles, concretamente cerca de la cañonera principal, el cadáver de una mujer, con heridas en cabeza, cuello y pómulos, al parecer hechas con algún arma blanca y objetos contundentes, posiblemente un martillo. El cuerpo fue hallado sobre una improvisada cama y tapado con mantas.
Se supo que la asesinada era una ciudadana helvética de 62 años, de nombre Lucía, que había decidido vivir, al menos eso se aseguró, desde hacía 4 años aproximadamente en el interior de los castrenses túneles.
El cuerpo fue hallado por una vecina francesa, de la cercana y bonita urbanización de Cap de Vol. La mujer gala, al igual que otros vecinos de la zona, llevaba regularmente comida a la desdichada víctima y conversaba un rato con ella.
Esta tenía en el bosquecillo situado justo sobre los bunkeres una especie de árbol ritual, plagado de pequeñas ofrendas y objetos variados -relojes, juguetes, muñecas, velitas...-. Según informó la agencia Europa Press, el 8 de marzo de ese año, un viernes, la francesa la estuvo llamando, y al no recibir respuesta dejó un plato con comida en la puerta de la entrada que utilizaba la víctima, para que esta lo recogiera.
Al pasar algunos días y ver que la comida seguía en el mismo lugar, llamó a unos vecinos, que decidieron entrar en los túneles, hallando el cadáver maltrecho de la ermitaña.
Seguidamente llamaron a los/Wossos d'Esquadra, que procedieron a retirar el cuerpo, tras el protocolo oficial y reglamentario, y realizar un estudio detallado -al menos eso fue lo que se dijo- de toda la zona. El asesinato sucedió al parecer entre los días 4 y 6 de marzo.
Casualmente, un año después -el 22 de abril-, en el camposanto municipal de la histórica y cercana población de Perelada, situada a pocos kilómetros de dicho lugar, se llevó a cabo la profanación del recinto mortuorio, con el macabro detalle de que los aberrantes profanadores habían realizado una "sopa" con algunos huesos de una mujer muerta hacía 10 años.
El guarda del cementerio, al entrar al día siguiente, se encontró con una tumba profanada, otra a medio abrir, y una olla con Avecrem y varios huesos en su interior. Aunque casi con toda seguridad no tenga relación, en la muy cercana estación abandonada de dicho pueblo, he sido testigo de que se reúnen todavía hoy grupos de gente para realizar ceremonias esotéricas. Pero dejemos esta anécdota macabra, y sigamos con el asesinato de los bunkeres.
Varias cosas fueron las que nos llamaron la atención al investigar el lugar poco después del crimen. Mientras recorríamos la maleza que cubre y rodea las antaño poderosas instalaciones militares, pudimos ver el chaparro y frondoso pino del que colgaban de sus ramas extraños y pintorescos objetos, a cual más insólito. Desde dos pequeños y destrozados relojes de pulsera y baratijas, hasta extrañas guirnaldas y un par de muñequitos. Todo rodeado por decenas de recipientes de barro, algunos con extraños restos en polvo y pequeñas cajitas vacías. Al parecer, la asesinada inquilina de los macabros túneles y cañoneras sentía algún tipo de interés por los rituales o por cierto tipo de actividades de carácter ocultista. Sin descartar algún problema psicológico que la llevase a vivir así.
El anteriormente citado Alain Cornet, que llegó a entrevistarla en una ocasión, la definió como "una mujer rara, de mal carácter y de ideas muy extrañas".
Tras encontrar el extraño árbol "decorado", situado en la parte más alta del promontorio, a muy pocos metros de una de las entradas principales del bunker, nos dirigimos hacia lo que muy posiblemente fue el cuerpo de guardia de la costera guarnición. Todavía hoy pueden apreciarse restos de una chimenea, y una parte caída de lo que sin duda fue
el suelo de un segundo piso, hecho de caña, madera y yeso.
En las paredes de la castrense sala, y entre diferentes y abundantes graffitis realizados por algún energúmeno, se pueden ver todavía hoy y con claridad unos símbolos que representaban el número de la Bestia, el satánico 666, y restos de cera negra y roja, así como sahumerios quemados, sobre un estante de obra situado en una de las ruinosas paredes. Otros restos de material ocultista están desperdigados por el ruinoso suelo y otras estancias.
El hecho de que el asesinato de la mujer extranjera y la posterior profanación del cercano cementerio aparecieran publicados en la prensa tanto local como comarcal e incluso en revistas especializadas de tirada nacional, hizo que la extraña y misteriosa fama de aquel sistema defensivo se intensificara, y que algunos grupos de "investigadores" se desplazaran a la zona con grabadoras, para intentar conseguir alguna psicofonía, o encontrar alguna huella perdida que aportara algo de luz sobre qué había sucedido realmente en el interior de aquellos lúgubres pasadizos. Los mismos túneles y casamatas que hace más de 60 años esperaron una invasión que nunca se llevó a cabo, afortunadamente.
La cruel muerte de la indigente, las extrañas pintadas y restos en las paredes, y el halo de soledad y misterio que por las noches rodea los bunkeres y túneles de S'Arenella -o Cap de Vol-, han convertido desde entonces este enclave en un lugar muy habitual para diversos grupos de amantes de lo pa-ranormal y lo oculto. No es raro ver de noche extrañas luces de gente que acude a dichos túneles para realizar sus ceremonias o actos diversos. Los restos señalados anteriormente que aún se pueden apreciar distribuidos por los suelos y paredes así lo atestiguan.
Antes de terminar, mencionaremos que, en algunos medios, incluida la siempre bien informada agencia Europa Press, ya se mencionó algunos años antes que, casualmente, en un tupido bosque de pinos situado a unos 300 metros escasos en línea recta de la fortificación, se encontró el cuerpo sin vida de una mujer belga, relativamente joven, desaparecida. No se dio más información.
Tal vez son casualidades inconexas -o no- pero que sirven para incrementar todavía mas la fama de insólito que rodea uno de los enclaves más bellos y naturales de la preciosa e inigualable Costa Brava ampurdanesa.
Un lugar de gran encanto pero que, con la puesta del Sol, y principalmente en las gélidas horas de las largas noches invernales, y con el solo acompañamiento del ancestral ulular del viento del norte, convierten aquel estratégico promontorio rocoso, bañado por el mar azul, en un lugar que puede inspirar algo muy parecido al miedo, o a algo mucho peor...
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