domingo, 17 de febrero de 2013

El diluvio, mito universal



Fuente: Revista ENIGMAS Nº 196, marzo de 2012.



Hechos y mitos acerca del Diluvio
A partir de que los cristianos pasaron de "perseguidos" a "perseguidores", legitimados por una doctrina elaborada para servir a sus dirigentes, muchos pensadores han hecho innumerables acrobacias mentales -habitualmente repletas de sofismas más o menos voluntarios-para conciliar la letra del Génesis con unas evidencias geológico-arqueológicas desfavorables. Con cada nuevo descubrimiento han ido creciendo las dificultades para defender una lectura meramente literal del texto sagrado, sobre todo en magnitudes y períodos de tiempo. Un ejemplo son los famosos seis días de la Creación que contradicen la teoría evolucionista. Resulta sorprendente que se llegara a afirmar que los innumerables montones de fósiles repartidos por el mundo habían sido colocados por el mismo Dios en sitios estratégicos para probar la firmeza de la fe de los hombres.
El primer libro del Pentateuco comienza de un modo sorprendentemente contradictorio, como demuestra el citado James Frazer comparando sus dos capítulos iniciales. Más tarde estudia pormenorizadamente el relato del Diluvio, en el que percibe la "presencia de dos relatos originalmente distintos y parcialmente incongruentes", combinados toscamente para crear una unidad homogénea -uno procedería del llamado Códice o Documento Sacerdotal, y el otro del Documento Jahvista o Jehovista-.
Puesto esto de manifiesto, algunas descripciones como: "Quince codos más alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos los montes -Gen. 7.20-", no pueden entenderse sino como alegorías, parábolas o mitos. Si tal cosa hubiera sucedido y el agua cubrió la tierra hasta quedar ¡quince codos por encima del Everest! -8.848 m-, resulta difícil explicar de dónde salió y a dónde fue después un volumen hídrico extraordinariamente superior al que existe en la Tierra -a no ser que acudamos a la hipótesis exoterrestre o a un milagro decidido directamente por Dios, como defienden varios autores cristianos-. ¿Pudo Dios transgredir sus propias leyes para satisfacer una venganza contra sus viles criaturas?
Considero una falta de respeto teológica concebir a un Ser Supremo "dotado de todas las perfecciones" como si fuera un humano cualquiera, capaz de dejarse llevar por una rebatiña. Ahora bien, no lo olvidemos, según el Concilio de Trente (1545-1563), estamos ante uno de los libros inspirados directamente por él, y debe interpretarse literalmente -cada uno que decida según sus creencias-.

El mito del Diluvio y el Arca de Noé tiene numerosas similitudes entre religiones del pasado. Un fuerte cambio climático en la antigüedad pudo ser la causa de aquella gran inundación.



Arca de Noé, de Athanasius Kircher
El cisma protagonizado por Lutero dio lugar a la Contrarreforma, durante la que se afinó mucho doctrinalmente. Por entonces, el jesuíta Athanasius Kircher (1601-1680), decidió intervenir en la cuestión, apostando por tratar de conciliar letra y razón mediante un tratado que es todo un prodigio de encaje de bolillos. En Arca de Atoé, dedicado al rey Carlos II de España, pretendió aclarar mediante explicaciones pormenorizadas acompañadas de dibujos descriptivos impecables, cómo el patriarca consiguió realizar su proeza. Pero, cada vez que encuentra dificultades en explicar algún hecho, recurre al milagro divino. Reunir una pareja de animales de cada especie, por ejemplo, no fue difícil, ya que fueron inspirados directamente para que se dirigieran mansamente al Arca desde cualquier lugar de la Tierra.
Kircher había escrito ya un tratado de geología, Mundo subterráneo, al que recurre constantemente para explicar cosas como cuál ha de ser la interpretación correcta de ciertas expresiones bíblicas como "cataratas del cielo" o "fuentes del abismo": "Dios, queriendo castigar al mundo con el Diluvio, relajó las bridas de los abismos y, mediante el flujo y reflujo del mar, ayudado por la presión violentísima del viento sobre el océano, las aguas retenidas en los abismos, que se comunican a través de las venas ocultas en la sustancia terrestre, solicitadas por los canales ocultos de los montes y renunciando a las puertas que las retenían, se   desbordaron como ríos a través de las hendiduras de toda la Tierra, las fuentes abrieron impetuosamente sus bocas y, en un breve espacio de tiempo, se inundó toda la superficie de la Tierra... De lo que se deduce con claridad que este Diluvio no se debió exclusivamente a fuerzas naturales, sino a una decisión de Dios que quiso el exterminio del mundo impío y criminal".

Athanasius Kircher estaba convencido de que el Diluvio fue un acto divino...


Nada se habla en el libro de la suerte que corrieron los habitantes del agua -incluyendo las aves palmípedas-, ni los microorganismos, ni de la difícil flotabilidad entre las tormentas de un armatoste tan tosco y poco hidrodinámico.
Kircher fue un erudito que trató de explicar todo el mundo de su época desde una vasta formación donde se mezclan influencias de Raimundo Lulio y Roger Bacon, doctrinas oficiales, alquimia y cabala. Estuvo frecuentemente a caballo entre la fe y la ciencia de su época, rozando a veces la heterodoxia. Sin embargo, su influencia sirvió paradójicamente de freno en algunas ramas del saber que le consideraron como fuente absolutamente legitimada. Sus traducciones, por ejemplo de los jeroglíficos egipcios, se basaban en un método incorrecto entendiendo los signos como textos y no como letras. El cartucho del faraón Psamtik, que solo contiene su nombre, lo tradujo como: "...debe despertarse la protección de Osiris contra la violencia de Typho con los ritos adecuados y apelando a la tutela de los Genios del triple mundo, para asegurar el goce de la prosperidad dada habitualmente por el Nilo contra la violencia del enemigoTypho". Aunque es de sospechar que se llevó muchos secretos a la tumba, como por ejemplo, el verdadero contenido del célebre y misterioso Manuscrito Voynich.




Diluvio y geología
La geología es una ciencia que se ha desarrollado superando innumerables dificultades, tantas como las diferentes descripciones de las formas en que se han modelado las estructuras terrestres. Hasta el siglo XVIII, las únicas fuentes autorizadas para explicar el devenir de nuestro planeta fueron los libros sagrados. Para la civilización judeo-cristiana la Biblia, y para otras, sus particulares tradiciones recogidas en leyendas orales u otros libros como el Ramayana, o el citado Poema de Gilgamesh. Esta ciencia ha ido poco a poco nutriéndose con aportaciones de otras disciplinas, como la física, la química, la geomorfología, la tectónica, la mineralogía, la biología y la astronomía, por citar unas pocas.
Ya hemos citado que la Iglesia ha sido un escollo importante a la hora de conocer la realidad del Diluvio, sobre todo algunos "expertos", como el mentado Athanasius Kircher, que enseñó incluso que los fósiles no eran más que imitaciones minerales caprichosas de índole aleatoria -lapides figurati-. No es de extrañar. En su tiempo trilobites, nummulites y otras improntas de seres que vivieron en épocas remotas fueron consideradas como "montones de conchas arrojadas por los peregrinos que iban a Compostela sobre las que habían caído rayos galvanizantes".


Todo parece indicar que estamos viviendo un nuevo cambio climático, a pesar de las voces disidentes, pero hay que tener cuidado también con las opiniones catastrofistas y los profetas agoreros.

Durante el Siglo de las Luces la geología avanzó con lentitud, debido a que su conocimiento era transmitido dentro de círculos cerrados próximos a la alta burguesía y la aristocracia rebelde. Las sociedades secretas atendían tanto al conocimiento como a las conspiraciones para derrocar a los monarcas absolutistas. Su gran salto, junto al de la biología, llegó con la aparición en 1859 de las leonas evolucionistas de Charles Darwin. Hubo entonces de reinterpretarse todo con nuevos conceptos que chocaban frontalmente con las doctrinas oficiales. Así, se elaboraron nuevas hipótesis, como la que admite una inundación especialmente violenta y devastadora en torno al año 3100 a.C. originada quizá por la caída de algún meteoro en el Golfo Pérsico -aunque esto explicaría el Diluvio del Gilgamesh, pero no las múltiples leyendas recogidas por las tribus americanas-. Otra achacaría a un ligero desvío en el eje de giro de la Tierra un cambio climático más o menos rápido y violento. Son muchas, y de entre todas ellas propongo que nos fijemos en el denostado mito de la Atlántida.
Según puede deducirse de dos textos platónicos -Critias y Tí/neo-, existió una gran civilización que habitaba una "isla delante de la desembocadura que vosotros, así decís, llamáis columnas de Heracles. Esta isla era mayor que Libia y Asia juntas...". Su desaparición sin dejar rastro apunta a que fue tragada por las aguas.
El último período glacial especialmente duro fue el Dryas Reciente -12000 a.C.-. El hielo se acumuló en glaciares y polos y el mar experimentó un retroceso con respecto a los niveles actuales de unos cincuenta metros -anteriormente había descendido unos 120-. Durante unos cuatro mil años, entre ese momento y el 8000 a.C. fueron habitadas muchas tierras actualmente sumergidas, donde se construyeron ciudades cuyas ruinas duermen actualmente en las plataformas continentales.
Muy posiblemente todo terminó de un modo brusco con un calentamiento repentino debido a múltiples causas. En un tiempo muy corto se produjeron transgresiones marinas generalizadas al deshelarse glaciares y polos. Muy pronto el agua subió incluso varios metros por encima de
los niveles actuales, inundando grandes extensiones de terreno. Cuando volvió la calma, empezó la era postglacial en la que se han desarrollado las civilizaciones que conocemos -con altibajos puntuales de temperatura, como la llamada Pequeña Edad de Hielo, entre los siglos XIV y XIX, aunque esta, débil y sin efectos devastadores generalizados-.
Podríamos presumir entonces que la tradición recogida por Platón sería el recuerdo impreciso de aquel acontecimiento, que ha dado lugar a la mayoría de las leyendas sobre un Diluvio. Los Noés existieron, debieron de ser muchos, y actuaron de muy diversos modos y en muy diversos puntos de la Tierra...

Una leyenda universal
Muchas culturas tienen sus historias particulares. En Grecia habría sido el "Diluvio de Deucalión"; en México se han conservado leyendas como esta: "Cuando la humanidad se estaba ahogando en el Diluvio, nadie pudo salvarse con excepción de Coxcox y una mujer llamada Xochiquetzal. Se salvaron en una pequeña barca que arribó a la montaña llamada Colhuacan. Allí tuvieron muchos hijos. Todos nacieron mudos, hasta que una paloma les enseñó varios lenguajes, pero como eran diferentes, no se entendían entre ellos. En ella hay indicios sospechosos que nos remiten a dos constantes del ocultismo universal: la Torre de Babel y sus circunstancias, y el llamado "Lenguaje de los Pájaros", la forma de comunicación que Dios enseñó a Adán para transmitir la sabiduría según la Tradición esotérica. Una leyenda inca relata cómo "el agua subió sobre las montañas más altas del mundo, pereciendo toda persona y cosa creada. Solo escaparon un hombre y una mujer flotando en una caja sobre el agua". Los ancianos de la tribu norteamericana de los Choctaw cuentan que un profeta habría sido inducido a construir una balsa de troncos de sasafrás. Un pájaro le conduciría a tierra firme tras el  cataclismo, y  el Gran Espíritu le transformaría en la mujer con la que repoblaría a partir de entonces el mundo.
En China, el antiguo Libro de todo conocimiento, relata cómo "La Tierra fue deshecha desde sus fundamentos. Los cielos se hundieron hacia el norte. El Sol, la Luna, y las estrellas, cambiaron de movimiento. Todo se cayó en pedazos y las aguas brotaron de sus fuentes violentamente inundando la Tierra". Un castigo por la rebeldía ante los dioses. Sin irnos, los Bahnars, tribu de la región de Cochín. mantienen que:"...los ríos crecieron hasta que sus aguas llegaron a las moradas celestes, y todos los seres vivientes murieron menos un hermano y una hermana que se salvaron navegando en un baúl. Allí metieron una pareja de todos los animales... En Egipto, el dios Tem habría sido quien mandó el "diluvio primigenio", que cubrió la tierra y destruyó la humanidad a causa de su iniquidad, exceptuados los que le acompañaban en una barca.
Son más de 500 leyendas, todas en términos muy parecidos, y quizá la más dramática sea la escandinava: ".. .el poderoso lobo Fenrir se sacudió, haciendo temblar al mundo. El árbol antiguo de fresno Yggdrasil se cimbreó desde sus raíces hasta sus ramas superiores. Las montañas cayeron... Los hombres fueron forzados a alejarse de sus casas y la raza humana fue erradicada de la superficie de la Tierra... Y todos los ríos y mares crecieron y se desbordaron. Hervían cubriendo todas las cosas. La tierra se hundió en el mar. Después, empezó a salir de las olas. Las montañas se levantaron... el hombre también reapareció, porque escondidos en el tronco del fresno Yggdrasil, los ancestros de una raza humana futura habían escapado de la muerte".



De futuros cataclismos
Actualmente hay muchas personas que no recordaban períodos tan calurosos como algunos recientes. Las noticias empiezan a avisamos sobre la desaparición paulatina de los glaciares y la disminución del volumen de hielo almacenado en los polos. Témpanos del tamaño de un pequeño país se desprenden y navegan a la deriva. Cientos de expertos tratan el tema y nos introducen en enconadas polémicas sobre su certeza.
A pesar de algunos detractores, todo parece apuntar a que se está produciendo un cambio climático singular, pero si alguien sugiere algo sensato sobre la necesidad de reflexionar sobre sus causas, se le convierte en la caricatura de un filocomunista trasnochado y se le desprestigia. El argumento utilizado es coherente pero engañoso: una política conservacionista radical tendría como consecuencia la regresión de la civilización occidental tal y como la conocemos -o sea, que para seguir viviendo lujosa y cómodamente, no hay otro camino que seguir malgastando recursos y provocando efectos negativos irreversibles-.

Es necesario que ignoremos a los indolentes, a los escépticos y a los profesionales de la profecía apocalíptica


Para que nadie invoque oportunismos más o menos cercanos, en el libro Cómo salvar el mundo, de Robert Alien, publicado en 1980, se dibujaba un panorama futuro parecido al que estamos contemplando. Y el que entonces ocupaba el cargo de Sénior Policy Advisor de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales, no es de la escuela de Nostradamus u otros profetas catastróficos. Decía entonces: "Cuando el carbono se quema -como ocurre cuando se consumen combustibles fósiles o se destruye el bosque- se acumula en la atmósfera... La consecuencia más probable de la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera en un calentamiento global del clima, mayor en los polos que en las regiones intermedias...". Sin embargo, y a pesar de las advertencias, nadie parece excesivamente preocupado y aparentemente vamos acercándonos peligrosamente hacia un momento complicado para nuestra supervivencia como especie.

¿Se producirá un nuevo Diluvio? Muchos son los agoreros que vaticinan que una gran catástrofe climatológica acabará con la humanidad. De momento, las grandes inundaciones comienzan a ser más habituales que hace decadas.


Un vistazo al futuro
Desde luego, no podemos afirmar categóricamente que vamos a vivir una hecatombe climatológica. Dicen los antiecologistas y escépticos que aún no hay pruebas concluyentes para afirmar que el aumento de temperaturas es debido a la actividad humana. Y según este criterio deciden muchos centros de poder, negándose a racionalizar las actividades contaminantes.
Según ellos, se frenaría el crecimiento económico de los países ricos o condenaría a los más pobres. Como es bien sabido, Estados Unidos y China, los que más contaminan, no están dispuestos a reducir sus emisiones de CÜ2 a la atmósfera, rechazando el Protocolo de Kyoto, tampoco Rusia o La India. A descalificadores furibundos como Patrick J. Michaels les parece que "Acusar a Estados Unidos de irresponsabilidad ambiental es absurdo. Es cierto que este país es el principal emisor de dióxido de carbono, pero, ¿qué significa eso?" -Mayo del 2001, dos años antes de que una fuerte ola de calor acabara con muchos de sus paisanos-.
Pues eso significaba: ¡calor!, y huracanes como el Isabel, que amenazó la costa este de Estados Unidos y fue considerado como muy violento -categoría 5-.
Bien, es posible que no haya certezas, pero lo que no podemos hacer es, como los conejos del cuento, discutir a ver si los ladridos son de galgos o podencos, cruzarnos de brazos y esperar a ver qué sucede en los próximos años confiando en la suerte. ¿Qué puede hacer el hombre de a pie? Pues observar el cielo y el mar, tal y como lo hacían los antiguos, y sensatamente ponerse en lo peor, porque la cantidad de agua que se evapora con el aumento de calor, terminará más tarde o más temprano, o convirtiéndose en hielo, o precipitándose en forma de lluvia. Y no lo hará como el chirimiri costero, sino tempestuosamente, ya sean gotas frías o tormentas arrasadoras.
Es posible que las lluvias torrenciales no afecten global mente, pero estoy seguro de que localmente serán terribles. De hecho ya sucede. Las inundaciones que se están viviendo en el mundo en los últimos años así lo confirman.
Por eso es necesario ignorar a los indolentes, a los escépticos y a los profesionales de la profecía apocalíptica, y tratar desde el propio entorno, adquiriendo buenas prácticas, paliar en lo posible lo que está sucediendo.
Ante la pregunta: ¿yo qué puedo hacer? Poco a poco habrá que irlo explicando pero, para empezar, evitar que la contaminación informativa impida elaborar criterios propios y sensatos frente a opiniones tan descabelladas.


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