Vivimos en un entorno de signos y símbolos, como las letras del alfabeto y los números, que nos permiten entablar comunicación a partir de los códigos que compartimos. El emisor de los mensajes se vale de ellos con la conciencia de que el receptor tiene las claves necesarias para identificarlos y lograr así la transmisión de sentidos o significados. La naturaleza Humana, sin embargo, no se conforma con la interpretación de estos mensajes basados en códigos abiertos y establecidos arbitrariamente en la historia de la cultura. También busca captar supuestos sentidos ocultos en fenómenos naturales como la disposición de diversos cuerpos en el délo (origen de los horóscopos) y las innumerables fuentes que han dado origen a un amplio conjunto de mandas o artes adivinatorias que indagan el futuro en las lineas de la mano, los asientos del café o el vuelo de las aves. Aunque tales prácticas están inspiradas en creencias religiosas, en su trasfondo está el mismo principio que subyace en las teorías de conspiración: mediante la articulación de diversos signos es posible construir una revelación, participar de un seaeto reservado aunas cuantas personas. Aparte de esta voluntad por encontrar significados, es patente en el curso de la historia la intención de establecer claves para impedir que determinados conocimientos, datos o ideas sean del saber común y se reserven solo a grupos o individuos que cumplan con los requisitos necesarios para acceder a ellos. Las motivaciones para mantener este carácter son variables, pero en general se trata de mecanismos de prevención y seguridad para que aquellos grupos adversos o no a los intereses públicos, a las corrientes religiosas predominantes, a los sistemas políticos vigentes, etcétera, puedan cumplir con su agenda sin ser perseguidos o desenmascarados. Pero no solo se trata de mensajes sobre graves asuntos de política, economía o religión, ni los creadores de estos lenguajes ocultos son siempre estadistas o líderes sectarios. La codificación de un mensaje puede ser también una tarea de los enamorados que buscan preservar su relación de los riesgos del entorno social que habitualxnente se empeña en condenar a quienes se aman.
Diversidad de mensajes
La creación de secretos y la búsqueda de los misterios han entretenido a la humanidad desde tiempos remotos en un constante juego de ocultamiento, indagación y hallazgo. Varios personajes se han dedicado a esconder significados y muchos más a analizarlos, en un juego de inteligencia que se extiende por siglos y en el que conversan las mentes de distintas épocas. Hasta los códigos más sofisticados han podido ser descifrados. El resultado suele ser decepcionante: algún mensaje que tuvo sentido en las circunstancias históricas de un momento determinado y que hoy solo tiene valor como mera referencia.
No obstante, en el presente vivimos una época ávida de significados, deseosa de hallar sentido a la vida misma, a la espiritualidad y a la historia en el contexto del vacío existencial que aflige al mundo desde el siglo XX. La búsqueda se entusiasma con la posibilidad de respuestas fáciles que transformen radicalmente la visión que se tiene del mundo. Por eso han tenido tal éxito las películas y las novelas que explotan esta vulnerabilidad, esta propensión a encontrar sentidos, El código Da Vinci de Dan Brown es la referencia obligada de este proceso: mediante claves ocultas en las obras del pintor renacentista se descubren supuestas verdades trascendentes del cristianismo que alguien ha transmitido por siglos hasta nuestros días. La verdad, para decepción de muchos, es que no existen tales secretos que desde el pasado logren transformar nuestra visión o nuestros sentimientos con respecto al presente, más allá de distraernos o divertirnos un rato si es que tales ficciones fueron
elaboradas con gracia o ingenio.
En los ejemplos incluidos en los recuadros, encontramos diferentes tipos de casos:
1) los códigos elaborados con toda la intención de ocultar mensajes articulados de importancia diversa. A esta variedad corresponden las estaciones de números con propósitos de espionaje, el manuscrito Copíale y diversas obras de la masonería, agrupación que junto con los Illuminati aparece hasta el cansancio en estos horizontes. Una subdivisión menor puede incluir pequeñas bromas como el demonio que asoma en los frescos pintados por Giotto y los mensajes que se escuchan cuando oímos al revés ciertas canciones o mensajes privados, como la Suite Lírica de Alban Berg o los sonetos de sor Juana Inés de la Cruz dedicados a la divina Lysi, nombre que ocultaba la identidad de la virreina María Luisa de Paredes, la mujer a la que amaba.
2) Los códigos que ciertos grupos de estudiosos creen hallar en diversas obras sin tener la certeza de que, en efecto, contienen mensajes ocultos, como el platillo volador en la Madonna de Ghirlandaio, las representaciones del sistema nervioso en los frescos de Miguel Ángel o la Sagrada Familia I de Gaudi. En esta vertiente las fronteras entre la indagación objetiva y la simple especulación desaparecen y es esta ambigüedad ! lo que saben capitalizar artesanos como Dan Brown.
3) Los códigos que se manifiestan como tales pero no ocultan su significado ni un plan secreto: los símbolos incluidos en la catedral de San Juan el Divino o en el cuadro ios proverbios holandeses, cuyo significado es bien claro. La categoría 4 corresponde a los casos más interesantes: obras de arte que, en virtud de sus méritos estéticos, proyectan verdades ocultas para el propio creador y activan posibles significados entre los espectadores, como ocurre con las pinturas de Leonardo da Vinci y, en general, con todas las creaciones de este rango.
Descifrar el mundo
"No hay una cosa que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo", afirma Jorge Luis Borges en el poema "Para una versión del I King". De acuerdo con su visión, cada elemento del mundo es parte de un sistema que no alcanzamos a comprender. ¿Cuáles son los códigos que debemos tratar de descifrar? Las claves masónicas y de los Illuminati pueden servir como agradables pasatiempos para los aficionados a la pseudociencia o a la pseudoarqueología, muy de moda por estos días. Mucho más provechoso es dedicar nuestra actividadmental no a las supuestas conspiraciones de las novelas sino al sentido de la vida, el presente y la historia que se expresan en el análisis y la comprensión de genuinas obras de arte o en la contemplación atenta e informada de la realidad que nos rodea. Es en nuestro entorno y el mundo cotidiano y visible donde permanecen latentes todos los secretos.
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