martes, 1 de septiembre de 2009

Genaro Gajardo: Dueño de la Luna

Nuestro satélite natural, objeto de poemas, sonetos y canciones, fue dejado a los chilenos como herencia por un soñador y visionario abogado, quien la inscribió como su propiedad en 1954. Esta es la historia de Jenaro Gajardo Vera, "el dueño de la Luna".


GENARO GAJARDO VERA:


El chileno "Dueño de la Luna"
FUENTE: Revista MUY INTERESANTE (edición Agosto 2009).



Fue blanco de infinidad de chistes, se le tildó de loco, y este antecedente histórico recorre Internet como una verdadero mito urbano. Pero la verdad es que la Luna, esa esfera redondita y luminosa que miramos de vez en cuando, fue legalmente inscrita en Talca, como patrimonio de un chileno. Don Jenaro Gajardo Vera nació en Traiguén en 1919 y se radicó en la ciudad de Talca, donde ejerció su profesión de abogado. En aquella ciudad existía "El Club Talca", donde desde sus inicios han sido integrantes sólo miembros de la aristocracia talquina, y al que Gajardo quería ingresar. Lamentablemente fue rechazado, al no acreditar ningún bien raíz. En sus memorias don Jenaro recuerda que tras este episodio, se fue caminando hasta la Plaza de Armas de Talca, absolutamente molesto por la rancia importancia que El Club le daba a las cosas materiales. Fue en ese momento, cuando miró al cielo y notó que la luna llena brillaba con todo su esplendor, y decidió inscribir el satélite natural como propiedad suya.

El 25 de septiembre de 1954, y sin pensarlo dos veces, fue a la Notaría de César Jiménez Fuenzalida, y le pidió dejar constancia de que "Jenaro Gajardo Vera se declaraba dueño de la Luna".


Para tal efecto le solicitó al notario dejar por sentado de que la Luna era suya desde 1857, fórmula muy usada para sanear terrenos sin dueño. El notario leyó con sorpresa la petición, pero al ver que la Luna tenía medidas y límites, accedió a inscribirla, no sin antes decirle: "Mira, la inscripción cumple con los requisitos: es un bien cierto, pertenece a la tierra, tiene deslindes y dimensiones, pero te van a tildar de loco" "No importa", señaló Jenaro complacido por su astucia. Entre la escritura y las dos publicaciones en el Diario Oficial, el señor Gajardo gastó 42 mil pesos. Tras adquirir este preciado bien, Jenaro Gajardo fue aceptado en El Club Talca, dándoles a sus nuevos correligionarios una gran lección.


Autorización chilena

Que una persona fuera la dueña de la Luna ya era "exótico", por decirlo menos. Pero que un abogado chileno tuviera plenos derechos sobre nuestro satélite natural suscitó un tremendo problema internacional, cuando el gobierno de Estados Unidos preparaba su misión a la Luna en 1969, ya que Gajardo había gestionado todas las disposiciones legales en Washington, a través del abogado Enrique Monti Forno. En 1967 la ONU sólo reconocía propiedad privada hasta una altura de 80 km, pero como Gajardo inscribió la Luna en 1954, USA no podía hacer nada.
Con la misión Apolo 11 adportas, al Presidente de Estados Unidos Richard Nixon, no le quedó más que enviarle un telegrama a Jenaro Gajardo, mediante la embajada estadounidense en Santiago:

"Solicito en nombre del pueblo de los Estados Unidos autorización para el descenso de los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que le pertenece".


Ante tan magnánima misiva, Gajardo respondió:

"En nombre de Jefferson, de Washington y del gran poeta Walt Whitman, autorizo el descenso de Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que me pertenece, y lo que más me interesa no es sólo un feliz descenso de los astronautas, de esos valientes, sino también un feliz regreso a su patria".


Como ya era de mundial conocimiento que la Luna le pertenecía a Gajardo, el Servicio de Impuestos Internos de Chile le envió un par de inspectores, para cobrarle las respectivas contribuciones. Tan agudo como siempre, don Genaro les respondió:

"Ningún problema en reconocer la deuda, pero exijo que, en conformidad a la ley, Impuestos Internos visite mi propiedad y la tase. Después hablamos".


Obviamente, el SII no insistió.

El soñador Genaro Gajardo Vera falleció en 1998, y jamás sacó provecho de su propiedad. En su testamento, solemnizado en la notaría de Ramón Calecio, en Santiago, don Genaro expresó:

"Dejo a mi pueblo la Luna,
llena de amor por sus penas".




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