Esta necesidad imperiosa de encontrar un lugar donde vivir, ha llevado a que más de 10000 familias filipinas hayan convertido el cementerio en su hogar. Algunas familias viven en sus propios panteones familiares, siendo éstos herencia de varias generaciones atrás, otras viven allí con el consentimiento de los dueños, cuidando del mantenimiento y seguridad de éstos. El cementerio se ha convertido en una pequeña ciudad autosuficiente donde se pueden encontrar tiendas y diferentes servicios en los lugares más insospechados. Todos allí tienen alguna función o tarea, algunos trabajan como enterradores o como albañiles al cuidado de nichos y tumbas, los más jóvenes cobran unos centavos por acarrear los féretros. A parte de las familias que residen en el cementerio, los filipinos tienen la costumbre de “festejar” durante varios días la despedida de sus seres queridos, y los muertos son honrados por sus familiares en lugares habilitados para ello como pequeñas carpas o chabolas, durante estos días, la familia se entretiene jugando a las cartas o al bingo mientras que los más pequeños se dedican a patear un balón entre los nichos o a realizar pequeñas construcciones con los huesos que pueden encontrar tirados por cualquier lugar. El alquiler de un nicho cuesta unos quince dólares mensuales, cuando alguna familia no puede hacerse cargo del coste, el nicho se alquila a otra familia. Si nadie se hace cargo de los restos a retirar, estos suelen quedar arrinconados en sacos y, al tiempo, desperdigados por cualquier lugar.
Las condiciones higiénicas distan mucho de ser saludables, pero aún así, vivir aquí es un pequeño lujo que no todos pueden disfrutar. A escasa distancia, miles de familias viven en condiciones muchísimo peores, literalmente en el interior vertederos infinitos y en las más infrahumanas condiciones. Las autoridades se ven desbordadas por esta situación y nada pueden hacer para solucionarlo, pues en una economía precaria y con una superpoblación tan desmesurada poco pueden hacer. La pasividad del resto de naciones ante este problema también es total y las ayudas no van más allá de las que proporcionan las diferentes ONG´S que operan en el lugar.
Cualquier lugar es bueno para jugar una partida…
Pese a las condiciones en las que viven, el ayuntamiento pasa todos los meses la factura eléctrica a todos los panteones.
Un caso parecido al de este cementerio se daba en la ciudad de El Cairo, pero allí el valor arqueológico e histórico del cementerio se pudo aprovechar para convertirlo en un lugar turístico y rentable económicamente para la ciudad y las miles de familias que allí vivían fueron realojadas en viviendas construidas para tal fin. Por desgracia, esto no sucederá en Manila y todo continuará como hasta ahora, con los niños jugando con cráneos anónimos de los que quizás fueron sus bisabuelos. Eso sí, sin perder jamás sus pequeñas sonrisas.
En algunos lugares, las casas se levantan sobre los nichos
los ataúdes colgantes de los Bos
Cementerios de altura
Los ataúdes colgantes de los bos, una de las 56 minorías nacionales de la antigua China, son un conjunto de sepulcros que penden de los precipicios, y que por su extraña y majestuosa naturaleza han sido incluidos entre las reliquias culturales de preservación priorizada del país. Se concentran principalmente en el dique Matang y el golfo Sumawan, de la meridional provincia de Sichuan.
Dicha zona acoge hoy a 265 sepulcros de este tipo, en lo que constituye la mayor concentración de los mismos en todo el país. Las tumbas se encuentran entre diez y 50 metros de altura. La más alta está a 100 m.
En la antigüedad se utilizaban tres métodos de construcción, entre ellos el de estacas de madera. Se tallaban dos o tres agujeros en el acantilado y se insertaban las estacas de madera con el fin de propiciar un apoyo al ataúd. Al segundo se le conoce como talla en cavernas, cuyas paredes se cincelaban en dirección horizontal o vertical para colocar los ataúdes. El tercero consistía en aprovechar las cuevas y grietas naturales para colocar los féretros.
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