lunes, 19 de mayo de 2014

Enchiridion, el libro de magia más buscado.

Enchiridion,
El libro de magia más buscado.
Seguimos las pistas en busca del libro más mágico de todos los tiempos.

Afirman que es el libro más poderoso que ha existido sobre la faz de la Tierra. Atribuido al papa León III, de él se cuenta que -si se sabe cómo utilizarlo- puede lograr infinidad de beneficios para su poseedor, entre ellos, hacerse con el control del mundo. Pero ¿dónde se encuentra actualmente? ¿Quién lo tiene? Hemos seguido su rastro hasta nuestros días.

por Andrés Vázquez Mariscal
FUENTE: Revista española MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA, Nº 260.



Existe un libro fabuloso, escrito alrededor del año 800, que contiene entre sus páginas los medios para obtener dones insospechados. Se trata del Enchiridion Leonis Papae, el texto de magia más poderoso y más buscado de la historia. Este Líber singularis, atribuido a León III, centesimo Papa, fue desde su reaparición, en el siglo XVI, uno de los libros de conjuros más codiciados. Aunque se hicieron numerosas ediciones apócrifas entre los siglos XVIII y XIX, las anteriores son muy escasas. La dificultad para conseguirlas, desde la época de su aparición, se explica por la escasa existencia de ejemplares, ya de por sí extremadamente raros. Brunet, en su Manuel du libraire, da el título de una edición publicada en Roma en 1525 y que sería, por tanto, de las primeras. La Bibliographie instructive (1764) de Guillaume-Franfois Debure cita esta edición y añade: "Los ejemplares son escasos, no podemos describirlos, porque todavía no hemos visto ninguno". Ni Caillet (Manuel bibliographique des sciencespsychiques ou occultes, 1912), ni Dor-bon (Bibliotheca esotérica), ni Yves Plessis (Bibliographie francaise de la sorcelleñe, 1900) hacen mención a esta edición. Es igualmente misteriosa una edición de la traducción francesa de Francois de Taboet fechada en Lyon en 1579 y mencionada por Brunet, según Du Verdier (Les bibliothéques francaises, 1772-1773), de la cual no he podido localizar ejemplar alguno. La primera edición atestiguada con certeza es la de Lyon de 1584, cuyo texto, dice Debure, "es en latín, aunque el título del volumen esté en francés".





LOS REYES MEROVINGIOS
¿Tocados por los dioses?

Según la leyenda, la dinastía de los merovingios se remonta a los dioses. Aunque Meroveo aparece como origen de la estirpe, su procedencia se hunde en la oscuridad hasta los primeros años de la era cristiana. Sea cual sea la realidad histórica, lo cierto es que los sucesivos reyes merovingios, hasta llegar a Childerico III, estuvieron rodeados de un aura mágica que les atribuía poderes casi sobrenaturales. Se decía de ellos que conocían las ciencias arcanas y que practicaban las artes esotéricas. Se les llamaba "los reyes brujos", en virtud de algún poder misterioso que llevaban en la sangre. Presuntamente, eran clarividentes, capaces de curar enfermedades imponiendo las manos y, a veces, con solo tocar sus vestiduras bastaba para que los enfermos sanasen. De hecho, los reyes merovingios no eran considerados reyes en el estricto sentido de la palabra, sino que se les tenía por reyes-sacerdotes, encarnados directamente de la divinidad. Una característica curiosa de estos monarcas era que, al igual que Sansón, ostentaban una larga cabellera como símbolo de su poder. Tan en serio se tomaba esta cuestión del poder del pelo de los merovingios que cuando Childerico III fue depuesto y encarcelado en el año 754, el mismo Papa se preocupó personalmente de que se lo raparan.
Aparte de estas leyendas de magia y misterio, los reyes merovingios gozaron de un extraordinario poder que era asumido por sus descendientes como si se tratara de un derecho sagrado aceptado por todos. Durante los siglos posteriores, Roma se encargó de hacer desaparecer de los libros de Historia todo rastro de la sangre merovingia y dedicó su esfuerzo a ennoblecer la de sus sucesores mediante la creación del rito de la unción que le otorgaba, en nombre de Jesucristo, la condición de sagrada. En el 754, el usurpador Pipino III fue ungido oficialmente en Ponthion, pero, a pesar de los esfuerzos del Papa, Pipino siempre consideró que ostentaba un título ilegítimo que no le correspondía y su sentido de culpabilidad le llevó, para superar sus temores, a casarse precipitadamente con una princesa merovingia, al igual que haría años más tarde su hijo Carlomagno.


El célebre coleccionista y ocultista Stanislas de Guai'ta poseía dos ediciones, que, aunque publicadas ambas en Mayenza en 1633, "difieren completamente en todos sus aspectos: texto, figuras, impresión, que en esta es en dos colores, rojo y negro, mientras que la otra está enteramente impresa en negro" (catálogo de venta Guana. París, Dorbon, 1899). La Biblioteca Nacional de Francia posee un ejemplar de una de estas dos. Estas ediciones de Mayenza, las primeras en francés, aparentemente ofrecen una versión primitiva del texto antes de que este se "popularizara" en los siglos XVIII y XIX e introducen numerosas variantes: ciertas oraciones relativas a la guerra, por ejemplo, fueron sustituidas por otras relacionadas con la protección de los rebaños o la curación de los animales.


LIBROS PROHIBIDOS
Robert Darnton. una de las mayores autoridades en el estudio de la Europa del siglo XVIII y profesor de Historia en la Universidad de Princeton (EE.UU.), identificó una serie de libros prohibidos en tiempos de Luis XV y Luis XVI que fueron confiscados en Francia entre 1749 y 1781. Posteriormente, estos libros fueron incautados durante la toma de la Bastilla y Darnton asegura que existen entre ellos al menos cuatro ejemplares de la edición de 1633 del Enchiridion Leonis Papae. Durante meses he recorrido infinidad de lugares en busca de alguna edición más antigua. He visitado bibliotecas, consultado en monasterios y a los libreros más acreditados de Europa, en un intento por encontrar algo parecido a un códice iluminado, con tapas de madera forradas de piel de vacuno y engarzadas con gemas, similar a otros de su época, como los Evangelios de Dragón o los escritos de san Agustín De la doctrine chrétienne. Este códice (libro manuscrito anterior a la invención de la imprenta) sin duda estaría realizado en pergamino, material procedente de la piel de animales, que sustituyó al papiro y que a partir del siglo IV era ya de uso común. El escriba, que habría preparado su propia tinta a base de una mezcla de ácido gálico, sulfato ferroso y goma arábiga, utilizaría su calamus, una pluma de caña hábilmente cortada y afilada, para garabatear preciosas letras carolingias y consumar una obra digna del regalo de un papa a un emperador. Siempre y cuando, claro está, se encuentre en un aceptable estado de conservación; que no haya estado sometido a humedades y cubierto de moho -lo que habría originado un ataque de hongos y bacterias que estarían destruyéndolo-, que sus hojas no estén adheridas entre sí o hayan sufrido quemaduras, que sus tapas no estén carcomidas y sus gemas expoliadas, que no haya sido pasto de los ratones, etc. Empeño utópico el mío. Por el momento, me he tenido que conformar con una copia di-gitalizada de la citada edición de Maguncia (1633), aunque no desisto de encontrar una versión más antigua. En esta edición, con comentarios en francés y una carta de introducción -posiblemente del editor-, todas las oraciones están escritas en latín, lo que nos anima a pensar que pueda tratarse de las auténticas.



UNA OBRA MUY CODICIADA
El original de este libro -que, como decimos, reaparece a principios del siglo XVI en ediciones apócrifas- fue codiciado por todos los poderosos de la época, empezando por los templarios, siguiendo con Carlos V y terminando con Napoleón. He intentado rastrear su paradero a lo largo de los siglos, algo casi imposible dada la escasa documentación existente sobre él por razones obvias; sin embargo, entre la historia y la leyenda he conseguido reconstruir el camino que habría podido seguir hasta fechas recientes. Sostengo la hipótesis de que el Enchiridion pudo estar incluido en una Bibliotheca abscondita que se ocultó de la Inquisición en tiempos de Felipe II. La historia del Enchiridion comienza el día de la natividad de Nuestro Señor Jesucristo del año 800, en la iglesia de San Pedro de Roma, cuando el papa León III, mientras celebraba la tercera misa de Navidad, se levantó, tomó una corona entre sus manos y la colocó sobre la cabeza del rey de los francos, exclamando en voz alta para que todos pudieran oírle: "¡Carolo, augusto, a Deo corónalo, magno et pacifico imperatorí, vita e victoria!" (¡A Carlos, augusto, emperador magno y pacificador coronado por Dios, vida y victoria!). A continuación hizo una profunda genuflexión ante el nuevo emperador mientras los asistentes aclamaban con fervor y entusiasmo a Carlomagno.
Aquellos años, denominados Edad de las Tinieblas, fueron oscurecidos premeditadamente por una Iglesia cuyo monopolio del saber -principalmente de la escritura- no ha permitido que tengamos vestigios fehacientes para reconstruir esta parte de la historia. Pero sabemos que en este acto el Papa le hizo a Carlomagno un obsequio, un don precioso que supuestamente le permitiría igualar, e incluso superar, las virtudes de los reyes merovingios (ver recuadro junto a estas líneas). Se trataba de un libro que recopilaba toda la sabiduría


MISIVA DEL PAPA A CARLOMAGNO
Un regalo prodigioso

"Sire,
Si creéis firmemente en las oraciones que os remito y las recitáis con devoción, vuestra influencia alcanzará las más altas cumbres de la espiritualidad y vuestro poder sobre la Tierra será ilimitado. Os recomiendo eficazmente la primera de las oraciones. Si la recitáis con gran fervor y al propio tiempo la lleváis escrita sobre vuestro corazón, puedo garantizaros que, sea en la guerra, sea en el mar, o donde quiera que os hallareis, ninguno de vuestros enemigos os vencerá. Seréis, pues, invencible, y os veréis siempre libre de toda suerte de adversidades, de lazos y de asechanzas. En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo + Amén".



de las artes ocultas de la época. Un libro de salmos y oraciones que incluía los caracteres cabalísticos y los nombres de los espíritus a los cuales invocar para lograr todas las cosas creadas y el dominio de las increadas o espirituales, y cuya llave eran los pantáculos más misteriosos de la Cabala. Para tal fin, el papa León III utilizó los conocimientos del sabio y erudito hebreo Flegetanis, descendiente directo del rey Salomón y que, según Wolfram von Eschenbach, autor de Parzival, fue quien confió el secreto del Santo Grial a Kyot de Provenza.



UN EXTRAÑO Y PODEROSO REGALO
El raro y preciado ejemplar, redactado personalmente por León III y complementado con los pantáculos de Salomón, necesarios para el mejor entendimiento de los misterios más ocultos de la Cabala, fue entregado por el Papa a Carlomagno tras su coronación (ver recuadro en la pág. 54). El contenido de este presente de tan gran virtud recogía la existencia de una tradición secreta sobre el conocimiento de los misterios de la Naturaleza, reservada en exclusiva a los soberanos pontífices y a los dueños temporales del mundo. El conocimiento de ciertos y determinados signos, clavículas o pantáculos, manifestaba esos misterios de una forma jeroglífica al alcance solo de los iniciados. El soberano propietario de este libro, sabiendo valerse de él, debía convertirse en dueño del mundo. Carlomagno, desde aquel día, se transformó en el verdadero príncipe de los encantamientos y los hechizos y su reinado fue un rayo de luz entre la barbarie de la Edad Media, de una grandeza tal que -por el singular boato y las brillantes pompas- recordaba a la de Salomón. Hasta los pájaros le hablaban para conducir por buen camino sus tropas hacia la batalla. A la muerte de Carlomagno, Eginardo, monje e historiador que habitaba en la Corte junto con su maestro Alcuino de York, hizo desaparecer el original del preciado libro. Después escribió la Vita Caroli Magni, el mejor relato existente sobre la vida del emperador, y los Annales francorum, correspondientes a los años 74 la 829.
Está contrastado que el original del Enchi-ridion no fue legado por Carlomagno a sus descendientes. Desapareció temporalmente del alcance de persona alguna enterrado por Eginardo en algún oscuro rincón de la gran biblioteca del monasterio de la isla de Rei-chenau (Alemania), a la que se retiró. De ello quedó constancia en el catálogo realizado por el bibliotecario Reginbert alrededor del año 830, en el que se enumeran cerca de 500 obras repartidas en 256 volúmenes, y confirmado a su vez por Walahfrid Strabo, abad y escritor, que se convirtió con posterioridad en tutor de Carlos el Calvo.


ORACIONES CONTRA LA ADVERSIDAD
Protección contra el mal

El ejemplar del Enchiridion conservado en la Biblioteca Nacional de Francia, impreso en Moguntiae (Maguncia) en MDCXXXII, contiene, entre otras, las siguientes oraciones contra las adversidades del mundo: Arcum conteret, & confringet arma, & scuta comburet igni. Vacate & videte, quonia ego sum Dominas, exaltabor in gentibus, & exaltabor in térra. Amen.
Monstra te esse matrem, sumat per te preces qu¡ pro nobis natus, tulit esse tuus. Amen.
Cum appropinquant super nocentes, ut edant carnes meas, qui tribulant me inimici mei, ipsi infirmati sunt, & ceciderunt.

Según la tradición, deben recitarse en latín cada mañana al salir de casa, y llevarse junto al corazón, grabado en pergamino virgen con tinta áurea el pantáculo que reproducimos sobre estas lineas.



ARTES MÁGICAS
La pista se pierde hasta el inicio del papado de Silvestre II, justo finales del siglo X. Bautizado como Gerberto de Aurillac, había nacido en Auvernia (Francia) alrededor del año 940. Educado en el monasterio de Aurillac, se desplazó a España, donde estudió Matemáticas y Ciencias Naturales, concretamente en Toledo, ciudad de la que salían los libros de astrología y filosofía oriental traducidos por mozárabes y judíos. Se cuenta que, en aquel tiempo, Ger-berlo aprendió de los maestros árabes -a los que frecuentó en Sevilla y Córdoba- el arte de la necromancia o evocación de los muertos, la interpretación del canto y el vuelo de las aves y la Medicina. Adquirió con ello una gran sabiduría, tanto de las ciencias sagradas como de las profanas, que muchos de sus contemporáneos consideraron producto de un presunto pacto con el Diablo, lo que le dio fama de mago omnipotente. Siendo partícipe de la existencia de un libro de conjuros de extraordinario poder depositado en el monasterio de Reichenau, se hizo prontamente con él. Según relatan Alberico de Trois y Guillermo de Malmesbury, con la ayuda de tan preciado volumen realizó cosas maravillosas, entre ellas una cabeza de plata que hablaba y revelaba el porvenir y, guiado por la sombra de la mano de una estatua, descubrió en Roma un palacio subterráneo de mármoles y oro, repleto de incalculables riquezas.
Silvestre II elevó el papado a cumbres inusitadas en las que no sería fácil mantenerse; sin embargo, la leyenda medieval le otorgó la capacidad de crear cercos mágicos, filtros amorosos, carros movidos por la fuerza del Diablo, la evocación de los demonios, naves encantadas, capas que hacían invisibles a quienes las portaban y un largo etcétera. Las artes mágicas que le fueron atribuidas y que le ayudaron a conseguir las más altas cotas de poder e innumerables riquezas se debieron a la efectividad de las oraciones y conjuros del libro de León III.
En cualquier caso, algo que excede el entendimiento humano ocurre cuando el poseedor del Enchirídion sobrepasa los límites de la Naturaleza. Este fue el caso de Silvestre II, quien, temeroso de condenarse por toda
la eternidad, resolvió, pocos días antes de su muerte, restituir el Enchirídion al lugar en el que había permanecido escondido durante doscientos años. Quedó constancia de esta decisión en una carta fechada el 3 de mayo del año 1003, cinco días antes de su muerte, dirigida a Hermannus Contractas, o Germán el Cojo, monje erudito, historiador, matemático y astrónomo. En dicha carta ordenaba que el libro quedase por siempre fuera de la vista de los hombres en el monasterio de Reichenau.



TINTA ÁUREA
Así se prepara

1 g de limadura de oro, bronce y cobre, a partes iguales.
10 g de azúcar piedra.
10 g de goma arábiga.
10 g de anilina roja.
2 g de anilina amarilla.
100 g de espíritu de vino.
500 g de agua clara de rio.

El primer sábado de mes se tomará en el río un litro de agua antes de la salida del Sol, procurando llegar a casa antes de que este aparezca por Oriente. Se pondrán en una vasija de barro las limaduras, el espíritu y las anilinas. Y en otra el azúcar, la goma y el agua. Tras revolver bien, se dejarán las vasijas en un lugar donde reciban los rayos del Sol y se retirarán por la tarde a una habitación oscura antes de que este se oculte. En la mañana del domingo, al rayar el alba, se mezclará el contenido de las dos vasijas y se pondrá a la lumbre antes de que el Sol aparezca por el horizonte procurando que los rayos caigan de lleno sobre la vasija para que la tinta reciba sus dones maravillosos. Se tendrá cociendo a fuego lento durante media hora, revolviéndola de cuando en cuando y recitando al mismo tiempo una plegaria.


MISIÓN FALLIDA
Tenemos que avanzar hasta enero de 1521, nada más iniciarse las sesiones de la Dieta de Worms, cuando Guillaume de Croy, señor de Chiévres, recibió el encargo de Carlos V de localizar el libro. El rey, encendido admirador de las gestas de Carlomagno, pretendiendo emularle, ansiaba la posesión del mismo. Chiévres, basándose en las disposiciones testamentarias de Carlomagno y provisto de plenos poderes, se lanzó en su búsqueda siguiendo la ruta de los diversos monasterios constituidos por Eginardo, comenzando por el de Saint-Gall y finalizando en Reichenau. Tenía instrucciones de actuar por la fuerza si encontraba algún tipo de oposición y no paró en mientes. El abad de Reichenau confesó que Eber-hard von Worms, uno de sus antecesores en el cargo, había entregado, en 1272, el auténtico Enchiridion a los templarios (la Orden se había establecido en la zona en 1268 y gozaba ya para esas fechas de un inmenso poder). A partir de ese momento el libro no habría sido visto de nuevo. Las leyendas atribuían a sus nuevos poseedores la capacidad y el conocimiento necesarios para la correcta interpretación de los pantáculos, dada su larga experiencia en Tierra Santa. Y cuando en 1314, Felipe IV de Francia, en estrecha coordinación con el papa Clemente V, decidió acabar definitivamente con los templarios mandando a la hoguera a su Gran Maestre, Jacques de Molay, y a Geoffroi de Charnay, preceptor de Normandía, todos los bienes de la Orden ya habían sido incautados por la Inquisición. Así que Guillaume de Chiévres decidió regresar a Worms para informar a Carlos V del resultado fallido de su misión y de que el Enchiridion posiblemente se encontrara en la Biblioteca Vaticana. El 6 de mayo de 1527, el Ejército imperial, a las órdenes de Carlos de Montpensier, Condestable de Borbón, procedió al asalto y saqueo de Roma, como represalia contra el papa Clemente VII, aliado de Francisco I, rey de Francia, en la Liga de Cognac. Antes del asalto, Carlos de Borbón encargó una misión muy especial al capitán español Julio del Castillo. Junto con un grupo elegido de lansquenetes debía impedir que la Biblioteca Vaticana fuera destruida. Les acompañó don Fernando Marín, abad de Santa María la Real de Nájera, que durante los tres primeros días del asalto permaneció encerrado dentro de la biblioteca. Ante las dificultades de Del Castillo para mantenerla a salvo, el Príncipe de Orange, sucesor del Condestable de Borbón, muerto en el asalto, se sintió obligado a intervenir y ordenó, con el fin de preservarla del saqueo, establecer en ella su residencia y cuartel general. Sin embargo, pocos días después, la biblioteca fundada por Sixto IV fue abandonada a las turbas de saqueadores, que destruyeron gran parte de los libros allí conservados durante siglos. Tanta fue la destrucción, que Erasmo de Rotterdam clamaba que había sido un acto de barbarie digno de los escitas.

Sobre estas líneas, quema de templarlos en Francia. Abajo, en el sentido de las agujas del reloj, Guillaume de Croy, el Condestable de Borbón, Clemente Vil y Erasmo de Rotterdam.




CARTA DE RESPUESTA DE CARLOMAGNO
Un dirigente agradecido

Conservada en los archivos vaticanos, es una prueba histórica de la existencia del Enchiridion. Este es el texto integro de la carta:

"Carlomagno, por la gracia de Dios, emperador felicísimo de los galos y de Germania, da gracias amplísimas por la eficacia del pequeño libro dado en regalo por el Santísimo Señor León Papa Pontífice Máximo. Sumo Obispo de los Obispos, más debo a su Santidad por el libro que ha ocho meses nos enviasteis, y por el modo que al imperio y a mí nos exaltó. Es asombroso, en efecto, que mediante este libro he experimentado que todas las fuerzas naturales son superadas. Como que la muerte huye, desaparecen los enemigos; se inmovilizan los conjurados contra mi; los venenos no dañan, los cuchillos, los entes; en una palabra diré, que los truenos, las tempestades, los granizos y todo lo que por su naturaleza es nocivo, ante la presencia del libro se debilitan. Por esto mandé escribirlo en caracteres de oro, siempre lo llevo conmigo, lo leo cuando es oportuno, con la reverencia conveniente, según la recomendación que me hizo su Santidad. Además, impar es mi gratitud por vuestro ministerio; el único para mi insuperable, en cuanto a lo demás, a vos consagraré mi imperio perpetuamente. Que viváis muchos años, con el honor del que sois digno, con bienes espirituales y dones temporales".



ESPÍAS EN EL VATICANO
¿Qué se buscaba en la Biblioteca Vaticana y, sobre todo, por encargo de quién? Resulta meridianamente claro que el abad de Nájera, posterior embajador plenipotenciario de Carlos V en las negociaciones para la rendición del Pontífice, no pudo localizar en la Biblioteca Vaticana lo que buscaba, ya que dentro de las exigencias presentadas a Clemente VII se encontraba la entrega del Enchirídion de León. III.
Existe una copiosa colección de cartas dirigidas por el emperador al abad que ponen de relieve la importancia de las misiones encargadas a este inquietante personaje. Se conserva una misiva en la que Carlos V muestra su impaciencia por el retraso en recibir noticias sobre las gestiones realizadas para averiguar el destino de un libro, durante la estancia del abad en Roma.

"Mucho holgaríamos que hubiésedes hallado lo que buscabais, y que ansimismo hubiésedes recogido y quemado lo que dello se había impreso [...]y de que en todo caso hiciésedes retirar de ahí a los dos frailes de quien escribís, pues su estada no puede ser ya de ningún fruto".

La carta está fechada en Granada, el 7 de diciembre de 1526, y fue enviada junto con otra dirigida al virrey de Napóles, mandando que las rentas de la Basilicata se reservaran para el sostén de las fortalezas de Rosellón y Cerdeña. Desconozco a qué se debe la referencia del emperador sobre los dos frailes, pero posiblemente fueran espías suyos dentro del Vaticano.
Estoy convencido, por todo ello, de que la participación del abad de Nájera en los hechos narrados durante el saco de Roma no fue circunstancial, sino que respondía a una acción premeditada para localizar el Enchirídion en la Biblioteca Vaticana, donde posiblemente se sospechara que se hallaba tras la incautación de los bienes de los templarios. Esta hipótesis estaría reforzada, como decimos, por el co-dicilo incluido en las capitulaciones del papa Clemente VII, firmadas ante el abad de Nájera, en las que el Pontífice accede a entregar el libro santo que su antecesor, León III, había regalado a Carlomagno. El contenido de este codicilo fue enviado a Carlos V por mediación de Lorenzo de Gorrevod, flamenco nacido en Saboya, gobernador de Bresse y mayordomo del emperador. La donación se pospuso hasta que Carlos V fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico el 24 de febrero de 1530. Se cumplía con ello el mismo episodio que realizara León III con Carlomagno y se daba por concluida una larga etapa: Europa volvía a tener un nuevo emperador.
El uso que Carlos V diera al Enchirídion no es posible determinarlo, pero, si nos atenemos a su contenido, no resulta difícil suponer que utilizó sus poderes para consolidar el imperio. La interpretación correcta de las claves, representadas en los pantáculos, se presume por cuanto Carlos V mantuvo siempre una estrecha relación con el entramado de banqueros judíos de la época. Cualquiera de ellos pudo facilitarle los medios para obtener la ayuda de expertos cabalistas, capaces de entrar en comunicación directa con poderes invisibles y ejercitar su dominio sobre los demonios, la Naturaleza, las enfermedades, etc. Su interés por la utilización de métodos esotéricos de hermenéutica fue transmitido a su hijo Felipe II, quien conservó el libro en la biblioteca del Monasterio de El Escorial (Madrid).
Poco antes de la muerte de este último rey, el libro se habría ocultado del alcance de la Inquisición, junto con otros textos prohibidos, en esa Bibliotheca abscondita de la que hablábamos al principio. Las indicaciones que, para localizarla, dejaron los autores de este ocultamiento, el llamado Círculo de El Escorial, al que pertenecían Benito Arias Montano, Juan de Herrera y fray José de Sigüenza, entre otros, quedaron reflejadas en las enigmáticas pinturas que adornan la bóveda de la Biblioteca de El Escorial.

La interpretación correcta de dichas claves está recogida en mi libro Las claves ocultas del Monasterio de El Escorial (Editorial Creación) y, si realmente fuera posible encontrar el Enchiridion Leonis Papae después de 1.200 años de existencia, estaríamos frente a uno de los hallazgos más importantes de los últimos tiempos. De ser cierta la leyenda sobre el poder del libro, su posesión se convertiría en un verdadero conflicto, aunque es muy posible que los conocimientos para el uso correcto del mismo hayan desaparecido o se encuentren en manos de unos pocos iniciados.

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