Una extrañas huellas aparecieron en el condado inglés de Devonshire en 1855. Las formas que quedaron marcadas en la nieve en una zona de 150 kilómetros coincidían asombrosamente con las representaciones que se hacían en aquel entonces del diablo. Durante varios días, los rumores, las teorías más insólitas y el pánico se convirtieron en protagonistas en toda Inglaterra. Así transcurrió aquella desconcertante historia...
por Javier Martin García
LAS HUELLAS DEL DIABLO
El misterio de las huellas de Devonshire
FUENTE: Revista ENIGMAS delhombre y del universo Nº 174.
FUENTE: Revista ENIGMAS del
Febrero de 1855. Un misterioso ser camina pesaroso, taciturno, por el bosque situado en el pueblo inglés de Woodbury. Sus movimientos suscitan un efecto sombrío, turbador. Va solo . Sus errantes pasos parecen no pertenecer a un humano, no al menos a una persona que da una vulgar caminata. Ya es de por sí extraño hacerlo en una fría jomada de invierno en las afueras de una localidad situada en el condado de Devonshire, al sudeste de Inglaterra. Pero si pudiésemos acercamos, si consiguiéramos contemplar aunque fuese de lejos las formas de este extraño ser, probablemente acabañamos por convencernos de que no nos encontramos ante un humano.
Sus prendas se alejan de las utilizadas por los hombres de la segunda mitad del siglo XIX. Nada de traje . Estrafalarios harapos visten una figura que cuanto más se observa más grotesca resulta. Mientras, sus pasos son escoltados por unos gritos que tratan de imitar aullidos de animales salvajes y gruñidos que quieren emular los cantos de los pájaros.
De repente, algp quiebra la tranquilidad, una serenidad que sólo turbaban mínimamente los sonidos de los animales, y de aquel extraño personaje. "¡Eh, mirad allí!", grita una voz . Una turba de hombres surge de la nada y corre hacia la estrafalaria figura, que en principio permanece inmóvil, mirando con sorpresa al violento grupo armado con palos y estacas, que se acerca apresuradamente hacia él. Reacciona. Trata de escapar, pero es alcanzado.
-"¡Miradlo! ¡Es él!", vocifera otro individuo. "Es el monstruo de Devonshire".
Los hombres, enervados, se disponen a golpearlo, pero un grito los detiene. "¡Paren! No ataquen a Daniel Plumer". El buen samaritano es Squire Bartholomew, el juez de paz del pueblo. Cuando el grupo se tranquiliza, les explica que aquél a quien iban a apalear no es peligroso, no es el temible monstruo al que buscan. Ni mucho menos. Se trata de Daniel Plumer, persona bien conocida en Woodbury. Es un enfermo mental. Por ello viste de ese modo y emite gruñidos. Gusta de deambular por el bosque y los lugareños lo alimentan cuando aparece mendigando por sus casas .Es completamente inofensivo.
¿Pero qué había llevado a aquellos hombres a exaltar su ánimo hasta el punto de casi asesinar a un pobre inocente? ¿Qué es eso de lo que hablan?, ¿a quién persiguen? ¿Quién es el monstruo de Devonshire? Para entenderlo debemos remontamos a unos días atrás, en el mismo mes de febrero .
• El diablo deja sus huellas
Concretamente a la
el pueblo para acudir a los
Rápidamente los lugareños contemplaron lo mismo que horas antes tanto había sorprendido a su
• Persiguiendo a "Belzebú"
Algunos de los vecinos siguieron las huellas por su
Lo que al principio eran para los habitantes del condado las huellas de un animal con un comportamiento extraño, al poco
Una noticia así no podía pasar desapercibida para los
El
• Diferentes teorías
La discusión entre quienes apostaban por una explicación alejada de cualquier realidad oscura tuvo mucha intensidad. El cata-logp de animales u objetos que se puso sobre la mesa fue exorbitante. Algunos de los más prestigiosos biólogos de entonces entraron de lleno en la discusión. Especialmente significativa por la ralea intelectual de su personalidad fue la del paleontólogo británico Richard Owen. Sin embargo, su aportación no convenció a
casi nadie. Aseguraba que las huellas habían sido dejadas por un grupo de tejones. Rápidamente se alzaron voces críticas. Nadie pensaba que un grupo de tejones hubiese recorrido 150 km en una sola noche. Nada entendía que hubiesen podido superar altos muros y cruzar algunos de los anchos nos que existen en la zona. Otros apostaron por un asno. Pero, ¿qué hacía un asno cojo, saltarín, subiéndose a los tejados de algunas casas, dejando en ellos su huella? Un reverendo negaba la posibilidad de que el demonio hubiese hecho acto de presencia en el condado aquella noche de nieve. En su opinión la hipótesis de que fuese un canguro el que hubiese realizado el paseo más largo de su vida era la más cercana a la realidad. La gente estaba desconcertada. Las teorías eran cada vez más inverosímiles. Lionel y Patricia Fanthorpe recordaban en su artículo una de las conjeturas más fabulosas: "Otra interesante hipótesis propuso que una aeronave o globo con la cadena de anclaje rota hubiera sido llevado por las comentes de viento a través de Devon; parecía posible que sus eslabones hubieran rebotado sobre el terreno nevado dejando en la nieve unas marcas similares a las producidas por una herradura". Esa hipótesis estaba llena de contradicciones. "Pero la regularidad y consistencia de las huellas hace que esta teoría sea insostenible. Zarandeada por ráfagas de viento, la aeronave habría perdido y ganado altura, y la supuesta cadena se habría arrastrado por la superficie, dejando un rastro continuo, y uno una serie de marcas individuales . No hay constancia de que en esas fechas se perdiera una nave de ese tipo". Sapos, ranas, liebres y conejos tuvieron su grado de protagonismo entre aquellas teorías.
Mientras, el pueblo tenía miedo. La figura mítica del diablo estaba muy presente en el siglo XIX. Las leyendas se convierten en realidad a los ojos de la gente. Y la descripción de las formas de las huellas, sus aspectos sobrenaturales se amoldaban a las representaciones míticas del diablo. Además, pronto comenzaron a aparecer noticias de más huellas, igual de extrañas en otras partes de Europa. Los medios recogieron que años atrás surgieron pisadas similares en una cordillera de Galicia.También en tierras de Escocia, en Glenorchy. Algunos periodistas recordaron una historia que señalaba que un explorador había hallado huellas similares en las islas Kerguelen del océano índico, en una espacio natural sin de animales con cascos en sus patas.
Nadie consiguió dar una respuesta al enigma de Devonshire. Con el paso del tiempo las huellas desaparecieron. Los habitantes del condado olvidaron lo ocurrido. B vigor de la rutina derrotó al miedo. Pero desde entonces el nombre de Devonshire quedó unido a Satanás. No era para menos. Quizás una gélida noche del mes de noviembre de 1855. el demonio visitó Devonshire y allí habría dejado firma: sus huellas selladas sobre la nieve.
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