lunes, 9 de septiembre de 2013

Los Mensajes ocultos de la Gioconda


El mundo del arte está conmocionado. Una copia de la Mona Lisa de Leonardo custodiada en el Museo del Prado parece tener las claves para desvelar los misterios del retrato más famoso de la Historia. Javier Sierra ha podido examinarla de cerca y sugiere que la Gioconda de Madrid es la que describen los tratados clásicos de pin tura, y no la del Louvre. Pero esa es solo la primera sorpresa...
por Javier Sierra
Revista Más Allá de la Ciencia Nº 277


El pasado 1 de febrero la revista online The Art Newspaper sorprendía a amantes y etílicos de arte de todo el mundo con una sensacional revelación. Martin Bailey, uno de sus reporteros, se había colado en una reunión de expertos auspiciada por la National Gallery de Londres y se enteró, casi sin querer, de que el Museo del Prado estaba terminando de restaurar una hasta entonces poco considerada copia de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Mientras a pocos metros, en la Gallería, se celebraba una exposición dedicada a la época milanesa del artista, Bailo supo que la Gioconda de Madrid era, con certeza, "la copia más antigua" de la obra, de la que solo entre los siglos XVI y XVII se pintaron hasta sesenta versiones de mucha peor calidad. Y el periodista, claro, filtró la noticia pensando que tenía algo grande entre las manos. Tenía razón. Bajo una gruesa capa de pintura negra añadida doscientos años después de su conclusión, los técnicos del Prado habían dado con pruebas que convertían a nuestra Mona Lisa en una versión casi exacta de la del Louvre, pintada a la vez que esta y muy probablemente supervisada por el gran maestro del Renacimiento en persona. El impacto que tuvo su crónica fue instantáneo. Periódicos y medios de comunicación de todo el mundo reprodujeron las imágenes de la "nueva" Gioconda, mostrando por primera vez los rasgos de una joven más lozana, vigorosa y fresca que su hermana del Louvre. Incluso el paisaje de fondo aparentaba mayor profundidad y realismo. Una oportuna llamada del diario El Mundo me puso soba- la pista de lo ocurrido casi a tiempo real. Yo ya conocía la obra, la había contemplado con curiosidad en mis visitas a la colección de pintura italiana del Prado, así que fue cuestión de minutos que me pusiera tras la noticia. Hablé con Miguel Zugaza, el director de la pinacoteca madrileña; con Miguel Falomir, jefe del departamento de pintura francesa e italiana del Prado, y también con Almudena Sánchez, responsable de la reveladora restauración. .Ninguno terminaba de comprender la expectación generada por esa filtración. A fin de cuentas, para ellos su tabla es poco más que una "obra menor" y no entendían que hubieran tenido que presentarl a a la prensa, aún sin terminar de restaurar, aquella misma tarde del 1 de febrero. "Por supuesto, no queríamos dar a entender que el museo estaba ocultando algo e improvisamos un encuentro con periodistas para coíncidir con ellos las dudas que nos suscita la pintura", me dice Falomir, recordando el momento. "De hecho, estamos tan interesados como el que más en que se despejen los misterios que la rodean". Pero ¿a qué misterios se refería mi interlocutor?
En realidad, son muchos y se ha hablado poco de ellos. El más mundano tiene que ver con su origen. Si la obra de Madrid fue pintada en el taller de Leonardo da Vinci, en Milán, aproximadamente entre 1503 y 1504, y la ejecutó uno de sus discípulos más próximos -los expertos señalan a Salaino o a Melzi, aunque otros hablan de Fernando Yáñez de la Almedina, El españoleta-, ¿cómo llegó a la colección del Prado? (ver recuadro abajo).

 

Otro enigma, de mucho más calado, está relacionado con la identidad de la mujer retratada y con algo que, como interesado en la figura de Leonardo, me intrigó desde que la vi por primera vez. Tal y como afirmaba la crónica de The Art Newspaper, la Mona Lisa madrileña "transmite una impresión vivida con sus tentadores ojos y su enigmática sonrisa". Y es cierto. Mientras el retrato conservado en París está cubierto por un barniz que lo amarillea y aparece surcado por medio millón de microgrie-tas que lo avejentan, la tabla que acaba de emerger del laboratorio de restauración del Prado muestra a una dama que parece que va a salirse del marco. Sus colores son vivos. Sus mejillas sonrosadas. Y su mirada brilla como si fuera natural.

LA CLAVE ESTA EN VASARI
Giorgio Vasari, un pintor contemporáneo de Da Vinci que acuñó el término "Renacimiento" y elaboró la primera enciclopedia con las biografías de los artistas de su tiempo, describió esta obra de un modo más que entusiasta. Vasari puso la primera piedra de su legendaria fama al afirmar que "todo aquel que quisiera ver en qué medida puede el arte imitar a la Naturaleza lo podía comprender en su cabeza [la de la Gioconda], porque en ella se habían representado todos los detalles que se pueden pintar con sutileza". Y añadió: "Los ojos tenían ese brillo y ese lustre que se pueden ver en los reales, y a su alrededor había esos rosáceos lívidos y los cabellos que no se pueden realizar sin un gran cuidado. En las
cejas se apreciaba el modo en que bs pelos salen de la carne, más o menos abundantes y, girados según los poros, no podían ser más reales". Para un lector desprevenido este puede parecer un párrafo inocuo, pero no lo es. La Gioconda del Louvre carece de ese lustre que Vasari le atribuye y, aunque su mal estado de conservación pudiera justificarlo, de ningún modo explica su directa alusión a las cejas. La dama de París no las tiene. No aparecen ni siquiera en las radiografías de la tabla. Y, sin embargo, la copia de Madrid sí. Cuando solo 48 h después de darse a conocer la pintura restaurada del Prado pregunté por este detalle a Miguel Falomir, su respuesta fue contundente. "Lo más probable es que Vasari nunca viera a la Gioconda original ya que Leonardo se la llevó con á a Francia. Pero tampoco puede decirse que viera la de Madrid".
Ahí me di cuenta de algo. El Museo del Prado iba a mantener una actitud prudente. De algún modo, su prestigio está enjuego. Sin embargo, yo ya tenía una idea propia. Una hipótesis tan probable como heterodoxa. Si The Art Newspaper había dicho que la de Madrid era la copia más antigua que existía de la dama de Leonardo, contemporánea a la original, ¿era posible que Vasari hubiera descrito en su tratado el cuadro del Prado y no el del Louvre? La aceptación de esta hipótesis -que formulé el pasado 5 de febrero en El Mundo en justa correspondencia por su aviso- implicaría toda una revolución para el mundo del arte. A fin de cuentas, el texto que los historiadores modernos tienen como la fuente más fiable para biografiar a Leonardo y que identificó por primera vez a la modelo retratada con una joven de 19 años llamada Lisa Ghe-rardini, tercera esposa del comerciante Francesco del Giocondo, se ajusta como un guante a la pintura de Madrid, pero no así a la que acompañó a Leonardo hasta su lecho de muerte. ¿Una idea demasiado aventurada? Al explorar más a fondo esta posibilidad, surgieron dos nuevas pistas que parecen apoyarla. La primera llegó con un boceto de la Gioconda garabateado por Rafael Sanzio en una de sus visitas a la bottega del maestro, hacia 1503. En él volvemos a encontrarnos con una dama de aspecto más juvenil que la del Louvre, flanqueada por dos columnas griegas a su espalda. Este elemento arquitectónico es clave. Prácticamente invisibles en la tabla parisina, aparecen, sin embargo, muy claras en la de Madrid. El asunto tiene su enjundia, ya que son muchos los aficionados al arte que nunca se han fijado en su timidísima presencia en la Gioconda original. El marco que protege la obra del Louvre anula lo poquísimo que queda de ellas y solo con el "redescubrimiento" español cobran todo su protagonismo. ¿Vio entonces Rafael, como Vasari más tarde, la copia de la Gioconda en vez de la original?
La segunda pista tiene que ver con otro de los textos fundamentales del período histórico en el que se crearon ambas obras. Me refiero al Tratta-to dell'arte della pintura escrito, curiosamente, por un discípulo de Rafael llamado Giovanni Paolo Lomazzo. Esta obra, publicada en 1584, hace un encendido elogio -como no podía ser de otro modo- de las pinturas de Leonardo y termina enunciándolas. Al llegar a la que nos interesa la nombra como "la Gioconda y la Mona Lisa". Esto es, ¡distingue dos!



¿Hubo, entonces, dos Monas Lisas en el taller del maestro, tan impresionante la una como la otra? Lo cierto es que la existencia de una segunda Gioconda aclararía otro de los extremos de este intricado puzzle histórico. ¿Cómo es posible que Francesco del Giocondo no se quedara con la obra por la que había pagado y para la que había posado su esposa? Esa duda se resolvería si se aceptara que hubo dos -o quizá más- Monas Lisas, y que el comerciante recibió una de ellas en justa contraprestación a su dinero. Es de suponer que le entregaron la más real. La más acorde al estilo de los retratos de la época. Una como la de Madrid, sino esta misma. Y, mientras, Leonardo se quedó con la hoy llamada "original" para seguir practicando sobre ella la técnica del sfumato, que inventó justo para esa pintura.

DOS INDICIOS A SEGUIR
De momento todo son figuraciones. No ayuda que el contrato entre el comerciante y Leonardo haya desaparecido, ni tampoco que no se conserven ni las notas ni los estudios que debió hacer el maestro antes de pintar a Lisa. Si pretendemos arrojar luz sobre este asunto deberemos prestar atención hasta a los menores indicios. Y hay dos que a mí me rondan cada vez con más fuerza. El primero es la madera sobre la que se pintaron las dos Giocondas. Mientras que para la del Louvre se optó por una sencilla tabla de chopo, para la copia de Madrid se escogió nogal. ¿Por qué utilizaría el taller de Leonardo una madera más noble para una obra de menor envergadura de no ser para satisfacer a un buen cliente? Significativo es que ambas tablas tengan casi las mismas medidas (76 x 57 cm la del Prado, 77 x 53 cm la del Louvre), pero esa semejanza no llega a la categoría de indicio. Lo que sí lo hace es la huella que Almudena Sánchez —la restauradora del Prado- ha localizado en el borde superior derecho de la tabla. Parece del lateral de un dedo, quizá del dorso de la mano. Es muy clara. Y cuando le incide la luz de manera correcta deja ver con claridad todo el mapa de sus líneas. Bastaría microfotografiarla para comparar esa impronta con la colección de presuntas huellas y marcas de Leonardo que el crítico de arte Alessandro Vezzosi ha recogido en sus pinturas reconocidas y en sus cuadernos de campo. Supongamos por un momento que esa huella coincidiese con las halladas por Vezzosi. No demostraría que Leonardo pintó o retocó la obra de Madrid, pero al menos no quedaría duda de que pasó por sus manos. Y eso bastaría para mantener abiertos los interrogantes que formulo en este escrito.
La Gioconda madrileña ha reavivado -como puede verse- mi pasión por la pintura de Leonardo. La próxima vez que la vea colgada en El Prado sabré que ella, en sí misma, es toda una puerta abierta a los misterios del gran maestro.                      


La Gioconda
para iniciados

Es una de las obras más estudiadas de la historia del arte y, paradójicamente, también una de las más enigmáticas.Todo en ella parece tener un significado oculto diferente al que se observa a simple vista. ¿Por qué? En este artículo mostramos los nuevos descubrimientos en torno al simbolismo oculto de esta dama de sonrisa eterna.
por José Luis Espejo


Leonardo convirtió a la Gioconda en un icono. Pero, ¿qué representa? Yo la interpreto como un símbolo, no como un simple retrato. Desde mi punto de vista, es poco importante saber si la mujer que posa se llama Lisa Gherardini, Beatriz d'Este, Constanza d'Avalos o Caterína (su madre). O si es una visión feminizada de sí mismo (un andrógino); o la caracterización de una "mujer ideal". La pregunta no es "¿quién?", sino "¿qué?" es la Gioconda. Creo que este cuadro es una "hoja de ruta" del iniciado, con el lin de darle a conocer las principales claves del conocimiento secreto, así como el camino espiritual y espacial que ha de seguir para alcanzarlo.

¿QUÉ ES LA GIOCONDA?
Se han dicho muchas cosas sobre el carácter o la personalidad de la Gioconda. Théophile Gautier la convierte en una vamp, una feín-me ¡alai voluptuosa; Marcel Duchamp en una viciosa reprimida. Para Walter Paters
(1869), en cambio, la Gioconda "es más antigua que las rocas entre las cuales se asienta; como el vampiro, lia estado muerta innclias reces y ha aprendido los secretos de la tumba". Estas últimas palabras hacen alusión a la "iniciación" hermética: "Ha estado muerta muchas reces" implica que ha "renacido" y que gracias a ello "ha visto la luz" (ha sido iluminada), y "ha aprendido los secretos de la tumba" (los arcanos de los antiguos), encerrados en el sepulcro pintado por Nicolás Poussin en su cuadro Et in Arcadia Ego. Su vientre hinchado hace pensar en un embarazo (de ahí que esté sentada). Su velo recuerda al hábito que portaría la inmortal Isis. Su vestido negro lo asociamos al duelo o al luto o bien a la "moda española" que se estilaba en esos tiempos (según parece, Lucrecia Borgia la introdujo en las cortes italianas). Si Leonardo hubiese planteado este cuadro como un auténtico retrato, no se lo habría llevado a Francia, junto con su San Juan-Baco o su Suiíiii Ana v el niño. Dónale! Sassoon, en su estudio clásico Leonardo v la Mona Lisa, asegura que es doblemente misterioso, si tenemos en cuenta que de él no conservamos bocetos preliminares, a excepción de algún estudio de manos, que podría haber sido empleado para otros menesteres (por ejemplo, el retrato frustrado de Isabel d'Este). Tampoco se hace mención de él en sus cuadernos. Y no sabemos si lo pintó por propia iniciativa o por encargo.


LA SONRISA DE LAS MIL LECTURAS 
El profesor J. F. Yvars, en un artículo publicado en 111 Vanguardia (25 de diciembre de 2011), nos dice que la sonrisa de Leonardo se encarna en la Gioconda. Su gesto equívoco "insinúa nn suave rictus de proximidad que nos ha desconcertado a lo largo de los siglos". Sigmund Freud denominó este gesto como "demoníaco". Dijo de su expresión: "Cientos de poetas v literatos lian escrito sobre esta mujer que ora nos sonríe seductoramente, ora parece petrificarse en una ausencia ¡ría y sin alma... 
Nadie ha desentrañado su sonrisa, nadie ha interpretado lo que ella piensa". Este rictus es menos perturbador que el de su San Juan, o el del Baco, pero mucho más enigmático. Luis Racionero lo llama "sonrisa de la esfinge", y lo describe como "el semblante que sonríe para sí". Su expresión, tildada de "leonardesca", evocaría el "conocimiento interior" que caracteriza a los iluminados, los cuales ven el mundo y a sus gentes con dis-tanciamiento (y con un cierto desdén, quizá). Será por ello que a la Gioconda se la ha llamado la "Esfinge de Occidente". Algunos han calificado su sonrisa como "burlona" (Gioconda deriva de giocoso, que quiere decir "bromista"). Sea como sea, Leonardo se tomó muchas molestias para encontrar la expresión exacta. Charles Nicholl, en su obra Leonardo da Vina, el vuelo de la mente, hace alusión a un estudio de nueve bocas y labios, al que acompaña unas notas sobre la fisiología de los "músculos denominados labios", que incluye una sonrisa casi idéntica a la de la Gioconda.
No, la sonrisa de la Gioconda no es una burla, sino una invitación a que nos sumerjamos en el fondo de sus arcanos. Pero ¿cuáles son? Al contrario de lo que se pensaba hasta fechas muy recientes, alguien del círculo de Leonardo se tomó la molestia de darnos pistas para interpretar su mensaje oculto, como veremos más adelante.


UN CUADRO ATÍPICO
Volvamos a la obra. Si nos atenemos al simbolismo de sus elementos, el camino, de trazado sinuoso, aludiría a la vía de la iniciación. La balaustrada, a la frontera entre dos niveles (tal vez lo contingente y lo eterno). El velo, al carácter secreto o reservado del arcano. El negro del vestido, a su gravedad suma. El vientre hinchado, al poder fecundante de la Diosa. El paisaje, al centro de iniciación, en el que es posible adquirir el conocimiento sagrado. El puente, de acuerdo a Rene Guénon, a la "unión" entre dos mundos y al acceso a una nueva realidad. En definitiva, yo veo en esta figura un residuo pagano que, a pesar de todos sus esfuerzos, el cristianismo fue incapaz de extirpar.
Desde mi punto de vista, la Gioconda es un "ser sobrenatural" (al margen del tiempo y del espacio) que trata de comunicar, con su expresión, y ante todo con el marco en el que se ubica, un gran secreto, de importancia capital para el artista florentino. Porque no olvidemos que figura y fondo, en este caso, forman una unidad. Aquí se puede decir, a diferencia de otras pinturas -como La Anunciación, en la que el paisaje asume un mayor protagonismo- que ambos aspectos son igualmente importantes.
En el libro Leonardo y la Mona Lisa, de Donald Sasoon, este otorga una gran importancia a tres aspectos. 1) Los retratos de Leonardo suelen tener un objeto (eljuniperus en el de Gine-vra de Benci, el armiño en el de Cecilia Ga-




lerani) que identifica a la retratada; no es este el caso de la Gioconda. 2) Esta última ostenta un velo, detalle que la identifica con la figura ¡cónica de la "Virgen", o bien de Isis, como veremos más adelante. 3) En sus tiempos los artistas pintaban a las mujeres con los ojos bajos (Leonardo también, en la mayor parte de sus cuadros), pero la Gioconda devuelve la mirada de forma -diríamos- casi insolente (como lo harían los condottierí, o guerreros de fortuna, de la Italia del Renacimiento). La Gioconda "desafia" al espectador.
La Gioconda es una rara avis en la obra de Leonardo. Por lo visto, tras la muerte del artista en 1519, fue a parar a manos del rey de Francia, que la compró por una suma considerable de dinero a su albacea testamentario: Francesco de Melzi. Este joven aristócrata, hijo de una familia hidalga de Vaprio d'Adda, a 30 km al norte de Milán, tenía unos 16 años en 1507, cuando Leonardo lo tomó como discípulo (fue su secretario y copista, además de un excelente pintor). Sería él quien, tras la muerte del maestro (12 años después), se haría cargo de su obra escrita, lo cual le permitió compilar el célebre Trattato della Pittura de Leonardo. Francesco de Melzi jugará un papel fundamental en el destino de la obra, pero también en la encriptación de su mensaje. Pero antes de entrar en esos detalles, debemos hacer un alto en el camino para hacer referencia a un descubrimiento fundamental relacionado con la iconografía de la Gioconda.
¿QUÉ SE ESCONDE TRAS LA GIOCONDA?
Hace aproximadamente un año, el profesor Silvano Vinceti, del Comitato Nazionale per la Valorizzazione dei Beni Storici Culturali e Am-bientali (Italia), hizo público un importante descubrimiento. Según sus propias palabras: "L'interpretazione presenta elementi nuovi lega-ti alia scoperta delle lettere L e S nelle pupille degli occhi della Gioconda e del numero 72 so-tto uno degli archi del ponte che fa da sfondo al ritratto di donna". Este extracto de su nota de presentación del libro // mistero della Gioconda (publicado por Armando Editore, Italia) nos informa del descubrimiento de tres elementos hasta hoy día ignorados: una L y una S en cada uno de los ojos de la Gioconda (la L, en el ojo izquierdo, y la S, en el ojo derecho), y el número 72 bajo uno de los arcos del puente. En mis artículos El viaje secreto de Leonardo da Vmci (MÁS ALLÁ, 263) y La Magdalena Le-ggente de Barcelona (MÁS ALLÁ, 270) hago mi propia interpretación de estas iniciales. Desde mi punto de vista, la L del ojo izquierdo aludiría a Leonardo y la S del ojo derecho al enclave donde situaría el paisaje del cuadro, que no sería otro que el entorno de Montserrat, en España (Spagna, en italiano). En la pupila del ojo derecho vemos, asimismo, las iniciales del pintor (LV). En la Magdalena Leggente de Barcelona volvemos a encontrar detalles similares.
Todo sea dicho, Silvano Vinceti, autor de este importante descubrimiento, así como su colaboradora Stefania Romano, no comparten mi hipótesis en relación a las letras L y S. Ellos defienden sus propios razonamientos, que han explicado de forma reiterada en la prensa y en el libro Il mistero della Gioconda antes citado. Pero sí, en cambio, coinciden conmigo en la pertinencia de un importante hallazgo realizado por mí en fechas recientes: el significado del número 72.


¿QUÉ EXPRESA EL NÚMERO 72?
Si bien queda abierto a la especulación el significado de las iniciales L y S de los ojos de La Gioconda, no podemos decir lo mismo del simbolismo del 72. En la nota 1.565 de los Cuadernos de notas de Leonardo da Vmci, compilados por Jean Paul Rkhter, hallé la siguiente frase: "XVI C.óde Ciui-tateDei, 'Se Antipodes".
Así tenemos: 'TLibro] XVI, capitulo 6, de la ciudad de Dios". Y a su derecha, "Se Antipodes", según la transcripción de J. P. Richter. Recientemente he leído La ciudad de Dios, de san Agustín de Hipona y, por ello, no dudé en consultar el Libro XVI, capítulo 6, de dicha obra. He aquí lo que encontré:
"De aquellos tres hombres, pues, hijos de Noé [Sem, Cam, Jafet]. comenzaron a existir a través de las tierras setenta y tres, o mejor, como debe calcularse, setenta y dos pueblos con tantas otras lenguas, que al ir creciendo han llenado incluso las islas". Como es evidente, aquí san Agustín se refiere a los 72 pueblos y lenguas del mundo de acuerdo al capítulo 10 del Génesis. Este "padre" de la Iglesia
del siglo V alude en varías ocasiones a esta misma cuestión. Así, en el libro XVI, capítulo 12, escribe: "Lo más probable es que el famoso gigante Nebrot se haya fundado un pueblo suyo, pero fue mencionado aparte de modo más señalado por su poder y su fuerza corporal manteniéndose el número setenta y dos de pueblos y de lenguas [del mundo]". Y en el libro XVI, capítulo 9: "Por lo tanto, veamos si entre aquellos pueblos de entonces, que se dividieron en setenta y dos naciones y otras tantas lenguas, podemos encontrar aquella ciudad de Dios peregrina en la Tierra, que había llegado hasta el Di-luvio y el arca, y que perseveró claramente entre los hijos de Noé debido a sus bendiciones". Es un hecho extraño que "alguien" (después desvelaré quién sería) asocie el Libro XVI, C. 6, de La ciudad de Dios al concepto de Antípodas. Ello puede ser un error, porque la referencia a las Antípodas la realiza san Agustín, no en el capítulo 6, sino en el capítulo 9 del Libro XVI: "En cuanto a la existencia de los antípodas; es decir, de hombres que marcan sus huellas contrarias a nuestros pies por la parte opuesta de la Tierra, donde sale el Sol cuando se nos oculta a nosotros, no hay rayón alguna que nos fuerce a creerlo".

UN MENSAJE UNIVERSAL...
En definitiva, ese "alguien", no ciertamente Leonardo -como veremos-, atribuye al número 72 un valor especial: su carácter "universal". Estoy completamente seguro, a partir de los elementos de los que dispongo, de que el número 72 situado debajo del puente, en la Gioconda, alude al número 72
expresado en los capítulos 6,9 y 12 del Libro XVI de La ciudad de Dios, con el significado de "todos los pueblos del mundo", o "el mundo entero". San Agustín basa su referencia en el Libro X del Génesis, según el cual serían 72 los hijos de Sem, Cam y Jafet, los cuales repoblaron el mundo tras el Diluvio bíblico. He aquí los nombres de todos ellos:
DESCENDIENTES DE NOÉ: Sem, Cam, Jafet (no contamos sus nombres; solo los de sus hijos). DESCENDIENTES DE JAFET (14): Go-mer, Asquenaz, Rifat, Togorma, Ma-gog, Madai Javán, Elisa, Tarsis, Qui-tim, Rodanim, Tubal, Mosoc, Tiras. DESCENDIENTES DE CAM (31): Cus, Seba, Evila, Sabia. Rama, Seba, Hadan Seb-teca, Misraim, Ludin, Ananim, Leabim, Naftujim, Petrusim, Caslujim, Caftorim, Pilistim, Put Cañan, Sidón, Jet, Jeveo, Ara-queo, Sineo, Anadeo, Semareo, Jamateo, Jebuseo, Amorreo, Guergueseo, Nemrod. DESCENDIENTES DE SEM SEM (27): Elam, Asur, Arfaxad, Salaj, Heber, Paleg, Joctán, Al-madad, Salar, Jasarmanet, Jara j. Adoram, Uzal, Diclá, Obad, Abimael, Seba, Ofir, Evila, Jobab, I .mi. Aram, I / .luí Gueter, Mas, Cainán. En este momento, me atrevería a afirmar que Leonardo (la L del ojo izquierdo), en España (la S del ojo derecho), pretende comunicar un mensaje importante al mundo entero (simbolizado por el número 72). La Gioconda escondería un "manifiesto". De ahí su importancia y su significación. Seguramente por esta razón lo retuvo en sus manos hasta la fecha de su muerte.
Una curiosidad: encima del 72, siguiendo una línea recta, observamos dos letras: una S y una A mayúsculas, aludiendo -quizá- a las iniciales del autor de la cita bíblica tomada como referencia: san Agustín de Hipona. Leonardo menciona la obra Civitate dei en el catálogo de obras de su biblioteca (folios 2v a 3v del Códice Madrid II).


...Y UN MISTERIOSO "MENSAJERO"
Estoy convencido de que Leonardo trazó la L y la S en los ojos de la Gioconda. Pero no tengo tan claro que escribiera el número 72 debajo del puente. Es bien cierto que el artista florentino se veía a sí mismo como un "mensajero", como un "portavoz autorizado" con la misión de dar a conocer al mundo un determinado mensaje. Un ejemplo muy claro lo encontramos en la nota 687 de los Cuadernos de notas (según la clasificación de J. P. Richter). En el pictograma con título ¡ngratitudo vemos expresado el siguiente mensaje: "Cuando el Sol, que disipa la oscuridad general, aparece [en el horizonte] tú apagas la luz que te iluminaba a ti en particular".
Aquí Leonardo alude a la idea de la "iluminación" en un sentido metafórico de la palabra (difusión del conocimiento, comunicación). Se refiere, en concreto, a la propia "iluminación", en relación a la "iluminación" de los demás. Desde este punto de vista, Leonardo se veía a sí mismo como un "faro", o guía, que trata de dispersar la luz entre las tinieblas del mundo (es decir, de "transmitir conocimiento").
Ello justificaría de por sí la trascendencia del mensaje de la Gioconda. No obstante, alguien trató de dar pistas de su verdadero significado. Para ello trazó el número 72 en el cuadro y escribió la nota número 1.565 (según la clasificación de J. P. Richter) en los cuadernos. Curiosamente, al lado de dicha anotación vemos un cuadrado con un marco, tal vez en alusión a la Gioconda. Pero ¿quién colocó el 72, así como esa extraña nota? ¿Y por qué descarto que pueda ser el mismo Leonardo? La razón es sencilla. La nota 1.565 acompaña a un texto (número 1.078 en los Cuadernos de notas de J. P. Richter) en el que se habla de los canales proyectados por Leonardo cerca del río Loira, cuando él residía en Amboise (Francia), durante los últimos años de su vida. He recogido dos escritos del maestro en escritura no especular (es decir, de izquierda a derecha). El primero es la famosa carta a Ludovico Sforza, del año 1482 o 1483. El estilo es florido y está muy lejos de parecerse a la nota a considerar. El segundo es posterior, y aunque tiene más parecido, el detalle de las "p" (el palo está inclinado a derecha, no a izquierda) es suficiente para descartar la autoría del pintor florentino. Es seguro que alguien que no es Leonardo escribió la anotación en la que se hace referencia al texto de san Agustín, cuando aquel residía en Francia o inmediatamente después de su muerte. Esta persona no puede ser otra que Francesco de Melzi, del que ya he hablado y he explicado que fue albacea testamentario, heredero de sus escritos y posible vendedor del cuadro al rey de Francia. 

ISIS.
Del mismo modo que en el caso de Leonardo, he realizado una comparativa de algunos escritos de Francesco de Melzi y he comprobado que este debe ser el autor de la nota en cuestión, como muestran las "d", la "A" (mayúscula), las "p", las "i" y las "e". Pero aquí no acaba el asunto. Jean Paul Richter trabajaba sobre reproducciones. A partir de ellas obtuvo sus transcripciones. En la nota 1.565, desgraciadamente, no contaba con todo el texto, que estaba cortado en su parte izquierda. El contenido íntegro es el siguiente: "Libro XVI C.óde Quítate Dei, no- e []se Antipodes". A primera vista, en la segunda parte de la nota tendríamos "non e[s]se Antipodes". No opinaré sobre la improbable corrección sintáctica de esta frase latina (literalmente, "no ser-haber Antipodas"), sino sobre su transcripción. Es poco creíble que Francesco de Melzi haya escrito esse, puesto que sus "ss" están siempre enlazadas. Según creo, la primera "e" dee/s/se sería la tercera persona del presente de indicativo del verbo italiano essere (é, "es"), y la primera "s" una I mayúscula. Así pues, en Ja segunda parte de la nota, Melzi habría escrito: non é Ise, Antipodes (no es Isis, An-
típodas). Ambos conceptos son recogidos por san Agustín en su obra La ciudad de Dios. En el caso de la diosa egipcia, en el libro XVQI, capítulo 3, señala que el "héroe cultural" de Egipto es Isis, no Osiris: "Lo mismo se dice de ío, hija de ínaco, que luego fue llamada Isis, a quien se dio culto como la gran diosa en Egipto, bien que otros dicen que vino, siendo reina de Etiopía, a Egipto; y a quien por su dilatado y justo imperio, y por la cultura y bienestar que proporcionó a sus subditos, le tributaron este culto divino".
En el libro XVffl, capítulo 37, abunda en esta idea: "¿Qué sabiduría pudo existir en Egipto antes de que les enseñara las letras Isis, a quien tuvieron a bien honrar como la gran diosa después de su muerte?".
Creo que la frase "Libro XVI C. 6 de Ciuitate Dei, non é Ise Antipodes" afirma simplemente que en el libro XVI de La ciudad de Dios se habla de las Antípodas, no de Ise (Isis), que se encuentra en el libro XVin. Es cierto que esta opinión es discutible, como todo en la vida, pero desde mi punto de vista se ajusta no solo al hecho objetivo del análisis caligráfico de la letra de Francesco de Melzi, sino también a la relevancia del número 72 en la
Gioconda y en el párrafo citado. No olvidemos que al lado de esta nota Melzi dibujó lo que aparenta ser el marco de un cuadro. Tal vez nos hallemos -una vez más- ante un juego de palabras (Ise versus esse).
Ise podría dar sentido al apelativo de "Mona Lisa" (aludiendo tal vez a "Lisa") por el que es conocido el cuadro. Puesto que "Ise" se acerca a la verdadera etimología de la diosa egipcia: Aset, que significa "trono".



¿LA VIRGEN DE MONTSERRAT?
La concepción de la Isis mítica es compatible con la iconografía de la Gioconda. Recuérdese las imágenes del camino y del puente. Ambas expresan una misma idea: la de "comunicación". En este caso, aludirían a la voluntad de Leonardo de dar a conocer una serie de ideas relacionadas con la noción de la Diosa, la Gran Madre representada por Isis, cristianizada posteriormente con el nombre de la Virgen María, la madre de Jesús. Este mensaje es compatible con la noción de "an-droginia" (o hermafroditismo) que subyace en otras obras de Leonardo: es el caso del San Juan o de la Magdalena Leggente de Barcelona. ¿En qué se basa esta presunción?
Desde mi punto de vista, la Gioconda expresa la noción de Virgen que está a punto de parir (de ahí que aparezca embarazada), de la Gran Madre. En términos de simbología alquímica, representa la "materia prima", también llamada "segundo mercurio" o "mercurio de los filósofos". Este es una mezcla de mercurio (principio femenino) y de azufre (principio masculino). De aquí la idea de "androginia" y la obsesión de Leonardo por la "bisexualidad".
Creo que la "Ise" de la Gioconda no representa a ninguna mujer en particular (y si lo hace, esta es una cuestión secundaria), sino a la idea misma de la "maternidad", de la "feminidad" y de la "fecundidad". Más que un retrato, se trata de un símbolo universal. De ahí la pertinencia del número 72, alusivo a "universal".

En definitiva, podríamos expresar el sentido oculto del cuadro con la siguiente frase: "Isis [el principio femenino] domina el mundo". Este concepto se ajusta a la etimología del verdadero nombre de Isis: Aset (es decir, "trono"). Si a la figura del cuadro (la Gioconda-Isis) le asociamos el fondo (desde mi punto de vista, los alrededores de Montserrat), tendríamos el siguiente mensaje: "Debes saber que el camino que conduce a la Verdad [el sendero de la izquierdal que es Isis [la Reina del Mundo, la Gran Madre, el Conocimientol lo encontrarás en Montserrat [allí donde se alzan estas rocas, donde se extiende esta llanura, donde se eleva esa montaña rocosa...]". La Gioconda sería una representación de la Virgen de Montserrat, la Virgen negra. Su misma sonrisa (tan parecida en ambos casos) lo delataría.  


1 comentario:

  1. Me ha encantado el artículo. La verdad es que es fascinante lo que pueden ocultar las obras de arte. Aquí te dejo un enlace con otras obras y sus mensajes ocultos https://gabrielrosselloblog.wordpress.com/2017/02/13/mensajes-ocultos-en-pinturas-religiosas/

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