sábado, 20 de octubre de 2012

La maldición del Titanic


Mucho es lo que se ha hablado del tétrico pasajero -una momia- que viajaba en uno de los departamentos estancos del gran buque de la White Star Line. Demasiado si tenemos en cuenta que al no tener pruebas de ello -y los inventarios de la compañía británica eran meticulosos- es probable que nos encontremos ante una más o menos bien tejida leyenda urbana, que frente a un hecho real, Aún así forma parte de la historia del no menos histórico hundimiento, del que todo sea dicho, ahora se cumplen cien años, con demasiadas incógnitas detrás...

por Lorenzo Fernández Bueno


Incluso se ha querido ver al antiquísimo cadáver cubierto de vendas como el causante -sutil, todo hay que decirlo- de la catástrofe. Como si la supuesta momia llevara implícita una maldición que se cebó con el Titanic la noche del 15 de abril de 1912. Yo no creo que existiera la momia, pero sí algo extraño, ura especie de augurio que decidió posar su gélida mano sobre el barco, que como si se tratase de eso, de una maldición, hizo que el insumergible se fuera a pique. Así transcurrió todo...
William, un hombre barbado y entrado en años se despertó sobresaltado. Tanto que a pesar de las intempestivas horas se lanzó a su pupitre, encendió la vieja lámpara de gas, removió el negro líquido que se apreciaba al fondo del tintero de plata, y de manera compulsiva, casi inconsciente, empezó a escribir. De este modo, horrorizado conforme avanzaban las líneas,fue dibujando una premonición que meses después acabaría siendo publicada en forma de opúsculo literario. La obra pasó sin pena ni gloria, pero su trama permaneció en la cabeza del mediocre escritor; gentes gritando en mitad de la oscuridad, cuerpos sin vida flotando en las frías aguas, los bancos de hielo como únicos testigos de la horrible catástrofe, y al fondo, el metal desgarrado procedente de un enorme buque que acababa de partirse en dos, y como engullido por el legendario Leviatán, se precipitaba a los abismos de un mar infinito.
William, veinte años después atravesaba la pasarela que habría de conducirle a los camarotes de primera clase. El día, cálido y pleno de emociones, se antojaba preludio de muchas y buenas experiencias.Y así, al cabo de unos minutos miles de personas alzaban sus pañuelos blancos, inmaculados despidiendo a los afortunados que se perdían en el horizonte, y que con cierta sorna los observaban desde las cubiertas de aquel majestuoso transatlántico, al que en honor a su indiscutible fortaleza llamaron Titanic...
Su nombre es evocador, ejemplo de una época contradictoria, y su silueta podría estar a la altura de iconos como el Che. El Titanic, por aquellas días de 1912 era el barco más grande jamás construido; el más resistente y lujoso, pero ello no fue óbice para que cinco días después se desencadenara una catástrofe demasiado sospechosa; coincidencias, insólitos comportamientos de algunos pasajeros, y lo absurdo de su hundimiento hacen pensar que tras el mismo hubo, por qué no, algo más. Montemos por unos instantes en una particular máquina del tiempo y viajemos a Southampton. El día: 10 de abril de 1912.


El pulgar de Dios
Tras años de dura competencia, la compañía naviera White Star Une lograba colocarse por delante de su directa rival, la Cunard, contando en su flota con los barcos más modernos del mundo, que aunaban lujo, vanguardia, tecnología y seguridad. Eran el Olimpio, el Britania y el Titanic, este último el más grande portan sólo 35 centímetros -los otros dos medía de proa a popa 265 metros-. La obsesión de su dueño, el financiero multimillonario J. R Morgan, iba a hacerse realidad: cubrir la travesía Southampton-Nueva York en siete días.
Al igual que sus hermanos, este último fue construido en los astilleros de Belfast, en las costas irlandesas. Era un barco concebido para atravesar las vastas planicies oceánicas con el máximo confort, y solo apto para las clases pudientes de la época, que pagaron enormes sumas de dinero por viajar en aquel buque supuestamente insumergible.


El 10 de abril de 1912, el Titanic zarpaba de los muelles de Southampton con 2.227 pasajeros a bordo, ante la admiración de una muchedumbre que contemplaba atónita cómo aquella mole de acero se alejaba ¡flotando! del puerto. AI poco de partir, la tragedia daría su primer aviso: un barco sin rumbo aparente estuvo a punto de colisionarcon el Titanic. El sobresalto que enseguida fue olvidado. El veterano capitán Edward Smith estaba eufórico. Sobre él había recaído el privilegio de realizar su última travesía, comandando el buque más grandioso del planeta. Era el premio a sus veinticinco años de servicio en la White Star sin sufrir percance alguno. Observando su ajado pero feliz rostro nada hacía presagiar que aquel viaje fuera a enturbiar tan magnífica trayectoria profesional. Además, por si su experiencia no constituía de por sí suficiente garantía, contaba con una tripulación de jóvenes y capacitados oficiales, entre los que destacaba por méritos propios el primer oficial Willlam M. Murdoch, un eficiente marino de solo 27 años, al que el destino había reservado el papel de fatídico protagonista en la historia.


Llevaban cinco días de apacible travesía. Entre los incidentes apenas dignos de mención figuraba la Incomprensible desaparición de los prismáticos que alguien sustrajo de la cruceta de vigilancia, para desesperación del joven Reginald Lee. Por su parte, John George Phillips, el radiotelegrafista, atendía con evidente desgana los avisos de peligro que con frecuencia enviaban los barcos que navegaban por la zona; a pocas millas de donde se encontraban se había detectado un inmenso banco de hielo del que se desprendían numerosos icebergs, algunos de los cuales se hallaba en la ruta que estaba siguiendo el 77tamc.Tal vez por un exceso de confianza en la resistencia del buque, la tripulación hizo caso omiso de tales mensajes, manteniendo el rumbo sin reducir la velocidad, entre los veintidós y veinticuatro nudos. Y así siguieron, pese a la persistencia de los inquietantes comunicados. El último de ellos lo envió el California y Phillips, cansado de tanta insistencia, contestó desairadamente: "Calla, calla.Tengo mucho trabajo".


Como una confirmación de que los telegramas enviados eran innecesariamente alarmistas, el cielo se despejó con la llegada de la noche y una miríada de estrellas tachonó de reflejos la superficie del agua, insólitamente tranquila. Poco antes de medianoche, la sombra de una Inmensa masa de hielo interrumpió la rutinaria guardia de los vigías. Cuando fue visto, el iceberg se dirigía irremisiblemente contra la proa de la nave y ya se encontraba a poco más de quinientos metros. Era demasiado tarde. En el puente de mando, ante la ausencia del capitán Smlth, el primer oficial Murdoch ordenó parar las máquinas e iniciar la maniobra de retroceso, una decisión sospechosamente descabellada para un barco de semejante tonelaje. El impacto no se hizo esperar; el iceberg abrió una brecha en el casco del Titanic, permitiendo la entrada de cuatrocientas toneladas de agua por minuto. Poco después, Murdoch, consciente de la tragedia que había desencadenado, se quitó la vida, descerrajándose un tiro en la sien.

El constructor del barco, Thomas Andrews, avisó al capitán de la terrible situación; el daño era irreparable y el barco se iba a pique. El viejo lobo de mar, sorprendido y confuso, soólo pudo decir: "Pero si no puede hundirse.si es insumergible...". Los veinte botes de salvamento fueron arriados, pero la mayoría partieron casi vacíos. Los pasajeros consideraron más cabal permanecer a bordo de una nave seriamente dañada, pero al fin y al cabo "insumergible", que embarcarse en los frágiles salvavidas. Estaban equivocados. El Titanic, la efímera gloria de una época decadente, se hundió completamente a las dos horas y cuarenta minutos de haber colisionado con el bloque de hielo, a seiscientas millas deTerranova, acabando con las vidas de mil seiscientos veintidós infelices que se precipitaron a las frías profundidades del océano, víctimas de un sueño maldito...


Cosas extrañas antes de zarpar
Muchos son los enigmas que rodean el desastre. Podría decirse que estuvo marcado por el infortunio incluso antes de ser construido, como si su nombre aparejase una maldición presentida por muchos, en algún caso con precisión pasmosa.
Abría este relato con una ficción de lo que hubo de sudar el afamado periodista William Thomas Stead la noche que "soñó" con el hundimiento de un enorme barco; tanto como para situarlo de protagonista de una de sus deficientes novelas. Fue en el año 1892, exactamente veinte años antes del suceso, cuando describió la colisión de un gran buque con un témpano de hielo. En la desesperación del hundimiento, los tripulantes del mismo fueron socorridos por el Majestic, un barco que realmente existía por aquellos días, y que surcaba los mares capitaneado, casualidad, por Edward Smith, a la sazón el primer y último capitán del Titanic. Stead falleció en el hundimiento el 15 de abril de 1912. Mala suerte, o mala vista, porque lo tuvo realmente fácil... Tal y como reflejaba el investigador galo Bertrand Meheust en las páginas de ENIGMAS años atrás, "no solamente Stead se encontraba en el Titanic durante su viaje inaugural, y fue una de las víctimas de la tragedia, sino que, al parecer unos años antes, dos videntes inglesas le habían pronosticado que moriría ahogado al atravesar el Atlántico. Una de ellas le había dicho: 'Dentro de uno o dos años irá a los Estado Unidos, pero sufrirá un naufragio'. Y añadió:'Veo más de un millar de personas debatiéndose en las aguas heladas pidiendo auxilio para salvar la vida. Pero ni estas personas ni usted se salvarán".
Lo dicho: más claro el agua en la que este vidente de medio pelo acabó pereciendo, víctima de la hipotermia, y de la poca fe que tenía en sí mismo.
Pero las visiones del trágico acontecimiento no cesaron ahí. Las crónicas nos advierten que el propio capitán Smith, antes de zarpar, acudió a una vidente que de manera velada la advirtió de que ese sería su último viaje. El viejo lobo de mar lo tomó en un principio con la literalidad del que sabía que después de esta travesía se jubilaba. Pero la futuróloga añadió: "Jamás llegará vivo a Nueva York".
Aunque para declaraciones de impacto las que realizó el inglés Connon Middleton, que como otros tantos, había comprado un pasaje para la travesía inaugural del Jitanic. Diez días antes de embarcar tuvo una visión terrorífica: "Vi un dedo gigantesco de hielo raspando el flanco del navio haciéndole zozobrar. Vi la quilla del barco alzándose hacia el cielo y a gente nadando en el mar a su alrededor". Este, más avispado, decidió postergar su viaje...


Seis años después a las predicciones de Stead, en 1898, el viejo marinero y escritor Morgan Robertson, narró en su novela FutHity, con precisión de detalles, el naufragio que se produciría catorce años más tarde. La exactitud de los datos que ofreció es tal que multitud de investigadores han concluido que Robertson se adelantó a su tiempo estando en trance -no en vano allegados a este sabían de sus facultades medlúmnlcas-, observando los terribles acontecimientos que se desarrollaron aquella noche primaveral. Decir que lo narrado por Robertson es Increíble se queda corto. Rompe de un plumazo todas las barreras de la probabilidad. Pero antes de Ir a ello, conviene, de la mano de Méheust, conocer un poco más en profundidad lo que desarrolla en Futitity, que en sus inicios fue concebida como una critica brutal al imperialismo británico, poniendo de manifiesto "la odiosa y fútil voluntad de poder que lleva al mundo hacia la catástrofe". El protagonista de su obra es el Titán, que cristaliza toda la tecnología, todo el saber hacer en materia de construcción naval. Es el buque más grande jamás construido, el más poderoso, el más rápido y también el más seguro. Este gigante ha sido concebido para asegurar en todo momento y estación la travesía del Atlántico Norte a una velocidad récord -después hablaremos de las extrañas prisas del Titanic-. El relato de Robertson comienza al principio de su tercera travesía, a su regreso de Nueva York. Se ha dado la orden de poner las máquinas al máximo rendimiento para batir un nuevo récord. Acontece un primer drama al inicio del viaje, durante la noche: un navio es partido en dos por el Titán, que no ha podido evitarlo a causa de la oscuridad y de su excesiva velocidad. Pero el capitán, que obedece las órdenes de la compañía, ordena que se prosiga el viaje sin socorrer a los posibles supervivientes. A una hora tan tardía el drama pasa inadvertido para los pasajeros, pero no para algunos miembros de la tripulación. Estos últimos son convocados en el despacho del capitán, que compra su silencio. Pero uno de ellos rehusa. Se trata de un viejo capitán de barco venido a menos, convertido en simple marinero a consecuencia de una historia de amor que le ha hecho caer en el alcoholismo. El hombre, que no tiene nada que perder, quiere redimir el fracaso de su vida con una hazaña. El capitán está descompuesto, pero termina por encontrar el punto débil de este testigo recalcitrante: le va a dartodo el gülsqul que quiera, para que al llegar a Inglaterra no sea más que un loco incapaz de testimoniar.


Durante este tiempo el Titán se encamina a toda máquina hacia su destino. Para evitar que Rowland, el molesto testigo entre en contacto con los pasajeros, se le envía a la parte delantera del barco. Allí, minutos antes de la colisión, se le ve charlar con un oficial sobre el enfriamiento súbito del aire, signo de la proximidad de Icebergs. Y lo que sigue no es para menos. Alarido del vigía: "¡Hielo a la vista. Iceberg. Justo a proa!". Maniobra desesperada. Pero es demasiado tarde, el choque es inevitable; lanzado a la velocidad de 24 nudos, el gigante se desliza sobre un plano de hielo inclinado, su proa se eleva; luego bascula y se Inclina a un lado. Las calderas explotan arrastrando a una muerte atroz a los que trabajan en las carboneras. La descripción de la catástrofe es alucinante. Solamente algunos botes han podido serarriados.Ala mañana siguiente la prensa mundial se hace eco de la tragedia: el invencible Titán, el orgullo de la Marina británica, se ha hundido en su tercera travesía provocando la muerte de gran parte de los pasajeros. En la sede de la compañía, el gentío se impacienta por conocer el nombre de los supervivientes.
La "profecía" de Robertson parece aún más sobrecogedora cuando se revisan las circunstancias de los dos naufragios y las semejanzas entre el rítante real y su doble imaginario.

- Los nombres de los barcos.
- Las causas lejanas, psicológicas y culturales del drama: el orgullo técnico empaña la razón; se lanza en la niebla para batir un récord incumpliendo las normas y obviando la prudencia elemental.
- Los lugares: el Atlántico Norte, a la altura deTerranova.
- La época del año: una noche de abril.
- La causa inmediata: la colisión con un iceberg.
- La causa de las pérdidas humanas: falta de botes de salvamento.

Robertson había sido marino, estaba bien documentado, de modo que al describir el Titán los que hizo fue extrapolar los proyectos técnicos de su época. El Titán encarnaba la cima de la tecnología concebible en 1898.
¿Cómo era posible que catorce años antes un novelista norteamericano poco conocido relatara con tal cantidad de datos y detalles reales el naufragio de un barco que por aquel entonces ni tan siquiera existía en la mente de aquellos que tiempo después lo crearon? ¿Quién era este misterioso escritor? "Morgan Robertson -proseguía Méheust- murió en 1915, tres años después de la catástrofe, en un hotel y tras una vida bastante mísera; coincidiendo el año de la tragedia con el de la reedición de su novela, Robertson fue entrevistado sobre su profecía. Probablemente fue en este momento cuando explicó de dónde procedían sus fuentes de inspiración. Robertson era espiritista y tenía la peculiaridad de escribirá veces en estado de trance. En este mismo estado tuvo la visión de un navio gigantesco con el nombre de Titán.
Robertson nació en 1861 en Oswego (Nueva York). A los 16 años, tras estudiar bachiller, se enroló en la marina mercante de 1877 a 1886. Posteriormente encontró trabajo en una joyería, pero sus problemas oculares le obligaron a abandonar este empleo fatigante para los ojos y se consagró a la escritura, especializándose en la novela y en los relatos marítimos. Aunque era autodidacta poseía una cultura sólida y una poderosa capacidad de expresión y reflexión, según testimonian sus escritos. Era visiblemente un marginado, un hombre indignado contra la sociedad de su época, que pasó toda la vida dificultades materiales y, en este sentido, parece que Rowland, el personaje principal de futílity, sea en parte autobiográfico. Con la publicación de sus obras completas consiguió posteriormente cierto reconocimiento, a la vez que se quedaba casi ciego. Le encontraron muerto en la habitación de un mísero hotel de Atlantic City, el 24 de marzo de 1915, sentado en un sillón cara al mar".


¿Existió una maldición?
Cuando el capitán Smith fue informado de la gravedad de la situación ordenó inmediatamente enviar el mensaje de socorro C.Q.D. a los barcos que se encontraban navegando en las inmediaciones del lugar. Al no obtener respuesta alguna, el segundo telegrafista, Harold Bride, decidió poner en práctica la nueva señal S.O.S. -Save Our Souls, "salvad nuestras almas"- con el objetivo de que alguien respondiera a su dramática petición de ayuda. Fue la primera vez que se empleó el S.O.S. Y una vez más, ese destino negro en el que casi siempre hay que creer se cebó con él. El barco poseía tres telégrafos de señales en la proa, en la popa y en el centro del mismo. Cuando se lanzó la señal de auxilio, los tres continuaron señalando a la vez la posición de avanti un tercio, así que el Titanic continuó su delirante travesía y los botes fueron arriados con el transatlántico en movimiento, una maniobra que cualquier experto cataloga de suicida. Más aún: no deja de ser sorprendente que un marinero experimentado como Edward Smith dejara pasar un detalle tan crucial en un naufragio de estas características, porque, por otro lado, los buques que acudieron al rescate del Titanic, como es lógico lo hicieron al punto desee el que fue lanzada la señal de socorro. Allí ya no había nadie, porque el Titanic se encontraba, en su infernal desplazamiento de avanti un tercio a más de veinte millas de distancia del lugar de la colisión. Ello contribuyó a que el rescate se retrasara, y en consecuencia, que el número de fallecidos fuera mayor. Para más "desgracia", el Carpathia fue el primero de los barcos que acudieron para salvar a los náufragos. Y una ironía del destino, porque este era el principal navio de la compañía rival de la White Star Line, la Cunard. Huelga decir que la intención de los mandatarios de la primera era acabar con la competencia machacándola con la construcción del Titanic y de sus dos hermanos gemelos. Todavía más: la banda musical que en la película de Cameron decide tocar hasta el último momento, flemáticos como buenos británicos hasta en el instante en el que las aguas les empiezan a cubrir las rodillas, realmente hizo lo que millones de espectadores pudimos ver: tocar hasta el final. La pequeña orquesta era decana en las largas travesías oceánicas, y durante años había surcado los siete mares bajo la magistral batuta de Henry Hartley, pero como es lógico esa era la primera vez que lo hacían en el Titanic. Antes del 12 de abril de 1912 lo habían hecho, con gran éxito y alabanzas -y ningún problema digno de mención- a bordo de aquel que acudía a socorrerles: el Carpathia...
Ninguno fue salvado por su antigua embarcación.
Así, cuando el agua llegaba ya a la cubierta, en el interior de la enorme y lujosa sala Luis XV, Thomas Andrews, ingeniero constructor del Titanic, parecía resignado a lo que le esperaba. En cierto modo había creado su propio ataúd, y con la mirada vidriosa contemplaba un gran cuadro que presidía la estancia. Bajo este, en una placa grabada tiempo atrás se podía leer una macabra predicción, el titulo de la obra de arte: "Paso al Nuevo Mundo".


Coincidencias, ironías del destino... Lo cierto es que el naufragio del legendario buque dejó una larga lista de preguntas sin respuesta: ¿Por qué, pese a los avisos de extremo peligro recibidos, la velocidad del Titanio no descendió en ningún momento? ¿Cómo es posible que de un lugar de tan difícil acceso como la cruceta de vigilancia de Reginal Lee desaparecieran los prismáticos, indispensables hasta el punto de que sin ellos no pudo detectar el supuesto iceberg a tiempo? ¿Por qué un marino tan experto como el primer oficial Murdoch decidió invertir la marcha de las hélices en un barco de singulares características, una maniobra que cualquier viejo lobo de mar califica de suicida? ¿Por qué el Titanic mantuvo la posición avanti un tercio en sus tres telégrafos de señales, después de que el capitán ordenara arriar los botes? ¿A qué se debieron las anulaciones de personajes como J. R Morgan o Lord Gird, en los momentos previos a que el barco zarpara? ¿Qué "vio" el novelista Morgan Robertson para reflejar en su novela Futílity con detalle el hundimiento del trasatlántico, catorce años antes del mismo?
Sea como fuere, lo cierto es que uno de los puntos que más ha llamado la atención -al igual que ocurriera con el barco de Robertson- era la alta velocidad que, pese a los avisos de peligro, mantuvo el Titanic hasta el final. El periodista Arturo Valoría dio hace años con una explicación posible, que había pasado desapercibida a los expertos: "A finales del siglo XIX, el creciente flujo de emigrantes, actores y millonarios que se embarcaban hacia su aventura en el Nuevo Mundo hizo que las navieras iniciaran una guerra comercial por ofrecer a los pasajeros la oportunidad de desembarcar en la isla de Ellis -Nueva York- o cualquier puerto en un tiempo récord. Para desarrollar esta estrategia de captación de clientes supieron extender la idea de que cuantas más calderas tenía el buque más rápido era... y sobre todo, más seguro; porque a la hora de afrontar una travesía de varios días existía el riesgo de que se sufriera una avena y quedar a merced del oleaje en una tempestad. Los potenciales clientes simplificaron la fórmula hasta reducirla a que cuantas más chimeneas tenía un navio, más seguro y veloz era. De hecho, conscientes de ello, las navieras construían paquebotes, que aunque tuvieran únicamente dos o tres motores, instalaban cuatro chimeneas. Así los pasajeros se tranquilizaban pensando que el barco en el que cruzaban el Atlántico era veloz y seguro. Solo algunos se preocupaban cuando, en plena travesía veían humear solo dos de lastres o cuatro. Pero ahí estaba la oficialidad del barco para calmarles con cualquier excusa del tipo: llevamos adelanto con el viento de popa y el capitán ha ordenado reducir la marcha'. El ansia por llegar antes dio pie a que entre los transatlánticos que surcaban el océano se pusiera en disputa un distintivo honorífico conocido como el Gallardete azul, una banda azul que laureaba a aquel buque que había atravesado más rápido el Atlántico.
A tal efecto la compañía White Star Une construyó el Titanic y su gemelo, el Olimpio. Frente a ellos poco podrían hacer los transatlánticos de la Cunará, única compañía con potencial suficiente para rivalizar con ella. Las órdenes comunicadas al capitán Smith por la dirección de la compañía fueron claras antes de zarpar: que el Titanic pulverizara el récord de travesía del Atlántico en su viaje inaugural. De hecho, como refleja el largome-traje de James Cameron, poco después de abandonartierras irlandesas en su última escala, el "insumergible" Titanic se adentra en el océano a toda máquina para deleite de su pasaje. A poco más de un día de viaje, y tras comprobar que el nuevo récord estaba conseguido de seguir a ese ritmo, el capitán Smith, quien pasaría al retiro después de atracar en Nueva York, se dejó cegar por la posibilidad de alcanzar su destino antes de lo previsto y restó importancia a la zona de témpanos de hielo que atravesaban y cuyo anuncio llegó a través del telégrafo. Esa mezcla de orgullo y arrogancia , no acha-cable a Smith sino a la White Star Line, supuso para esta la bancarrota y el principio del fin para el más lujoso de los barcos que jamás han surcado los mares".


A primera leída lo expuesto porValoria tiene lógica, de no ser porque hay detalles más que puso sobre la mesa el estibador de carga y descarga Frank Pretil, superviviente, cuando declaró en el juicio que siguió al hundimiento que había estado cargando material dinerario, enormes cantidades de lingotes de oro y plata, en los departamentos estancos del Tttanic. El Banco de Inglaterra selló por espacio de cien años los registros de dichos transportes reconvertidos en valor de cambio, caso del oro y la plata. Estamos a punto de saber por qué esta institución hizo un envío tan extraño, y a la vez tan suculento.
La hipótesis que circuló con más fuerza era que tal cantidad correspondía al pago de armamento que Inglaterra hacía a los Estados Unidos. No en vano, Europa vivía los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial que habría de dar comienzo tan sólo un año y medio más tarde, por lo que se ha llegado a plantear la posibilidad de que el Titanic fuera torpedeado por un submarino germano, o que hubiera una bomba de gran potencia en los compartimentos estancos del buque. Ello ayudaría a explicar porqué el supuesto iceberg se cebó con los únicos departamentos estancos que estaban comunicados por su parte superior, lo que posibilitó que el gran buque se partiera por la mitad, y se hundiera a tal velocidad.
Además, tal circunstancia explican'a por qué las expediciones que en la década de los ochenta del pasado siglo han intentado llegar al barco han concluido que la enorme grieta provocada por el iceberg jamás existió. En su lugar se han hallado círculos de 50 centímetros a un metro cada uno bajo la línea de flotación del barco. Con que solo uno de ellos estuviera sobre dicha línea, posiblemente el Titanic se hubiera salvado, o al me-nos no se hubiera ido a pique tan rápidamente, lo que a su vez habría facilitado el rescate. ¿Un iceberg inteligente? Además, un sabotaje en las gélidas aguas deTerranova quitaba de un plumazo a la mayoría de testigos de tercera clase -que por su posición habrían oído la supuesta deflagración-, ya que estos fueron encerrados por gruesos candados para evitar un motín que podría haber sido aún más fatal... Por otro lado, la profundidad de las aguas en esta región del Atlántico ha hecho imposible que hasta prácticamente 85 años después tengamos la tecnología para soportar la inmensas presiones a la profundidad a la que se encuentra el barco. Lo cierto es que las causas reales jamás las sabremos, pero al menos, una vez el Banco de Inglaterra rompa sus sellos de confidencialidad en apenas un mes, podremos conjeturar que, al margen del iceberg, pudo haber algo más...

Las malditas premoniciones
Llevados por un impulso irracional, varios pasajeros anularon su reserva pocos días antes de la partida; otros se negaron a embarcar en el último momento, pese a lo costoso de los pasajes. Es inadmisible, por ejemplo, que el magnate y dueño de la naviera White Star Une, J. R Morgan, que viajaba casi por obligación en todas y cada una de las travesías inaugurales de sus barcos, se negara rotundamente y sin razón aparente a embarcar en el primer trayecto que realizaba el que habría de ser fugaz estandarte de su compañía, el mejor transatlántico del momento. Otro caso que no deja de ser inquietante es el de lord Gird.el máximo mandatario de la Harland&Wolff, empresa constructora de grandes buques de cuyos astilleros en Belfast había salido el Titanic. Al igual que Morgan, también se negó a partir en la mayor obra de su vida profesional, cuando usualmente solía hacerlo en los que construía. Las crónicas, un tanto apócrifas, todo sea dicho, aseguran que su esposa sufrió una "mala noche" poco antes de zarpar, y las visiones que tuvo en sueños le invitaron a no embarcar en el lujoso Titanic.
Pero hay más. Más, incluso años después del hundimiento. Una madrugada del mes de abril de 1935, el Titán -raro es que le pusieran este nombre dado el carácter supersticioso de los marinero y armadores, más aún en vista a lo ocurrido décadas atrás- surcaba las mismas frías aguas en las que el gran Titanic naufragara en 1912. Según aseguran diferentes investigadores de este asunto, un marino experimentado de nombre William Reeves capitaneaba el citado barco, cuando una especie de presentimiento súbito le hizo girar con violencia el timón, justo a tiempo para que un enorme iceberg rozara la proa de su navio, más que suficiente para que la enorme masa de hielo únicamente provocara leves "rasguños" sobre el acero del mismo.
El asunto no quedaría como una anécdota más, de no ser porque el tal Reeves nació la misma noche de la catástrofe del Titanic, el 15 de abril de 1912, hacia la una de la madrugada, justo en los momentos finales del gran coloso de los mares.
No obstante, volviendo a las premoniciones a pie de pasarela, quizás el suceso más llamativo lo protagonizó el acaudalado matrimonio Wanderbrigth. El mayordomo y el ama de llaves que les servían de asistentes habían llegado con premura a los camarotes de primera clase a fin de acondicionar el elevado número de maletas y baúles que sus señores portaban. Sin embargo, diez minutos antes de que el barco zarpara decidieron renunciar a sus billetes, abandonando todo sin dar explicación alguna, ni avisar a estos últimos de la incomprensible decisión que habían tomado, de forma tan inesperada como emocionalmente imperiosa.
Nadie en aquellos momentos había encontrado justificados tales impulsos; en otro trasatlántico quizá, pero no en el Titanic, cuya garantía de invulnerabilidad era tal que, antes las preguntas medrosas de una pasajera, un marinero respondió sin titubeo alguno: "Ni Dios mismo podría hundir este barco". Cinco días más tarde da la sensación que ese Dios altivo se enfadó, y el Titanic acabó a más de cuatro mil metros de profundidad...

Celebraciones en el centenario del hundimiento
Con la llegada del centenario la compañía norteamericana Deep Ocean Expedition ofrece la posibilidad de celebrar el evento por el módico precio de 45.000 euros.
¿Qué incluye? Un crucero de dos semanas hasta llegar a las aguas de Terra nova en las que se hundió el Titanic. El lugar exacto fue descubierto por el oceanógrafo Robert Ballard en 2005, a 600 km de las costas de Canadá. Y una vez allí, un solemne chapuzón de casi 4 km para llegar a los restos del transatlántico.
La inmersión se llevará a cabo en el sumergible ruso Mir, y durara diez horas.
Pero no es la única oferta para estas fechas tan especiales: la Titanic Histórical Society ha proyectado una cena en alta mar, en el lugar en el que se desarrollaron los acontecimientos, con los pasajeros vestidos de época, por lo que volveremos a ver a la tripulación, a los oficiales, la alta sociedad... Su deseo es recrear la fiesta del viaje Inaugural -Imagino que la última noche la pasarán por alto-.
Y para los que deseen brindar, las prestigiosas bodegas Henri Abelé han sacado a la venta el pasado 1 de enero una edición especial de cien botellas de champán, ya que esta fue una de las marcas elegidas por el cocinero August Escofier para acompañar los menús de los restaurantes de primera clase en 1912.
Las siete primeras están reservadas, entre otros, para la Reina Isabel II y para el presidente de EEUU Barack Obama.






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Enigmas & Casos Paranormales. 

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domingo, 14 de octubre de 2012

Experimentos médicos al servicio del III Reich


Uno de los principales objetivos de los nazis era conseguir la pureza de la raza aria. Hombres más fuertes, altos y rubios destinados a dominar el mundo. Décadas antes de que la clonación fuera una realidad, sus médicos realizaron pruebas cuya finalidad era   en un delirio místico mejorar la especie humana.
Por Óscar Herradón


La principal obsesión del Partido Nazi y de la gigantesca camarilla de médicos y pseudo-científicos que trabajaban en pro del régimen era crear una nueva raza, arios "renacidos" que, cual superhombres, renovaran la sangre germánica que a ojos de sus ideólogos había sido mancillada durante siglos por la mezcla de razas y por la, según sus proclamas, deficiencia genética de judíos, eslavos y otros "seres inferiores". Una Ideología alucinada y criminal, mezcla de una historia alemana distorsionada -a la que contribuirían los expertos e historiadores de la Ahnenerbe, la Sociedad Herencia de los Ancestros, reescribiéndola según sus propios intereses-, el odio de un pueblo herido en su orgullo y el fanatismo de un hombre erigido en semidiós por sus seguidores. La búsqueda incansable de la siniestra utopía de una raza de arios perfectos llevaría a que se crearan todo tipo de institutos dedicados a la investigación para conseguir que los alemanes que, una vez estallada la guerra, se encontraban en el frente, se convirtieran poco menos que en "supersoldados". Una serie inacabable de experimentos, a cua más retorcido, serían llevados a cabo por los denominados médicos de la muerte del Tercer Reich en los campos de concentración y en institutos creados a tal efecto bajo la financiación y el apoyo no solo del Partido, sino principalmente de las SS y de su líder supremo, el Reichsführer Heinrich Himmler, cuyas manías místicas y obsesiones esotéricas ya conocen.
Él era uno de los principales impulsores de aquellas pruebas encaminadas a perfeccionar la raza, a crear un hombre nuevo, cuasi todopoderoso, que acabara con los enemigos atávicos de ese Reich que afirmaban los propagandistas del Partido duraría mil años. Para ello creó un complejo entramado encaminado a la selección racial que, a través de la RuSHA, la Oficina de Raza y Reasentamiento, dirigida por el radical Alfred Rosenberg, realizaría minuciosas pruebas a los hombres que debían engrosar las SS para demostrar su pureza racial en tres generaciones, y también siniestros análisis a los denominados "enemigos del Reich".


Creando al hombre perfecto
En el interior de las instalaciones conocidas como "campos de la muerte"tendrían lugar algunas de las más abominables acciones de los hombres a las órdenes de Himmler. Los mismos lugares cuyos hornos crematorios serían espejo de la época más terrible de la historia europea. Dichas prácticas criminales encaminadas a perfeccionar a los arios, fueron autorizadas por el propio jefe de la Gestapo y las SS en pro de su delirio racial; muchas de las atrocidades subsecuentes estuvieron influidas por las creencias pseudocientíficas y místicas del Reichsführer -los campos de exterminio serian en ocasiones laboratorios para sus propios experimentos homeopáticos y terapias alternativas-y la mayoría, también, tuvieron a los "expertos" raciales de la Orden Negra y a los científicos fanáticos de la Ahnenerbe detrás.


Todo estaba justificado para forjar el Nuevo Orden, el Reich milenario, para que el buen nórdico, el alemán "puro", se librara de los untermenschen -infrahumanos-. Una política primero de esterilización y después de exterminio, que parecía sacada de los postulados de sociedades secretas de finales del XIX y principios del XX como la Germanenorden o la Orden de los Artamanes de Guido von List.
Desde junio de 1933, todos aquellos individuos que padecían enfermedades con-génitas mentales o físicas, así como aquellos con patologías hereditarias -ceguera, sordera e incluso el alcoholismo-, eran candidatos potenciales a la esterilización, que se consideraba tanto una acción de "compasión" hacia los propios enfermos como de beneficio para la comunidad en general. La idea de la "super-raza" germánica que conquistaría el Este ya obsesionaba a los ideólogos de la cruz gamada.
Pronto también la eutanasia se convirtió en un medio eficiente para acabar con
aquellos que los nazis consideraban lacras sociales. La esterilización empezó con los enfermos y con el paso de los años se incluyó en la lista a prostitutas, presidiarios e incluso niños de los orfanatos. Con el tiempo serían los sinti y los judíos, en un preludio trágico del holocausto final. Se calcula que entre 1934 y 1944 fueron esterilizadas por la fuerza de 300 a 400.000 personas en los territorios del Tercer Reich.
El camino había sido abonado para pasar de la esterilización al exterminio legalizado. En 1938,Adolf Hitler encargó a uno de sus médicos personales, Karl Brandt, que investigara una curiosa petición llegada por carta a la Cancillería: debía trasladarse hasta Leipzig para investigar una súplica formulada por unos padres alemanes para que se le administrara la "eutanasia" a uno de sus hijos, que estaba impedido, como forma de compasión -en 2007, el historiador alemán Ulf Schmidt identificó a ese chico como Gerhard Kretschmar-. Fue el comienzo de una política estremecedora, una burocracia del asesinato que ya no pararía hasta 1945, con el final de la guerra y la denominada Solución Final apuntalada en la Conferencia de Wansee, presidida por Reinhard Heydrich y Adolf Eichmann.


Tras la visita de su médico a Leipzig, y su diagnóstico favorable, el Führer autorizó la creación del llamado "Comité del Reich para el Registro Científico de Enfermedades Graves, Hereditarias y Congénitas", encabezado por Brandt y administrado por Herbert Linde, del Ministerio del Interior, y un oficial de la Orden Negra, el siniestro ViktorBrack.
Tras la autorización del Führer, se fundaba la Oficina de Eutanasia, responsable de la denominada "Operación T4" -AktionT4-, nombre que aludía a la calle en la que estaba situada la central del nuevo organismo, denominado "Grupo deTrabajo de Sanatorios y Asilos", situado en la T/e/gartenstrasse número 4 de Berlín. Bajo nombres tan engañosos y aparentemente inofensivos, aquel equipo sería el responsable de la ejecución primero de enfermos mentales y disminuidos físicos y acabaría constituyendo el primer paso, escalofriante, hacia el genocidio.
El "Programa de Muerte por Compasión", como lo denominarían eufemísticamente los nazis, disponía de instalaciones especiales, seis centros diseminados por Alemania y la Austria anexionada: Grafeneck; Brandenburg; el castillo de Hartheim, conocido tiempo después como "el sanatorio de los horrores"; Bernburg; Sonnestein, y Hadamar. Para acabar con los enfermos se utilizaron primero inyecciones letales pero pronto se instalaron en estos centros de la muerte cámaras de gas que simulaban duchas, como acá baria haciéndose en los campos de concentración.
Lo más escalofriante de todo ello fue el consiguiente "negocio" que profesionales de la medicina y científicos alemanes vieron en los asesinatos de los discapacitados, cuyos cuerpos servirían para sus retorcidos estudios raciales. Por ejemplo, el Instituto de Investigación Cerebral Kaiser Wilhelm de Berlín -hoy el célebre Max Planck-, que recibía cuantiosas donaciones de la mismísima Fundación Rockefeller desde Estados Unidos, se proveía de los cuerpos que le proporcionaba la Oficina de Eutanasia nazi para Incrementar el material cerebral de su colección neurológica.


Los cuatro jinetes del Apocalipsis
Se calcula que unos 350 médicos titulados -incluidos profesores unlversltarlos-participaron en los experimentos llevados a cabo en los campos de concentración alemanes, la mayoría Impulsados y financiados por Hlmmler y su Orden Negra en medio de su delirio por crear la raza aria perfecta, política a la que encaminaria todos sus proyectos, desde la Ahnenerbe a la Lebensraum o la RuSHA, y en su afán por contribuir a los esfuerzos de guerra y mejorar las condiciones de sus hombres de las Waffen-SS en el frente, hasta convertirlos casi en supersoldados. Los campos de concentración, controlados por una división especial de la Orden Negra, la Totenkopfo "Cabeza de la Muerte", serian los laboratorios perfectos para llevara cabo prácticas que ponen espanto en el corazón. Una larga lista de "profesionales" de la medicina llevaron a cabo Innumerables atrocidades. Haré un recorrido por los más relevantes, al haber trabajado bajo cuerda del propio Himmler y por servir con sus experimentos, en cierta forma, a sus delirios místicos y raciales.


El sinsentido racial no había comenzado con la terrible política eugenésica de Karl Brandt. La RuSHA y la Ahnenerbe serían también responsables de abonar el camino hada el genocidio. A estas alturas el lector ya sabrá que a Himmler le obsesionaba la clasificación de razas y, dado que los especialistas en Rassenkunde -estudio de la raza- del Tercer Relch no habían sido capaces de identificar inequívocamente a todos los hombres y mujeres de "raza judía" -quizá porque, evidentemente, era imposible y su idea de una pureza
racial una falacia-, en 1939, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial y la marcha hada el Este, el Reichsführer dio instrucciones a sus especialistas de la Ahnenerbe para que realizaran una nueva gran Investigación sobre la raza judía; el resultado final sena terrorífico.


El departamento responsable de las atrocidades médicas dentro de la misteriosa organización seria el Instituto de Investigación Científica Militar, dirigido por Wolfram von Sievers y con dos divisiones, una a cargo del doctor Sigmund Raschery otra al frente de la cual se hallaba August Hirt La Sociedad Herencia Ancestral, cuyos investigadores impulsarían también una heterogénea amalgama de expediciones, en busca del Grial, de la Lanza del Destino, de la Atlántlda como cuna de los arios -también de la legendaria Thule- e incluso ciudades míticas como Shambhala o Agartha, se convertía así en la responsable directa del terror nacionalsocialista.

El Ángel de la Muerte
Josef Mengele pasan'a a la historia como el más despiadado personaje vinculado a experimentos médicos con seres humanos; su apodo, "el Ángel de la Muerte", lo dice todo. Nació en 1911 en Günzburg, Baviera; había estudiado medicina, antropología y genética y trabajado a las órdenes de Otmar von Verschuer en el Instituto de Biología Hereditaria de Francfort. Verschuer sena un buen maestro, pues en 1942 pasó a dirigir el ya célebre Instituto de Antropología, Genética Humana y Eugenesia Kaiser Wilhelm, donde Impulsaría la política de higiene racial como había hecho su predecesor en el cargo, Eugen Fischer, quien consideraba racialmente defectuosos a los bastardos y a los enfermos mentales.


Pero el verdadero laboratorio de pruebas humanas de Mengele seria el campo de concentración de Auschwitz, a donde llegaría en calidad de médico oficial el 24 de mayo de 1943, trabajando primero en el llamado campo gitano, una parte de Auschwltz-Blrkenau. El médico de las SS dispondría de los miles de reclusos que cada mes llegaban en vagones de ganado a las inmediaciones del campo, cuyas puertas recibían a los presos con unas eufe-místicas palabras Arbeit machí freí -"El trabajo os hace libres"-.
Para el citado Eugene Flscher, la experimentación con gemelos era el instrumento de Investigación más importante en relación a la llamada "higiene racial". Su sustituto, Verschuer, mentor de Mengele, catalogó dicha Investigación como "el método soberano para la investigación genética con humanos". Los médicos nazis prácticamente pretendían "clonar" una nueva raza muchas décadas antes de que se descubriera la secuencia completa del ADN humano. Creían que en los gemelos estaba la clave para la reproducción selectiva de la raza aria.
Su discípulojosef Mengele, ocupaba un puesto Inmejorable en Auschwitz para ob-tener"materlal humano" para la investigación del Instituto. En el campo, tras bajar de los trenes de la muerte, los ancianos, los niños y los enfermos eran desviados a la Izquierda, directamente a las cámaras de gas, y a la derecha los hombres y las mujeres sanos aptos para reallzartrabajos en el campo, eran desviados a Manowitz, donde trabajaban en las plantas de la IG Farben -la responsable de la fabricación del gas Zyklon-B para las ejecuciones-.


Le llamaban poderosamente la atención, como ya he señalado, los disminuidos y aquellos con malformaciones, porque pretendía corroborar que había predisposición hereditaria a ello en quienes pertenecían a las "razas Inferiores", como los judíos "degenerados".
Durante el tiempo que duró su demoníaca labor, seleccionó unos doscientos pares de gemelos y unas den familias de enanos y personas deformes. Estas últimas eran sometidas a distintas pruebas psicológicas; cuando no las superaban, solían ser asesinadas mediante inyección letal y sus órganos extraídos y enviados a distintos institutos y laboratorios. No obstante, su mayor dosis de sadismo la reservaría, como digo, para la experimentación con gemelos, prácticas que conocemos gradas al informe del doctor MlklósNylszll, un judío húngaro que trabajó a sus órdenes para así poder prolongar la vida de su familia.
Mengele sometía a los gemelos a pruebas de radiación y mediciones de la capacidad para soportare! dolor. En una ocasión, trató los ojos de cuatro parejas de gemelos de origen gitano que había asesinado y los envió al Instituto Ka/ser Wilhelm. En otra, el "Ángel de la Muerte" infectó a gemelos judíos y húngaros con bacterias de la fiebre tifoidea y les extrajo sangre en varias etapas siguiendo el curso de la enfermedad hasta su muerte. Pretendía comprobar en ellos las similitudes anatómicas y sus reacciones a determinados experimentos.Tras ello, los diseccionaba, con la intención de "descifrar el secreto de la reproducción de la raza".
Según diría Nylszll, el objetivo final de esta dase de experimentos "era la reproducción de alemanes puros -arios- en número suficiente para reemplazar a checos, húngaros, polacos y a todo aquel que estaba condenado a ser destruido".
Como buen SS, Josef creía que si las mujeres arlas pudieran alumbrar gemelos a voluntad, la "raza superior" se reproducirá dos veces más rápido que las "inferiores". Evidentemente, era una hipótesis ridicula y pseudodentíflca pero a Mengele no le importó, y sometió a terribles experimentos a un total de 3.000 gemelos de todas las edades -aunque sentía predilección por los bebés-. Una vez que los había sometido a todo tipo de análisis, incluso a la exposición a radiación para vercuál del par de gemelos aguantaba vivo más tiempo, acababa con su vida mediante una inyección intracardiaca de cloroformo.
El culmen de su depravación llegó en el momento en el que pretendió "crear" siameses: escogió a dos niños gemelos de cuatro años -uno de ellos jorobado-, que respondían al nombre de Guido y Niño. Cuando fueron devueltos a los barracones dos días después, estaban cosidos por la espalda hasta las muñecas, unidos incluso por las venas; la gangrena se había apoderado de sus cuerpecitos y el olor, en medio del llanto ahogado de los hermanos moribundos, era insoportable. Su desconsolada madre logró acabar con su agonía al conseguir un poco de morfina en la enfermería, pero aquella imagen del horror más implacable jamás de borraría de las mentes de aquellos pocos prisioneros que lograron salir con vida deAuschwitz. Lo más triste es que no se hizo justicia, pues el "Ángel de la Muerte", debido a la influencia de su familia, consiguió huir de la justicia y del juicio de Núrembergy escapara Sudamérica, siendo el objeto de leyendas como las que afirmaban que en Brasil intentaba crear a nuevos arios mediante experimentos, como reza el argumento de la película ¡.os Niños del Brasil, de 1978.
Himmler, el iluminado, el místico, el asesino mas metódico y sanguinario de la historia, consideraba los experimentos de los médicos en nómina de las SS completamente justificables, pues a sus ojos señan beneficiosos para la potenciación de su eterna raza aria.

Alta presión y congelación
Pero el doctor Mengele no fue el único médico nazi que llevó a cabo verdaderas aberraciones tras las alambradas de los campos de concentración. La lista es interminable: el profesor Heinrich Berning, de la Universidad de Hamburgo, realizan'a experimentos de hambre con prisioneros de guerra soviéticos, el profesor Otmar von Vechver, del Instituto de Antropología Kaiser Wilhelm berlinés, mantendrá una estrecha colaboración con Mengele en Auschwitz; el profesor Kurt Gutzeit, gastroenterólogo de la Universidad de Breslau, llevaría a cabo experimentos hepáticos con niños también en Auschwitz. Aribert Heim, conocido como el "Doctor Muerte", médico de las SS en el campo de Mauthausen-Gusen, se haría célebre por matar y torturara numerosos reclusos, mediante métodos tan brutales como las inyecciones directas de compuestos tóxicos -entre ellos gasolina- en el corazón de sus víctimas. Fue uno de los últimos nazis más peligrosos fugados que estaría en libertad hasta su senectud. No se sabe muy bien cuál fue su final, aunque en 2007, el ex miembro de la Fuerza Aérea Israelí Danny Coronel Baz, aseguró que Heim fue secuestrado en Canadá en 1982 por un equipo de caza-nazis israelí, de nombre en clave "El Buho", del que él mismo af rma-ba haber formado parte, aunque el Centro Simón Wiesenthal afirmó que aquella información no era cierta.
Pero junto a estos, el doctor Sigmund Rascher pasaría a engrosar los primeros puestos de la lista de los médicos de la muerte por sus aberraciones. Este,que había sido capitán médico de la Luftwaffe antes de ingresar en la Orden Negra, obtuvo el permiso expreso de Himmler para experimentar con prisioneros el comportamiento de los individuos en condiciones de baja o alta presión, pruebas cuyos resultados creía servirían para aplicar a los aviones y mejorar las condiciones de vuelo de los pilotos alemanes. La intención de Rascher era determinarla altitud máxima desde la cual el piloto de un avión podía lanzarse en paracaídas sin sufrir daños. Su laboratorio particularfue el campo de concentración alemán de Dachau. Para sus experimentos utilizó una cámara de presión portátil capaz de simular la presión alcanzada en altitudes de hasta 20.000 m y los efectos de las caídas a grandes alturas sin paracaídas o sin oxígeno.
Durante el Juicio de los Doctores, se citó un informe en el que el propio Rascher señalaba tres pruebas sucesivas en un "judío de 37 años" al que se obligó a "caer" desde una altura de 12 kilómetros.Tras la tercera caída, "entró en estado agónico", muriendo poco después. Pero a Sigmund Rascher no le valía con comprobar la inutilidad de sus experimentos in situ. El mismo se encargaba de realizar la autopsia de los que morían para comprobar las lesiones causadas por la fuerte presión. Las pruebas de altitud, que evidentemente no sirvieron para nada a la fuerza aérea, no fueron las únicas atrocidades del "buen doctor" de las SS; también realizó experimentos de congelación, un grave problema para los pilotos alemanes que eran derribados por los aliados sobre las heladas aguas del Canal de la Mancha.
Rascher sumergía a los prisioneros de Dachau -la mayoría rusos-, en tanques que contenían agua helada durante tres horas e incluso más; en ocasiones obligaba a sus víctimas a permanecer tumbadas a la intemperie en pleno invierno, completamente desnudas, durante periodos de entre 9 y 14 h, con temperaturas muchas veces bajo cero. La temperatura corporal de los desdichados descendía hasta los 25 o 26 grados, en medio de tan terribles dolores que algunos suplicaban a los guardias negros que los custodiaban que les pegaran un tira; casi moribundos, Rascher los sumergía en agua caliente o introducía en sus estómagos agua a punto de ebullición. Después,sus cuerpos eran diseccionados y sus órganos enviados al Instituto Patológico de Munich. Al parecer, siguiendo una recomendación personal de Himmler, Rascher sometió a varios prisioneros al denominado "calor animal", esto es, después de haber sido expuestos a congelación, los reos eran colocados entre dos mujeres desnudas -prisioneras también del campo, en su mayoría gitanas-, a las que se obligaba a prostituirse para hacer entrar en calor a las víctimas mediante excitación sexual; experimentos autorizados por Kurt Blome, segundo jefe médico del Tercer Reich; al parecer, el Reichsführer se basaba en ciertas historias procedentes de las comunidades de pescadores del norte de Europa. De 300 prisioneros sometidos a congelación, murieron al menos un tercio.
Parece que tras tanto sufrimiento infligido a sus prisioneros, Rascher llegó a la conclusión de que el método más eficiente para la reanimación era la inmersión rápida en un baño de agua a 40°, algo que ya había sido demostrado a finales del siglo XIX. Sigmund solo aportó cadáveres a la ciencia. Su sadismo llegó hasta el punto de realizar inspecciones de la piel de sus prisioneros; cuando le gustaba su textura o hallaba algún tatuaje sobre ella, solía marcarlos y si mon'an durante los experimentos, su piel era empleada para fabricar guantes, zapatos y bolsos, como hiciera también Use Koch en Büchenwald. En dicho recinto, Use, que acabaría siendo conocido como "la perra de Büchenwald", aplicó diversas técnicas de castigo y tortura a los prisioneros. Su siniestra fama se la ganó por su afición a fabricar diversos objetos con piel humana, incluso lámparas. Tras la guerra, fue condenada a cadena perpetura. Se ahorcó en su celda de la prisión de Aichach (Baviera), en 1967.
Cuando las tropas estadounidenses liberaron Dachau, encontraron en el despacho de Rascher varias cabezas de prisioneros que habían sido reducidas siguiendo un método similar al empleado por los indios jíbaros. Su final, no obstante, fue a manos de los propios nazis, tras haber engañado durante años a Himmler.

El culmen de la depravación
También en Dachau, el doctor Klaus Schilling, de 73 años, profesor emérito de parasitología de la Facultad de Medicina de Berlín, enviado al campo por Himmler, realizó experimentos sobre el paludismo en prisioneros. El Reichsführer pretendía hallar un remedio contra la enfermedad, que causaba numerosas bajas de soldados alemanes en el Norte de África y envió a Schilling a Dachau para que dispusiera de "cobayas" en abundancia. Entre 1942 y 1945, contagiaría con paludismo hasta a 1.200 internos. El doctor colocaba unas cajas asidas a las manos de los prisioneros que contenían mosquitos infectados con la enfermedad -en ocasiones les inyectaba directamente glándulas de los insectos-, hasta que, debido a las picaduras, la contraían.Acto seguido, Schilling seguía la evolución de la misma tratando a todos los prisioneros con diferentes medicaciones como la quinina, la antipirina o el piramidón; según John Cornwell, 30 reclusos murieron directamente a causa de la enfermedad inoculada y 300 o 400 a causa de complicaciones posteriores.
Como en la mayon'a de casos, Schilling no encontró vacuna alguna.
Cuesta trabajo imaginarse experimentos más retorcidos pero lo cierto es que los llevados a cabo por el doctor Wilhelm Beiglbock también en Dachau superan incluso a los anteriores: pretendía hacer potable el agua de mar -algo que habría sido muy beneficioso para los pilotos y paracaidistas- y, claro, utilizó una vez más a prisioneros como conejillos de indias, obligándoles a ingerir agua salada. Beiglbock solicitó a Himmler que le facilitase 40 personas que cumplieran las características necesarias para las investigaciones y una vez más el Reichsführer se los concedió gustoso. Se distribuyó a los reclusos en cuatro grupos, a los que se suministraba distintos tipos de agua salada. Según un enfermero que trabajó en el campo, los prisioneros, desesperados y deshidratados, "lamían literalmente el agua utilizada para fregar el suelo".
Dachau seria también el campo en el que tendrían lugar los atroces experimentos contra la homosexualidad. Himmler era un ardiente homófobo. En el citado campo, se los identificaba con un triángulo rosa, para que todos los demás prisioneros supieran de su "desviación". El Re/cÍ7sffi/irerquiso recompensar con diferentes beneficios a las prostitutas de Dachau que consiguieran "convertir" a los homosexuales, ya que los consideraba enfermos y creía, por tanto, que podían ser curados. Sería el profesor danés Cari Vaernet, endocrinólogo y líder de unidad de asalto de las SS, el encargado de realizarfalaces pruebas con estos reclusos en Büchenwald. Años antes se habían realizado experimentos de castración o £/itma/inung-"deshombramiento"-conla intención de eliminarel "impulso homosexual"; uno de los pioneros de este tipo de estudios fue el también danés Knud Sand, que realizó experimentos en gallinas mientras Vaernet los realizaba en gatos. Ambos partían del supuesto de que la homosexualidad podía ser "curada" mediante el trasplante de testículos sanos a sujetos "enfermos". Las mayores aberraciones llegarían cuando Cari Vaernet fue trasladado al campo de Büchenwald. Vaernet convenció a Himmler, lo que no era muy difícil si se trataba de algún despropósito, de que podía curar la homosexualidad con una glándula creada por él mismo; a partir del verano de 1944, el médico danés implantó en la zona de la ingle a 15 homosexuales su "panacea", que liberaba una hormona sexual masculina artificial. Aunque en 1945 fue internado en el campo de concentración de Alsgade Skole, ya perdida la guerra, en Copenhague, al igual que Josef Mengele consiguió escapar de la justicia y huir a la Argentina de Perón, cuna de fugitivos nazis, donde continuaría realizando experimentos con testosterona y "curas" para la homosexualidad.
Al parecer, Vaernet cambió su nombre por el de Carlos y abrió en Buenos Aires una consulton'a médica en la calle Uñarte, en el número 2251, colaborando con las autoridades en proyectos relativos de nuevo a la lucha contra la homosexualidad. Su hijo, el neurocirujano Kjeld Vaernet, continuó la retorcida labor de su progenitoryen la década de 1950 trabajó con Walter Freeman en una serie de vacunas hormonales con el mismo fin, llegando a estudiar la posibilidad de lobotomizar a los homosexuales. Vaernet murió el 25 de noviembre de 1965 sin haber respondido, como tantos otros caballeros de la esvástica, por sus crímenes contra la humanidad.


Nuevas pruebas, renovados horrores
El campo de Struthof-Natzweiler, en Alsacia, sería el gigantesco laboratorio particular de uno de los más retorcidos médicos de la Orden Negra: August Hirt. £fü? lifiílwidw] ifíMÍrtr ¿ív iMannhíiitv (Alemania) en 1916, ingresó en el NSDAP en 1933 y en 1941 ya era Sturmbannführer de las SS. Un año después pasó a trabajar para la Ahnenerbe, siendo nombrado director del Instituto de Anatomía de Estrasburgo. Recibió autorización del propio Himmlerpara realizar experimentos, en colaboración con Sigmund Rascher y Wolfram von Sievers, director de la "Sociedad Herencia Ancestral", sobre los efectos de los gases venenosos en seres humanos. August Hirt inoculaba con una aguja hipodérmica gas mostaza líquido -iperita- en el antebrazo de los prisioneros escogidos. Unas 24 horas después sus brazos se cubrían de terribles llagas y perdían la visión. Completamente desnudos, se arrastraban por el suelo en medio de horribles dolores; finalmente, todos murieron. A Hirt es para echarle de comer aparte, y es que fue también el protagonista de uno de los episodios más deleznables de la medicina nazi: fue quien reunió la grotesca colección de cráneos de comisarios judíos-bolcheviques del Instituto Anatómico de Estrasburgo; obseso como Himmler por demostrar la superioridad de ,l?iCH?úni?, .Bumiíjirar jasvtPísalaaniá'Tül? esqueletos de diversas razas para demostrar la "degeneración" de estas frente a la nórdica, pero, al no contar con suficientes judíos para su muestra anatómica, solicitó a las SS el envío de 86 judíos desde Auschwitz hasta Struthof-Natzweiler para ser sometidos a mediciones y pruebas de todo tipo y después gaseados.
William Taylor señala que cada fin de semana Hirt se trasladaba de su instituto a Struthofyse hacía cargo de las piezas anatómicas que le estaban destinadas para incrementar su grotesco museo. Uno de sus colaboradores en el Instituto fue Bruno Beger, el antropólogo que acompañó a Ernst Scháffer al Tíbet en busca de los vestigios de la raza aria ancestral; su trabajo al servicio del instituto era realizar mediciones y pruebas a varios reclusos del campo de concentración de Auschwitz, que después servirían a los retorcidos experimentos de su jefe y cuyos esqueletos engrosarían la colección antropológica.
En el Instituto Anatómico, Hirt sometía los cadáveres a la técnica de maceración, que consistía en sumergir los cuerpos en un gran tanque lleno de cloruro calcico pa-.CTífeíilver las,nartes blandas; daípiés-se sumergían en una segunda solución a base de gasolina para eliminar cualquier resto de grasa y en cuestión de semanas se habían convertido en inmaculados esqueletos. La depravación humana había llegado al límite de lo imaginable.
Cuando en noviembre de 1944 las tropas francesas aliadas penetraron en el Instituto, se toparon con una imagen escalofriante: hallaron decenas de cadáveres y fragmentos humanos sumergidos en enormes cubas de alcohol y la siniestra colección de cráneos que Wolfram von Sievers había reunido junto a Hirty Beger.


La lista de experimentos sin sentido, falaces y atroces, que llevaron a cabo los doctores de la muerte de la crui gamada es tan extensa que es imposible recogerla aquí: en Natzweiler, el doctor Eugen Haagen inoculaba a los prisioneros el tifus, la fiebre amarilla, el cólera, ladifteria... para comprobarcómo evolucionaba la enfermedad; en Rávensbruck, las lamadas "conejillas", un grupo de mujeres polacas y prostitutas rusas, eran sometidas, sanas, a trasplantes de órganos, nervios e incluso huesos y se les provocaban delibera-rJamp.ntfi .heridas niie rp,ntnrlj irían lasque podían sufrir los soldados alemanes en el frente, laceraciones a las que el encargado de aquellos horrores, el doctor Karl Gebhard, añadía tierra, metralla, telas sucias y otros agentes externos hasta comprobar de qué forma se gangrenaban las heridas.
Por su parte, con la intención de esterilizar a las "razas inferiores", el profesor Horst Schumann, en Auschwitz, realizó experimentos con rayosX sobre los gen ¡tales de los prisioneros, lo que provocaba terribles dolores, vómitos y en muchas ocasiones la muerte de los desdichados.Y así uno tras otro, médico tras médico, prueba atroz tras prueba atroz, todo en medio del delirio por crear una raza perfecta de "superhombres" arios que conquistarían Europa y vivin'an en un territorio barnizado por la cruz gamada y cuya capital sería la colosal Germania, la ciudad del "Reich de los Mil Años" que el arquitecto AlbertSpeer diseñaba ex profeso para Hitlery que el temible dictador nunca vería construida.
Los experimentos de los médicos nazis para potenciar la pureza racial y convertir al alemán medio en el "superhombre" nietzscheano no surtieron efecto alguno, aunque fueron la causa del sufrimiento de millones de inocentes hacinados en vagones y guetos, sometidos a todo tipo de privaciones, humillaciones y torturas. La historia, cual testigo mudo de aquello, nunca había presenciado nada igual.
Aquel fue el legado médico del Tercer Reich. Las mismas personas dedicadas a estas "limpiezas" serían más tarde los verdugos utilizados en las labores de exterminio, en el Holocausto propiamente dicho. Los nazis habían traspasado una línea que los convertía, así, en los mayores monstruos que había dado el siglo XX.


Lebensborn, la selección de la raza aria.

En diciembre de 1935, en pleno auge de su poder, sumido en su locura racial, Himmler fundó el Lebensborn e. V., "Manantial de la Sociedad de la Vida" o "Fuente de Vida", centros de maternidad especiales destinados a las madres solteras de "sangre aria" que se hablan quedado embarazadas de hombres de las SS o de policías. Allí tendrían a sus hijos en secreto en medio de los más exigentes cuidados. Los centros Lebensborn serían un gran campo de pruebas genético de la "pureza" de la raza, verdadera          obsesión          del Reichsruhrer y de un amplio sector del Partido Nazi.
El objetivo principal del programa era proveer a los miembros de las SS y a los alemanes "racialmente puros" de incentivos con la intención de fomentar la concepción de vastagos arios. Este programa, que parecía sacado de una película de ciencia ficción, estaba dedicado a producir una raza superior cuyo número creciente proporcionaría al Reich, en palabras del jefe médico del mismo, "600 regimientos extra en un plaza de 30 años". El Lebensborn pertenecía a la RuSHA, y era administrado por su Departamento de Familias o Clanes conocido como Sippenamt, responsable de la genealogía de los nuevos miembros de la Orden Negra.
En octubre de 1940, a medida que las fuerzas alemanas se reagrupaban para un ataque relámpago contra Francia, Himmler promulgaría una orden de las SS que provocaría un gran revuelo por su contenido estrambótico, pero que iba en la línea de su anterior política Lebensborn; había sido escrita en forma germánica antigua y según esta, la muerte de los mejores hombres en el campo de batalla no era lo más trágico, sino la falta de niños, pues estos soldados no podían reproducirse al estar en el frente y los que no regresaran de la guerra tampoco. La idea parece que era animara los varones que aún estaban en Alemania a mantener relaciones con las esposas y las novias de los que estaban en combate -así lo entendieron al menos muchos de los lectores de esa ordenanza-.
Pronto empezaron a circular rumores sobre los excesos sexuales y el desenfreno que tenía lugar en los centros Lebensborn,
aunque muchas de las cosas que sucedieron tras aquellas paredes, como tantas otras relacionadas con los aspectos más retorcidos del Tercer Reich, continúan siendo un auténtico misterio.
Tras la guerra, se informó, probablemente de forma falsa, que los centros pertenecientes al lebensbom eran una especie de laboratorios de reproducción selectiva, pero todo parece indicar que los SS no eran forzados a mantener relaciones sexuales con parejas seleccionadas. Muchos de los miles de niños polacos que fueron secuestrados durante la invasión alemana, fueron trasladados a centros de esta sociedad, donde eran sometidos a todo tipo de cuidados hasta que finalmente alguna familia alemana los adoptaba. Sus padres, los que sobrevivieron a la furia nazi, jamás volvieron a saber de ellos, al menos en la mayoría de los casos. Se calcula que en 1945, al final de la guerra, la cantidad de niños secuestrados rondaba los 250.000, de los cuales solo unos 25.000 regresaron a su casa. Fue otra más de las muchas tragedias del plan nazi para conquistar el mundo.