martes, 18 de mayo de 2010

¿Quién mueve los hilos del mundo?


Las guerras mundiales, las revoluciones, los magnicidios, las crisis económicas que hacen temblar los cimientos de la historia...
¿Obedecen a algún plan oculto trazado porr la conspiración de sociedades secretas y gobiernos invisibles?

¿Quién mueve los hilos del mundo?

PODERES EN LA SOMBRA...
FUENTE: Revista MUY INTERESANTE


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La creencia en conspiraciones urdidas por sociedades secretas o por discretos grupos de poder, que actuarían como tentáculos de un gobierno invisible para dominar el mundo, es un mito muy extendido, que se adapta a las circunstancias de cada época e ideología. La tesis fundamental de dicho mito es que la historia académica sólo sería una mera apariencia tras la cuál se ocultaría la verdadera criptohistoria. ría. Los protagonistas visibles- de aquélla serían simples marionetas movidas desde las sombras, para la realización de un proyecto oculto, por los grandes manipuladores, llámense éstos masones, iluminados, sionismo, jesuítas, sinarcas, financieros internacionales, servicios de inteligencia, Trilateral o extraterrestres.
Semejante idea ha gozado de enorme popularidad durante los dos últimos siglos, ejerciendo una fascinación que —atizada por best-sellers como El retorno de los brujos— sigue pujando en nuestro días. Vemos así que el tema de la conjura oculta es —en opinión de los sociólogos— uno de los grandes rumores que ha soportado el paso del tiempo y que por lo mismo se ha convertido en un tema literario y cinematográfico recurrente. Así lo demuestra el plan para controlar el mundo mediante el manejo de las corrientes telúricas que —tramado por los templarios— recorre las entrañas de la historia en El péndulo de Foucault. También la temible organización Spectra a la que —en varias de sus aventuras— James Bond intenta impedir que se haga con el dominio del planeta. O Los 13, que ejercen su poder desde la penumbra de Norteamérica y que tientan a Richard Channing en la serie televisiva Falcon Crest.

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Hay algo de cierto detrás de esta creencia? ¿O se trata de una monumental paranoia que pretende contemplar el devenir humano como el resultado de una maquinación diabólica?
Si diversos temas de actualidad, como las confusas tramas que subyacen tras los atentados contra los Kennedy o contra Juan Pablo II, el escándalo de la logia P-2, las turbias redes que mueven el terrorismo o el tráfico de drogas, alimentan esta creencia, no faltan opiniones de prominentes personajes históricos que la apoyan. Balzac, iniciado en el Martinis-mo, advierte que «hay dos historias: la oficial, mentirosa; después, la historia secreta, donde están las verdaderas causas de los acontecimientos, la historia vergonzosa». Y el estadista Victoriano Disraeli, cuyo nombre aparece en las listas de conspiradores, escribió que «el mundo es gobernado por personajes muy diferentes de lo que imaginan aquellos cuyo ojo no se sumerge entre los bastidores».

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La idea de los conspiradores trae asociada la de las sociedades secretas, denominación bajo la cual se incluyen los grupos más diversos, desde aquéllos organizados por charlatanes o visionarios hasta algunos que han tenido cierto peso político o histórico. Aunque todos tengan en común reuniones exclusivamente reservadas a sus miembros, la preservación del secreto de sus ceremonias y discusiones, y la organización en estructuras jerarquizadas, sus fines y contenido pueden ser de lo más diverso.
En 1946, el notable psicofisiólogo Raoul Husson —alias Geoffroy de Charnay— ordenaba las sociedades secretas que juegan un papel histórico determinante en una pirámide con tres niveles. En el primero están las sociedades inferiores, cuyos militantes creen sinceramente en sus ideales y que compara con viveros, donde los escalones superiores reclutan a los peces gordos que son útiles á sus fines. Vienen luego las sociedades de cuadros o intermediarias, menos numerosas y de reclutamiento muy selectivo. Algunos de sus anónimos miembros participarían activamente en la política y la economía nacional o internacional, siguiendo las consignas de sus superiores con una actitud mental más allá del bien y el mal. En la cima, las sociedades secretas superiores, que mantendrían su identidad celosamente oculta y moverían los hilos del mundo desde elevadas posiciones sociales o desde ascéticos retiros, impulsados por la voluntad de poder o por la fe en una misión trascendente.

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Todo esto puede parecer un cúmulo de divagaciones desprovistas de cualquier fundamento histórico. ¡La mejor treta del diablo es hacer creer que no existe!, replicarán los conspiranoicos (nombre derivado de paranoia y conspiración), esas personas obsesionadas por tales macroconspiraciones. Ciertamente, una sociedad secreta digna de ese nombre debería escapar a las investigaciones de los historiadores —éstos se refieren sólo a los documentos escritos—, que en este caso deberían ser inexistentes o inasequibles. Por ello, el estudio de tales sociedades sólo puede basarse en los vestigios que flotan en la superficie de la historia. En cualquier caso, el análisis de una conspiración que no existiese más que en la imaginación colectiva resulta tan interesante como el de la que corresponde a una realidad efectiva; ciertos comportamientos intelectuales o sociales de importancia histórica fueron orientados por la creencia en la misma; el de la confabulación judeomasónica, tan cara a Franco, Hitler o Mussolini, es el ejemplo más conocido.
Aunque desde la Antigüedad se habla de conspiraciones, el mito de la Conjura que se propone subvertir el orden establecido y gobernar el mundo es relativamente reciente. Surgecomo una reacción comprensible ante la Revolución Francesa. En toda Europa, los conservadores se preguntan cómo los tranquilos habitantes de un país refinado han sido arrastrados a la barbarie. Sospechan que la mano invisible de las sociedades secretas, tan en boga durante todo el siglo XVII, ha orquestado el caos; concretamente la de los templarios e iluminados.

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Para entender el origen de tal sospecha hay que retroceder hasta 1314, año en que la llamada Orden del Temple es suprimida, sus bienes confiscados y quemados su gran maestre Jacques de Molay y su preceptor en Normandia, Geoffroy de Charnay; y ello tras un proceso más que irregular, promovido por Felipe IV el Hermoso, con la complicidad de Clemente V y fundado en burdas acusaciones. Se asegura que, mientras ardía, Molay emplazaba al rey francés y al Papa ante el tribunal de Dios, en el plazo de un año. Un mes después, el pontífice fallecía en medio de atroces dolores intestinales, y a los ocho moría el monarca, víctima de un accidente de caza. Como en la época los templarios no tenían aún fama de magos, y cuatro de sus principales acusadores tuvieron una muerte violenta o misteriosa, no faltó quien supuso que algunos templarios se habían encargado de que la venganza se cumpliese. Lo cierto es que 14 años más tarde la dinastía de este rey se extinguía tras la muerte de sus tres hijos. Luego, su nieto -convertido en monarca de Inglaterra- desataba una devastadora guerra contra Francia, y la esterilidad se cebó en la estirpe de su hermano (los Valois) y de su tío (los Borbones de Francia). Sólo quedó Luis XVII, el 22 sucesor de Felipe IV, quien -antes de ser guillotinado- pasó su última noche en laTorre del Temple, donde fue torturado Molay, 22 gran maestre templario.

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¿Logró sobrevivir su hijo? ¿Es él o es otro -un Borbón, un D'Anjou o un Habsburgo— el Gran Monarca que anuncian desde la Edad Media cientos de profecías como futuro Emperador de Europa?... Pero ése es otro mito fascinante que requiere tratamiento aparte..., aunque esté íntimamente ligado a nuestro tema: en torno a él conspiran sociedades secretas como el moderno Priorato de Sión.
En el Renacimiento -cuando C. Agripa, ocultista y cronista del emperador Carlos V, pone a templarios y brujas como ejemplos de herejes- se inicia la mala fama de quienes serán considerados pioneros de la Conspiración. Se les supone a los templarios inconfesables secretos; fueron los primeros banqueros de Europa e intentaron unir los reinos del continente en una suerte de federación. De poco valdrá que conocidos cazadores de brujas como Bodin o el jesuíta Del Río les pongan como ejemplo de minorías perseguidas y calumniadas por príncipes ambiciosos.

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Veamos entretanto si sobrevivió la Orden del Temple de manera velada, ya que una organización esotérica sólo se considera viva si ha habido una transmisión ininterrumpida de su iniciación y secretos de generación en generación. En España los templarios se convirtieron en la Orden de Montesa, en Portugal se transformaban en la Orden de Cristo, y en Alemania son acogidos en la Orden Teutónica y entre los caballeros de Livonia. Se asegura que en Francia algunos caballeros perpetuaron su tradición en núcleos clandestinos. Mientras, para los escoceses se crea la Orden de San Andrés del Cardo, estrechamente ligada a los Estuardos y con cuyos caballeros Jacobo VI crea la Rosa-Cruz Real, que se transformará en el Colegio Invisible. Este reúne a algunos grandes sabios ingleses, como Boyle, con el propósito de promover la ciencia. Y se hacen eco del manifiesto rosacruz Fama de 1614, que habla de una sociedad secreta de sabios que pretenden renovar la especie humana por medio de la ciencia. Colaboran así con el plan de la Creación, en el que ven -como los alquimistas y sucesivas órdenes esotéricas-una evolución al final de la cual el alma habrá alcanzado la perfección y se reintegrará al seno de la Divinidad. En 1660, el Colegio se convertirá en la Real Sociedad de Ciencias británica. Durante 28 años aparecerá íntimamente ligada a los rosa-cruces y a la masonería jacobita, lo que -sumado a sus influencias sobre Newton y Descartes- nos harían ver que el racionalismo y la cienciamoderna tienen raíces ocultistas y han desarrollado en los siglos sucesivos el programatrazado por la Fama.

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Un notable rosacruz, tras hablar de la Society como heredera de los trabajos realizados años antes por él y sus colegas, advierte a los miembros de dicha institución que, si no se trazan metas que trasciendan el cultivo de las ciencias naturales por sí mismas, su obra puede producir «una Babilonia construida no hacia el cielo, sino hacia la tierra». Se trata de Comenius, en quien los conspiía-noicos ven un profeta de la actual conjura mundialista y a quien la UNESCO'recono-cerá como pionero de esta institución y genial anticipador de la más moderna pedagogía. Basándose en las utopías heme-tistas de los ocultistas-políticos Francis Bacon y Campanella, y obsesionado por la creción de una Pansofía o doctrina universal -proyecto que será realizado por los Enciclopedistas, quienes se alinean con él en la trama conspiradora- propone: un plan de reforma universal, el estudio de los problemas sociales y de sus remedios, la reforma metodológica de filosofía, política y religión, y la creación de un parlamento mundial. Bajo la dirección de una élite de sabios o Superiores Desconocidos, encargados de eliminar lo que de ignorancia, ateísmo, epicureismo e impiedad quede en el espíritu humano, sugiere la creación de tres cuerpos de dirigentes internacionales: un Consejo de la Luz, responsabilizado de unificar el saber y universalizar su propagación; un Consistorio o tribunal eclesiástico encargado de reconciliar las diversas corrientes religiosas y de que toda la Tierra esté consagrada a Dios; así como también una Corte de Justicia que arbitre en los conflictos políticos, intentando que las lanzas se transformen en arados. Puede que alguno de quienes convierten a Comenius en el capo de un monipodio satánico haya estudiado su obra. Sin embargo, la actitud ultraconservadora de muchos conspira-noicos -los otros suelen ser de ideología ultralibertaria- les hace ver al Maligno detrás de cada propuesta reformista y/o centralizadora.
A comienzos del siglo XVIII, cuando las órdenes esotéricas se ponen de moda, alentadas por el anhelo de las antiguas ideas holísticas y herméticas que se oponían al mecanismo racionalista del Siglo de las Luces, la nostalgia literaria y el interés de los burgueses por los rangos nobiliarios caballerescos, fomentado por el interés de los gobiernos en vender títulos, se extiende activamente la Masonería. En sus diversas logias conviven racionalismo y misterio, la teórica igualdad entre los hermanos y la jerarquía de los diversos grados masónicos; también los verdaderos idealistas que se creen transmisores de una tradición y una pandilla de charlatanes que utilizan la jerga espiritual en busca de dinero y de poder.

En 1717 y por primera vez, cuatro logias se organizan bajo la autoridad única de la Logia deLondres, introduciendo un nuevo rito que -según el gran-maestre Ambe-lain- tendrá un carácter luciferino y empujará a la masonería por el camino de la política, desviándola de su naturaleza espiritualista. No tardan en establecerse en París, donde está de moda todo lo inglés, siendo pronto perseguidos por el rey y condenados por el papado. Su principal propulsor es el escocés Ramsay, secretario de Fé-nelon y preceptor en la Casa de Boullon, vieja familia ligada a la presunta existencia de una masonería caballeresca y espiritualista que habría agrupado a notables personalidades y numerosas logias militares.

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Concibe al masón como un ciudadano del planeta y asegura que «el mundo entero no es más que una gran república de la que cada nación es una familia y cada individuo un niño». Recomienda «el amor a la humanidad en general» y exhorta a los masones a «unirse para suministrar los materiales de un diccionario universal», idea que se plasmará en la Enciclopedia, diez de cuyos 150 redactores fueron masones, incluidos Voltaire y Montesquieu. Al dirigirse a los aristócratas encumbrados, Ramsay sitúa el origen de los masones en las Cruzadas -linaje más digno que el de humildes canteros que les atribuyen los historiadores- y asegura que su transmisión iniciática sólo se ha perpetuado en Escocia. Si no habla abiertamente de los templarios es tal vez porque desea la aprobación del rey francés.
De hecho, el Estuardo James II de Inglaterra -de cuyo hijo fue preceptor Ramsay-había creado en 1688 una logia masónica de la Orden de los Maestros de San Andrés, continuando la filiación templaría antes mencionada. Uno de sus caballeros iniciará al fundador de la Estricta Observancia Templaría, que controla durante un tiempo todo el aparato de la masonería alemana, reclutando una docena de príncipes y personalidades como Goethe o Mo-zart, y colocando en la cima de su organización una autoridad secreta a la que se exigía obediencia incondicional: los Superiores Desconocidos (¡recordemos a Co-menius!). A ellos se dedica inútilmente a buscar en Italia el duque de Brunswick, quien luego se introduce en otra organización que figura a la cabeza del ranking conspiranoico: los Iluminados de Baviera. Fundada por el catedrático A. Weishaupt, precursor de los anarquistas y de los socialistas utópicos. A él se atribuye el propósito de destruir las monarquías europeas y la Iglesia, si bien su proyecto declarado es copar el poder en todos los reinos, mediante una legión de conspiradores que gobernarían desde la sombra, siguiendo «por el bien de la humanidad» un plan preciso de dominio universal que será el tema de denuncia permanente de los conspiranoicos.

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Copian las constituciones de los jesuítas. Se introducen en la masonería para captar adeptos y deben su rápida expansión -que les permite en cinco años convertirse en los dueños ocultos de Baviera y estados vecinos- al talento organizador del barón Knigge. Weishaupt rompe finalmente con él, provocando esto y ias múltiples denuncias de los masones -beneficiarios del orden establecido- el fracaso de la conjura. Cuando se ordena la disolución de la Orden, aquél huye, prevenido por la policía. Se asegura, sin embargo, que la organización siguió conspirando en la clandestinidad, siendo introducida en Francia por Mirabeau y reclutando a varios de los líderes revolucionarios.
Es en Alemania donde aparece la idea de que los templarios-masones pretenden vengar a su gran-maestre Jacques de Molay. La idea será retomada hacia 1797 por el jesuíta Barruel, John Robinson y Cadet-Gassicourt. Estos, con una abrumadora documentación engarzada de forma absurda que engatusó a miles de europeos y americanos, intentan demostrar en sendos libros cómo la Revolución Francesa ha sido urdida por un cónclave secreto de gobernantes invisibles masones e iluminados con este propósito y el de provocar un completo cambio de las estructuras sociales, políticas e ideológicas de toda Europa. Culmina así una maquinación histórica para subvertir los cimientos de la civilización cristiana, en la que participarían desde los gnósticos y otros herejes medievales, a los asesinos musulmanes seguidores del Viejo de la Montaña, los templarios y sus continuadores, los alquimistas, Cromwell y toda una serie de
revolucionarios y ocultistas que culminaba con los jacobinos. ¿Había algo de cierto tras la idea de las sociedades secretas como motores de la revolución?

Los partidarios modernos de la teoría conspirativa aseguran que el clima prerrevoluciona-rio fue producto de las conspiraciones urdidas por tres fuerzas ocultas estrechamente relacionadas: las altas finanzas internacionales, las maquinaciones de los gobernantes enemigos y la masonería, que aportó su ideología democrática y a la que pertenecía Necker, responsable de la bancarrota económica del reino. Aseguran que en la preparación del estallido tuvieron un papel ocultistas famosos que pululaban por la corte francesa: el aventurero Casanova, el marqués de Sade, el alquimista y agente secreto conde de Saint-Germain y el polémico Cagliostro, fundador de una masonería egipcia. Se dice que cuando este último -a quien se atribuye haber predicho la fecha y circunstancias de la Revolución- fue detenido e interrogado por la Inquisición, confesó haber encontrado cerca de Frankfurt a dos jefes secretos de los Iluminados. Al parecer éstos le hicieron formular, bajo el lema «Nosotros, grandes maestres de los templarios», un juramento, comprometiéndose -junto a otras once personas- en la venganza del Temple y la supresión violenta de todos los déspotas. El plan preveía la supresión de la monarquía francesa y el posterior ataque a los estados italianos, hasta destruir el poder del Papado. Para su realización, habrían reunido enormes fondos clandestinos y contarían con una tupida red de espías en todas las cortes europeas.
Aseguran que el complot se tramó en la Sociedad de la Armonía, fundada por el masón Mesmer. Con el pretexto de estudiar el magnetismo animal, se reunían allí para sentar las bases de una monarquía liberal conspiradores masónicos como La Fayette y el duque de Orleáns, que había fundado el Gran Oriente de Francia -de tendencia racionalista- y provocando una escisión en la esoterista Gran Logia francesa. El duque, primo del rey a quien aspiraba a sustituir, se convertiría en el cabecilla de la intriga, invirtiendo su inmensa fortuna en financiar cuidadosamente la preparación de la revuelta. Las 69 logias militares se habrían encargado de que el Ejército no impidiese la misma.
Los conspíranosos afirman que algunos revolucionarios, pertenecientes a sociedades secretas en las que hacían un juramento de vengar a Molay, se encargaron de llevar a cabocuidadosamente este crimen ritual. Es posible que así fuera, pero también que lo hiciesen fascinados por la leyenda templaría y no como parte de un plan histórico. Como también es probable que grupos o personajes como el ambicioso D'Orleáns utilizasen el mito de la venganza con fines políticos favorables a la revolución. Con la intención de eliminar al rey, el duque empleó los servicios mágicos del judío y maestro en ocultismo hebreo de masones ilustres, Falk Schek, quien ya había ayudado en operaciones alquímicas a Richelieu.

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Si bien es cierto que masones fueron algunos de los más notables líderes revolucionarios, como Marat, Danton, Robespierre, Mirabeau, Talleyrand o La Fayette, y que cuando se constituyeron los Estados Generales eran masones 477 de los 578 representantes del pueblo, así como 90 diputados del pueblo, la historiología moderna asegura que la masonería no fue más que un vehículo de las ideas liberales que promovieron la revolución. Y afirma también que los masones que participaron en ella lo hicieron sin seguir plan alguno de sus logias. Durante ésta, muchos masones influyentes -incluidos algunos conspiradores- fueron encarcelados o ejecutados; la masonería, acusada de abrigar a los contrarrevolucionarios y prohibida, como ocurrirá en casi todos los regímenes totalitarios.
Tras su llegada al poder, Napoleón, admirador de los templarios y presunto iniciado en varias órdenes secretas, convierte a numerosos masones en sus principales colaboradores e impone como gran maestre a su hermano. Las logias militares expanden por Europa los ideales masónicos-republicanos, pero tendrán que batirse reiteradamente con otros masones, corno lo fueron numerosos militares británicos y los destacados uniformados hispanos de los años 30. No obstante, su pretensión de instaurar un Imperio Universal provoca su caída, a la que no son ajenas sociedades secretas como la del León, los Filadelfos, los Hermanos Negros, laTugendbund y los Carbonarios, quienes habían acogido a parte de la oposición masónica.

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Estos últimos, por presunta influencia de los Iluminados, se transforman en una organización de conspiradores políticos, que promueven numerosas agitaciones en Francia y España. Preparan la unificación de Italia, en la que jugarán un papel preponderante masones como Ga-ribaldi, Cavoury Mazzini, fundador de la logia P-1 y del movimiento Joven Italia. Curiosamente entre las doctrinas de éstos y las de Mao Tsé-Tung, cuya revolución también se supone impulsada por las sociedades secretas chinas, hay bastantes paralelismos. Uno de sus dirigentes principales, el masón y profundo creyente religioso Buonarotti -al que Bakunin llamará «el más grande conspirador del siglo» y en quien los conspiranoides ven un iluminis-ta- fue el animador de diversas sociedades secretas políticas. A través de ella Buonarotti intentó llevar adelante la Conspiración de los Iguales, con el propósito principal de lograr el igualitarismo social. El es quien sugiere a Babeuf crear la filoco-munistaSoc/edadcte/Panfeóny organizar un comité insurrector en la Francia de 1796, por lo que son detenidos y condenados. Con la llegada de Napoleón al poder, la suerte de Buonarotti mejora. Retoma contacto con diversas sociedades secretas y podemos encontrar su influencia tras todas las conspiraciones de la época. Crea la Sociedad de los Sublimes Maestros Perfectos como eje de las mismas. Sus planes son descubiertos accidentalmente por la policía austríaca, que propone a sus colegas de toda Europa formar un frente común contra un presunto complot internacional que coordina los movimientos revolucionarios de los diversos estados europeos. Cabe preguntarse si Buonarotti no programó esta jugada con el propósito de desviar la atención de las autoridades y asegurarse así la inmunidad con respecto a sus verdaderos planes... Los acusadores recordarán que masones fueron Proudhon, Blanc, Elie, Elisée, Reclus, Raspail, Blanqui y Bakunin, famosos socialistas o anarquistas, así como numerosos revolucionarios de 1849 y defensores de la Comuna. También que -amén de la italiana- la revolución americana fue obra de masones, entre los que se contaron en la práctica la totalidad de los grandes libertadores de América Latina, como José de San Martín, Bolívar o Sucre. Es más, aseguran que los Iluminados habrían sobrevivido en Alemania bajo los nombres de Unión Germana, Liga de la Virtud (Tu-gendbund) y de Liga de los Hombres Justos, variando su denominación según los países.

Esta última cambia en 1848 su nombre por el de Liga Comunista, a la que perteneció Marx. Para los conspiranoides, el Manifiesto Comunista es una simple adaptación de los principios y proyectos trazados 70 años antes por Weishaupt. Y la Sociedad Universal de los Comunistas Revolucionarios, compuesta exclusivamente por dirigentes de las diversas sociedades revolucionarias de la época, constituye así un «círculo interno» de la subversión según el modelo de los Iluminados. Si bien es cierto que a mediados del siglo XIX el mito templario formó parte del sueño socialista radical, a fines de ese siglo pasa a ocupar un lugar político en la derecha, dando lugar a la Sinarquia, un proyecto utópico de gobierno mundial teocrático dirigido por sabios e ideado por el marqués Saint-Yves d'Alveydre. El marqués fue considerado un mitómano, pero no hay que olvidar que hace ya cien años previo que en el curso de nuestro siglo se produciría un despertar inesperado de los pueblos colonizados de Asia, auxiliados por los rusos. A su vez fue uno de los primeros ocultistas en hablar de la existencia, en algún rincón asiático, de una autoridad espiritual a la que están sometidos todos los poderes temporales de la Tierra: el Rey del Mundo y sus mahatmas. La Sinarquia es una forma de gobierno en la que las tres funciones esenciales de cualquier sociedad (justicia, economía y enseñanza) estén representadas armoniosa-
mente a través de tres cámaras sociales, a las que corresponden tres cuerpos políticos encargados de promulgar y aplicar las leyes preparadas por aquéllas.
Esta idea inspiró el Movimiento Sinárquico del Imperio, conspiración anticomunista de tecnócratas supuestamente gestada por la Orden Martinista, de cuya existencia comenzó a hablarse durante el régimen de Vichy. Luego se convertiría en la sospecha de un poder que subyace tras los diversos cambios de gobierno, no tardando en sumarse -según los conspiranoides-al vasto complot mundialista.

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Al comienzo de la III República, aprovechando las mixtificaciones antimasónicas de Leo Taxil y otros autores que llegaron a asegurar que la Torre Eiffel era un monumento satánico levantado para desafiar al Sagrado-Corazón parisino, clericales y defensores del orden moral atacan ferozmente a los masones. Los acusan de los más terribles crímenes, lo que provoca entre los racionalistas del Gran Oriente una reacción de anticlericalismo y ateísmo militante. Durante la ocupación nazi, al igual que al término de la Guerra Civil española y en la Alemania del III Reich, los masones fueron perseguidos, deportados e incluso ejecutados.

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La Revolución Francesa y sus coletazos es sólo un ejemplo de conspiraciones que se han atribuido a las sociedades secretas y especialmente a los masones. A éstos los vemos aparecer íntimamente ligados a los judíos en miles de libros y opúsculos, que denuncian un plan de dominio mundial, que tiene como base de operaciones el Imperio Británico y comomotor a los banqueros hebreos, a los Rothschild en Europa y a los Rockefeller, Morgan y otros en América. Un plan que habría sido concebido a principios del siglo por el colonizador de Sudáfrica y primer ministro del Cabo, Cecil Rhodes. Inspirado por su maestro, el utopista John Ruskin, Rhodes fundó en 1891 la sociedad de la Mesa Redonda (Round Table). Con una estructura similar a la de los Iluminados, se la presenta como promotora de las masas urbanas, del socialismo fabiano y de la supremacía británica. Crea multitud de cátedras e institutos como la prestigiosa Escuela de Economía de Londres, encargada de formar los cuadros del futuro estado socialista, y la Sociedad para las Relaciones Culturales, a la que pertenecieron Keynes, Bertrand Rus-sell, Bemard Shaw y H. G. Wells. 
Entre los iniciados del «círculo interno» de \aRound Table figurarían Lord Balfoury Lord Rothschild, quienes en 1917 sentaron las bases para la creación del moderno estado deIsrael. La Round Table y las prominentes familias de financieros que constituyen el Establishment, trabajarían en un proyecto mundialista común. Estarían en el origen de diversos grupos de presión como el Instituto de Asuntos Internacionales (HA) o el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), al que pertenecerán el banquero David Rockefeller, Kissinger, R. McNamara, una veintena de ministros y los presidentes H. Hoover, F. Roosevelt, D. Eisenhower, J. Kennedy y R. Nixon; también el Club Bil-derberg, así como la Comisión Trilateral o las Conferencias de Pugwash y de Dar-mouth. 

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Los defensores de la teoría conspiracio-nista de la historia atribuyen a quienes trabajarían en dicho proyecto la preparación, financiación y conducción de la revolución soviética de 1917; el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo y otras circunstancias que precipitaron la Primera Guerra Mundial; el desmembramiento del imperio católico de los Habsburgos que conllevará la creación del estado paramasónico de Checoslovaquia; la inflación alemana de 1923; la caída de Alfonso XIII y el apoyo a la República durante la Guerra Civil española; el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial; el reparto del mundo en dos bloques realizado en Yalta y la descolonización que perseguiría substituir el colonialismo político por el económico, en provecho de los grandes financieros internacionales. No olvidan la inspiración netamente masónica de la Declaración de los Derechos Humanos y de la Sociedad de Naciones, propulsadas en 1916 por miembros de la Mesa Redonda como Alien Du-lles (que será mucho más tarde director de la CÍA), John Foster Dulles (futuro secretario de Estado norteamericano) y el futuro ministro Christian Herter, fundadores asimismo del HA y del CFR, inspirados-como aquélla- por el masón E. Mandell House, mano derecha del presidente W. Wilson. 

Como no olvidan tampoco que dos tercios de los fundadores de la ONU eran masones y que algo similar sucede en el Parlamento Europeo, considerando al propulsor del europismo Jean Monnet un activo sinarquista.
Los conspiranoides ven en ello -como en los movimientos pacifista y ecologista, en lo que llaman farsa del desarme atómico o en la actual distensión entre los bloques- fases diversas de un proyecto de Nuevo Orden Mundial. Este pasaría por un reparto del mundo en dos grandes áreas de influencia y culminaría con el advenimiento de un gobierno socialista mundial.
El nuevo gobierno estaría bajo la autoridad de los iniciados, sostenidos por la Alta Financia Internacional judía, y a su cabeza estaría una suerte de emperador universal o por lo menos europeo, siguiendo -más o menos- el plan propuesto en los Protocolos de los Sabios de Sión. Este es el libro conspiranoico por excelencia, que los historiadores consideran una invención de la policía secreta del último zar; pero ello no impide que millones de personas sigan creyendo en su veracidad. Según los integristas católicos y protestantes, esta mun-dialización del poder político y la constitución de una superiglesia que neutralice las diversas confesiones religiosas serían los medios empleados por el Anticristo para asentar su reino venidero. Pero, como señala Robín, «paradójicamente son las sociedades secretas católicas, de las que raramente se habla, las que han perseguido más explícitamente este objetivo de dominación universal que algunos católicos tanto reprochan a sus adversarios. La dimensión satánica que atribuyen a sociedades como la masonería, les plantea la obligación de reproducir el modelo para luchar contra ellas en condiciones de igualdad».

¿Y en cuanto al grave riesgo que su pondría para grandes financieros y las sociedades secretas apoyar las revoluciones soviética, china o del Tercer Mundo, aunque no fuese más que como un paso dentro de su ambicioso plan? A esto los conspiranoides replican que aquéllos se consideran capaces de controlar el comunismo internacional: por un lado, a través de sus agentes ocultos introducidos en la dirección del mismo; por otro, debido a la práctica inexistencia de tecnología soviética y a la debilidad financiera de la URSS. Ningún argumento crítico parece capaz de desarmar las tesis conspiranoi-cas. Según estas tesis, la historia entera debe explicarse casi exclusivamente en función de una conspiración invisible, que obedece a un pian satánico en el que todo está ya predeterminado. 
Los conspiranoides consideran que el plan de revolución mundial incluye la actuación de movimientos ultraderechistas. Aseguran que la mano de los secretos maestros del juegocondujo a Hitler al poder. Y que la famosa Logia P-2 es la prolongación de la Logia revolucionaria P-1, creada por Mazzini y el general sudista Pike. En la Logia P-2, Licio Gelli había logrado introducir, pese a su agitado curriculum ultraderechista, a ministros, líderes políticos y parlamentarios demócrata-cristianos y socialistas, a todos los jefes de los servicios secretos italianos, a un sinnúmero de militares y a numerosos industriales, jueces, banqueros y profesionales. Recordemos que se acusó a la P-2 de promover el terrorismo internacional, las tentativas de golpes de estado fascistas, el tráfico de drogas y divisas o la fuga de capitales como maniobras de desestabilización política. Hay también quienes la consideran implicada en la misteriosa muerte de Juan Pablo I y en el atentado contra Juan Pablo II. Quienes así opinan ven en Gelli un agente de la KGB que habría penetrado en las organizaciones masónicas. 
Hay otra interpretación más sutil de la intervención de los superiores desconocidos en la historia, que J. Marques-Riviére sintetiza así: «los esoteristas, por su potencia de acción sobre los planos ideológicos, manejan el mundo». En otras palabras, niveles invisibles de la realidad si puede influir psíquicamente en los dirigentes o sembrar de ideas reformistas elplano mental, en el que serán espontáneamente absorbidas por los que pueden llevarlas a la práctica? Desde luego, para cualquier racionalista, semejante idea parecerá aún más delirante que la de la historia como un teatro de marionetas movidas físicamente. Pero la óptica de las sociedades secretas y de quienes creen en su poder omnímodo no suele ser precisamente racionalista. 
¿Es la historia terrestre -como afirman muchos conspiranoides- el reflejo de los antagonismos y enfrentamientos que se desarrollan entre el bien y el mal, entre el Orden y la Subversión?
Hutin se pregunta si no serán estos gobiernos invisibles los responsables de cierto fenómeno histórico: si examinamos la historia desde el punto de vista más impersonal posible, veríamos un conjunto de oscilaciones más o menos acentuadas, pero sin que nunca uno de los dos términos elimine completamente al otro. Una imagen que expresaría esto a la perfección es el símbolo taoísta por excelencia: el ying y el yang, la expresión de la pugna entre las dos fuerzas positiva y negativa, cuya tensión dialéctica es el fundamento mismo de la vida, la historia y el Cosmos. «El verdadero esoterismo -asegura su gran teórico Rene Guenon- está más allá de las oposiciones entre movimientos profanos. Y si estos movimientos son suscitados o dirigidos invisiblemente por poderosas organizaciones iniciáticas, se puede decir que los dominan sin necesidad de mezclarse con ellos. Además, también ejercen su influencia sobre cada uno de los partidos contrarios». Por ello, si existe alguna conspiración, ésta -lejos de ser un obstáculo al desarrollo del proceso histórico— seria, por el contrario, su fermento y forma parte, pues, del plan divino. Según la visión esotérica tradicional de la evolución cíclica, la convulsión apocalíptica que conduce a la destrucción de una civilización es el requisito indispensable para la regeneración de la humanidad y el prólogo de una nueva Edad de Oro. La subversión del orden establecido por parte de sociedades secretas contrainiciáticas aceleraría la decadencia colectiva de la vieja sociedad, y llevaría al caos supremo que dejará paso a un nuevo orden próximo a la Utopía. 


• La república conspiranoica.

stados Unidos es la nación t masónica por antonomasia. Masones son sus más destacados líderes independentistas y 18 de sus presidentes. En su Constitución también se recogen algunos de los principios propugnados por la Masonería. El tema de la conspiración hizo fortuna en EEUU, dando lugar a novelas populares como Capitanes y Reyes de Taylor Caldwell o la sarcástica Illuminatus! de R. Shea y R. A. Wilson, y a un sinfín de publicaciones apoyadas por grupos de extrema derecha. Dichas publicaciones llegan a denunciar la experimentación de técnicas de control mental y la implantación del dinero electrónico como prólogo del advenimiento del Anticristo. Recientemente ha estallado un gran escándalo, a.raíz del encarcelamiento por delitos financieros del economista y ex candidato presidencial Lyndon LaRouche. Este personaje es el líder de una poderosa organización pa-rafascista que ha dirigido continuos ataques a todo nivel, concentrando sus fuegos en el Fondo Monetario Internacional y las familias del Eastern Esta-. blishment que, según él, controlan las finanzas y el Rito Escocés de la Masonería. Se las ha acusado de propulsar un gobierno paralelo y —en colusión o pacto con las organizaciones derivadas de la Round Table y una red de familias europeas— una ideología anticientífica y pagana para la sociedad post-industrial; además de fomentar el narcotráfico y manipular la crisis económica. La reciente condena de Lyndon LaRouche a 15 años de prisión, de la que sus seguidores cul-pabilizan a una operación inspirada por Kissinger y otros prominentes personajes, ha provocado las protestas de numerosos abogados americanos y europeos, y parlamentarios de países hispanoamericanos. 

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• La gran manipulación OVNI.

Desde los años 50 subsiste la creencia en una conspiración, para silenciar las visitas extraterrestres: se habla de misteriosos hombres de negro que hacen callar a testigos e investigadores. En los 70 quedó demostrado que las principales agencias de inteligencia investigan este fenómeno, y se generalizan los rumores referentes a las capturas de varias naves extraterrestres. Esto pareció confirmarse con la publicación de documentos referentes a un secreto comité Majestic-12, supuestamente creado en 1947 por Truman. Pero acaba de demostrarse que éstos formaban parte de un plan de intoxicación urdido por servicios militares. Todo esto podría apoyar la hipótesis de que existe un intento de manipular -por medios tecnológicos que incluirían la discutida psicotróni-ca- la creencia universal en estas visitas. Dadas las potenciales consecuencias sociales de las mismas, estudiadas por el doctor Vallée, esta creencia aumenta el abismo entre una opinión pública, cada vez más propensa a la credulidad, y las instituciones científicas, irritadas por la naturaleza aparentemente absurda de los ovnis. La creencia en que los extraterrestres nos trajeron la civilización debilita la confianza del hombre en sí mismo. Los contactados con extraterrestres insisten en la necesidad de unificación política del planeta, que podría ser el germen de una nueva religión mundial. "Existe una frecuente correlación entre las filosofías de los coníacía-dos, el racismo y la adhesión a sistemas totalitarios". 

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