domingo, 23 de agosto de 2009

La Fuente de los Deseos


Que los deseos se cumplan sin esfuerzo es un sueño profundamente arraigado en el ser humano. No hay magia más grande que la que otorga lo que se ansía. La mitología y el folclore de todos los pueblos están llenos de genios y hadas dispuestos a conceder los tradicionales tres deseos a quien se los pida.
La Fuente de los Deseos:
El agua, hilo de conexión con los dioses.
Fuente: REVISTA MAS ALLA.

Imagen IPB 

Que los deseos se hagan realidad es un suceso tan poco frecuente que, para conseguirlo, hace falta recurrir al favor de seres tan poderosos como los dioses, los genios, los demonios y los magos. Solo ellos son capaces de manejar a su antojo las leyes de la Naturaleza para conceder lo solicitado. La tradición popular de las más variadas culturas está plagada de historias en las que algún joven se enfrenta a peligrosos dragones, genios impertinentes o hadas generosas que le conceden tres deseos, gracias a los cuales supera difíciles pruebas y acaba casándose con la hermosa princesa. Son cuentos, sí, pero recogen antiguas creencias pertenecientes al ámbito de lo sagrado y grabadas profundamente en el inconsciente colectivo de la humanidad.

INTERÉS MERCANTIL
Probablemente la historia más conocida en este sentido es la de Aladino, una antigua narración de origen sirio incluida en la recopilación Las mil y una noches y llevada innumerables veces al cine de animación. Aladino es un pilluelo vago y desobediente que encuentra una antigua lámpara de aceite en el fondo de una cueva. El chico ignora su valor y solo lo descubre cuando, por casualidad, su madre frota la sucia lámpara para limpiarla un poco y poder así venderla a mejor precio. Entonces se manifiesta el prodigio: un feo y gigantesco genio sale del artefacto diciendo aquello de “Soy el servidor de la lámpara y tienes entre tus manos a tu esclavo. ¿Qué quieres?”.

Ese es el momento soñado por todo ser humano: dar con quien le conceda sus deseos, sean los que fueren. Para ello, desde los tiempos más remotos los pueblos han levantado templos y han inventado todo tipo de plegarias y rituales dirigidos a los dioses, a los espíritus, a los genios de la Naturaleza y a cualquier entidad a la que se atribuya poder suficiente para conceder lo pedido. Como fruto de esta labor nuestros antepasados nos han dejado un legado de altares sagrados, ubicados habitualmente al lado de manantiales o estanques de agua, en los que se producía ese mágico intercambio con los dioses. Porque, al parecer, las deidades tienen un cierto ánimo mercantil y suelen exigir la entrega de una ofrenda para otorgar lo pedido. La costumbre de arrojar unas monedas al agua pidiendo a cambio un deseo es, por tanto, muy antigua. En las fuentes termales de la antigua Galia (Francia) se han encontrado numerosas monedas que la gente ha ido arrojando a sus aguas a lo largo de los siglos. Las más antiguas fueron acuñadas en tiempos de Vespasiano,
emperador romano del siglo I. Por su parte, el escritor latino Plinio el Joven, del mismo siglo, hablando de una fuente cercana a Roma, alaba sus aguas diciendo que eran tan claras y transparentes que se podían contar las monedas asentadas en su fondo, arrojadas por los visitantes que habían realizado ese popular gesto para pedir un deseo. La creencia está hoy tan extendida y generalizada que las fuentes de jardines, parques y monumentos de medio mundo despiden metálicos fulgores por las monedas que han arrojado a sus aguas.

LA FONTANA DI TREVI
Hay, desde luego, fuentes específicas a las que se atribuye un poder especial a la hora de conceder deseos. Una de ellas, probablemente la más conocida, es la Fontana di Trevi, uno de los monumentos más visitados de Roma. Se trata de la fuente más grande de la ciudad, una hermosa obra de arte barroco culminada por Nicolò Salvi en el año 1735 por encargo del papa Clemente XII. En realidad, siempre hubo una fuente allí, ya que ese era el punto final de uno de los acueductos que llevaban agua a Roma. Su nombre viene de los tres caminos (trevie) que confluían en el lugar, aunque para otros procede de una antigua leyenda según la cual el acueducto recibía el nombre de Aqua virgo. Esta tradición afirma que, en tiempos lejanos, una hermosa y virginal doncella, de nombre Trevi, fue asaltada por una banda de sucios rufianes con la pretensión de violarla. Viéndolos tan desarrapados y sedientos, Trevi se apiadó de ellos y, en lugar de asustarse, los llevó hasta la fuente para que pudieran saciar su sed. En agradecimiento a su buen corazón, los bandidos la dejaron libre sin tocarle un pelo y la fuente fue bautizada con el nombre de la doncella. La Fontana di Trevi se convirtió en una imagen mundialmente conocida gracias a la película de Federico Fellini La dolce vita, estrenada en 1960, en la que una espectacular Anita Ekberg se introduce en sus aguas en una escena memorable. En cuanto a la costumbre de arrojar monedas en su interior formulando un deseo, no se sabe con certeza cuándo se inicia, pero se ha hecho tan popular que resulta un ritual obligado para todo turista que visita Roma. En realidad, son tres los deseos que se pueden formular y tres las monedas que se han de lanzar al agua, una por cada deseo, poniéndose de espaldas a la fuente y tirándolas con la mano derecha por encima del hombro izquierdo. Según la tradición, la primera moneda asegura que se volverá a Roma; la segunda, que se encontrará el amor de un bello romano (o de una hermosa romana), y la tercera, que la relación terminará en boda, celebrada también, por supuesto, en la Ciudad Eterna. Todo un despliegue de románticos deseos.

La Fontana Di Trevi

POZOS Y MONEDAS
No todas las ciudades pueden contar con la belleza monumental y la tradición histórica de Roma, pero eso no impide que tengan su pozo de los deseos. La magia de las monedas en el agua se da también en ciudades tan modernas como Los Ángeles (EE.UU.), en cuyo barrio de Chinatown existe uno de ellos. Al contrario de lo que ocurre con la Fontana di Trevi, este pozo no está “especializado”, es decir, se puede pedir cualquier tipo de deseo. Basta con acercarse a su borde, formular la petición mentalmente y arrojar la moneda a su interior. Pero, al igual que en Roma, la moneda ha de lanzarse siguiendo un ritual: para que se cumpla el deseo, la moneda ha de caer sobre el fondo del pozo de Chinatown con la cara hacia arriba. Si sale cruz, habrá que acumular otro deseo incumplido al pesado fardo que ya acarreamos. En ocasiones, la efectividad de algunos pozos de los deseos está asociada a la figura de santos o vírgenes en cuya generosidad confían los fieles. Es el caso del pozo que se encuentra junto a la basílica de Santa Rosa de Lima, en Perú. En ese país se tiene a la santa por bondadosa y milagrera, y el día de su festividad, el 30 de agosto, los devotos acuden en tropel a pedirle el cumplimiento de sus deseos. Santa Rosa, en su generosidad, los acepta todos, y a ella se acercan personas de cualquier estado y condición para encomendarle sus peticiones de salud, de amor, de trabajo y de dinero. Aquí no es necesario ajustarse a un ritual concreto. Basta con escribir el deseo en un trozo de papel y arrojar este al pozo, confiando en que las aguas, animadas por la bondad de santa Rosa de Lima, lo concedan.


LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD
Abocados como estamos a la muerte, uno de los deseos más poderosos del ser humano es, sin duda, el de vivir para siempre, y, además, en un estado de eterna juventud. Este anhelo de inmortalidad y fortaleza aparece consignado en las más remotas mitologías: es antigua la creencia oriental de que en el centro del Paraíso y al pie mismo del Árbol de la Vida existe una fuente que otorga estos dones. Según la interpretación clásica, de ese manantial primordial brotan los cuatro ríos de la vida que señalan, a su vez, los cuatro puntos cardinales. Se trata de la Fuente de la Juventud, y quien se baña en sus aguas o bebe de ellas alcanza esos preciados dones de inmortalidad y juventud eterna. Muchos son los que han buscado esta fuente maravillosa que sacia el deseo de vida. Entre ellos, Juan Ponce de León, hidalgo que, en 1493, acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje a América y fue gobernador de Puerto Rico, donde fundó la ciudad de San Juan. Allí escuchó hablar a los indios borinqueños de la misteriosa isla de Bimini, lugar paradisíaco que, según decían, albergaba la Fuente de la Juventud. De acuerdo con sus narraciones, dicha isla se encontraba al noroeste de Cuba, navegando hacia la puesta de sol, y el agua de su fuente tenía propiedades portentosas. Quien la bebiera o se sumergiera en ella sanaba de inmediato de cualquier herida o enfermedad que tuviera y, si era anciano, recuperaba la lozanía de cuerpo y alma. A esas alturas, Ponce de León era un hombre de cierta edad y salud maltrecha por los rigores de una vida aventurera, de manera que se interesó muchísimo por ese milagroso manantial. Tanto, que solicitó del rey Fernando el Católico los oportunos permisos para descubrir y colonizar la isla de Bimini. Y en su busca zarpó en 1513 con una expedición de tres barcos. Nunca encontró la Fuente de la Juventud, pero descubrió la tierra de Florida y el canal de Bahama. Murió en 1521 en Cuba, donde se había refugiado tras ser herido en un enfrentamiento con los indios cerca de Charlotte Harbour. De haber alcanzado la isla de Bimini, las aguas de su prodigioso manantial habrían curado, sin duda, sus heridas, devolviéndole la vida y la juventud que tanto ansiaba. Las leyendas y tradiciones han apostado por otros lugares para localizar la milagrosa fuente. El escritor romántico William Morris, en su obra El pozo del fin del mundo, publicada en Londres en 1896, la imagina en un impreciso lugar de la Europa septentrional. Para llegar al deseado manantial hay que cruzar una peligrosa cordillera de montañas llamada El Muro del Mundo, alcanzar la Tierra de los Inocentes, atravesar el bosque en el que se encuentra la Casa de los Hechiceros y llegar al mar. Allí, en una playa de arenas negras, una gran concavidad de piedra recoge el agua de un manantial. Es el Pozo del Fin del Mundo y sus aguas deparan a quien las bebe larga vida y juventud perdurable. Al lado del manantial, dispuesta para que la utilice el viajero, espera una copa de oro con esta inscripción: “El fuerte de corazón beberá de mí”. Para alcanzar esa oportunidad hay que recorrer un verdadero camino iniciático hacia un destino que quizá sea espiritual y esté en el interior de nosotros mismos.


EL PODER DEL AGUA
La vinculación del agua a la concesión de los deseos tiene su por qué. Según los Vedas, libros sagrados del hinduismo, en el origen de los tiempos no existía nada más que una enorme extensión de agua sin luz. De su seno surgieron todas las cosas, la creación entera. El agua es, por tanto, el primer elemento, el origen creador de todo lo que existe. Esta creencia es compartida por otras tradiciones, como la judía y la cristiana, de manera que el agua, como elemento primordial, es la matriz de la creación: lo contiene todo y, por eso mismo, puede concederlo todo. En la Antigüedad cada manantial estaba consagrado a una deidad que reinaba sobre sus aguas, y a ella se entregaban las ofrendas y se pedían los deseos. Para la mitología griega, eran sobre todo las ninfas quienes dominaban el agua dulce, y resultaban pródigas, aunque caprichosas, a la hora de satisfacer las peticiones de los mortales. Con el paso de los siglos los seres del agua como ninfas, sirenas, ondinas y lamias fundieron sus atributos para cuajar en la figura medieval de la Dama del Lago, personaje que representa la capacidad del líquido elemento para conceder sus mágicos dones. Por ejemplo, en las narraciones del rey Arturo y la Mesa Redonda es la Dama del Lago quien entrega la famosa espada Excalibur al soberano de Camelot. En general, todas las culturas han considerado el agua un elemento en el que moran los dioses y a través del cual se entra en contacto con la divinidad. Los estanques, las fuentes y las lagunas se convertían así en verdaderos altares en los que se rendía culto a todas las entidades del panteón divino. Por ejemplo, cuando se cumplía el deseo de ganar una batalla, los celtas se lo agradecían a sus dioses hundiendo en el agua sagrada el botín de las armas conquistadas al enemigo. Gracias a esa costumbre se han rescatado en la isla de Anglesey (Reino Unido) restos de armamento, herrajes y trompetas datados en el siglo I que fueron arrojados al agua como agradecimiento por la victoria en alguna batalla hoy olvidada.


IMPRESCINDIBLE SALUD
Salud, dinero y amor son los tres factores que, según el tópico, resumen los principales deseos humanos. El primero es, efectivamente, la salud, ya que sin ella malamente se puede disfrutar de los otros dos. Sin duda una de las demandas más comunes que se hace cuando se arroja una moneda al agua tiene que ver con la salud. Por eso no es extraño que existan desde tiempos inmemoriales fuentes y estanques dedicados precisamente a restaurar ese preciado bien cuando la enfermedad lo amenaza. En ocasiones estaban dedicados a ciertas divinidades, a las que se atribuía el poder sanador de sus aguas, y bastaba sumergirse en ellas, tras las oportunas ofrendas, para librarse de cualquier mal. Eran los “balnearios” de la Antigüedad. Muchos de ellos han llegado hasta nosotros en perfecto uso y, analizando sus aguas, se ha podido descubrir que contienen sales y minerales de probado efecto medicinal para aliviar numerosas enfermedades. Otros estanques, en cambio, carecían de estas sustancias, aunque el pueblo les atribuía un inmenso poder sanador gracias a los dioses que, a través del agua, atendían sus demandas. Uno de los manantiales famosos por este motivo es el que da nacimiento al río Sena, en Francia. Allí consagró el pueblo celta un santuario a la diosa Sequana, y a través de sus aguas se establecía el mágico toma y daca de las ofrendas y la concesión de los deseos. Sin embargo, lo que los fieles arrojaban al agua no eran monedas, sino exvotos, figuritas confeccionadas en madera o metal que representaban las dolencias de las que se quería sanar. Como los papelitos en los que se escribe el deseo para arrojarlo luego al pozo de la basílica de Santa Rosa de Lima, estas figurillas llevaban implícita la petición de librarse de la enfermedad que representaban. Algunas reproducían el cuerpo humano completo, pero otras consistían solo en miembros aislados, como brazos y piernas. Incluso las había que reproducían a la perfección la forma de los órganos internos. Por la gran variedad de los exvotos encontrados, parece que este mágico manantial curaba cualquier tipo de dolencia, desde las enfermedades respiratorias hasta la impotencia.

Diosa Sequana

SACRIFICIOS HUMANOS
En ocasiones los dioses se vuelven exigentes y no basta con arrojar una moneda al agua cuando se pide el deseo. Hay que entregar una ofrenda más valiosa. Los mayas que edificaron la bellísima ciudad de Chichén Itzá, en la península de Yucatán (México), conocían bien el sagrado comercio de los deseos en el agua. De hecho, la palabra itzá significa brujo del agua, y chichén, boca del pozo, de manera que el nombre de la ciudad significa la boca del pozo del brujo del agua. En un terreno donde el agua resulta escasa, la presencia de pozos era fundamental para la subsistencia de la población, y Chichén Itzá contaba con dos pozos o cenotes. Uno de ellos, el cenote Xtoloc, abastecía de agua potable a los habitantes. El otro, conocido como Pozo de los Sacrificios, tenía una utilidad ceremonial. En sus orillas el pueblo de los itzaes se congregaba para realizar el sagrado ritual de arrojar ofrendas al agua al tiempo que pedía a los dioses la concesión de sus deseos. Lo que se entregaba como ofrenda variaba en función de la demanda concreta que se encomendaba al agua: podía consistir en ropas, alimentos, armas o cualquier tipo de presente que resultara adecuado. Del fondo del cenote sagrado se han extraído numerosos objetos de oro, joyas y vasijas de cerámica. Y, también, cuchillos ceremoniales que dan verdadero sentido al título de Pozo de los Sacrificios. Cuando los problemas derivados de las guerras y las sequías amenazaban la subsistencia del pueblo, los itzaes debían entregar al agua la máxima ofrenda para que los dioses atendieran sus peticiones: vidas humanas. En ese trueque sagrado no bastaba ya el pago de una valiosa moneda, y tampoco la entrega de un señuelo simbólico como el exvoto. Cuando lo que se pedía era conservar la vida de todo un pueblo, había que ofrecer vidas a cambio, y para ello se recurría a los sacrificios humanos. El agua del cenote sagrado se cobraba entonces el cuerpo de las víctimas, que eran arrojadas al pozo como monedas humanas para conseguir el favor de los dioses. Por suerte, las costumbres han cambiado y ya no se degüella a las víctimas al borde de los estanques, pero se conserva la creencia de que los poderes del agua conceden los deseos si se ofrece algo a cambio. En virtud de esta costumbre, toda fuente es un potencial pozo de los deseos, y resulta difícil recorrer cualquier ciudad del mundo sin encontrar alguna en cuyo fondo centellee el brillo de las monedas... aunque se trate de la fuente decorativa de un moderno centro comercial.


Sabías que...?
...hay quien pide a los dioses cosas negativas? En la fuente termal del santuario de Bath (Reino Unido) se ha encontrado una tablilla de plomo en la que un romano del año 200 grabó su deseo: “Maldigo al que robó mi capa, ya sea hombre o mujer, libre o esclavo. Que la diosa Sulis no deje al ladrón dormir mientras no devuelva la capa a este templo”.

LOS LADRONES DE LA FONTANA DI TREVI:
Un botín de 500 euros diarios
La tradición de lanzar una moneda a la Fontana di Trevi es tan popular que esta se ha convertido en una tentadora hucha. Son muchos los astutos romanos que han intentado beneficiarse de ese tesoro sumergido, ya que no es delito recoger el dinero que la gente tira voluntariamente. El caso más conocido es el de Roberto Cercelleta, un indigente que, como se descubrió en 2002, se había dedicado a desvalijar la fuente durante más de treinta años, sacando a veces hasta 500 euros al día. El pueblo de Roma lo bautizó con el cariñoso apodo de D’Artagnan.
A partir de entonces, y para evitar tentaciones, el Ayuntamiento romano estableció un sistema de recogida de las monedas que suponía la donación de esa peculiar recaudación a la beneficencia. Sin embargo, eso no acabó con los codiciosos. En noviembre de 2005 cuatro miembros del equipo oficial que se ocupaba de la recogida de fondos fueron detenidos por la policía, acusados de quedarse con parte de la colecta. En el momento de la detención, tenían en su poder 1.200 euros, pero se calcula que su botín ascendía a 110.000 euros. En cualquier caso, la sustracción de las monedas no altera en absoluto el mágico mecanismo por el cual se conceden los deseos de quienes las arrojaron al agua. La Fontana di Trevi es cumplidora.


EL DATO
El claustro de los monasterios representa el Paraíso. Por eso se sitúa en su centro un pozo o fuente, que simboliza la Fuente de la Juventud, cuya agua mística otorga vida y eterna lozanía a quien la bebe. En ocasiones el claustro está orientado de tal forma que, partiendo del punto central del pozo, los cuatro caminos que conducen a las galerías remedan los cuatro ríos del Paraíso terrenal y señalan los puntos cardinales.

LA FUENTE DE ARETUSA:
Remedio para los amores imposibles
Disfrutar de un amor correspondido es un deseo generalizado y, en ocasiones, difícil de conseguir. En la isla de Sicilia existe una antiquísima fuente especializada en este objetivo. Está vinculada a la fundación de la ciudad de Siracusa en el siglo VIII a.C., y sus dulces aguas claras brotan en la pequeña isla de Ortigia, al borde mismo del mar al que se vierten. Se la conoce como la Fuente de Aretusa, nombre de la ninfa a la que está consagrada. Según narra la mitología, Aretusa era una preciosa ninfa al servicio de la diosa Artemisa. Un día la vio Alfeo, un cazador que andaba por los campos, y se enamoró perdidamente de ella. Pero Aretusa no le correspondía y sufría la persecución amorosa del pretendiente como un tormento. Para salvarla de tan incómoda situación, la diosa Artemisa decidió enviarla lejos: convirtió a la ninfa en un caudaloso manantial que brotaba en la lejana isla de Ortigia. Alfeo no se desanimó por tan poca cosa. Dispuesto a seguir a su amada como fuera, el cazador decidió convertirse en río subterráneo para atravesar el Peloponeso, donde habitaba, y emerger en el mar Jónico, que baña las playas de Siracusa, mezclando allí sus aguas con las dulces aguas de su amada Aretusa. Parece que, entonces sí, la ninfa aceptó el acuático abrazo. La fuente se ha convertido en el pozo de los deseos de quienes tienen amores imposibles, que arrojan su moneda al agua de Aretusa para que se hagan realidad.



LA CURIOSIDAD
Una película dio a conocer la tradición de la Fontana di Trevi. Se trata de la cinta Tres monedas en la fuente, dirigida en 1954 por Jean Negulesco. Es una comedia estadounidense en la que tres jóvenes mujeres coinciden trabajando en Italia y se hacen amigas y compañeras de habitación. Las tres sufren mal de amores, y arrojan sus monedas a la fuente romana para que se cumpla el deseo de conquistar a los hombres que aman.

No hay comentarios:

Publicar un comentario