Enchiridion,
El libro de magia más
buscado.
Seguimos las pistas en busca del libro más mágico
de todos los tiempos.
Afirman que
es el libro más poderoso que ha existido sobre la faz de la Tierra. Atribuido
al papa León III, de él se cuenta que -si se sabe cómo utilizarlo- puede lograr
infinidad de beneficios para su poseedor, entre ellos, hacerse con el control
del mundo. Pero ¿dónde se encuentra actualmente? ¿Quién lo tiene? Hemos seguido
su rastro hasta nuestros días.
por
Andrés Vázquez Mariscal
FUENTE: Revista española MÁS
ALLÁ DE LA CIENCIA, Nº 260.
Existe un
libro fabuloso, escrito alrededor del año 800, que contiene entre sus páginas
los medios para obtener dones insospechados. Se trata del Enchiridion Leonis
Papae, el texto de magia más poderoso y más buscado de la historia. Este Líber
singularis, atribuido a León III, centesimo Papa, fue desde su reaparición, en
el siglo XVI, uno de los libros de conjuros más codiciados. Aunque se hicieron
numerosas ediciones apócrifas entre los siglos XVIII y XIX, las anteriores son
muy escasas. La dificultad para conseguirlas, desde la época de su aparición,
se explica por la escasa existencia de ejemplares, ya de por sí extremadamente
raros. Brunet, en su Manuel du libraire, da el título de una edición publicada
en Roma en 1525 y que sería, por tanto, de las primeras. La Bibliographie
instructive (1764) de Guillaume-Franfois Debure cita esta edición y añade:
"Los ejemplares son escasos, no podemos describirlos, porque todavía no
hemos visto ninguno". Ni Caillet (Manuel bibliographique des sciencespsychiques
ou occultes, 1912), ni Dor-bon (Bibliotheca esotérica), ni Yves Plessis
(Bibliographie francaise de la sorcelleñe, 1900) hacen mención a esta edición.
Es igualmente misteriosa una edición de la traducción francesa de Francois de
Taboet fechada en Lyon en 1579 y mencionada por Brunet, según Du Verdier (Les
bibliothéques francaises, 1772-1773), de la cual no he podido localizar
ejemplar alguno. La primera edición atestiguada con certeza es la de Lyon de
1584, cuyo texto, dice Debure, "es en latín, aunque el título del volumen
esté en francés".
LOS REYES MEROVINGIOS
¿Tocados por los dioses?
Según la leyenda, la dinastía de los merovingios se
remonta a los dioses. Aunque Meroveo aparece como origen de la estirpe, su
procedencia se hunde en la oscuridad hasta los primeros años de la era
cristiana. Sea cual sea la realidad histórica, lo cierto es que los sucesivos
reyes merovingios, hasta llegar a Childerico III, estuvieron rodeados de un
aura mágica que les atribuía poderes casi sobrenaturales. Se decía de ellos que
conocían las ciencias arcanas y que practicaban las artes esotéricas. Se les
llamaba "los reyes brujos", en virtud de algún poder misterioso que
llevaban en la sangre. Presuntamente, eran clarividentes, capaces de curar
enfermedades imponiendo las manos y, a veces, con solo tocar sus vestiduras
bastaba para que los enfermos sanasen. De hecho, los reyes merovingios no eran
considerados reyes en el estricto sentido de la palabra, sino que se les tenía
por reyes-sacerdotes, encarnados directamente de la divinidad. Una
característica curiosa de estos monarcas era que, al igual que Sansón,
ostentaban una larga cabellera como símbolo de su poder. Tan en serio se tomaba
esta cuestión del poder del pelo de los merovingios que cuando Childerico III
fue depuesto y encarcelado en el año 754, el mismo Papa se preocupó personalmente
de que se lo raparan.
Aparte de estas leyendas de magia y misterio, los reyes
merovingios gozaron de un extraordinario poder que era asumido por sus
descendientes como si se tratara de un derecho sagrado aceptado por todos.
Durante los siglos posteriores, Roma se encargó de hacer desaparecer de los
libros de Historia todo rastro de la sangre merovingia y dedicó su esfuerzo a
ennoblecer la de sus sucesores mediante la creación del rito de la unción que
le otorgaba, en nombre de Jesucristo, la condición de sagrada. En el 754, el
usurpador Pipino III fue ungido oficialmente en Ponthion, pero, a pesar de los
esfuerzos del Papa, Pipino siempre consideró que ostentaba un título ilegítimo
que no le correspondía y su sentido de culpabilidad le llevó, para superar sus
temores, a casarse precipitadamente con una princesa merovingia, al igual que
haría años más tarde su hijo Carlomagno.
El célebre
coleccionista y ocultista Stanislas de Guai'ta poseía dos ediciones, que,
aunque publicadas ambas en Mayenza en 1633, "difieren completamente en
todos sus aspectos: texto, figuras, impresión, que en esta es en dos colores,
rojo y negro, mientras que la otra está enteramente impresa en negro"
(catálogo de venta Guana. París, Dorbon, 1899). La Biblioteca Nacional de
Francia posee un ejemplar de una de estas dos. Estas ediciones de Mayenza, las
primeras en francés, aparentemente ofrecen una versión primitiva del texto
antes de que este se "popularizara" en los siglos XVIII y XIX e
introducen numerosas variantes: ciertas oraciones relativas a la guerra, por
ejemplo, fueron sustituidas por otras relacionadas con la protección de los
rebaños o la curación de los animales.
LIBROS PROHIBIDOS
Robert
Darnton. una de las mayores autoridades en el estudio de la Europa del siglo
XVIII y profesor de Historia en la Universidad de Princeton (EE.UU.),
identificó una serie de libros prohibidos en tiempos de Luis XV y Luis XVI que
fueron confiscados en Francia entre 1749 y 1781. Posteriormente, estos libros
fueron incautados durante la toma de la Bastilla y Darnton asegura que existen
entre ellos al menos cuatro ejemplares de la edición de 1633 del Enchiridion
Leonis Papae. Durante meses he recorrido infinidad de lugares en busca de
alguna edición más antigua. He visitado bibliotecas, consultado en monasterios
y a los libreros más acreditados de Europa, en un intento por encontrar algo
parecido a un códice iluminado, con tapas de madera forradas de piel de vacuno
y engarzadas con gemas, similar a otros de su época, como los Evangelios de
Dragón o los escritos de san Agustín De la doctrine chrétienne. Este códice
(libro manuscrito anterior a la invención de la imprenta) sin duda estaría
realizado en pergamino, material procedente de la piel de animales, que
sustituyó al papiro y que a partir del siglo IV era ya de uso común. El
escriba, que habría preparado su propia tinta a base de una mezcla de ácido
gálico, sulfato ferroso y goma arábiga, utilizaría su calamus, una pluma de
caña hábilmente cortada y afilada, para garabatear preciosas letras carolingias
y consumar una obra digna del regalo de un papa a un emperador. Siempre y
cuando, claro está, se encuentre en un aceptable estado de conservación; que no
haya estado sometido a humedades y cubierto de moho -lo que habría originado un
ataque de hongos y bacterias que estarían destruyéndolo-, que sus hojas no
estén adheridas entre sí o hayan sufrido quemaduras, que sus tapas no estén
carcomidas y sus gemas expoliadas, que no haya sido pasto de los ratones, etc.
Empeño utópico el mío. Por el momento, me he tenido que conformar con una copia
di-gitalizada de la citada edición de Maguncia (1633), aunque no desisto de
encontrar una versión más antigua. En esta edición, con comentarios en francés
y una carta de introducción -posiblemente del editor-, todas las oraciones
están escritas en latín, lo que nos anima a pensar que pueda tratarse de las
auténticas.
UNA OBRA MUY CODICIADA
El original de
este libro -que, como decimos, reaparece a principios del siglo XVI en
ediciones apócrifas- fue codiciado por todos los poderosos de la época,
empezando por los templarios, siguiendo con Carlos V y terminando con Napoleón.
He intentado rastrear su paradero a lo largo de los siglos, algo casi imposible
dada la escasa documentación existente sobre él por razones obvias; sin
embargo, entre la historia y la leyenda he conseguido reconstruir el camino que
habría podido seguir hasta fechas recientes. Sostengo la hipótesis de que el
Enchiridion pudo estar incluido en una Bibliotheca abscondita que se ocultó de
la Inquisición en tiempos de Felipe II. La historia del Enchiridion comienza el
día de la natividad de Nuestro Señor Jesucristo del año 800, en la iglesia de
San Pedro de Roma, cuando el papa León III, mientras celebraba la tercera misa
de Navidad, se levantó, tomó una corona entre sus manos y la colocó sobre la
cabeza del rey de los francos, exclamando en voz alta para que todos pudieran
oírle: "¡Carolo, augusto, a Deo corónalo, magno et pacifico imperatorí, vita
e victoria!" (¡A Carlos, augusto, emperador magno y pacificador coronado
por Dios, vida y victoria!). A continuación hizo una profunda genuflexión ante
el nuevo emperador mientras los asistentes aclamaban con fervor y entusiasmo a
Carlomagno.
Aquellos años,
denominados Edad de las Tinieblas, fueron oscurecidos premeditadamente por una
Iglesia cuyo monopolio del saber -principalmente de la escritura- no ha
permitido que tengamos vestigios fehacientes para reconstruir esta parte de la
historia. Pero sabemos que en este acto el Papa le hizo a Carlomagno un
obsequio, un don precioso que supuestamente le permitiría igualar, e incluso
superar, las virtudes de los reyes merovingios (ver recuadro junto a estas
líneas). Se trataba de un libro que recopilaba toda la sabiduría
MISIVA DEL PAPA A CARLOMAGNO
Un regalo prodigioso
"Sire,
Si creéis firmemente en las oraciones que os
remito y las recitáis con devoción, vuestra influencia alcanzará las más altas
cumbres de la espiritualidad y vuestro poder sobre la Tierra será ilimitado. Os
recomiendo eficazmente la primera de las oraciones. Si la recitáis con gran
fervor y al propio tiempo la lleváis escrita sobre vuestro corazón, puedo
garantizaros que, sea en la guerra, sea en el mar, o donde quiera que os hallareis,
ninguno de vuestros enemigos os vencerá. Seréis, pues, invencible, y os veréis
siempre libre de toda suerte de adversidades, de lazos y de asechanzas. En el
nombre de Nuestro Señor Jesucristo + Amén".
de las artes
ocultas de la época. Un libro de salmos y oraciones que incluía los caracteres
cabalísticos y los nombres de los espíritus a los cuales invocar para lograr
todas las cosas creadas y el dominio de las increadas o espirituales, y cuya
llave eran los pantáculos más misteriosos de la Cabala. Para tal fin, el papa
León III utilizó los conocimientos del sabio y erudito hebreo Flegetanis,
descendiente directo del rey Salomón y que, según Wolfram von Eschenbach, autor
de Parzival, fue quien confió el secreto del Santo Grial a Kyot de Provenza.
UN EXTRAÑO Y PODEROSO REGALO
El raro y
preciado ejemplar, redactado personalmente por León III y complementado con los
pantáculos de Salomón, necesarios para el mejor entendimiento de los misterios
más ocultos de la Cabala, fue entregado por el Papa a Carlomagno tras su
coronación (ver recuadro en la pág. 54). El contenido de este presente de tan
gran virtud recogía la existencia de una tradición secreta sobre el
conocimiento de los misterios de la Naturaleza, reservada en exclusiva a los
soberanos pontífices y a los dueños temporales del mundo. El conocimiento de
ciertos y determinados signos, clavículas o pantáculos, manifestaba esos
misterios de una forma jeroglífica al alcance solo de los iniciados. El
soberano propietario de este libro, sabiendo valerse de él, debía convertirse
en dueño del mundo. Carlomagno, desde aquel día, se transformó en el verdadero
príncipe de los encantamientos y los hechizos y su reinado fue un rayo de luz
entre la barbarie de la Edad Media, de una grandeza tal que -por el singular boato
y las brillantes pompas- recordaba a la de Salomón. Hasta los pájaros le
hablaban para conducir por buen camino sus tropas hacia la batalla. A la muerte
de Carlomagno, Eginardo, monje e historiador que habitaba en la Corte junto con
su maestro Alcuino de York, hizo desaparecer el original del preciado libro.
Después escribió la Vita Caroli Magni, el mejor relato existente sobre la vida
del emperador, y los Annales francorum, correspondientes a los años 74 la 829.
Está
contrastado que el original del Enchi-ridion no fue legado por Carlomagno a sus
descendientes. Desapareció temporalmente del alcance de persona alguna
enterrado por Eginardo en algún oscuro rincón de la gran biblioteca del
monasterio de la isla de Rei-chenau (Alemania), a la que se retiró. De ello
quedó constancia en el catálogo realizado por el bibliotecario Reginbert
alrededor del año 830, en el que se enumeran cerca de 500 obras repartidas en
256 volúmenes, y confirmado a su vez por Walahfrid Strabo, abad y escritor, que
se convirtió con posterioridad en tutor de Carlos el Calvo.
ORACIONES CONTRA LA ADVERSIDAD
Protección contra el mal
El ejemplar del
Enchiridion conservado en la Biblioteca Nacional de Francia, impreso en
Moguntiae (Maguncia) en MDCXXXII, contiene, entre otras, las siguientes
oraciones contra las adversidades del mundo: Arcum conteret, & confringet
arma, & scuta comburet igni. Vacate & videte, quonia ego sum Dominas,
exaltabor in gentibus, & exaltabor in térra. Amen.
Monstra te esse
matrem, sumat per te preces qu¡ pro nobis natus, tulit esse tuus. Amen.
Cum appropinquant
super nocentes, ut edant carnes meas, qui tribulant me inimici mei, ipsi
infirmati sunt, & ceciderunt.
Según la tradición,
deben recitarse en latín cada mañana al salir de casa, y llevarse junto al
corazón, grabado en pergamino virgen con tinta áurea el pantáculo que
reproducimos sobre estas lineas.
ARTES MÁGICAS
La pista se
pierde hasta el inicio del papado de Silvestre II, justo finales del siglo X.
Bautizado como Gerberto de Aurillac, había nacido en Auvernia (Francia)
alrededor del año 940. Educado en el monasterio de Aurillac, se desplazó a
España, donde estudió Matemáticas y Ciencias Naturales, concretamente en
Toledo, ciudad de la que salían los libros de astrología y filosofía oriental
traducidos por mozárabes y judíos. Se cuenta que, en aquel tiempo, Ger-berlo
aprendió de los maestros árabes -a los que frecuentó en Sevilla y Córdoba- el
arte de la necromancia o evocación de los muertos, la interpretación del canto
y el vuelo de las aves y la Medicina. Adquirió con ello una gran sabiduría,
tanto de las ciencias sagradas como de las profanas, que muchos de sus
contemporáneos consideraron producto de un presunto pacto con el Diablo, lo que
le dio fama de mago omnipotente. Siendo partícipe de la existencia de un libro
de conjuros de extraordinario poder depositado en el monasterio de Reichenau,
se hizo prontamente con él. Según relatan Alberico de Trois y Guillermo de
Malmesbury, con la ayuda de tan preciado volumen realizó cosas maravillosas,
entre ellas una cabeza de plata que hablaba y revelaba el porvenir y, guiado
por la sombra de la mano de una estatua, descubrió en Roma un palacio
subterráneo de mármoles y oro, repleto de incalculables riquezas.
Silvestre II
elevó el papado a cumbres inusitadas en las que no sería fácil mantenerse; sin
embargo, la leyenda medieval le otorgó la capacidad de crear cercos mágicos,
filtros amorosos, carros movidos por la fuerza del Diablo, la evocación de los
demonios, naves encantadas, capas que hacían invisibles a quienes las portaban
y un largo etcétera. Las artes mágicas que le fueron atribuidas y que le
ayudaron a conseguir las más altas cotas de poder e innumerables riquezas se
debieron a la efectividad de las oraciones y conjuros del libro de León III.
En cualquier
caso, algo que excede el entendimiento humano ocurre cuando el poseedor del
Enchirídion sobrepasa los límites de la Naturaleza. Este fue el caso de
Silvestre II, quien, temeroso de condenarse por toda
la eternidad,
resolvió, pocos días antes de su muerte, restituir el Enchirídion al lugar en
el que había permanecido escondido durante doscientos años. Quedó constancia de
esta decisión en una carta fechada el 3 de mayo del año 1003, cinco días antes
de su muerte, dirigida a Hermannus Contractas, o Germán el Cojo, monje erudito,
historiador, matemático y astrónomo. En dicha carta ordenaba que el libro
quedase por siempre fuera de la vista de los hombres en el monasterio de
Reichenau.
TINTA ÁUREA
Así se prepara
1 g de limadura de
oro, bronce y cobre, a partes iguales.
10 g de azúcar
piedra.
10 g de goma arábiga.
10 g de anilina roja.
2 g de anilina
amarilla.
100 g de espíritu de
vino.
500 g de agua clara
de rio.
El primer sábado de mes se tomará en el río un litro de
agua antes de la salida del Sol, procurando llegar a casa antes de que este
aparezca por Oriente. Se pondrán en una vasija de barro las limaduras, el
espíritu y las anilinas. Y en otra el azúcar, la goma y el agua. Tras revolver
bien, se dejarán las vasijas en un lugar donde reciban los rayos del Sol y se
retirarán por la tarde a una habitación oscura antes de que este se oculte. En
la mañana del domingo, al rayar el alba, se mezclará el contenido de las dos
vasijas y se pondrá a la lumbre antes de que el Sol aparezca por el horizonte
procurando que los rayos caigan de lleno sobre la vasija para que la tinta
reciba sus dones maravillosos. Se tendrá cociendo a fuego lento durante media
hora, revolviéndola de cuando en cuando y recitando al mismo tiempo una
plegaria.
MISIÓN FALLIDA
Tenemos que
avanzar hasta enero de 1521, nada más iniciarse las sesiones de la Dieta de
Worms, cuando Guillaume de Croy, señor de Chiévres, recibió el encargo de
Carlos V de localizar el libro. El rey, encendido admirador de las gestas de
Carlomagno, pretendiendo emularle, ansiaba la posesión del mismo. Chiévres,
basándose en las disposiciones testamentarias de Carlomagno y provisto de
plenos poderes, se lanzó en su búsqueda siguiendo la ruta de los diversos
monasterios constituidos por Eginardo, comenzando por el de Saint-Gall y
finalizando en Reichenau. Tenía instrucciones de actuar por la fuerza si
encontraba algún tipo de oposición y no paró en mientes. El abad de Reichenau
confesó que Eber-hard von Worms, uno de sus antecesores en el cargo, había entregado,
en 1272, el auténtico Enchiridion a los templarios (la Orden se había
establecido en la zona en 1268 y gozaba ya para esas fechas de un inmenso
poder). A partir de ese momento el libro no habría sido visto de nuevo. Las
leyendas atribuían a sus nuevos poseedores la capacidad y el conocimiento
necesarios para la correcta interpretación de los pantáculos, dada su larga
experiencia en Tierra Santa. Y cuando en 1314, Felipe IV de Francia, en
estrecha coordinación con el papa Clemente V, decidió acabar definitivamente
con los templarios mandando a la hoguera a su Gran Maestre, Jacques de Molay, y
a Geoffroi de Charnay, preceptor de Normandía, todos los bienes de la Orden ya
habían sido incautados por la Inquisición. Así que Guillaume de Chiévres
decidió regresar a Worms para informar a Carlos V del resultado fallido de su
misión y de que el Enchiridion posiblemente se encontrara en la Biblioteca
Vaticana. El 6 de mayo de 1527, el Ejército imperial, a las órdenes de Carlos
de Montpensier, Condestable de Borbón, procedió al asalto y saqueo de Roma,
como represalia contra el papa Clemente VII, aliado de Francisco I, rey de
Francia, en la Liga de Cognac. Antes del asalto, Carlos de Borbón encargó una
misión muy especial al capitán español Julio del Castillo. Junto con un grupo
elegido de lansquenetes debía impedir que la Biblioteca Vaticana fuera
destruida. Les acompañó don Fernando Marín, abad de Santa María la Real de
Nájera, que durante los tres primeros días del asalto permaneció encerrado
dentro de la biblioteca. Ante las dificultades de Del Castillo para mantenerla
a salvo, el Príncipe de Orange, sucesor del Condestable de Borbón, muerto en el
asalto, se sintió obligado a intervenir y ordenó, con el fin de preservarla del
saqueo, establecer en ella su residencia y cuartel general. Sin embargo, pocos
días después, la biblioteca fundada por Sixto IV fue abandonada a las turbas de
saqueadores, que destruyeron gran parte de los libros allí conservados durante
siglos. Tanta fue la destrucción, que Erasmo de Rotterdam clamaba que había
sido un acto de barbarie digno de los escitas.
Sobre estas líneas, quema de templarlos en
Francia. Abajo, en el sentido de las agujas del reloj, Guillaume de Croy, el
Condestable de Borbón, Clemente Vil y Erasmo de Rotterdam.
CARTA DE RESPUESTA DE CARLOMAGNO
Un dirigente agradecido
Conservada en los archivos vaticanos, es una prueba
histórica de la existencia del Enchiridion. Este es el texto integro de la
carta:
"Carlomagno, por
la gracia de Dios, emperador felicísimo de los galos y de Germania, da gracias
amplísimas por la eficacia del pequeño libro dado en regalo por el Santísimo
Señor León Papa Pontífice Máximo. Sumo Obispo de los Obispos, más debo a su
Santidad por el libro que ha ocho meses nos enviasteis, y por el modo que al
imperio y a mí nos exaltó. Es asombroso, en efecto, que mediante este libro he
experimentado que todas las fuerzas naturales son superadas. Como que la muerte
huye, desaparecen los enemigos; se inmovilizan los conjurados contra mi; los
venenos no dañan, los cuchillos, los entes; en una palabra diré, que los
truenos, las tempestades, los granizos y todo lo que por su naturaleza es
nocivo, ante la presencia del libro se debilitan. Por esto mandé escribirlo en
caracteres de oro, siempre lo llevo conmigo, lo leo cuando es oportuno, con la
reverencia conveniente, según la recomendación que me hizo su Santidad. Además,
impar es mi gratitud por vuestro ministerio; el único para mi insuperable, en
cuanto a lo demás, a vos consagraré mi imperio perpetuamente. Que viváis muchos
años, con el honor del que sois digno, con bienes espirituales y dones
temporales".
ESPÍAS EN EL VATICANO
¿Qué se
buscaba en la Biblioteca Vaticana y, sobre todo, por encargo de quién? Resulta
meridianamente claro que el abad de Nájera, posterior embajador
plenipotenciario de Carlos V en las negociaciones para la rendición del
Pontífice, no pudo localizar en la Biblioteca Vaticana lo que buscaba, ya que
dentro de las exigencias presentadas a Clemente VII se encontraba la entrega
del Enchirídion de León. III.
Existe una
copiosa colección de cartas dirigidas por el emperador al abad que ponen de
relieve la importancia de las misiones encargadas a este inquietante personaje.
Se conserva una misiva en la que Carlos V muestra su impaciencia por el retraso
en recibir noticias sobre las gestiones realizadas para averiguar el destino de
un libro, durante la estancia del abad en Roma.
"Mucho
holgaríamos que hubiésedes hallado lo que buscabais, y que ansimismo
hubiésedes recogido y quemado lo que dello se había impreso [...]y de que en
todo caso hiciésedes retirar de ahí a los dos frailes de quien escribís, pues
su estada no puede ser ya de ningún fruto".
La carta está
fechada en Granada, el 7 de diciembre de 1526, y fue enviada junto con otra
dirigida al virrey de Napóles, mandando que las rentas de la Basilicata se
reservaran para el sostén de las fortalezas de Rosellón y Cerdeña. Desconozco a
qué se debe la referencia del emperador sobre los dos frailes, pero
posiblemente fueran espías suyos dentro del Vaticano.
Estoy
convencido, por todo ello, de que la participación del abad de Nájera en los
hechos narrados durante el saco de Roma no fue circunstancial, sino que
respondía a una acción premeditada para localizar el Enchirídion en la
Biblioteca Vaticana, donde posiblemente se sospechara que se hallaba tras la
incautación de los bienes de los templarios. Esta hipótesis estaría reforzada,
como decimos, por el co-dicilo incluido en las capitulaciones del papa Clemente
VII, firmadas ante el abad de Nájera, en las que el Pontífice accede a entregar
el libro santo que su antecesor, León III, había regalado a Carlomagno. El
contenido de este codicilo fue enviado a Carlos V por mediación de Lorenzo de
Gorrevod, flamenco nacido en Saboya, gobernador de Bresse y mayordomo del
emperador. La donación se pospuso hasta que Carlos V fue coronado emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico el 24 de febrero de 1530. Se cumplía con ello el
mismo episodio que realizara León III con Carlomagno y se daba por concluida
una larga etapa: Europa volvía a tener un nuevo emperador.
El uso que
Carlos V diera al Enchirídion no es posible determinarlo, pero, si nos atenemos
a su contenido, no resulta difícil suponer que utilizó sus poderes para
consolidar el imperio. La interpretación correcta de las claves, representadas
en los pantáculos, se presume por cuanto Carlos V mantuvo siempre una estrecha
relación con el entramado de banqueros judíos de la época. Cualquiera de ellos
pudo facilitarle los medios para obtener la ayuda de expertos cabalistas,
capaces de entrar en comunicación directa con poderes invisibles y ejercitar su
dominio sobre los demonios, la Naturaleza, las enfermedades, etc. Su interés
por la utilización de métodos esotéricos de hermenéutica fue transmitido a su
hijo Felipe II, quien conservó el libro en la biblioteca del Monasterio de El
Escorial (Madrid).
Poco antes de
la muerte de este último rey, el libro se habría ocultado del alcance de la
Inquisición, junto con otros textos prohibidos, en esa Bibliotheca abscondita de
la que hablábamos al principio. Las indicaciones que, para localizarla, dejaron
los autores de este ocultamiento, el llamado Círculo de El Escorial, al que
pertenecían Benito Arias Montano, Juan de Herrera y fray José de Sigüenza,
entre otros, quedaron reflejadas en las enigmáticas pinturas que adornan la
bóveda de la Biblioteca de El Escorial.
La
interpretación correcta de dichas claves está recogida en mi libro Las claves
ocultas del Monasterio de El Escorial (Editorial Creación) y, si realmente
fuera posible encontrar el Enchiridion Leonis Papae después de 1.200 años de
existencia, estaríamos frente a uno de los hallazgos más importantes de los
últimos tiempos. De ser cierta la leyenda sobre el poder del libro, su posesión
se convertiría en un verdadero conflicto, aunque es muy posible que los
conocimientos para el uso correcto del mismo hayan desaparecido o se encuentren
en manos de unos pocos iniciados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario