Los muertos vivientes -criaturas legendarias y catalépticas del ritual vudú- protagonizan el nuevo cine de terror. Y los científicos entran en escena para explicar su posible existencia en el mundo real.
LA CIENCIA FRENTE A LOS ZOMBIES:
Verdad y mentira sobre los muertos vivientes
FUENTE: Muy Interesante - Edición mexicana de Marzo 2009.
El 2do mayo de 1962 un hombre llamado Clairvius Narcisse fallecía en un hospital de Haití. Su muerte, causada por la desnutrición y acompañada de fiebre alta, dolores y problemas respiratorios, fue certificada por dos médicos. La familia le enterró en un pequeño cementerio, pero 18 años más tarde se le vio en el mercado de MI pueblo semidesnudo y con la mirada perdida. Según contó la revista Time, Clairvius se acercó a su hermana y ella gritó horrorizada.
"La creencia en los zombis se basa en la teoría de que algunos hechiceros haitianos tienen el poder de devolver la vida a gente muerta y enterrada", escribió en 1945 Louis P. Mars, profesor de psiquiatría en el Instituto de Etnología de Haití. "Se dice que a algunos granjeros ricos les ayudan seres misteriosos que trabajan en sus granjas, roban dinero para ellos, viajan a velocidades fantásticas y vuelan como aviones. Se supone que se trata de hombres y mujeres que murieron y I nerón devueltos a la vida gracias a potentes drogas". Y añadió: "Nunca he encontrado a nadie en Haití que pudiera asegurarme que ha visto un zombi. Sin embargo, muchas veces oigo hablar de alguno que vive en un pueblo. Son vagabundos enlennos que no pueden decir su nombre ni dar información sobre su pasado o su estado actual".
¿Que hay de nuevo, Felicia? La prensa local aseguraba que la mujer de la foto superior, con síntomas de esquizofrenia, era una zombi. Apareció vagando por los alrededores de un pueblo de Haití y los lugareños la identificaron como Felicia Félix Mentor, una vecina fallecida tres décadas atrás. Incluso miembros de su familia reconocieron que la pordiosera no era otra que su difunta Felicia. El hecho ocurrió en 1937 y, aunque nunca se demostró, todos interpretaron que la tal Felicia había sido víctima de un ritual vudú. como el que se muestra en la imagen principal (en una fotografía de Cristina García-Rodero). Al futuro zombi se le hace ingerir una pócima elaborada por un houngan, o hechicero, que contiene toxinas que inducen a la catalepsia. Este es un estado biológico en el que el afectado yace inmóvil, en muerte aparente y sin signos vitales.
En 1982 la historia de Clairvius movió al etnobotánico de Harvard Wade Davis a viajara Haití. Encontró que existía una pócima llamada cuup de pondré que se aplicaba de manera tópica e inducía el estado zombi. Tras hacerse con algunas muestras, Davis encontró que el ingrediente clave era la tetrodotoxina, una toxina nerviosa que en cantidades minúsculas -menos de un miligramo, lo que cabe en la cabe/a de un alfiler es capaz de matar a un adulto. Sus efectos son conocidos en Japón, pues es producida por el hígado y los órganos reproductores del pez globo -fugu-, una de las delicatesen más apreciadas en el mundo nipón y que sólo pueden preparar cocineros con licencia especial.
Los primeros síntomas de envenenamiento aparecen de 20 minutos a tres horas después de haberlo consumido. Empieza con un entumecimiento de los labios y la lengua, seguido de una sensación de estar flotando, dolor de cabe/a, náuseas, vómitos y diarrea. La parálisis se extiende por el cuerpo, a lo que hay que añadir dolor al respirar, convulsiones, alteraciones cognitivas y arritmia. Puede suceder que la víctima, totalmente paralizada, se mantenga lúcida hasta su muerte, que puede llegar de media hora a ocho horas después de haber ingerido la tetrodotoxina.
• Química y religión se unen para aniquilar conciencias.
Cuando Davis reveló sus descubrimientos en La serpiente y el arco iris (1985), un besí selkr que fue llevado a la gran pantalla por el director Wes Graven, surgió la controversia. En él aseguraba que gracias a esta toxina se podía convertir a una persona en el clásico xombi sin conciencia. Muchos críticos afirmaron que había exagerado sobre las propiedades químicas del coup de pondré.
Tres años más tarde, Davis publicó Passage oj Darkness, una obra menos seasacionalista y mucho más documentada. Su punto de partida era claro: "Las pruebas sugieren que la zombificación es una forma de sanción social impuesta por ciertos colectivos para mantener el orden y el control en las comunidades locales." Davis argumentó que no tenía sentido convertirá la gente en esclava para trabajar en el campo, ya que un jornalero cobraba la mísera cantidad de un dólar al día. Del mismo modo, en una sociedad tan violenta como la haitiana, deshacerse de los enemigos por medios clásicos es mucho más sencillo y barato que la zombificación.
La creencia de que la tetrodotoxina es por sí sola culpable del estado de los zombis constituye un error. De hecho, las facultades mentales de los intoxicados por/M«w que so breviven no se ven mermadas una ve/ se han recuperado. Davis afuma que la toxina es necesaria, pero no suficiente, y que el folclore vudú es vital para que funcione. En electo, el mejunje no se elabora siguiendo una fórmula exacta, sino que parte de recetas mágicas que el hechicero -Ijokor u houngan- afina mediante la técnica de ensayo y error. Pocas de esas pócimas funcionan y, según este científico, el número de zombis es muy pequeño.
• Los vampiros les abrieron las puertas a la fama.
La adaptación cinematográfica de La sediente v el aren iris fue un éxito de taquilla, aunque no era la primera vez que los resucitados protagonizaban un filme. La memorable película de Jacques Tourneur Yu caminé con un zombi (1934) popularizó la leyenda haitiana. Sin embargo, el mundo de los muertos vivientes dio un giro espectacular cuando el novelista Richard Matheson publicó Sov leyenda, en 1954: una pandemia
bacteriana arrasa el planeta y convierte a la gente en vampiros. En un apocalíptico Los Ángeles, el protagonista -inmune a la bacteria- lucha en solitario contra hordas de chupasangres que pretenden acabar con él. A pesar de tratarse de una novela de vampiros, su planteamiento tuvo una enorme influencia en las películas de zombis. Dejaron de lado el ritual vudú para convertirse, literalmente, en muertos vivientes.
"Empezó a disparar... las balas destrozaban el lugar. Vi una de esas cosas recibir treinta disparos. Tenía
que oslar muerlo, pero continuó acercándose. Hasta que recibió un tiro en la cabe/a... La única manera de detenerlos es dispararles en la cabeza". De esta fomia se explicaba Ben, uno de los protagonistas de La noche de bs muertos vivientes, cinta pionera en este subgénero del cine de terror con alto contenido en sangre y visceras. En ella, su dircctor y coguio-nista, George A. Romero, ponía las bases de lo que sen'a el leitmotiv de otras tan exitosas como Resident Evil, 28 días después, El Amanecer de los muertos, la española Rec o la comedia Zombies Party.
Lo que todos tenemos en mente cuando hablamos de zombis es un cadáver reanimado. Según Kim Paffenroth, estudioso de las religiones y autor del libro El evangelio de los muertos vivientes, las características de estas criaturas en el imaginario colectivo son tres: se les puede matar de un tiro en la cabeza; suelen ser lentas -mental y físicamente-, pero lo que pierden en velocidad lo ganan en fuerza; comen personas y transmiten su condición a mordisco limpio.
• El mejor candidato para la pandemia sería un prión.
Precisamente el contagio vía mordedura es un detalle fundamental para entender su expansión en el mundo terrorífico que plantea el cine, pero este tipo de transmisión limita a los guionistas cuando se trata de buscar el origen de la epidemia, que suele ser un virus o una bacteria. Lo curioso es que las películas recientes no hayan incluido como fuente de la enfermedad algún agente parecido a un prión, la proteína responsable del mal de las vacas locas o del Creutzfeldt-Jakob (ECJ), en humanos.
Recordemos que los priones producen trastornos que afectan al sistema nervioso central, una característica básica de la infección xombi. Además, esta rara enfermedad comparte muchos síntomas, con los. de un muerto viviente. En las etapas iniciales, los enfermos de ECJ sufren fallos de memoria, cambios de comportamiento, falta de coordinación y perturbaciones visuales. A medida que progresa, el deterioro mental se hace más pronunciado y pueden darse movimientos involuntarios, ceguera, debilidad de las extremidades y coma, culminando con la mueile del paciente.
• Sus síntomas recuerdan a los de determinados virus.
Pero parece ser que un virus da más juego que el prión en la gran pantalla. La infección viral ocurre por contacto con los Huidos corporales del xombi, lo que, además de la saliva, debería incluir la sangre y
las secreciones del muerto viviente. Esto no suele tenerse en cuenta en el cine, soba* todo cuando le disparan a bocajairo y parte de \z sangre salta a la cara del humano.
Si nos lijamos en cómo evoluciona un infectado en las películas del género, podemos extraer'un patrón básico. Los primeros síntomas, que apaiiecen al poco tiempo del contagio, recuerdan a los de la gripe. Pero unas horas más tarxle, la salud del afectado empiexa a deteriorarse de forma acelerada, a la par que el agente viral invade el sistema nervioso. Evidentemente, los estadios finales de la infección conducen a la muerte, momento en el que el virus se ha hecho con les riendas del sistema nervioso central. El ya xombi, carece de conciencia y desarrolla unas conductas violentas. El movimiento lento y desacompasado podría ser debido a que el vims aún no ha logrado controlar los impulsas eléctricos que gobiernan las extremidades.
¿Pero hay algún viráis que pueda desatar este cuadro clínico? Los aficionados a las películas de xom-bis señalan a los mononegavirales, vims de ARN que causan enfermedades como la mbeola, la rabia o las peligrosas fiebres hemorrágicas -virus Ébola y Marburgo-. Lo que resulta más dilícil de justificar es que el virus y.ombi sea fatal en el 100% de los casos. Únicamente el VIH se aceitó a este porcentaje en los primeros años de la pandemia del sida; y el Ébola puede causar excepcionalmente la muerte del 90%- de los afectados.
• Colapso hepático y renal seguido de hipotermia.
Más inverosímil es que la vuelta a la vida del finado esté orquestada por el propio virus, como sucede en las películas de George A. Romero y en la española de Jorge Grau No profanar el sueño Je los muertos. No obstante, juguemos a la especulación científica para imaginar cómo podría suceder. Todo debe comenzar con un ataque masivo a los óiganos vitales. La ictericia -coloración amarillenta de la piel- podría deberse a daños en el hígado. Es posible que esta viscera, junto con los riñones -los zombis no hacen pis-, sea uno de los primeros objetivos del virus. Otro síntoma común es la hipotermia. El corazón rebaja drásticamente el ritmo de los latidos, lo que conlleva la falta de riego y la muerte de gran parte de la masa cerebral, esencial para que el huésped pierda la conciencia y que el virus pueda tomar el control del organismo.
A medida que nos adentramos en el perfil biológico del xombi hollywoodiease las cosas se ponen má.s difíciles de explicar: Por ejemplo, su aparato circulatorio. Al dispararles no sangran, como mucho mana de ellos una sustancia negra muy viscosa -los aficionados la llaman aceite de zombi-. Esto significa que su corazón dejó de latir y las arterias no reparten comida ni oxígeno a las células. Esta situación es insostenible. Para resolver la paradoja, algunos aficionados postulan que la sangre zombi podría ser bombeada por los músculos esqueléticos, pero eso implicaría algún proceso desconocido. Otra posibilidad es que funcione a gran escala el mecanismo por el que se alimenta la córnea del ojo, que no tiene capilares y cubre sus necesidades de oxígeno con las lágrimas y el humor acuoso. ¿Podrían usar este recurso los guionistas? No, pues la luera de la gravedad jugaría en .MI conlra. No hay manera de bombear hacia la cabeza la sangre que baja a los pies. El resultado sería que los pobres zombis sangrarían a chorros, algo no demasiado grave, pues es bien sabido que soportan grandes pérdidas de su aceite vital.
• Su carne debería desprender un hedor pútrido.
Los retos fisiológicos a los que se enfrenta un muerto viviente son insuperables. Aunque parece que aguanta mucho tiempo sin comer, su destino linal debe ser la muerte por inanición, que es la manera de eliminarlo en la película 28 días después. Sin nada -o poco- que echarse a la boca, los cadáveres andantes queman sus propias grasas corporales y luego las proteínas musculares. Todo esto tiene un efecto global que no se contempla en las películas: tarde o temprano, el zombi pierde su capacidad para moverse. Ahora bien, esto no es lo peor que puede ocurrirle. La casi inexplicable actividad metabólica lo deja en lo que es, un cuerpo muerto y en proceso de descomposición. Esto lo convierte en cobijo ideal para insectos y microorganismos necrófagos. En este sentido, resulta incomprensible que ninguna película mencione lo que sería la señal de identidad más característica de un muerto viviente: su repugnante olor, producto de sustancias como la pulrescina o la cadaverina. Es más, por el grado de descomposición seríamos capaces de determinar su edad. Las infecciones en las heridas y las llagas, así como su incapacidad para calentarse en condiciones de bajas temperaturas, deberían hacer que fuese todo un milagro que cumplieran un año de vida.
Hasta ahora a duras penas hemos podido justificarlo todo aludiendo al colapso global del sistema nervioso. Al tener' cortocircuitados los receptores del dolor; no sienten las heridas abiertas, los huesos rotos o los miembros amputados.
• Producen tanta endorfina que no sienten dolor.
Los zoinbitnaníacos argumentan que en el interior de los zombis se produce una descarga masiva de endorfinas guiada por' el virus. No está mal pensado, ponqué así también explican su anormal fuerza. Del mismo modo, sin percepción del dolor' no hay conciencia del daño que se puede sufrir; por eso son capaces de foiyar su cuerpo al máximo. En definitiva, si los zom-bis hoflywoodienses han perdido la conciencia y tienen desconectado todo el sistema nen'ioso central -salvo para mantener la actividad motora-, no es de extrañar que muchos paseen sin la mitad del cráneo pai3 disfrute del espectador.
Llegados a este punto, parémonos en un asunto crucial ya mencionado: la pérdida de conciencia. ¿Cómo podemos justificarla? De partida, debemos rijamos en el cór-tex o neocórtex, la parte externa del cerebro donde se alojan las funciones superiores. Los animales que no poseen este casquete pensante presentan "un comportamiento iastinlivo y estereotipado", según el
psicólogo Richard Gross. No obstante, esta carencia no quita que probablemente desarrollen algún tipo de conciencia propia.
• ¿Por qué sólo les apetece la carne humana?
En 2008, los biopsicólogos alemanes Ilelmut Prior, de la Universidad Goethe, Ariane Schwar/ y Onur Günlürkün, de la Ruhr Universitaet Bochum, descubrieron que las urracas son capaces de reconocerse ante un espejo. Es algo sorprendente, ya que las aves carxxen de córtex. Por lo tanto, sin esta lámina neuronal propia de los mamíferos también puede haber conciencia. Eso sí, lo que resulta imposible es que un miembro cortado tenga vida propia, como
la mano de Terroríficamente muertos. Con todo, un /.ombi con un cerebro seriamente dañado podría experimentar algún I ¡pode memoria. El fiambre sería capaz de reproducir comportamientos rutinarios, reconocer" lugares cotidianos y orientarse. Así podemos justificar guiones como el de El amanecer de !os muertos, donde acuden en masa a los centros comerciales, o Ju tierra de los muertos vivientes, en la que repiten mecánicamente lo que hacían en vida.
Sigamos con nuestro razonamiento. La destrucción del cerebro conlleva un efecto demoledor sobre los órganos sensoriales, con la desaparición de los sistemas visual y auditivo. Aparte del tacto y el ansio, el zombi podría conservar el olíalo, si mantiene intactas estructuras del sistema límbico como la amígdala, que controla la rabia, el miedo, la agresión y otras emociones. Esto explicaría por' qué no se devoran entre sí: los zombis huelen la muelle e identifican su carne como poco apetecible.
"Cuando el infierno esté lleno, los muertos caminarán sobre la Tierra", decía la publicidad de la película '/.ombi. ¿Realmente podrían acabar dominando el planeta? El neurocientílico Andera Sandberg, de la Oxford University, ha hecho simulaciones sobre la evolución de una población de humanos y zombis en una verdión del clásico problema ecológico de los zorros y los conejos. Teniendo en cuenta que su velocidad de desplazamiento es de unos pocos kilómetros al día, las plagas de zombis suelen estar' auto-ireguladas. Empiezan con una expansión rápida y luego alcanzan un equilibrio para ir desapareciendo a medida que se termina la comida. Por supuesto, existe una presión evolutiva sobre ellos. Si matan |X'i» > no mueixlen acaban desapareciendo, por lo que están obligados a evolucionar de modo que hieran al mayor número de personas posible para mantener la población.
• Pon los ojos en blanco y únete a la megafiesta
Algunos aficionados más sutiles opinan que eso de que los zombis devoren gente para alimentarse es algo que los guionistas deberían olvidar, porque si están muertos, no lo necesitan. ¿Pero entonces a qué obedecen sus ataques a los seres humanos? Podría deberse a un efecto envilecedor del viius: si se activa la necesidad de comer; se consigue que el muerto viviente sea más violento.
Sean como sean estas criaturas, la mejor forma de disfrutar del espectáculo zombi es acercarse a la fiesta The it's alive show que se celebra cada mes de octubre en Monmeville, Peasilvania, y que culmina con la caminata por el centro comercial de esta ciudad, donde se desarrolló la segunda película de la saga Zombi de George A. Romero. Como dicen los organizadores, si quieres convertirte en muerto viviente sólo debes pintarte de negro alrededor de los ojos y elevar" una mirada pendida al cielo.
• Experimentos científicos que maravillarían a los brujos vudús.
Vivir sin cabeza o resucitar tras minutos de muerte clínica es posible si ciertas funciones biológicas quedan intactas. Los científicos lo han demostrado con experimentos de reanimación de cadáveres de animales.
• El pollo decapitado. En 1945 el joven gallo Mike iba a convertirse en el plato principal de la comida de los Olsen, unos granjeros de Finita (Colorado). Uoyd, el cabeza de familia, cogió el hacha y calculó cómo conservar la mayor porción de cuello posible, ya que a su suegra le encantaba esta parte. Tras el hachazo, el decapitado Mike se levantó y se arregló las plumas. Uoyd no había cortado la yugular y un coágulo había impedido que el ave se desangrara. Se había llevado casi toda la cabeza excepto una parte del tronco del encéfalo, que controla actos reflejos incluidos el latido del corazón y la respiración. Mike sobrevivió durante año y medio. Uoyd lo alimentaba inyectando la comida por el esófago con una jeringuilla. El ave, que engordó 2,5 kilos, se convirtió en un atracción de feria que reportó a los Olsen más de 4.500 dólares al mes. El negoció terminó cuando Mike se asfixió durante una gira en Ari-zona. Pueden ver fotos del ave en www.mike-theheadlesschicken. org/photogallery.php
• Perros del más allá.
En 2005, científicos del Safar Center for Re-suscitation Research de la Universidad de Pittsburgh, en EE UU, lograron revivir a varios perros en el curso de unas investigaciones de medicina paliativa. Los científicos extrajeron la sangre de los canes y la sustituyeron por una mezcla salina enfriada con oxígeno y glucosa. Los animales entraban así en muerte clínica. Tres horas después, se les extrajo el producto y les devolvieron su sangre. Bastó un electrochoque para que resucitaran. Sólo unos pocos perros mostraron daños permanentes.
• Resurrección.
En 1940 se difundió el documental soviético Experimentos en la reanimación de organismos (puede verse en YouTube). Narrado por el Nobel de Medicina J.B.S. Haldane, mostraba cómo Sergei S. Bryukhonenko -inventor del autojektor, un corazón-pulmón artificial-, hacía experimentos con un corazón
canino. El órgano latía unido a unos tubos y a un pulmón externo accionado por fuelles. En otra secuencia, puede verse la cabeza de un perro mantenida con sangre oxigenada que responde a estímulos externos. Bryukhonenko también provocó la muerte clínica a un can, le extrajo la sangre y tras 10 minutos lo conectó a su autojektor.
Después de un tiempo, el corazón recuperó su ritmo, al igual que la respiración. Muchos piensan que esta película no fue más que propaganda soviética, aunque los procedimientos empleados habían sido publicados por Bryukhonenko. Este afirmó que las cabezas sobrevivían unos pocos minutos y los perros, unos cuantos días.
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