Tal vez porque somos animales de costumbres leemos el horóscopo cuando lo tenemos a mano, intentamos jugar siempre a la lotería con los mismos números o tenemos una prenda da un plus de seguridad en los momentos cruciales. Es posible, pero, cómo explicar que en pleno siglo XXI sigamos temiendo al año bisiesto, nos inquieten los eclipses, evitemos el número 13 o demos continuidad a las más absurdas cadenas de mensajes vía email, redes sociales, etc. buscando con ello suerte o protección.
Nunca se ha
encontrado ninguna evidencia de humanoides acuáticos". Ese era el
contundente encabezado de un comunicado emitido el 27 de junio de 2012 y que
sin temor a equivocamos podríamos considerar histórico. No en vano, lo hizo
público el National Oceanic and Atmospheric Administration, uno de los más
destacados y prestigiosos departamentos del Gobierno de Estados Unidos, crucial
por ejemplo para el comercio marítimo o la seguridad costera. ¿El motivo? Pues
nada más y nada menos que la abrumadora presión que miles de ciudadanos
ejercieron sobre dicha institución para que revelara la verdad que en teoría
ocultaba sobre las sirenas. Increíble pero cierto.
ENIGMAS ya se
ocupó con amplitud de esta rocambolesca historia en el número pasado, por lo
que nos ahorraremos los detalles y remitimos a ese número a los lectores
interesados. Aunque es cierto que en algunos países todavía se persigue y
condena a ciertas mujeres por brujas, es bastante probable que salvo en EEUU no
encontremos ningún otro país occidental en el que un mito como el de las
sirenas pueda ser dado por válido hoy en día.
No en vano, es
precisamente en el país de las barras y estrellas donde una empresa, Maperton
Trust, es capaz de vender con éxito una "Unidad Repelente de
Piojos", consistente en una placa con un unicornio dibujado o donde
diversas universidades y numerosas instituciones académicas, sociales y
políticas, defienden con vehemencia los principios religiosos del creacionismo
-rebautizado como "diseño inteligente"-frente a las constantes
evidencias a favor de la teoría de la evolución de las especies.
Sobre estas
líneas, Rhonda Byrne, autora del best-seller mundial El Secreto-en la imagen de
al lado-, un libro que ha cautivado a millones de personas basándose en
consejos más cercanos a la superstición que desde luego a la experimentación
científica. Pero, ¿qué poder tiene realmente nuestra mente?
Estos ejemplos
nos permiten arrancar fijando la atención en la arbitrariedad de las etiquetas.
¿Qué es exactamente una superstición? Aunque todos tenemos una idea más o menos
clara -tocar madera, evitar derramar sal, fobia al 13..,-, dentro de esa
definición podrán entrar un mayor o menor número de asuntos en función de la
autoridad que etiquete. ¿La religión es una superstición? Muchos no tiene duda
y otros defienden que no es correcto hablar de la religión como una superstición
dado que la religión tiene un sistema estructurado de creencias con un código
ético y de conducta detrás, ¿Resulta legítimo tildar de supersticiosos a quienes
creen en fenómenos paranormales o en la vida después de la muerte? Para un extremista
del escepticismo es evidente que sí, aunque con esa afirmación ignoren a las
innumerables instituciones académicas y profesionales de la ciencia que indagan
sobre estos fenómenos.
Supersticiones
por doquier
Es cierto que
en estos episodios de la sirena hubo una clara intención de engaño a través de
documentales bien estructurados que supieron sacar provecho de una tendencia
muy humana a la credulidad, o a creer en lo sobrenatural como defiende el
psicólogo experimental Bruce Hoop, de la Universidad de Bristol, Para este
investigador, autor del influyente libro Supersense: Why We believe in the
Unbelievable, la mente humana tiene una predisposición innata "a pensar
que hay patrones invisibles, fuerzas y esencias que
habitan el
mundo. Esta forma de pensar es inevitable, y puede ser parte de la naturaleza
humana el vernos conectados entre sí a este nivel más profundo. Por otra
parte, estas creencias pueden actuar como medio de cohesión entre individuos
sobre la base de valores profundos compartidos que trascienden lo mundano al
convertirse en sagrado".
Una
sublimación de esta forma de contemplar el mundo, de lo que psicólogos y
antropólogos han dado en llamar pensamiento mágico, la vemos hábilmente recreada
en la reciente sene Touch, protagonizada por Kiefer Sutherland, y parece
justificar parte del arrollador éxito de libros como El Secreto de Rhonda
Byrne. En la consolidación individual de esta forma de ver el mundo interviene,
según Raymond Nickelson, el llamado Sesgo de Confirmación."La presunción
de que existe una relación -explica Nickelson- nos predispone a encontrar
pruebas de ella incluso cuando no las hay, y si las hay a darles mayor
importancia de la que tienen y a llegar a una conclusión que va más allá de lo
que las pruebas justifican".
Curiosamente,
nadie está a salvo de caer en las redes de ese prejuicio, incluido los
escépticos. El tiempo dirá si realmente asuntos como la llamada Ley de la Atracción
y el poder del pensamiento para modelar nuestra realidad tienen que ver más
con la revolución científica de lo cuántico y fenómenos como el entrelazamiento,
que con la irracionalidad. De momento, hay comportamientos que inducen a pensar
más en lo segundo que en lo primero, como es el caso de las incómodas e
inacabables cadenas de mensajes o carta de cadena, en las que para atraer la
fortuna o la salud, o bien protegerte de alguna amenaza, te invitan a
reenviar a cierto número de personas una plegaria, oración, reflexión o
historia emotiva.
En la era de
las nuevas tecnologías, el engorroso proceso de escribir diez cartas y
llevarlas a la oficina de correos ha quedado atrás, y en su lugar las cadenas
de mensajes han demostrado su capacidad de adaptación discurriendo en la
actualidad a través del correo electrónico, las redes sociales, los SMS o los
chats de aplicaciones como el WhatsApp o el Line. Aunque la estadística puede
jugar a favor de que a alguna persona que siga la cadena le pase algo
especialmente bueno e inesperado, o bien que a otro que la rompa le caiga
encima un piano, el sentido común y la realidad nos dice que este tipo de
cadenas no son más que mero e incómodo spam, que a veces incluso viene
acompañado de insufribles montajes en powerpoint. Sin embargo, por la comodidad
e inmediatez que tiene hoy en día dar continuidad a las cartas de cadena a
través de la tecnología, su subsistencia sólo parece estar amenazada por la
saturación.
La tecnología
también parece jugar a favor de la difusión y retroalimentación de creencias
surgidas y sustentadas en vivencias diarias y personales como las de los
sueños. Al margen de las aproximaciones psicológicas, psicoanalíticas y de
elementos arquetípicos, los sueños inexorablemente siempre han sido vistos como
un sendero por el que transitan constantemente presagios o información resolutiva
sobre los conflictos que nos atenazan.
Y no sólo no
parece que esto vaya a cambiar, sino que por el contrario todo apunta a que se
verá reforzado. La International Association for the Study of Dreams con sede
en Virginia, Estados Unidos, ofrece la posibilidad de registrarse y llevar un
diario online de los sueños que, además de poder ser interpretados en su base
de datos transculturaI, permite la elaboración de estadísticas a partir de las
cuales se deduce el número, color, sentimiento, etcétera, que ha predominado
en los sueños de sus usuarios durante un periodo concreto de tiempo. Otras
supersticiones también parecen tener asegurada por mucho tiempo su
continuidad. El caso de los horóscopos de prensa diaria es uno de los más
gráficos y hasta los astrólogos los intentan combatir por la escasa seriedad
que aportan a su siempre cuestionada disciplina. Aunque nadie hoy en día sería
capaz de defender la idea de que esos horóscopos son meros pasatiempos, frases
genéricas que de forma aleatoria van rotando porcada uno de los signos del
zodiaco día tras día, la mayoría de la gente les echa un vistazo y en su fuero
interno buscan algún tipo de asociación con su situación personal. Eso sin duda
garantiza su perdurabilidad en las páginas de la prensa, y por tanto la
retroalimentación con los lectores. Lo mismo sucede con la idea de los números
de la suerte, terreno en el que también, dejando a un lado los preceptos de la
escuela numerológica y la tradición en algunos casos sagrada asociada a
ciertos
números y
cifras, irrumpe con fuerza esa tendencia al pensamiento mágico. Convertimos en
números de la suerte las fechas de los nacimientos de nuestros seres queridos
o aquellas en las que han tenido lugar acontecimientos felices en nuestras
vidas, y los usamos para jugar a la lotería estableciendo una relación entre
ambos elementos, de manera que esperamos que actúe una suerte de magia
simpática que atraiga el premio. Y a pesar de que no toca, persistimos en el
intento una y otra vez esperando que algún día suceda.
Un caso
reciente que dio mucho que hablar en Estados Unidos fue el de Hermán Cain,
antiguo magnate de las piz-zas que se postuló como candidato a la presidencia
de EEUU por el Partido Republicano. Cain dedicó un capítulo de su libro This is
Hermán Caín! al 45, número que según reconocía aparecía de forma muy
significativa en su vida. Que sea precisamente el capítulo 9 no es tampoco
azaroso. Él nació en 1945 y si lograba su objetivo, se convertiría en el presidente
N ° 45.Además, este 2013, el año en el que ocuparía ya el cargo, coincidiría
con su 45 aniversario de boda. La cosa se truncó de forma brutal con su
retirada tras un escándalo sexual.
¿Y qué decir
de caminar por debajo de una escalera? Parece evidente que esa superstición tan
popular y con un origen religioso vinculado a la crucifixión, a diferencia de
las anteriores, pueda tener algo de razón y vigencia si consideramos que
podemos tropezamos con ella o que un objeto o alguien que la está usando puede
caer sobre nosotros. Parece lógico por tanto evitarla. Sin embargo, un estudio
publicado en febrero de 1974 en la revista Personality and Social Psichology
Bulletín y realizado entre otros por Janet Polo, Deborah Saa y David Blass, de
la Universidad de Maryland, Baltimore, reveló que las personas tenían una
mayorten-dencia a pasar por debajo de una escalera si previamente habían visto
a otra persona hacerlo, pero esa tendencia disminuía de forma considerable si
eran ellos los observados. ¿Cómo interpretar este resultado? Es difícil saberlo.
Un experimento
muy reseñado de Bruce Hoop, que revela nuestra tendencia al pensamiento
supersticioso, tuvo como protagonistas al público de un festival de ciencias, a
quienes mostró una chaqueta invitando a que se la probasen a cambio de 10
libras. Muchos levantaron la mano aceptando el reto, pero al instante, la mayoría
la bajó al decirles que había pertenecido al asesino en serie británico Fred
West En el fondo, afloró el temor a que algún tipo de esencia negativa quedase
impregnada en la prenda y fuese capaz de adherirse a ellos. Una versión
opuesta de esta reacción o fenómeno que Hoop define como
"esencialismo" lo encontramos en iniciativas empresariales como la
llevada a cabo por la empresa Teddy Sears Treasured, quienes desde New Jersey
fabrican osos de peluche con la ropa de aquellos seres queridos que el cliente
ha perdido, generando una cascada de emotivas reacciones entre los compradores
al vincularlos con sus familiares. Al respecto e irónicamente, Hoop se
preguntaba en su blog: "¿Qué harían con la ropa de Jeffrey Dahmer o la de
Fred West? Probablemente hacer un muñeco de Chucky".
Del registro
bautismal a la bolsa
Algo de
pensamiento mágico parece haber también en la ancestral costumbre de vetar
ciertos nombres. En muchas culturas nombrar el mal o alguna tragedia era casi
una invocación, por lo que o bien se evita hacerlo echando mano de eufemismos
-en Canarias, por ejemplo, al diablo se le llama Roberto-, o por el contrario
se hacía en voz baja desde la contradictoria ingenuidad de que esa
"fuerza" que creemos opera en un rango sobrenatural no va a poder
escucharnos. También se podía acompañar para contrarrestar su "efecto
llamada" de una expresión verbal -ante algo maligno decir "cruz perro
maldito"- o de algún gesto sagrado como la persig-nación, que en esencia
no consiste en otra cosa que en combatir una superstición con otra. Si
exceptuamos ei mal gusto, las extravagancias o la provocación pura y dura que
hemos visto en algunos casos en los que se ha querido bautizar a algunos niños
con nombres como Hitler, ese temor atávico de la invocación parece subyacer en
las prohibiciones gubernamentales de poner ciertos nombres a los niños. Hace
pocos meses era Nueva Zelanda quien se convertía en noticia por haber vetado
nuevamente el nombre Lucifer, que al igual que Diablo, Satán, Azrael y sus
equivalentes en otras culturas o religiones, o Judas y Caín, no suelen ser
admitidos en gran medida por no tentar a la mala suerte.
Es difícil
saber si con el tiempo las supersticiones desaparecerán por completo, mutarán
o serán sustituidas por nuevos gestos o rituales con los que invoquemos la
buena suerte o nos aseguremos un plus de protección adicional. Como hemos
visto, para psicólogos y antropólogos son parte inherente de nuestra forma de
ser y de relacionarnos, y el hecho de que las religiones persistan e incluso
se vean reforzadas en tiempos de crisis como los actuales, debería darnos una
pista diáfana sobre el futuro de las creencias. Y es que los estudios y encuestas
realizadas no logran determinar con exactitud cuáles son las características
que pueden hacera una persona más o menos supersticiosa.
Aunque la
educación es un elemento clave para el triunfo de ciertas ideas absurdas y la
cultura un factor esencial en la transmisión, la realidad es que cruzar los
dedos, portar amuletos o realizar ciertos gestos antes de tomar alguna
decisión o ejecutar una acción peligrosa, es algo que lo encontramos en
prestigiosos intelectuales, científicos, cirujanos, ingenieros, políticos,
arquitectos, pilotos, deportistas e incluso astronautas -ver recuadro-. Algunos
estudios apuntan a una mayor incidencia en mujeres que en hombres, y otros a
una mayor receptividad a las supersticiones entre los menores de 30 años. Sin
embargo, también hay estudios que apuntan a lo contrario. El estrés, que lo
llevamos imbricado en nuestra naturaleza, parece un factor esencial. Una investigación
realizada por los psicólogos de las universidades de Texas y Northwestern,
Jennifer Whitson y Adam Galinsky, publio el yoga, que contribuyen a la
perdurabilidad de tales efectos. Quizá donde con más claridad se cristaliza
esa contradicción sea en el mundo del deporte, terreno en el que los
entrenadores y deportistas de élite tienen muy claro que visualizar los
objetivos es tanto o más importante como la acción física que conlleva a los
mismos.
Parece algo
desproporcionado, pero a esa conclusión han llegado reiteradamente a partir de
la experiencia. Desde esa óptica tal vez los numerosos "rituales
supersticiosos" que ejecutan los deportistas tengan una razón de ser.
Quizá no se trata tanto de conjurar a la suerte como de ir encendiendo
interruptores internos que encadenadamente activan los mecanismos psíquicos y
físicos que conducen a un rendimiento más óptimo. Tenistas que necesariamente
deben hacer botar la pelota un número de veces antes del saque, jugadores de
béisbol que desarrollan interminables rituales antes de batear, futbolistas
que evitan por todos los medios pisar las líneas del campo... o casos tan recientes
como el del baloncestista internacional Sergio Rodríguez, "el
Chacho", que luce un look casi de rabino que, afirma, le trae suerte en
la cancha. Estos casos también son un ejemplo de cómo las supersticiones se
profesionalizan, es decir, de cómo se desarrollan con especificad este tipo de
comportamientos en función de los trabajos o profesiones. Actores, toreros,
médicos, científicos... todos ellos tienen su vademécum supersticioso
particular. Todos buscan la buena suerte, ya se sea en forma de éxito o de
protección, mediante la ejecución de protocolos concretos o la evitación de
ciertos elementos.
Un reciente e
innovador experimento llevado a cabo por Tat Shing Chung intentó clarificar si
ciertas ideas tildadas de supersticiosas podían realmente ser eficaces a la
hora de atraer la buena o la mala suerte. Este joven diseñador y artista de 25
años creó el llamado "Fondo Supersticioso", un fondo de compra y venta
de acciones en el índice FTSE100 de la bolsa del Reino Unido.
El experimento
duró exactamente un año, arrancando por indicación expresa de los numerólogos
consultados a las 16.00 horas del 1 de junio de 2012 y finalizando el 1 de
junio pasado. Por medio de un programa diseñado por el programador especializado
en economía Jim Hunt, en la compra y venta de acciones que de forma
automatizada
realizaba el software Robot Superstitious, intervenían factores como no vender
en viernes 13, compraren días propicios de acuerdo a los principios de la
numerología, o las fases en las que se encontraba la Luna. Además sus
algoritmos, a partir de los resultados obtenidos, permitían generar
"nuevas supersticiones" en función del éxito o el fracaso de las operaciones
bursátiles. Para su experimento logró 7.585 dólares procedentes de 144
inversores de 55 ciudades de todo el mundo, cifrándose las pérdidas del fondo
en un 16,18%. Los resultados están dentro de lo esperado por Chung, que ya
prepara otro experimento en la misma línea. De mejorar el software, y viendo
lo impredecible de los mercados, tal vez debamos plantearnos seriamente la
conveniencia de invertir en su próximo estudio.
Lo cierto es
que la superstición forma parte de nuestras vidas y, dependiendo de la
situación y el carácter de cada uno, adquiere un grado u otro de relevancia,
pero está ahí, siempre ha estado ahí, y parece tomar un cariz nuevo cada día...
Ideas erróneas:
¿una variante de la
superstición?
¿Son las ideas
y creencias erróneas, esas que permanecen fuertemente enraizadas y son
repetidas una y otra vez a pesar de ser constantemente desmentidas, una
manifestación de lo que llamamos superstición? Aunque para fa mayoría son
tópicos intrascendentes fruto de la desinformación, para algunos expertos en
supersticiones su perdurabilidad delata puntos en común con las mismas, aunque
a diferencia de ellas, no implican un efecto propiciatorio de la buena o la
mala suerte. Es el caso por ejemplo de la tan manida afirmación de que
"sólo usamos el 10% de nuestros cerebros", con la que generalmente se
busca dar a entender que no aprovechamos todo nuestro potencial y al mismo
tiempo se busca crear un marco que haga admisible la existencia de ciertos fenómenos
paranormales. La realidad es que usamos todo nuestro cerebro, unas zonas más
que otras en función del momento. ¿Es la Gran Muralla China la única estructura
visible desde el espacio? Definitivamente no, aunque tal vez desde cierta altura
lo pudo ser en el pasado.
Esta creencia
errónea persiste con la misma fuerza que aquella que asevera que las uñas y el
pelo continúan creciendo tras la muerte, cuando lo que ocurre realmente es que
hay una contracción de la piel que crea esa apariencia. Las rubias y pelirrojas
no se extinguen, una moneda de un centavo que cae desde el Empire State no
puede matarnos, acariciar ranas y sapos no transmite las verrugas, los
avestruces no esconden la cabeza bajo la arena ante las amenazas, somos
capaces de regenerar neuronas... esa es la verdad, pero lo contrarío sigue
triunfando.
Supersticiones de altura:
astronautas y cosmonautas
La idea de que
las supersticiones surgen como fruto indefectible de la incultura está
desterrada desde hace mucho tiempo, aunque sea un tópico muy enraizado. Donde
menos esperaríamos encontrar este tipo de conductas resulta que las encontramos
a borbotones, y encima, sin intención alguna de ocultarlas. Es el caso de la
astronáutica, terreno en el que nadie cuestiona el predominio absoluto de la
mentalidad científica. Todos los cosmonautas rusos, antes de partir al espacio,
se bajan del vehículo de transferencia que les lleva a la zona de lanzamiento,
para orinar en la rueda derecha trasera del mismo, vehículo que por cierto
lleva herraduras. El ritual, al parecer, les trae suerte e imita según dicen lo
que hizo Yurí Gagarin. y aunque las cosmonautas están exentas por razones
obvias, alguna se ha llevado su botecito para remedar el gesto...
¿Rocambolesco? Puede, pero no es lo único que hacen. La noche anterior al
lanzamiento y sin saber muy bien el motivo, deben ver la comedia rusa del año
1969 Sol blanco del desierto. El personal va colocando monedas sobre los raíles
por donde se traslada el coñete Soyuz al cosmodromo de Baikonur, piezas que ya
aplastadas se consideran talismanes, mientras que el comandante selecciona para
cada misión un objeto que actúa como talismán, se coloca en la cápsula y se
espera que sea lo primero que flote al alcanzar la ingravidez. Además, durante
la carga de combustible en el cohete, se debe escribir con el mismo un nombre
de mujer, mientras que los estadounidenses graban sus iniciales en los
depósitos de oxígeno líquido de la lanzadera espacial.
Estas y otras
supersticiones han sido recopiladas por el ingeniero de la NASA Tony Rice y
divulgadas en medios oficiales. No hay nada que esconder. Una de ellas es muy
conocida por su eco cinematográfico, la del director de vuelo Gene Kranz. que
llevaba un chaleco nuevo tejido por su esposa Marta en cada misión. De los
casi 60. el chaleco que llevó durante la misión Apolo 13 -Interpretado en el
cine por Ed Harris- se exhibe en el Museo Nacional del Aire y del Espacio.
Durantes los "siete minutos de terror" que dura la entrada en la
atmósfera y el periodo de desaceleración antes de tomar tierra de las misiones
a Marte, ingenieros y científicos se ponen a comer ritual-mente cacahuetes.
Antes del lanzamiento, el comandante de las misiones estadounidenses debe
jugar a las cartas con los controla-dores, juego que no se detiene hasta que se
alza como ganador, dejando atrás la mala suerte.
De gravedad diversa
Al igual que
una buena historia de fantasmas o un crimen pueden dificultar la venta o
alquiler de una vivienda desplomando su precio, tener el número 13 sobre el
dintel la devalúa en Reino Unido una media de 7.500 libras. En ciudades como
Las Vegas, sustentadas en la realidad del juego y en la ilusoria percepción de
la suerte, la mayoría de los hoteles se han salto el número 13 en la
numeración de sus plantas y habitaciones. Curiosamente, sólo un 13% de los
encuestados en 2007 por la consulto-ría Gallup reconocieron que les inquietaría
alojarse en la planta decimotercera de un hotel, contratiempo éste que al
parecer molestaría el doble a las mujeres que a los hombres. Ya en 1996, el 25%
de los estadounidenses se reconocieron supersticiosos, de los que el 9% temía
al 13. Por el contrario, el 27% tocaba madera, el 13% se inquietaba con
cruzarse con un gato negro y un 12% sorteaba las escaleras. En 2005 se estimó
que uno de cada cuatro estadounidenses, canadienses y británicos, creían en la
astrología, mientras que un 21% creía en la existencia de brujas en tierras del
Tío Sam, frente al 13% que compartieron Canadá y Reino Unido.
Hacia 2007 la
mitad de los argentinos reconocieron a Gallup tener un amuleto, pero sólo uno
de cada diez se declaró supersticioso. Reconociéndolo o no, parece ser que el
30% pedía deseos antes de apagar las velas de su cumpleaños, un 19% tocaba
madera por precaución y un 17% pedía deseos al ver pasar una estrella fugaz.
Una encuesta
similar realizada en el verano de 2012 en Panamá arrojaba un resultado algo
parecido, aunque con menos complejos a la hora de reconocerse como
supersticiosos, si vemos que la mitad lo confesó abiertamente. Un 47% de
encuestados creía que colocando una escoba al revés detrás de la puerta las
visitas indeseables se irían antes, mientras que un 44% no abriría un paraguas
dentro de la casa por pensar que atraería desgracias, acción que en algunas
zonas de España se piensa que atrae a las brujas.
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