Músicas sobre muerte y otros anhelos autodestructivos
Desde la música clásica hasta el
heavy metal, se hallan obras cuya lírica, medio idóneo para la expresión de
sentimientos inflamados, ha buceado en las aguas profundas de la vertiente
autodestructiva humana.Y aproximarse al abismo, en ocasiones, tiene sus
consecuencias. En el presente artículo hablamos de composiciones cuya temática está dedicada al
suicidio... un asunto difícil y más habitual de
lo que se cree.
Por Beatriz Erlanz
Fuente, Revista ENIGMAS Nº 189
A partir del mismo nacimiento de la música, el
hombre siempre le ha atribuido propiedades casi sobrenaturales. Para el ser
humano primitivo debió ser algo enigmático y fantástico, expresión de los poderes de sus dioses. Está atestiguado
el uso de cantos mágicos desde la antigüedad en procesos curativos relacionados con la magia, la religión e, incluso, con el pensamiento racional; y en la actualidad, los
efectos sobre la mente y el cuerpo humanos son bien conocidos. La música no deja de ser en parte la proyección individual
de las experiencias emocionales del hombre y precisamente en esas mismas
emociones influye, llegando a despertarlas o intensificarlas.
Sin embargo, el abanico de sentimientos que el hombre es capaz de
experimentar es muy amplio y no todos pueden considerarse de naturaleza feliz o
placentera. Y esas emociones incómodas, y específicamente las
de vocación suicida, las vamos a examinar desde la perspectiva musical.
Pero, ¿cuándo se comenzó a tratar esta materia en la música
occidental? El suicidio, desde la Antigua Grecia, ha sido considerado un acto
injusto contra la ley -Aristóteles, Ética a Nicómaco V. 10,1138a
4-20-, una acción prohibida sin una orden divina -Platón, Fedón 61b-62d- y que implicaba deshonor e ignominia. Todo esto era debido a
que las antiguas sociedades tradicionales "sacralizaban" la muerte y
trataban de introducirla en un sistema de ritos y creencias colectivas. De ahí que el someter a la sociedad a la presencia de la muerte por medio
de una decisión unilateral y personal, se condenara y
rechazara de manera contundente.
Todo esto empezó a cambiar a finales del siglo XVII e inicios del XVIII, afianzándose en el XIX. La muerte se "desocializó", pasó del ámbito público donde estaba circunscrita y custodiada, al privado donde se
liberó, perdiendo a su vez también parte de la riqueza simbólica en las conductas funerarias hasta entonces mantenidas. Fue
entonces cuando los artistas y poetas comenzaron a plasmar en sus obras la temática del suicidio de manera franca.
Muerte entre los clásicos
Donde más abundantemente ha sido reflejado el
problema de la mors voluntaría dentro de la música clásica, es, sin duda, en la ópera. Un género además prolijo en todo tipo de crímenes violentos y que ha representado
sin tapujos a personajes quitándose la vida casi siempre por motivos pasionales. Un total de 77
suicidios repartidos en 306 óperas. Célebres son las muertes de Cio-Cio San en
Madame Butterfly de Puccini, de Lucía Ashton en la obra de Donizetti Lucia
di Lammermoor, de Lakmé en «la delicada y maravillosa ópera del mismo nombre de Leo Delibes o
de Dido, en la de Purcell Dido y Eneas. Pero no todos los buscadores de
la muerte han sido mujeres. Héctor Berlioz en Los Troyanos organizó un auténtico holocausto suicida sobre el
escenario con el propio coro;Tristán decide acabar con su vida en la magnífica Trístán e Isolda de Wagner y lo mismo sucede con el protagonista
del Otello de Giusseppe Verdi.
La fuerte carga emocional de la ópera en
general la hizo proclive, sobre todo durante el periodo romántico, a todo tipo de hipérboles calamitosas que buscaban su
inspiración la mayoría de las veces en los pasajes más desdichados de la literatura clásica
occidental: Fedra, Hamlet, Salambó, Werther... precisamente de la obra de
Goethe es bien conocida la ola de suicidios que produjo.
Podríamos nombrar como curiosidad La Dama
de Picas de Tchaikovsky, basada en el relato homónimo de
Alejandro Pushkin,
donde los principales protagonistas de la obra sufren mejor suerte entre las
letras que en el mundo de la música, donde ambos se suicidan. Y con
este compositor ruso, además, se comienza a atisbar una tendencia
morbosa que trasciende la mera escucha de una pieza musical truculenta: el
suicidio en la vida real.
Una de las teorías que se
barajan sobre la muerte de Tchaikovsky, aparte de la de contraer el cólera tras ingerir agua contaminada, es el suicidio. Nueves días después de estrenar su Sinfonía n° 6 en Si menor, la Patética, donde manifestaba sus profundas
inquietudes respecto al destino y la muerte, el compositor ruso falleció en circunstancias muy poco claras. Esta obra, a partir de entonces,
es considerada por parte del público y algunos estudiosos como una
especie de nota de suicidio.
Sobres estas líneas, Tristán e Isolda,
quienes deciden suicidarse
por amor en la ópera homónima de Wagner y diferentes portadas de
discos de músicos cuya creación estuvo de
una u otra manera relacionada con el tema del suicidio, como Ble Holiday, Tctiaikovsky o Leo Omstein.
La reputación de Gloomy Sunday
Ya entrados
en el siglo XX, la música clásica nos legó a través del pianista Leo Ornstein la obra Suicide in an Airplane, repleta
de clústeres tonales. No obstante, es la pieza Szomorú vasárnap o G/oomy Sunday, como es mundialmen-te conocida, la que obtuvo
el honor de ser designada a causa de su creciente fama de maldita "la
canción húngara del suicidio".
Szomorú vasárnap, que se traduce como Domingo Triste o
Domingo Lúgubre, fue compuesta en 1933 por Rezs Seress y László Jávor. En un contexto convulso, periodo de Entreguerras, acercamiento
por parte de Hungría a la Alemania nazi y crisis económica, la canción caló profundamente
por su irresistible melancolía, provocando una ola de suicidios en el
país magiar que la llevó a ser censurada.
Esto no impidió el éxito categórico de la canción, más bien al
contrario, incluso se realizaron versiones en inglés como la célebre de Billie Holiday -en la que se añadieron unos
versos finales donde se suavizaba el mensaje de la letra-. Vistos los
"antecedentes" y lo que estaba provocando entre la población, fue prohibida de nuevo hasta su retransmisión en la mismísima BBC, y de ahí por contagio a numerosos clubs y emisoras de Estados Unidos, lo que
acrecentó todavía más su fama de
maligna a niveles increíbles.
Pero la relación de esta canción con el suicidio, se podía remontar hasta sus propios orígenes compositivos: la inspiración procedía de la nota que dejó una novia de László Jávor antes de quitarse la vida, donde únicamente dejó escritas esas dos palabras, domingo triste. El suicidio del creador
de su música, Rezs Seress, tras varias tentativas, y su trágica vida, tampoco ayudaron a mitigar precisamente su reputación funesta. Seress, músico de formación autodidacta
y origen judío, fue superviviente de un campo de concentración y, a pesar de la ingente cantidad de royalties que estaba
generando la canción en América,se negó a abandonarsu Hungría natal, viviendo en la miseria y deprimiéndose profundamente por verse incapaz de lograr componer otro éxito como el de Domingo Triste.
Evidentemente, tanto suicidio no pudo ser completamente real, así que es lógico pensar que nos encontremos con una
primigenia campaña de propaganda en toda regla. De esta
manera se puede decir que nació la primera canción pop de la historia.
No obstante, sí fue cierta su prohibición, su relación con algunos suicidios eventuales
incluido el de Rezs Seress. Además es innegable su impacto socio-cultural
en la música popular del siglo XX; numerosos y diversos artistas la han versionado a lo largo del tiempo:
Portishead, Bjórk, Serge Gainsbourg, Ricky Nelson, Ray
Charles, Diamanda Galas, Elvis Costello, Christian Death o el mismísimo Antón Lavey... propagándose hasta el mundo del cine -La Caja Kovak, La lista de
Schindler...-, la literatura -Bukowski- o la televisión -Los Simpson-. Ha pasado a la historia como tema adalid de
lo maldito sin dejar de lado su indiscutible belleza y calidad musical.
Rockn'Roll y derivados
Si existe un género
musical, sobre todo en el mundo anglosajón, que ha
sido relacionado habitualmente con el satanismo, Lucifer y demás folklore malévolo y pernicioso, es el rock y demás extensiones musicales como el heavy metal, post-punk, goth-rock,
emocore, etc. Ya desde sus inicios, el rock fue empapado de ese halo; el
propio Jerry Lee Lewis exclamaba que es difícil creer
en Dios y hacer la mú-[ sica del diablo, echando más le-" ña al fuego y haciendo de este estilo
musical un terreno fértil para cualquier tipo de especulación siniestra. Así que no es sorprendente hallar vínculos entre amigos de la muerte y el rock. Suicide So/ution de Ozzy
Osbourne es un ejemplo meridiano. Ozzy Osbourne fue vocalista de una de las más importantes bandas de hard rock de los años 70,
Black Sabbath. De su disco debut en solitario, B/izzard of Ozz (1980), procede
el tema en cuestión, cuya letra fue el detonante de que
fuera procesado judicialmente en 1986. Ozzy Osbourne fue acusado de provocar el
suicidio del adolescente canadiense John McCollum, enfermo de depresión, pegándose un tiro mientras escuchaba la
canción. Los padres del muchacho lo culparon de incitar a la auto-destrucción en sus letras.
La composición fue analizada por The Institute for
Bio-Acoustics Research, Inc. -Instituto de investigación Bioacústica-que afirmó encontrar mensajes sublimi-nales que inducían al
suicidio. Ozzy Osbourne, evidentemente, lo negó en el
juicio. El cantante explicó que los versos de la canción estaban dedicados a Bon Scott, otro famoso cantante de rock de la
banda AC/DC, que murió de una tremenda borrachera dada su
tendencia a abusar del alcohol. Fue esa adicción que el
propio Ozzy sufría, la que le impulsó a escribir la canción, ya que la palabra solution no se refería a desenlace o término, sino a sustancia, emulsión. El sentido
de la canción no tenía nada que ver con incitar al suicidio,
se trataba en realidad de un tema bastante amargo sobre el alcoholismo y la
autodestrucción derivada de él. Ozzy Osbourne fue absuelto aunque no se libró de volver a ser acusado, de nuevo, de provocar el suicidio de otro
joven de 14 años en Minnesota. No sería tampoco la última vez. En este caso también fueron
acusadas otras bandas del mismo género musical como Mótley Crüe o Judas Priest.
Estos últimos, Judas Priest, fueron blanco
también de la misma acusación en 1990. La canción que causó la tragedia, el suicidio de dos jóvenes de 20 años en Reno, Nevada, ni siquiera era de
la banda británica, sino de una formación bastante anterior, SpookyTooth, de finales de los 60. Las letras
del tema Setter byyou, betterthan me fueron durante 17 meses y en más de 100 páginas, diseccionadas bajo sospecha de
poseer mensajes su-bliminales que incitaran a los jóvenes a
dispararse. Los hechos en sí tuvieron lugar en diciembre de 1985,
cuando los dos muchachos se encerraron durante varias horas fumando marihuana,
bebiendo alcohol mientras escuchaban el disco donde estaba incluida la canción y, sin saber los motivos, decidieron pegarse un tiro.
Como en el
caso de Ozzy Osbourne, Judas Priest fueron absueltos pero no debemos
desestimar aquí la influencia verdadera en todo este
circo mediático: la política. En esos años Tipper Gore, esposa de Al Gore,
enarbolaba el estandarte del Parents Music Resource Center -Centro de Recursos Musicales de Padres-, una
especie de comité político que trataba de alertar a los
padres sobre los peligros de la música moderna, sobre todo del rock, cuyas letras promovían según su visión, el consumo de drogas, la violencia
y el suicidio, apoyando para evitar estas influencias perniciosas sobre la juventud americana, la censura directa.
Artistas de la talla de Frank Zappa o Jello Biafra lucharon activamente contra
ella.
La tradición continúa
Ahora que están a punto
de regresar los años 90 a diferentes niveles culturales
y estéticos, no podemos obviar la muerte de uno de los últimos mártires e ídolos pop: Kurt Cobain.
El norteamericano fue un artista que plasmó en las letras de numerosas composiciones su talante autodes-tructivo
y tendencias depresivas. Una de las más
significativas, aunque no de las más populares, es la explícita "I hate my-self and I want to die" -"Me odio y
quiero morir"-. No debería asombrarnos que un 5 de abril de
1994 decidiera acabar con su vida descerrajándose un tiro en la cabeza.
Afortunadamente, esa predilección por la autodestrucción no fue más allá de sí
mismo, pero sí era el reflejo de un movimiento musical ampliamente
conocido como Sonido Seattle o Grunge, y cuyo ideario, expresado
rotundamente en sus textos, no era en general de carácter
festivo. Otros ejemplos de júbilo y gozo en los versos de otras
bandas pertenecientes al mismo movimiento musical serían
"Down in a Hole" de Alice in Chains o "Jeremy" de Pearl
Jam.
Ozzy Osbourne
o Judas Priest
fueron
denunciados por
incitar al suicidio
en sus letras
Dos décadas antes y sin la repercusión mediática de Kurt Cobain, encontramos otro
ejemplo de artista atormentado que decidió suicidarse y
cuya influencia en el mundo del rock moderno es esencial: lan Curtís. Su legado musical en Joy División, de letras
oscuras, tristes, de psicología compleja y tortuosa, eran la
reverberación de sus inüicados problemas personales, donde
confluían dificultades derivadas de su epilepsia, su precoz matrimonio fallido
y personalidad inestable extremadamente sensitiva. Con solo 23 años y escuchando el álbum de Iggy Pop The Idiot, se
ahorcó.
Pero en la actualidad también encontramos sucesos que, tristemente,
nos muestran los lazos existentes entre música y
suicidio: la muerte de la joven inglesa de 13 años Hannah
Bond en 2007. La banda que fue culpada de su desaparición fue My Chemical Romance, asimismo como la mili-tancia de la muchacha
dentro de la tribu urbana denominada Emo, cuyo estilo y sensibilidades
masoquistas y depresivos son conocidos y ridiculizados habitualmente por
abordar la muerte de manera romántica y superficial.
Pero, ¿realmente existen ciertos géneros musicales que predisponen o incitan al suicidio? Es innegable que la ópera, el
country, el goth-rock o el blues, por ejemplo, en sus textos expresan con
claridad y franqueza conductas autodestructivas o sentimientos angustiosos
desde una perspectiva pesimista o fatalista; pero es necesario algo más que un estímulo musical para que una persona decida
acabar con su vida.
El abuso de estupefacientes, un cuadro depresivo y ciertas condiciones
sociales y familiares, entre otros factores, tienen infinitamente más peso en una decisión de ese calibre que una simple melodía.
Sobre estas líneas, lan Curtís, Frontman de Joy División, quien se suicidó con 23 años. Abajo, los incombustibles Metallica, debajo, la formación original de Black Sabbath con Ozzy Osbourne, denunciado por incitar
al suicidio en sus letras, y el carismático Jim Morrison,
líder de The Doors.
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